Cada viernes tenía que desplazarme a otro estado, me encontraba estudiando una especialidad y la opción más cercana era a 5 hrs de mi lugar de residencia, para tomar las clases me trasladada los fines de semana, viernes salía y domingo era mi retorno.
Al principio no había notado que coincidía con un tipo bastante atractivo, con personalidad interesante, con un porte muy varonil, y qué decir de su amabilidad y caballerosidad, al hacer la fila por las maletas coincidimos un par de veces, pero no pasaba de un saludo y de que él, dentro de su gentileza apoyará a mover los equipajes.
Conforme pasaban los meses, notamos que salíamos en los mismos horarios, pasamos del saludo, a mirarnos con cierto flirteo, sonrisas con mensajes ocultos, etc.
Un día, por cuestiones climatológicas, las corridas tuvieron retraso y fue entonces cuando aprovechamos para tomarnos un café.
Por fin, nos presentamos, empezamos compartiendo el porqué de nuestro viaje y gran coincidencia, trabajábamos para la misma Institución, pero nos estábamos preparando en la misma especialidad, solo que en diferentes sedes. Mismas que solo quedaban a 3 cuadras de diferencia.
Ese día, decidimos qué, compraríamos para el regreso y las próximas salidas el boleto juntos.
Ambos mencionamos estar solteros, no teníamos nada que perder y mucho por conocer y compartir. Después aclaramos y confesamos encontrarnos en una relación respectivamente.
Ese fin de semana, ambos encontramos compañía para salir y conocer un poco más de la ciudad donde nos encontrábamos.
Al terminar el sábado de clases, nos quedamos de ver en el restaurante que a ambos nos quedaba cerca, empezamos a enviarnos mensajes continuamente a partir de esa noche.
Como ambos teníamos tareas, ese día decidimos apoyarnos y amablemente accedí a ir a su hotel, al llegar, noté que es un hombre ordenado, pulcro y suficientemente organizado, algo muy cliché para atraer a cualquier mujer.
En verdad, fue una noche larga de estudio, me llevó algo noche al hotel donde me hospedaba. Al despedirnos un beso muy tierno, pero con un toque de sensualidad y excitación se quedó en el ambiente, ambos con una respiración bastante agitada y nerviosos por una incomodidad que a la vez era placentera, tenerle tan cerca a mis labios, a mis ojos y a mi cuerpo.
Me contuve y di un paso hacia atrás, solo me quedó decirle, descansa, nos vemos mañana para irnos a la terminal de autobuses.
Intentamos ambos no pensar, pero era inevitable, no podíamos ocultar la atracción física y esas ganas de querer que algo más pasara entre nosotros.
Durante la mañana del domingo, los mensajes de texto fueron de menos a más y terminamos provocándonos.
Cuando nos vimos estábamos sonrojados por tantas palabras dichas, nos reímos, de inmediato, él me dijo si en verdad me dejaría seducir por él algún día, solo respondí, cuando gustes, no encontrarás negativa.
Al llegar a la terminal, muy poca gente compró boleto para nuestro destino, solo íbamos 4 pasajeros en total y nosotros preferimos asientos en la parte media del autobús.
En esta ocasión, viajamos en asientos juntos, y como hacía mucho frío, decidimos ponernos una manta encima para que nos cubriera a ambos, me recosté en su hombro y al ver que se acomodó, empecé a bajar mi mano hacia sus muslos, él me dirigió hacia su miembro, ese que se alcanzaba a notar debajo del pantalón. Poco a poco fui logrando una erección, fue delicioso verlo disfrutando, pero a la vez guardando silencio para que no se percataran los otros pasajeros ni el conductor.
Cuando al fin estaba duro y firme, le bajé el zipper, metí la mano y saqué de ahí esa forma fálica deliciosa y lleve mi boca hasta él, empecé a lamerlo, tratando de no hacer demasiado ruido logré que terminara en mi boca.
Ahora, me respondió, es tu turno, me puse cómoda en el asiento, dirigió su mano y sus dedos buscaban la entrada de mi vagina, esa misma que ya estaba bastante mojada y lista para recibirlo.
Al igual que él, traté de guardar silencio, mientras introducía sus dedos y jugaba con mi clítoris, fue tan delicioso, que me hizo terminar en sus dedos, sintió como mi interior pedía más y más placer.
Después de eso, un beso delicioso selló tan alucinante momento, nos compusimos la ropa ambos, nos dirigimos cada uno al sanitario del bus para limpiar evidencias y continuar como buenos compañeros de viaje, acurrucados uno en el otro, descansando hasta llegar hasta nuestro lugar de destino.
A partir de ahí, nos hicimos buenos amigos, pero extraordinarios amantes durante los siguientes 12 meses. Somos hoy compañeros de trabajo y colegas, que en ocasiones tomamos mismos rumbos en cuestiones profesionales y por qué no, de experiencias sexuales compartidas.