Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Relato
Ordenar por:
Mas reciente
Menos reciente
Título
Categoría:
Relato
Categoría: Dominación

Mi esposa castigándome con el cepillo de madera

Mi esposa es una mujer que siempre me había cautivado, estando junto a ella era incapaz de llevarle la contraria,  como demostrar su fuerte carácter en cualquier situación, ya siendo novios me dejo claro, quién iba a mandar en nuestra casa el día que nos casáramos.  No porque habláramos sobre el tema, si no, porque siempre se hacía lo que ella decía.  Si quedábamos para salir a tomar una copa, y llegaba tarde no discutíamos entre nosotros, era ella quien hablaba únicamente echándome en cara mi retraso, prácticamente lo que solía hacer era regañarme por haber llegado tarde.  Si estábamos en casa de sus padres, yo me mantenía callado sin decir nada, hablando solo ella y si daba mi opinión sobre un tema que hablaban, y ella no estaba de acuerdo con mi comentario, me miraba con sus ojos como si me fulminase con ellos, por lo que me callaba en el acto para no hacerla enfadar.  Cuando nos casamos y volvimos del viaje de novios, ese mismo día me di cuenta de quién iba a llevar los pantalones en la casa.  El primer día en nuestra casa viviendo juntos,  se sentó en la mesa del comedor, esperando que le llevase el desayuno, algo que yo le había preparado con mucho gusto, al igual que en la comida o la cena, recogiendo la mesa y lavando los platos, mientras ella permanecía sentada en el sofá viendo sus series favoritas o programas.

     Aun estábamos de vacaciones de nuestra boda, hasta el lunes no debíamos empezar a trabajar, pues ambos trabajábamos juntos en la empresa familiar, que llevábamos mis hermanas y yo, teníamos una empresa de restauración con varios restaurantes por toda la ciudad, así como en otras ciudades del país. Por cual nuestro trabajo era de oficina, controlando pedidos de comida o revisando las facturaciones de cada restaurante.  En el trabajo mi esposa pronto demostrando su valía, se había adueñado de mi despacho realizando el trabajo mejor que yo mismo, con el paso de los días el trabajo prácticamente lo llevaba ella, pues se desenvolvía en él mucho mejor que yo, por su carrera de empresariales en poco tiempo se había ganado la confianza de mis hermanas, resultando ser en poco tiempo toda una eminencia.  Llevando ella sola toda la empresa, mientras mis hermanas y yo mismo nos quedábamos en nuestras respectivas casas.  Sin darme cuenta de nada, me vi convertido en el hombre de la casa, y no precisamente como cabeza de familia, si no, haciendo todas las labores del hogar.  Como estaba muy enamorado y la quería con locura no me importaba quedarme en casa, con tal de verla feliz. Ello hacia que  estuviera complacida, así como al poco de habernos casado, se ocupaba ella de todos nuestros negocios, incluso abriendo nuevos locales que pronto dieron buenos beneficios, por lo cual la confianza de mis hermanas hacia ella era total, yo me encontraba de lo más orgulloso de ella.

     Pronto me di cuenta que estaba totalmente dominado por Maggie, como el día que llego a casa enfadada, porque yo había aparcado mal mi coche, teniendo que dejar el suyo fuera, para empeorar las cosas la comida no estaba preparada, me regaño muy severamente a gritos, algo  que yo no me vi con el coraje de responderle, llegándome a amenazar con darme una paliza con el cepillo, algo que me dejo estupefacto sin atreverme a mirarla a la cara, ese día recibí de ella sus dos primeras bofetadas que me cruzaron la cara. Lo peor es que no supe reaccionar cuando se fue para volver a los pocos minutos del dormitorio, con un cepillo de baño en la mano, me volvió a regañar al tiempo que me amenazaba con bajarme los pantalones y darme una zurra con aquel cepillo. Mirando al suelo sin atreverme a mirarla, me disculpe por no tener la comida preparada y el coche mal aparcado.  Ella dejo el cepillo sobre la mesa del comedor, volviéndome a amenazar que a la próxima iba a probar el cepillo en el culo.   Ese día hice la comida con rapidez muy nervioso, sin casi atinar lo que estaba haciendo, casi se me quema la comida  pensando en sus palabras como si me las hubiera grabado a fuego.

