Les digo sincera hasta definitivamente qué cuándo mi chica colombiana que se llama nada menos que Melisa; del prostíbulo que acostumbro frecuentar, adicionalmente visito, y por supuesto entro para zacearme mis apetitos y obsesiones eróticas hasta sexuales de ejecutivas universitarias hoy por hoy. Toda gruesa de contornos como de perfil hasta monumentalmente a pedir de boca; que presenta hasta exhibe tan espectacular, sensacional y espléndidamente unas cartucheras de la misma madre al vestir favoritamente de faldas tanto de cuero como de uniforme de oficina que entre nosotros le va de película sobre todo perfecta incluso maravillosa hasta deseada de ahí deleitada pero fascinantemente por doquier a tutiplén por siempre en vivo y a todo color.

Cuándo nos metemos a que me lave la pinga y al mismo tiempo a orinar no puedo controlarme tampoco resistirme ni siquiera evitarme especialmente contenerme en que las dichosas cartucheras no son indiferente en que me las manoseo, toco, soba, acaricio, beso, muerdo, lamo, finalmente tengo una cautivaciones, seducciones y provocaciones intensas hacia mí chica colombiana Melisa.

Bueno también ando jugueteándola como palpándola hasta contactándola de ahí sintiéndola estando pegado por detrás pegado a su cuerpo ardiente en que me paso restregándole toda mi pinga en que le pongo mis manos en sus propias cartucheras que para nada les aparto no siquiera les quito las manos de encima al darle está merecida como soberana agarradas, apretadas, caricias, calentadas, enajenaciones, emocionadas, coqueteadas, conquistadas, dominaciones, incitadas, intimidadas, pero finalmente tenemos probadas personalmente por mí prendada Melisa en que me sigue el juego siempre sonriéndome observándonos mutuamente frente al espejo que se maquilla y peina la misma Melisa.

Al mamarme la pinga agachada y toda siendo de estatura pequeña la tengo a mi alcance en que extiendo y llevo hasta le pongo enteramente todas mis manos en sus ricas y sabrosas hasta apetitosas cartucheras que las tiene duritas, gruesitas, riquitas, atraiditas, entre muchas otras cosas en que no pierdo el tiempo al sobarlas tanto de arriba como de abajo hasta de lado muy endemoniado en que l doy estas nalgadas cada vez más marcadas y fuertes con muchas ganas de mi parte en que le duele al pedirme por favor que no siga nalgueándola de la viva voz de la misma chica colombiana Melisa en que la tienes siempre calientitas recientitas saliditas del propio horno parecidos a los panes de panaderías artesanales como se hacía de toda la vida.