Aquella noche volvíamos de una boda en un pueblo a unos 300 Km. de Madrid. La verdad que la boda había sido un autentico petardo. Unos familiares lejanos de mi mujer, Miriam, pero había merecido la pena solo por ver lo guapa que se había puesto: Traje de pantalón y chaqueta negro; el pantalón, muy ajustado con un body tanga de damasco blanco, sin mangas y con cuello de cisne. En efecto, debía reconocer que estaba muy pero que muy guapa y estaba deseando llegar a casa para comprobar si debajo del ajustadísimo body llevaba o no ropa interior... El coche se desviaba de la carretera principal ( lo de principal era un decir) para meterse en una carretera de un solo carril y sin arcén.
* ¿ Por qué nos desviamos?- le pregunté a Miriam. * Tengo sed y quiero comprar una botella de agua en aquel bar.
Cierto. En la oscuridad de la noche ( estábamos en medio del campo), se veía a lo lejos las siluetas de unas casas y destacando un punto luminoso que parecía un bar. Buenos, solo eran las once de la noche y hasta Madrid había un largo camino que no era cuestión de hacerlo en secano... Cinco minutos más tarde los faros iluminaron el cartel de entrada del pueblo ( Valdechozas del río Barión, lo recordaré toda mi vida) y a escasos metros veíamos el luminoso del bar ( Bar Manolo...que originales...). Miriam apagó las luces y el motor. Al llegar a este punto, me debía haber extrañado de varias cosas: Que Miriam supiera que había un pueblo donde ni siquiera estaba indicado, que supiera que el puntito luminoso era un bar y que para comprar una botella de agua apagara el motor pero como os digo... Me disponía a bajar cuando Miriam me sujetó del brazo.
* Carlos... * ¿Dime cariño...?
Miriam cogió aire, como si lo que me fuera a decir fuese algo muy difícil.
* Carlos... te voy a decir una cosa.. Por favor quiero, que mientras te lo cuento no me interrumpas ni me digas nada...
Como no continuaba y estaba extrañadísimo ante su comportamiento, asentí en silencio. Volvió a coger aire.
* Bien... Todo esto es muy difícil para mi pero... bien ahí va. Se de lo tuyo con Irene Rojo, la del departamento de finanzas.
La verdad, me quedé flipado, con la boca abierta. Iba a hablar.
* Por favor, no digas nada. Tus excusas me dolerían más. Lo he comprobado. En tu empresa, se, por cinco personas diferentes que os estáis viendo y estáis saliendo. No me humilles haciéndome pasar por tonta.... Cariño, no se que me duele más: si saber que te estas tirando a otra o que toda tu empresa sabía que los tengo bien puestos....
Por un momento dejó la mirada perdida, mirando hacia el bar...
* Carlos, yo te quiero mucho.. ¿ Quieres dejar lo nuestro? * Cla... claro que no pero yo.... * Yo tampoco... Entiendo que hayas tenido un calentón... lo entiendo. Hasta te perdono... siempre que dejes de ver a esa tía... * Si, claro... claro que lo haré pero es que quiero decirte... * Bien... – aquí volvió a respirar muy hondo – A partir de esta noche haré tabla rasa de este asunto pero... pero quiero que sientas la humillación que he sentido, no para hacerte sufrir sino para que veas lo que he sentido cuando iba contigo y sentía las miradas de los de tu empresa, pensando “ahí va la cornuda”.... * Pero cariño lo que quiero contarte... * Por favor, Carlos.... Me esta resultando muy difícil hacer todo esto.... y lo que viene después... ¿ Ves ese bar?
A estas alturas estaba intrigadísimo y asentí para ver a donde conducía toda esta locura...
* Bien... Cuando entremos dentro quiero que hagas dos cosas: La primera es que te sientes en uno de los taburetes de la barra y no digas ni hagas nada... ni me impidas hacer nada... ¿ esta claro?... * Si...si... muy claro... * La otra cosa es que si sales por esa puerta hacia este coche antes de que yo lo haga, da lo nuestro por terminado... ¿Entendido? * Eh... uh... si... entendido... pero.... * Quiero que sepas que todo lo que voy a hacer es por nosotros.