    Yo no es que fuera un hombre débil, siempre me había considerado una persona con carácter fuerte, no podía decirse que no tuviera mis reacciones violentas, pues sobrepasaba cerca del metro ochenta y de complexión fuerte, solía ir todos los días al gimnasio, estando dos horas diarias manteniéndome en forma.  Pero mi esposa no se quedaba atrás, ella era una mujer alta de metro noventa, y con un cuerpo bien formado con unas curvas que rompía cuellos cuando iba por la calle, al gimnasio íbamos juntos todos los días, si yo con las pesas levantaba hasta ochenta kilos sin problemas, ella los levantaba aún más cómodamente que yo, por lo que sus brazos los tenia bien fibrosos, y sus manos no eran los de una mujer normal, pues eran casi tan grandes como las mías, yo andaba sobre los ochenta kilos de peso, y ella con su estatura estaba en los setenta y cinco kilos.  Además era una mujer con temperamento muy fuerte, al igual que su carácter con el cual no solo me dominaba a mí, si no, a cualquiera que se cruzase ante ella.

     Ese día mientras comíamos no me atreví a decirle nada, pues aun la veía que estaba muy enfadada conmigo, esa misma tarde salimos de compras, cuando ella estaba comprándose   ropa interior, se la veía contenta pues  como toda mujer, estando de compras se olvidaba de todo.  Ese momento creí que era  el adecuado para hablarle, armándome de valor se lo comente, que no me había parecido bien que me diera dos bofetadas, ella ni me miro tan siquiera siguió mirando ropa interior, por lo que debía sentirse culpable posiblemente, eso al menos era lo que pensé. Durante la tarde de compras no me dijo nada, incluso luego en una terraza hablamos de la marcha del trabajo y los nuevos proyectos que tenía en mente, y acurrucados nos besamos durante un buen rato.

    Ya de noche al llegar a la urbanización donde vivíamos, abriéndose la puerta entramos en el chalet, la casa estaba tras unos árboles alineados a unos setos,  tras aparcar el coche en el garaje y entrar por la puerta que conectaba con la casa, nada más entrar me cogió del brazo tirándome de él, por su ímpetu se apreciaba que íbamos a tener sexo como siempre, al entrar a comedor se sentó en una silla, me desabrocho los pantalones bajándomelos y con ellos mis calzoncillos, pensando que me íbamos a tener sexo yo estaba excitado, pues en el sexo éramos muy intensos en nuestra relación. Cuando de forma inesperada me vi sobre sus rodillas echado boca abajo, regañándome por haberme atrevido a contrariarla estando de compras, hablando de temas que no me correspondían decidir a mí,  seguidamente comenzó azotarme en el culo desnudo con el cepillo, que aún estaba sobre la mesa, a pesar de mi cuerpo fuerte, no hice nada por revelarme o plantarle cara, recibiendo una severa azotaina en el trasero, que muy a pesar mío, por lo larga e intensa azotaina que me estaba dando, acabe llorando como un crio, y cuando dejo de azotarme, y permitirme levantarme me sobaba el dolorido trasero con las manos, en las palmas de mis manos sentía el intenso calor de mis nalgas, sintiendo mi trasero estar  duro e inflamado por la severa zurra, me dolía horrores ni siendo niño me habían castigado tan fuerte, me llevo casi arrastras al rincón poniéndome de cara a la pared castigado como a un chiquillo.  

     A partir de ese día cada vez que mi mujer lo creía oportuno, me enviaba a buscar el cepillo  a la habitación y acababa sobre sus rodillas recibiendo una severa azotaina. Llegando a un extremo de la situación, que era raro la semana que no me castigaba una o dos veces.  Si estábamos en casa de mis hermanas y yo hablaba de más, ella me miraba con aquellos ojos llenos de ira, ya sabía lo que me esperaba al llegar a casa, al menos no lo hacía ante mis hermanas, pero nada más traspasar la puerta me enviaba a por el cepillo.  No me gustaba nada ser castigado por mi esposa, pero sin saber cómo habíamos llegado a esa situación, ella me controlaba en todo momento, encontrando siempre motivos sobre lo que hacía yo en la casa, mientras ella estaba en el trabajo y pobre de mí trasero como encontrara algo que no estuviera a su gusto.

       Uno de aquellos días sus padres estuvieron de visita en nuestra casa, con sus hermanas y hermano menor. Durante la comida estando todos reunidos en la mesa, y después de servirles el postre mientras mi esposa hablaba con sus padres, en mi regreso de la cocina trayendo los cafés, escuche como mi suegro bromeaba sobre cómo me comportaba sirviendo la mesa, y que me merecía unos azotes si no lo hacía correctamente, mi esposa en ese instante la escuche decir que a mí, no dudaría en bajarme los pantalones si era necesario.  Algo que todos  rieron con el comentario, aunque yo me esmere en servirles el café por si acaso, pues dudaba que fuera capaz de llegar hacerlo, pues una cosa era en nuestra intimidad, pero sería capaz de darme una azotaina ante ellos?  No me lo podía ni imaginar que pudiera suceder, ello haría que me muriera de la vergüenza.

