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Hace algunos meses relaté una de mis primeras experiencias sexuales con mi prima la China, cuyo nombre es Roxana, meses después y lo que era en realidad la razón de la visita del tío, fue que acordaba con mi madre a darle hospedaje mientras Isabel, su hija mayor, cursaba sus estudios universitarios.
Isabel, en contraste con su hermana la China, parecía ser mas callada, más reservada y obviamente menos sociable. Cuando llegó a casa, pues yo era el encargado de introducirla al ambiente de la ciudad y de enseñarle a por lo menos identificar las señales de tráfico para que obtuviera su licencia de manejar, fue un proceso en un ambiente bastante distante. No sé, yo imaginaba que su hermana de alguna manera le había contado que yo me la había cogido, pero descubrí que hasta el día de hoy, ninguna de las dos sabe a ciencia cierta que me he cogido a su hermana, aunque creo lo sospechan pero para ellas es un tabú discutirlo.
Isabel tenía 19 años, de cuerpo esbelto y piel clara. Tenía el cabello ondulado, ojos almendrados y de tímida sonrisa. Era bonita, y su cuerpo se amoldaba preciso y sugerente en esos pantalones de mezclilla que regularmente se le miraba vestir. Quizá le hubiera insinuado desde el principio, pero por ese tiempo me estaba cogiendo a dos amigas cercanas entre sí, y que cuando lo descubrieron, fueron enemigas hasta morir y se hacían de escándalo en los recreos de la escuela, pero también me cogía de vez en cuando a la vecina del lado, una hermosa rubia de nombre Melisa, con la cual mi madre me encontró cogiendo en el guarda coches de la casa.
Realmente y por lo alejada de Isabel, pues no se me había ocurrido cogérmela. Parecía que estaba hipnotizada con sus libros y su contacto conmigo se limitaba con preguntas con el idioma inglés, el cual aprendía a la vez. Todo cambio cuando me di cuenta que de repente mi ropa interior sucia estaba desapareciendo, para luego encontrarla en el mismo contenedor horas después. Desde mis 9 años lavo mi propia ropa y sé donde la dejo y como la dejo… fue una disciplina implantada por mi recordada madre y a esa edad regularmente las dejaba manchadas con esa sombra blancuzca de mis líquidos seminales, pues sufría de una constante erección por las chicas que también tenían alocadas sus hormonas.
Aquel día creo que Isabel pensó que nadie estaba en casa y la he visto entrar a mi cuarto y hacerse de uno de mis calzoncillos estilo bikini, y desde que los sustrajo los comenzó a oler. Ver a Isabel hacer esto me causo una erección, y no supe que hacer, pues ella al sentirse sorprendida quedaba paralizada. Descubría que yo la divisaba desde el baño, donde había pasado calladamente cortandome las unas de los pies. Solo se me ocurrió decirle: ¿Qué haces Isabel? – y ella ha soltado mi prenda interior, dejándola caer en el contenedor. Con una sonrisa nerviosa me pidió disculpas y salió apresuradamente de mi cuarto.
Desde aquel día supe que la tenía en mis manos, la había encontrado con las manos en la masa olfateando mi ropa interior. Se volvía un poco más distante, pero no tenía otra alternativa que interactuar conmigo y creo que aunque yo era más grande que ella, pero por los años que me llevaba, pensó que nunca me atrevería y en este caso, de alguna manera extorsionarla.
Llegó el día que quedamos solos en la casa, aunque muchas veces quedábamos solos, ella se mantenía siempre encerrada en su habitación, pero esta vez mirábamos una película y aunque en aquel momento mi madre se encontraba con nosotros, tuvo que salir de emergencia, en una de esas situaciones de emergencia que se daban para la organización que trabajaba. Me quedo solo con Isabel y veo que ella se siente incómoda o con mucha desconfianza de solo estar conmigo que de alguna manera intenta dar una excusa para retirarse a su habitación: ¡Me dio sueño! – me dijo. Y no sé como espontáneamente se me ocurrió y le dije con cierta malicia: ¿No quieres oler mis calzoncillos para que se te aleje el sueño?
Creo que le cayó como un balde de agua fría y solo se limito a ofrecer otra vez disculpas sin mirarme al decirlo, pero antes que se alejara le dije lo siguiente, lo que la ató a una plática:
- ¡Yo también quiero oler tus pantis!
- ¿Qué dices?
- Que yo quiero también oler tus pantis y quedamos…
- Que quieres oler mis pantis… ¡Estas loco!
- ¿Entonces estás loca vos por oler mis calzoncillos? Mira, si me das tus calzones, nadie sabrá lo que vos hacías con los míos… será nuestro secreto.
- Si te doy uno de mis calzones, ¿quedamos en paz?
- Sí, pero me tienes que dar el que llevas puesto.
- Está bien te lo doy, déjame, me lo voy a ir a quitar.
- No… -le dije. Quítatelo aquí. Vas a tu habitación y me puedes traer otro de tu cesto. Quiero ese que llevas ahorita.
Isabel no lo piensa mucho y como siempre usa esos pantalones de mezclilla, no sé si lo hizo más por excitarme o por salir de la encrucijada y se desabrocha el pantalón, baja el cierre y veo que viste un bikini color naranja y cuando se ha despojado de su pantalón, con un movimiento bien femenino remueve su prenda intima y me la pone en la cara. Yo la tomo y la olfateo y ella solo me queda mirando y le pregunto:
- ¿Queres oler mi verga?
- ¿Qué? ¡Estas loco!
- Bueno, eso es lo que imaginas cuando olfateabas mis calzoncillos. ¿Verdad? Bueno, yo también quiero oler tu panocha y será nuestro secreto. Nadie sabrá nada Isabel.