Y dándome un ligero beso en los labios salió del coche, dejándose la chaqueta en la parte de atrás. Y de esta manera comprobé una cosa que esperaba hacer al llegar a casa: Saber si llevaba ropa interior. Y la respuesta era no: Con el frío de la noche y a pesar de la oscuridad reinante sus pezones destacaron sobre el blanco de su body.
Iba unos pasos detrás de ella, admirando su culo enorme y apretado en sus pantalones. Pero tampoco me puse mucho a pensar en él porque me molestaba no saber que iba a pasar. Llegó a la puerta y abrió dejándome paso. Era el típico bar de pueblo de agricultores: carteles de las fiestas de un pueblo de alrededor, botellas de Soberano y Terry en unas vitrinas, una foto enmarcada del Athletic de Bilbao, temporada 81/82... En fin, un bar como los hay a cientos en España, con su barra de cinc pulido y su camarero de unos 50 años con camisa a cuadro y delantal blanco... ah... y se me olvidaba, cuatro parroquianos acodados mano a mano en un extremo de la barra con edades entre los 40 años y los 55 aproximadamente, vestidos con monos, pantalones de pana, etc...
Ya le debía parecer raro que la noche de un domingo aparecieran extraños en el bar pero más todavía cuando vieron el monumento que iba tras de mí. Y es que, a pesar de que trataron de disimular, se notó que cinco pares de ojos se quedaban pegados a las marcas oscuras y protuberantes del pecho de mi mujer.
Nos quedamos en el lado opuesto de la barra al que estaban ellos. El camarero se acercó hasta nosotros.
* Buenas noches, señores... estábamos a punto de cerrar. * Buenas, noches – contestó Miriam con una sonrisa que encandilaría hasta al más pintado – Solo tomamos una cosilla y no vamos. * Esta bien... si me lo pide una chica tan guapa... con permiso del caballero, por supuesto... ¿Qué van a tomar?.
Miriam me dio un codazo para sacarme de mi estupor ante la situación tan bizarra que vivía. No se muy bien lo que pedí. Miriam, para asombro mío pidió un vaso de aguardiente. Digo para asombro mío porque nunca, nunca, bebe alcohol así que para no asombrarse.
Los paisanos de enfrente hablaban en voz baja y nos dirigían de vez en cuando alguna mirada furtiva ( Bueno... casi seguro que se las dirigían a Miriam). El camarero me sirvió un café ( que debía ser lo había pedido) y un vaso de tubo con un par de cubitos, lleno hasta sus dos terceras partes de un licor verde que tumbaba para atrás de alcohol. El camarero volvió con la clientela. No estoy seguro pero me pareció oírle comentar por lo bajo alguien de ellos algo así como “.. vaya tetas que tiene la niña”. Casi seguro que se referían a Miriam porque:
1. No había otra mujer en el bar. 2. En efecto, tenía dos buenas tetas ( gasta una 100). 3. A pesar de sus 26 años tenia una cara de niña de 15 ó 16 años.
Mientras me hacía estas reflexiones, recordando que Miriam me había prometido no hacer ni decir nada, esta sacó de su bolso un pastillero y de ahí, una pastilla cuadrangular gris, con una ranura en medio. Se la metió en la boca y para continuar con asombro, de un solo buche, cerrando los ojos y dándole un escalofrío cuando termino de beber el acre liquido. ( Más tarde supe que la pastilla era un medicamento que combinado con alcohol era un potente deshinibidor... vamos, que te quitaba la vergüenza...).
Miriam respiró profundamente cerrando los ojos, como si se preparará para hacer algo. Los abrió de nuevo.
* Bueno, cariño... Ahora te vas a ir al cuarto de baño y vas a estar... unos ... si, diez minutos exactos. A los diez minutos vas a salir y te vas a volver a sentar aquí, recordando las reglas que te he puesto.