       Se acercaba una fecha muy señalada para la familia, el día de fiesta nacional del cuatro de julio, en su casa era un día muy especial para sus padres,  era un comandante militar jubilado, siendo un día en el que toda la familia se reunía para celebrarlo.  Ese día a eso de las nueve de la mañana llegamos a la casa, en el jardín estaban sus tres hermanas casadas con sus respectivos maridos, mis suegros y el hermano menor aun soltero, así que mi esposa se fue a reunir con ellos para preparar la barbacoa, y yo fui a la cocina a guardar las cosas que traíamos siendo necesario meterlas en el refrigerador, su hermana pequeña estaba en la cocina, viéndome cargado de bolsas empezó a rebuscar entre ellas, por más que le dije que las dejara de tocar y que esperase a tenerlas guardadas, le insinué que a sus diecinueve años debía saber comportarse como una mujer y no como una cría consentida, ella al llamarla cría se enfadó conmigo y acabamos con una acalorada discusión, en la cual le dije cosas que no debería de haberle dicho, que era una mocosa malcriada y palabras más fuertes que no las pensé al decirlas, el caso es que se puso a llorar saliendo de la cocina, traspasando la sala de estar y salir  hacia el jardín.   Al poco entro mi esposa acalorada pidiéndome explicaciones, que habia ocurrido para hablar de aquella forma, así como del porque había salido su hermana llorando, diciéndole todo lo que había ocurrido y como se había portado la niña, y que su padre la debía de haber educado mejor, aunque omití ciertas palabras que era lo que había hecho llorar a su hermana.  Mi esposa malhumorada fue hacia la sala de estar encontrándose al salir con su hermana, volviendo unos minutos después acompañada por su hermana que aún seguía llorando, haciéndome un montón de preguntas que respondí, yo volví a dar mi versión de los hechos, y mi pequeña cuñada dio la suya, confesándole la verdad de todo lo que yo le habia dicho, al preguntarme a mí, yo no supe que responder pues su hermana tenia razones para llorar, Maggie no quedo nada satisfecha por mi comportamiento, saliendo malhumorada hacia el cuarto de baño.  Poco después volvía a aparecer aún muy molesta conmigo, mencionando una serie de cosas que debería ir a casa a buscar.  Me mando ir derecho a casa a buscarlas, además debía traerle el cepillo que yo sabía. “En una hora te quiero de vuelta me dijo”, al retirarse mi esposa la vi que estaba muy enfurecida lanzando maldiciones, que ni estando en la casa de sus padres no me sabia comportar como era debido…  Y otras palabras regañándome que no llegue a escuchar.

      No pintaba nada bien para mí, al pedirme el cepillo pensé que lo hacía para meterme miedo y que al llegar a casa iba a ver lo que es bueno, quizás cuando volviera de la casa, se le podía haber pasado su enfado, y que olvidase, aunque aún quedaba mucho día por delante. Pues cuando me castigaba siempre era en la intimidad de nuestra casa, ni se me pasaba por la mente que pudiera hacerlo en la casa de sus padres.  En una hora justa, ya estaba de vuelta con todo lo que me había pedido.  Encontrando a mi mujer con sus padres y hermanas sentada en el jardín, nada más verla fui hacia ella haciéndole entrega del cepillo con todos presentes como me había ordenado.

-. Papa!  Puedo utilizar tu despacho para solucionar un problema, del cual debo encargarme inmediatamente?

    Su respuesta fue afirmativa.  Mi esposa poniéndose en pie empezó a caminar hacia la casa, llevando el cepillo en su mano derecha.  Sin decirme nada yo caminaba tras ella siguiéndola hacia la casa.  Una vez dentro me dijo que me bajase los pantalones y calzoncillos continuando andando hacia el despacho, la puerta estaba al fondo de la sala de estar por donde habíamos entrado del jardín, una vez dentro coloco una silla en el centro del despacho, y dirigiéndose hacia una de las ventanas y abriéndola de par en par. Me hizo tenderme sobre sus rodillas boca abajo comenzando inmediatamente a darme una azotaina con el cepillo, desde el jardín debían de escuchar los sonidos que producían los azotes, aunque me resistía a no quejarme, pronto se podían escuchar mis “Ayees” de dolor, y poco más tarde ya estaba llorando desesperadamente, desde fuera pudieron escuchar mis suplicas de que parase de azotarme, pero de nada me valió como de costumbre, hasta que no se aseguró que había aprendido bien la lección no paro de calentarme el culo con el cepillo.  Cuando se detuvo yo lloraba como un chiquillo de ocho años, me hizo subirme los calzoncillos y los pantalones.  Salimos de nuevo al jardín ella haciéndolo delante de mí, con el cepillo aun en su mano derecha.

