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Era una noche cualquiera en la que nos juntamos unos amigos para tomar unos vinos y salir de marcha. Quiero decir; no había ningún motivo de celebración.
Por la tarde, estuvimos tomando vinos de bar en bar, como es costumbre en la zona en la que vivo. Al cerrar los bares en los que pasamos la tarde entre risas y anécdotas varoniles, seguíamos con ganas de prolongar la noche. Decidimos ir a la zona en la que están las discotecas y bares en los que se puede bailar un poco. De camino a dicha zona, nos cruzamos con un grupo de chicas que estaban claramente de fiesta. Iban todas con el mismo gorro y una de ellas portaba la típica banda de las despedidas de soltera, en la que no puede leer lo que ponía, ya que mis ojos sólo se fijaron en su perfecta figura. “Estarán de despedida de soltera” -pensé yo-. Aunque tan pronto me vino ese pensamiento, me convencí de que no podía ser, pues todas ellas tenían cierta edad en la que no es habitual casarse. Uno de mis amigos les paró y preguntó:
-Qué, de despedida no?
-Sí. -Contestó una de ellas-.
-Quién se casa?
-Nadie. Despedimos los 49 años de nuestra amiga la rubia. (La de la banda).
Yo le comenté a uno de mis amigos por lo bajo, pero con la clara intención de que la cumpleañera me escuchara:
-50? 60 le echaba yo.
A juzgar por su mirada, la rubia me había escuchado y claramente no había entendido la irónica broma. Una de sus amigas se acercó a ella y pude ver claramente cómo le decía al oído:
-Se refiere a que él te echaría 60 polvos tonta.
Enseguida su cara pasó de querer asesinarme a dedicarme su sonrisa más picarona. Seguimos conversando un poco preguntándonos de qué zona de la ciudad éramos cada uno (típica conversación de tanteo). La cumpleañera se acercó a mi y me dijo medio cabreada medio en broma:
-Te puedes creer que las cabronas de mis amigas me han regalado una crema lubricante para las zonas íntimas? Como si al cumplir los 50 se le resecara a una todo!!
Me dieron ganas de preguntarle si me dejaba comprobar si era verdad que esa crema le hacía falta.
Nos comentaron que ellas venían del bar al que nosotros nos dirigíamos y que había buen ambiente. “Mucha gente quizás”, -comentó una de ellas-. Nos despedimos. Nosotros de camino al bar que ellas habían dejado, y ellas…no nos lo dijeron.
Entramos en el bar y como había dicho una de las cincuentonas, había bastante gente. Cosa que más tarde agradecí. Nos dirigimos directamente a la barra para pedir nuestras copas. Nos costó bastante. Tanto llegar a la barra como que nos sirvieran los tragos. Después de esto, buscamos un sitio en el que poder hacer corro y estar a gusto. No pasaron ni diez minutos cuando al mirar hacia la entrada del bar, vimos aparecer al grupo de cincuentonas con las que habíamos estado “vacilando” pocos minutos antes. Vinieron directamente hacia nosotros. Más exactamente, la rubia con cuerpo despampanante a pesar de sus 50 años recién cumplidos, se acercó a mi, me quitó la copa y la dejó en la barra para después agarrarme de la cintura, e invitarme a bailar. No suelo a bailar. Básicamente porque no se me da muy bien, aunque mis amigos dicen que llevo muy bien los ritmos. Entre los vinos que llevaba encima, y lo buena que estaba la madurita cumpleañera, me dejé llevar y bailaba cualquier cosa que sonaba por los altavoces. La rubia se estaba insinuando y yo, con mis 29 añitos, no iba a dejarla escapar. “No sabe con quién se ha topado”.- Pensé yo para mis adentros-.
En el bar sonaban canciones de bachata y regetón sobre todo. La rubia se pegaba cada vez más a mi al bailar. Me agarró por los hombros metiendo su pierna entre las mías. Estaba claro que quería rozar su pierna con mi entrepierna al ritmo de la música. Tal acción hizo que se me empezara a poner un poco dura y que inevitablemente ella lo notara, ya que estábamos muy pegados.