- ¡Vos estás loco!
- Los dos estamos locos. –le dije.
Isabel esta desnuda de la cintura para abajo, arriba solamente tiene una camisa blanca con un brassier color naranja, yo la tomo y ella hace como que no está de acuerdo, pero no ofrece mucha oposición y la llevo al sillón de la sala y la recuesto y le abro las piernas. Su conchita tenía ese olor a sudor, ese que contiene las feromonas para volver a cualquier hombre loco. Ella me dice que le permita a darse una ducha, pero realmente yo no quiero esperar y ese olor natural es delicioso. Muchas mujeres sienten desconfianza en ofrecerse de esta manera y creen que el olor a jabón o a alguna loción pueda de alguna manera ser mejor. Yo les digo que se equivocan… la mayoría de nosotros los hombres nos gusta este olor natural de una rica panocha. Creo que lo único que deben preocuparse, es de no tener una infección vaginal, que pueda crear algún olor no muy atractivo. La panochita de Isabel olía delicioso con ese olor natural y solamente gimió cuando sintió mi lengua deslizarse entre su rajadura que ya de por si estaba en algo húmeda. Con mi boca cubro toda esa rica rajadura que es totalmente depilada y con mis manos he removido su brassier que sostienen unas tetas de un tamaño de 34C.
Ya con sus tetas libres, las he comenzado a masajear mientras me doy gusto lamiendo su panocha y descubro que le gusta que le hale los pezones cuando a la vez le succiono el clítoris que está bastante expuesto y de mediano tamaño. Me mantengo dándole placer oral y a los minutos se corre gritando: Tony me vengo, me vengo… que rico, me vengo…uhhhh
Yo continúo mamándole la panocha, halando su clítoris mientras con mis manos aprieto sus pezones. Ella gime constantemente hasta que me dice: Para, no seas malo, ya no aguanto. –Y me mira con esa cohibida sonrisa de placer. Luego me dirijo a Isabel:
¿Quieres oler mi verga?
¡Si vos queres!
Obviamente mi verga estaba erecta y mis fluidos seminales ya habían creado una mancha bien obvia, me bajé el pantalón y el calzoncillo y le dejo a Isabel la vista de mi verga desnuda, la cual apuntaba hacia Isabel. Ella me da ese cumplido, el cual lo quiere adornar de asombro: La tienes grande y gruesa… ven. –Me siento en donde uno descansa los brazos en el sillón, e Isabel se arrodilla y veo como se concentra en llevarse mi verga adentro de su rica boca. No puedes más que con la mitad, y es obvio que no tiene práctica y me hace más daños con sus pequeños dientes. Con algunos consejos aquello se vuelve más manejable y más exquisito y estoy viendo a mi prima que me está dando una rica mamada. Estaba tan caliente y con la presión de mirar hacia la puerta, pues no quería que mi madre o mi hermana nos sorprendieran en aquel acto, e Isabel me lleva a la gloria y le dejo ir una tremenda eyaculación y por su inexperiencia, me deja la verga en el aire, pues ella sale corriendo hacia el baño.
Cuando sale, sale ya nuevamente vestida y yo también me he ido a limpiar a mi baño. Le digo que iré a comprar algunos condones y ella se rehúsa y me dice que eso no puede pasar. Bueno, realmente no paso ese mismo día, pero el día que paso y hubo penetración, tampoco teníamos condones y como estábamos bien calientes y no sé, fue algo que descubrí en esos años de mi edad, que las chicas te daban el culo para no quedar embarazadas. De esa manera sucedió.
Nuevamente, nos calentamos a solas en la casa y ya varias veces habíamos jugado con restregarle mi verga en sus nalgas, yo me venía afuera, mientras ella encontraba placer cuando yo la masturbaba a la vez. Parecía que lo hacíamos, pero siempre me venía afuera y esta vez, ya estaba decidido en penetrarla, bueno ya lo habíamos hecho en muchas ocasiones, pero por el dolor y sus quejidos se la sacaba. Se la metía, pero no podía hacer movimiento. Este día aunque gimiera de dolor estaba dispuesto a taladrarla. Se la metí con la promesa que sería por unos segundos y solo la cabeza, pero ese día se la enterré toda y la taladre sosteniéndola en esa posición de perrito. Ella se fue hacia abajo, pero yo ya esperaba ese movimiento y le contramine mi verga, pues ya no tenía salida, ya no podía ir mas allá que de la superficie de la cama. Fue un taladrar de unos dos o tres minutos máximos y me vine adentro de su culo y desde entonces esto vino hacer una práctica común hasta que la prima se graduó de la universidad. Inclusive, ya con nuestros años de experiencia hemos cogido y hemos hecho el anal, pues creo que las culeadas eran extremadamente satisfactorias, y me lo hizo saber cuándo le ponía los cuernos a su marido de 20 años de matrimonio. Un día me vino a visitar y aunque este encuentro sucedió cando ya teníamos 40 y 43 años respectivamente, hemos culeado como cuando éramos jóvenes.
Con su hermana Roxana, lo mismo pasó. Un día la prima me hablo por teléfono, esto fue hace muchos años, antes de ella contraer matrimonio, me la cogí semanas antes de casarse, la volví a culear semanas después. Hicimos una pausa cuando ella tuvo sus primeros hijos, y ahora tiene una chica de nombre Roxana que se parece mucho a ella cuando era joven, pero la prima siempre que tiene ganas y tiempo para una aventura, cuenta con su primo del alma, para que le dé su servicio cuando lo necesita. Con las dos primas seguimos activos, pero los encuentros con Roxana son más frecuentes. Hasta el momento, ninguna de las dos sabe que me he cogido a la otra. Quizá lo sospechan, pero no se atreven a confrontarlo.
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