     Poco después salía yo detrás de ella sobándome el culo y caminando con cierta dificultad, por el dolor de mi culo recién castigado. Con mi ojos rojos de haber llorado y en mis mejillas visiblemente los surcos que habían dejado mis lágrimas, en el jardín se encontraba toda la familia en silencio sin decir nada. Yo me acerque a mi cuñada pidiéndole disculpas por cómo me había comportado con ella. mi esposa tomo asiento en una de las sillas, y uno de mis cuñados me invito a sentarme al lado de los hombres, donde sin duda deberían de estar hablando del partido de béisbol de los Yankee´s del domingo, era la conversación que siempre en las visitas a su casa siempre se hablaba de ello. Respondiéndole mi esposa desde donde se sentaban las mujeres en un coro, hablando de cosas de mujeres.

-. No creo que pueda sentarse en estos momentos John, Terry seguro que estará todo el día de pie, pero así aprenderá como se debe comportar…

    Durante toda la mañana yo me mantuve en pie terriblemente avergonzado, sentía como el culo me abrasaba y me dolía demasiado para acomodarme en una silla, si hubiera podido me hubiera quitado los calzoncillos que me molestaban muchísimo, a la hora de la comida lo tuve que hacer de pie, comiendo en el buffet de bar que tenían en la terraza, mientras los demás estaban sentados a la mesa, mientras los hombres se tomaban la copa y fumaban después de comer, yo deambulaba andando alrededor de ellos, sobándome el culo cuando creía que nadie me veía.

     A eso de las cinco de la tarde yo estaba de pie tal y como llevaba todo el día, la madre de Maggie salió gritándoles a todos que en una hora estaría lista la cena, yo no la habia visto al abrir la puerta, y la mujer estuvo a punto de caer al suelo.  Mi esposa se alteró al ver que casi su madre se cae por mi culpa, llamándome que fuera ante ella…

-.  Tráeme el cepillo ahora mismo!!!

     Tuve que entrar dentro a la sala de estar, donde había dejado ella el cepillo antes de comer al medio día, y se lo lleve al jardín entregándoselo. Ahí mismo ante todos me hizo bajarme los pantalones y los calzoncillos.  Yo le rogué que por favor no me castigase en su presencia, pero todos mis ruegos no me sirvieron de nada, y con mi culo completamente colorado por la azotaina de la mañana, me tuve que colocar yo mismo sobre sus rodillas delante de toda la familia.  Los azotes comenzaron a caer sobre mi trasero con fuerza, no le importo ni lo más mínimo como tenía el trasero de dolorido, dándome una severa azotaina ante todos los presentes, no tardando en ponerme a gritar llorando, cuando por fin mi esposa se detuvo, era ya el momento de entrar a cenar, pero en esta ocasión no me consintió subirme los pantalones, teniendo que entrar en la casa  con mi trasero más colorado que un tomate maduro, con las marcas claras del cepillo reflejadas en mis nalgas, teniéndome que poner en pie cara a la pared delante de todos, ella misma agarrándome de la oreja me llevo al rincón de la chimenea dejándome en pie, con mi trasero a la vista de todos.

     Por la noche volvíamos para nuestra casa, yo tuve que hacerlo sentado de costado en el asiento trasero, teniendo que escuchar la regañina de mi mujer por el bochorno que la había hecho pasar durante ese día de reunión familiar, un cuatro de Julio que difícilmente iba olvidar.  A partir de ese día no dudo en castigarme en otras ocasiones delante de sus padres, incluso llego hacerlo ante mis hermanas, yo esperaba de ellas que se pusieran de mi lado, pero no, encima la animaron que debía tener mano firme conmigo, por lo que recibí azotainas de mi esposa en cualquier parte donde estuviéramos, para mi vergüenza.

Fin

Datos del Relato
  • Categoría: Dominación
  • Media: 0
  • Votos: 0
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1288
  • Valoración:
  •  
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 3.17.80.96

0 comentarios. Página 1 de 0
Tu cuenta
Boletin
Estadísticas
»Total Relatos: 38.445
»Autores Activos: 2.272
»Total Comentarios: 11.896
»Total Votos: 512.051
»Total Envios 21.925
»Total Lecturas 104.850.608