-Voy a pedir una copa. -Me dijo soltándome-.
-Te acompaño.
Nos dirigimos a la barra. Nos costó llegar ya que el bar estaba bastante lleno. Ya en la barra, yo tuve que ponerme detrás de la rubia porque había mucha gente para pedir una copa. La agarré por la cintura y con la excusa del gentío, me acerqué a ella rozando mi paquete con su precioso culo. No dijo nada. Tan sólo se giró y me dedicó esa sonrisa picarona que ya conocía. No sé si es que no quería que me despegara de ella, pero pasaban los camareros y no les pedía nada. Así que aproveché la situación para bajar mi mano hasta su culo. Realmente me sorprendió lo bien puesto que estaba para los 50 años que tenía. Al haber mucha gente, seguíamos muy pegados. Mi mano levantó su corto vestido y pude acariciar ese precioso culo de aquella madurita cachonda. No me detuve ahí. Mi mano se dirigió a su entrpierna y pude comprobar de primera mano, valga la redundancia, que para nada necesitaba esa crema que le habían regalado las”cabronas” de sus amigas. Estaba muy mojada. Tanto que tenía las bragas empapadas. Empecé a acariciar ese coñito por encima de su ropa interior. Mi polla empezó a ponerse bastante dura y ella…seguía sin pedir su copa.
-Espérame aquí. Y que no te quiten el sitio!! -Me dijo-.
Me descolocó un poco, porque no lo dijo enfadada ni molesta. Pero desapareció entre la gente sin poder ver a dónde se dirigía.
No pasaron ni 5 minutos, cuando aquella rubia con su vestido de flores bastante corto volvió al lugar donde yo le esperaba obedientemente. Me apartó un poco y se puso otra vez en la barra como diciendo: “Ponte otra vez detrás de mi y continua lo que estabas haciendo”.
Dicho y hecho. Me puse detrás y empecé a acariciar otra vez su prieto culo. Pasé de hacerlo delicadamente a apretarlo con fuerza. Al igual que antes, mi mano no tardó en ir a acariciar su mojado coñito. Aunque esta vez… “No tenía bragas!!!”. La cincuentona cachonda había ido al baño a quitarse las bragas. Ahora pude apreciar perfectamente lo mojada que estaba.
Ahora sí, se le acercó un camarero para preguntar qué quería. En el momento en el que mi madurita le comunicó lo que quería tomar, introduje mi dedo corazón en su mojado y experimentado coñito. Dentro de la barra había un espejo en el que pude ver cómo se mordía un labio lanzando un gemido. El camarero puso cara de extrañado, pero como tenía mucha gente esperando a ser servida, se fue a preparar la copa.
La rubia subió la pierna al típico escaloncito que suele haber en el suelo debajo de las barras de los bares, invitándome a que metiera un poquito más dentro mi dedo. Y así fue. Aunque en esta ocasión no fue uno , sino dos los dedos que se introdujeron en aquel caliente coño, sin ningún tipo de resistencia. Para ese momento, mi polla estaba tan dura como la madera de la barra de aquel bar.
En ese preciso y precioso momento,tan sólo deseaba que el camarero tardara lo máximo posible y así pode jugar con mis dedos dentro de aquella preciosa rubia. Parece ser que el universo me escuchó, ya que el camarero se entretuvo saludando a alguna conocida y sirviéndole una copa antes que a mi madurita cachonda. Evidentemente, a la rubia tampoco le importó que se nos colara aquella amiga el camarero, ya que seguía viendo su rostro de placer a través del espejo.
No sabría decir el tiempo que pasó desde que introduje mi dedo dentro de aquella mujer imponente. Lo que sí puedo asegurar es que antes de que el camarero regresara con la copa de mi rubia cachonda, ésta se corrió intentando disimular un poco, ya que no quería que nadie se enterara de lo que estaba ocurriendo en aquel bar reguetonero.
