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Recuerdo bien está historia. La primera vez que un hombre me tocaba bajo la ropa.
Frente a mi casa había un ciber al que iba mucho, casi todas las tardes en realidad. Tenía el cabello a media espalda, largo y esponjado, piel morena clara, con cuerpo de reloj de arena y la verdad es que sé que mis pechos siempre llaman la atención. Siempre he sido bajita y muy alegre, así que no me costaba platicar con cualquier persona. Vaya, soy algo confianzuda.
Volvamos al inicio. El ciber era atendido por un tipo de más de 25 años. Alto, moreno y algo tonificado. Tenía grandes brazos y espalda. Cuando iba al ciber me daba una computadora frente a él y yo, que amo los vestidos, aprovechaba un poco. Cruzaba las piernas, las abría un poco, las recogía y las volvía a abrir. Yo era virgen, pero eso no significaba que no supiera lo que era calentar a alguien más, sobre todo a alguien mayor.
Una tarde este tipo (que la verdad nunca supe su nombre) me comenzó a hacer plática y resultó que teníamos gustos parecidos. Hablamos de una serie y le dije que yo la tenía ya descargada, que si quería se la prestaba (trabajaba en un ciber, por Dios! Era solo el pretexto para lo que sea). Quedamos al siguiente día porque salía temprano de la escuela.
Al día siguiente yo estaba algo nerviosa. Sabía que en el fondo no quería tener sexo así, pero no podía negar que estaba muy prendida por la situación. Yo ya sabía que no habría nadie en casa, ya que mis padres trabajaban hasta la noche. Llegué a casa como a medio día y nada más entré a dejar mis cosas y a darme un pequeño retoque. Quise dejarme el uniforme puesto. Calcetas blandas altas, Jumper púrpura entallado y ligeramente arriba de la rodilla y una blusa blanca de manga corta. Crucé la calle y llegué al ciber. El tipo estaba ya listo, nisiquiera entré porque me esperaba afuera. Él sonrió en cuanto me vió y me saludó de beso en la mejilla. Me dijo que me estaba esperando, se asomó dentro y le dijo a alguien ‘nos vemos’. No me quise asomar a ver con quién estaba.
Entremos a mi casa y nos sentamos en la sala. Yo tenía el usb en la mesa, pero ni me acordaba de eso. Comenzamos a platicar de cualquier cosa. El estaba sentado con las piernas abiertas y sus manos sobre sus muslos. Yo estaba a su lado con las piernas sobre el sillón y el cuerpo girado hacia él. Se lamía los labios y yo jugaba con mi cabello.
En la vida había estado con un desconocido a solas, de esa manera. Sentía mi corazón latiendo rápidamente. Nos reímos un rato y de la nada hubo silencio. Respiró, me tomó del cuello, me besó y me jaló hacia él, poniendome de frente sobre él y con mis piernas a los lados. Solté un ligero gemido y comencé a jugar con su cabello. El beso era tan intenso que sentía su lengua por toda mi boca. Comencé a mojarme, tocaba su pecho, sus brazos y su rostro. Su verga estaba dura y el me restregaba contra ella, grande y firme. Comencé a gemir mientras el bajaba sus manos por todo mi cuerpo, apretaba mis nalgas con sus enormes manos, me lamía el cuello y tocaba los senos. Subió mi uniforme y lo bajó el cierre lateral para meter su mano y mi blusa. “que rica, que ricas tetas” me dijo entre besos. Yo Solo podía disfrutar. Nos sabía que más hacer. Gemia y me retorcia. En una de esas me separó de él, me quitó el Jumper y abrió mi blusa de una, rompiéndome los botones y viendo mis calzones negros “ay, mami” mientras me barría con la mirada. “Te gusto?” Y el me respondió con una nalgada. Me giro y me sentó de espaldas a el. Abrió mis piernas y comenzó a masajearme la entrepierna, bajando poco a poco, en círculos. Con la otra mano jugaba conmigo, metia sus dedos en mi boca, jalaba mi cabello o me pellizcaba los pezones. Yo estaba como loca besándolo, apretando su mano y moviendo La cadera hacia adelante y atrás. Mis fluidos tenían empatada mi ropa interior, tomó un poco y me lo puso en la boca, como si fuera bálsamo. Me dijo ahora tócate tú y puso mis manos en mi vagina. Comencé a hacerlo aún más rápido, presionaba mi clítoris y el esparcía mis flujos por todos lados. Se movió un poco para desabrochar su pantalón y en automático sujeté su miembro. Era grande y grueso. No tenía muchos con qué compararlo, pero se sentía enorme en mi mano. Comencé a masturbarlo a mi ritmo y el puso sus brazos cruzados sobre su cabeza, entregado por completo. Tocandonos juntos, nos besábamos y tocabamos.
“No te detengas, mami”
Me encantaba gemir, trataba de no hacerlo tan fuerte, pero me costaba mucho. Apreté fuerte su cabeza y sentía su loquido preseminal saliendo cuando tuve un enorme orgasmo. Se tenzaron mis piernas, mis pezones estaban durísimos y mi clítoris palpitaba a lo loco.
“Te me adelantaste” me dijo, yo solo me reí. Me cargó y me acostó sobre el comedor que estaba frente a nosotros. El estaba de pie con mis piernas rodeándolo.
“No me vayas a meter” le dije toda asustada. El se rió muy fuerte “No te vas a rajar ahora”. Me asusté y le dije “tienes que ir a trabajar, no? Mejor otro día vienes a terminar” lo pensó un momento “bueno, pero me vengo ahora”. Comenzó a masturbarse sobre mi, fuerte y rápido. Respiraba pronfundo y me miraba fijamente. Comencé a tocarme y a masajeale los testículos mientras le miraba la verga dura y brillante por los fluidos, sentía que en cualquier momento se vendría sobre mí cuerpo. Jadeaba y me retorcía porque estaba tan caliente por lo que veía. Tenía mis piernas sobre su cintura y el inclinado hacia mi “vente, papi, vente conmigo”. Sentía mucho calor y los dedos me dolian, pero queria seguir, quería gritar como loca, cuando Zas! Soltó un gemido fuerte, exhaló y se tensó mientras soltaba todo su semen sobre mi pelvis, mis tetas rojas de tanto que me las apretó. Me llegó hasta el cuello , lo sentía escurrirse sobre mi piel. Enseguida me volví a venir. El se inclino más para besarme mientras me retorcía de placer. Chupó mis pezones y me quedó viendo rendida.
Descansamos un momento, le ofrecí agua sin decir mucho, pasó al baño a limpiarse el sudor y no tardó mucho en irse. Me quedé recostada en la sala un buen rato, embarrando más su semen. Me quise venir otra vez, cuando estaba sola. Sentada como al principio y mordiendo los cojines.
Me arrepentí en el momento de que no me la metiera.
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