Mi marido de regalo de cumpleaños, me trajo un buen macho para que me deje reventada y bien cogida por todo agujero existente que tiene mu cuerpo de puta, y sí que esa verga disfruto.

Al llegar el macho, entro al cuarto matrimonial caminando desnudo y con la pija grande y dura, yo esperándolo con mi lencería roja y deseosa de que esa verga me empezara a clavar, mientras mi marido sentado en una silla enfrente de la cama, para ver como el macho me rompía mi culo gordo y profundo, sus bolas chocaban como un verdadero macho lo haría, era un clavada que ya desde el principio comenzó a ser salvaje.

-Esposa, veo las bolas de tu macho, y me doy cuenta que te está clavando como un profesional, un cogedor.

-viste amor, esta si es una pija que sabe coger un culo aguantador.

Comencé a cabalgarlo, moviendo mi culo y siendo muy sensual tocándome las tetas, gritando y acariciándolo al macho, esa verga sí que estaba dura y por eso mismo lo cogí como dios manda.

-Amor que bien cabalgas, sos toda una diosa de verdad una puta con el macho invitado.

-Me encanta la verga dura de este semental, mientras cabalgo mira como le acaricio las bolas a este hijo de puta pijudo.

Decido abrime y cogerme por el culo una y otra vez, lo más profundo que pueda, y sí que lo hizo, me culeo como un macho, me escupía las tetas, me las amasaba, lo mirábamos ambos al macho y nos besábamos, como diciéndole que no importaba nada, que este polvo de locos debía terminar con toda la leche de semejante aguantador bien dentro de mi culo.

Así lo hizo, lleno y llenos mientras nos mirábamos fijos nuestras caras sudadas, era una locura de calor y calentura, nunca mi culazo había recibido tanta leche y eso se notaba.

Por supuesto fue el comienzo de la lujuriosa relación con mi amante oficial, pijudo y aguantador.