Saqué mis dedos de su precioso coñito, ella se giró, me cogió la mano y se metió los dedos en la boca con una mirada seductora que tan sólo una madura cachonda es capaz de realizar, lamiendo así sus propios jugos vaginales. Mientras, mi polla seguía con unas inmensas ganas de introducirse cualquier agujero de aquella madurita despampanante.
-Vamos a bailar. -Me dijo al oído-. Y no te preocupes, que no te voy a dejar así. -Prosiguió agarrando mi dura polla con su mano derecha-.
La puse delante de mi al separarnos de la barra, pues no quería que nadie se diera cuenta del grado de excitación que tenía, y mucho menos que nadie lo sintiera, ya que como digo, el bar estaba a tope y no era difícil rozarse con alguien por el camino.
A esas horas yo ya no sabía dónde estaban mis amigos y mucho menos, dónde había dejado mi copa. A decir verdad, no me importaba lo más mínimo.
Seguimos bailando un rato rozando nuestros cuerpos. De tanto en cuanto me ofrecía un trago de su copa, la cual no tardamos en acabar. Tampoco tardó en susurrarme al oído:
-Ahora nos vamos a ir a mi casa, y me vas a follar como quieras y por donde quieras.
Me cogió por la mano arrastrándome hacia la salida del bar. Yo intentaba buscar a mis amigos para avisarles de que me iba. Crucé una simple mirada con uno de ellos, que sirvió para que entendiera que le iba a dar lo suyo a aquella cincuentona que me llevaba pidiendo guerra desde que le eché los “60”.
Salimos del bar y nos fuimos a ver si encontrábamos un taxi. Cerca del bar había una parada, y en ella esperaba un taxi libre. Nos subimos en el coche, los dos atrás. Yo me puse detrás del chofer y ella a mi lado, en el centro del asiento trasero de aquel amplio taxi que parecía nuevo. Lo que tardó el trayecto, ella no paró de sobar mi paquete por encima de mis vaqueros, lo cual hizo que mi polla se pusiera dura, muy dura.
Llegamos a su portal a altas horas de la madrugada. Cogimos el ascensor abriendo la puerta sin que nuestras lenguas se despegaran, y así un rato hasta que dio al botón. El décimo piso. Las puertas se cerraron. La cogí por el pelo ofreciéndole que se agachara. Me soltó el pantalón, sacó mi polla, en aquel momento dura como una piedra y empezó a hacerme una mamada increíble. La volví a agarrar del pelo y la forcé a que se tragara mi polla. La verdad es que le entró entera. Parecía que esa situación todavía le ponía mas cachonda, ya que empezó a chupármela de una manera desenfrenada. Yo le empujaba con mi mano hacia mi, haciendo que se le pusieran los ojos llorosos. El ascensor llegó al décimo piso. La levanté de golpe. Abrimos la puerta del ascensor, y fuimos a su casa, yo todavía con la polla fuera y dura, muy dura.
Fuimos directos a la habitación, me quité los pantalones. Le empujé sobre la cama, quedándose ella apollada a cuatro patas. Su vestido se le levantó que dando su coñito depilado a la vista. Sin vacilar, la agarré por las caderas y se la metí. Ella seguía tremendamente mojada por lo que mi polla entró muy fácil. Empecé a embestirla cada vez mas fuerte, hasta que ella llegó a un orgasmo sublime en el que mojó toda la cama. Ella seguía a cuatro patas con las piernas temblorosas. Mi polla estaba empapada de sus jugos. Giró su cabeza y me dijo:
-Quiero que me des por el culo.
No me lo pensé. Agarre mi polla y se la introduje poco a poco en su precioso culo. Al entrar mi puntita, ella soltó un gemido medio de dolor medio de placer. Seguí empujando poco a poco y mi polla entró entera. Sus piernas seguían temblando. Mientras ella me decía:
-Cómo me gusta que me des por el culo, no pares.
Y así seguí, empujando cada vez más fuerte. No paraba de empujar y de embestir a aquella rubia cachonda. Hasta que no aguanté y me corrí dentro de aquel pequeño agujero.
Quién sabe si volveré a ver a esta madura cachonda. Si este polvo ha sido el único, o si llegaré a echarle esos “60”…
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