Ya hacia un tiempo que en la empresa la gorda me miraba con ganas, una tarde de oficina, ella entre disimuladamente a mi oficina, y entre charlas pudimos quedar para vernos en su propia casa, en su propia cama, y que logre atenderla como se lo merecía. La zorra casada me recibió con sus tetas al aire sin nada, de la mano directo a la habitación caminando con sus tetas enormes y mi verga ya erecta. -Ahora si macho pijudo, estas tetas de casada se van a coger la verga del empleado de mi marido, ahora vas a entender lo que es una madura bien puta, vos escupilas que yo me encargo del resto- así fue que me cogió la verga con sus súper tetas, era una diosa gorda y sucia. Abierta, pero de una manera nunca antes vista, me calentó mucho ver sus pies moviéndose en el aire con semejante clavada rabiosa, ella me tomaba los huevos con ambas manos y los apretaba para probar mi resistencia, le chupaba las tetas con locura, ella las movía como una diosa, entendía todo, me decía –macho vergudo sí que tenés esos huevos bien grandes, te los apretó y más me clavas, sos todo un gran empleado, que bien te la coges a la señora de tu jefe- Ese culo gordo en cuatro sí que calentaba, entro de una en ese agujero, penetraba como nunca, la zorra gritaba con tanto placer que creí que no aguantaría y la llenaría, resistí, debía demostrarle que era un macho aguantador, debía satisfacerla para volver a cogerla, la gorda puta daba mucho placer y no podía perderme semejante puta. Obviamente dúrate las tres horas que le dimos a la clavada, ella quería su leche en las tetas, lógicamente, esas tetas merecían que las bañe y las deje lista para el cornudo, me volvió a coger la verga, me volvió a calentar tanto que la leche exploto y baño sus tetas como nunca antes lo había vivido. Ambos satisfechos, decidimos mantener un buen secreto de polvos durante años, y un tan ansiado ascenso.