Sin ni siquiera preguntar ( No habría servido para nada), me levanté dejando intacto mi café, dirigiéndome hacia los wc, justo para ver cuando entraba como mi mujer se dirigía hacia donde estaban el resto de clientes.
El lavabo estaba como suelen estar todos los lavabos de bares: una mezcla a olor de orina, lejía, tabaco y jabón barato. Tuve que esperar de pie porque la taza no tenia tapa. La verdad que fueron diez minutos muy largos. Una vez cumplidos, salí del servicio con inquietud y curiosidad. Abrí la puerta y....
Al regresar a casa logré recomponer por Miriam un poco lo que sucedió durante esos diez minutos...
... dirigiéndome hacia los wc, justo para ver cuando entraba como mi mujer se dirigía hacia donde estaban el resto de clientes.... Miriam se acercó.
* Buenas noches. * Buenas noches, bonita - Le contestó el hombre de más edad, que llevaba un mono azul.
Los demás la saludaron con gesto, curiosos por saber a que se debía el acercamiento de esa chica, escrutadores de ese cuerpo de caderas y culo rotundos, cuyos pantalones marcaban ligeramente el pubis. El tío de 40 años, no la quitaba el ojo de encima.
* Miren... perdonen mi atrevimiento... y quizás les parezca una fresca pero... ¿ Les podría hacerles una pregunta? * Una y doscientas, si quieres, preciosa – contestó el de 45 años.
Miriam sonrió y animada por el copazo y por el incipiente efecto de la pastilla.
* Verán... no quiero parecer una creída ni nada por el estilo pero... ¿ A ustedes les parezco que soy guapa... quiero decir... que si creen...oh..¡Dios!...que vergüenza... que si estoy buena...vamos....?
Los hombres, incluido el camarero se miraron entre si, miraron a la puerta del servicio en el que yo esperaba sin saber nada, miraron a Miriam y se volvieron a mirar. A continuación de cinco maneras diferentes expresaron de la manera más fina que pudieron los parabienes de Miriam que se traducían en una cosa: Que estaba como un tren en marcha y que chicas como ella no abundaban en esos andurriales.
Animada por su locuacidad, Miriam subió un peldaño más, introduciéndose involuntariamente, en el circulo de admiradores que acababa de adquirir.
* ¿ Y si...vamos...imagínense que alguno de ustedes... ¡madre mía, que vergüenza!...esta casado conmigo...tendrían la tentación...de irse con otra mujer?
Animados ellos también por el atrevimiento de Miriam y al ver que yo no aparecía todavía, arreciaron en sus respuestas, un grado más caliente que las anteriores. El camarero con una carcajada llego a decir que si estuviera casada con él solo verían el techo del dormitorio ( si ella le permitía decir eso...). En definitiva, que el tío que estuviera con semejante jaca ( palabras del tipo de 45 años) no debería tener ojos para otra mujer...
Ante esta respuesta, Miriam contó palabra por palabra mi infidelidad con mi compañera de trabajo.
Los hombres después de la confesión de Miriam ( “...me ha hecho cornuda, humillándome delante de todos...”) guardaron silencio, mirándola compadecida. Eran hombres sencillos, no habituados a rollos mentales pero para ellos la fidelidad era importante. Esperaron en silencio a que Miriam les volviera a hablar.
* ¿ Ustedes me ayudarían a escarmentar a mi novio? * Hija – contestó el de 50 años – no pensarás que le metamos una paliza a tu novio. * ¿ Y por que no? – dijo el de 40 – se lo merece por cabrón.... con perdón de usted, señorita.
Miriam sonrió al oír la palabra “cabrón”...
* No, no pensaba en eso... pensaba mejor en....
Bueno, y de los cinco minutos restantes de conversación jamás supe ni jamás sabré porque ni Miriam me contó más allá de este punto y a esos hombres jamás los volví a ver en la vida. Aunque me puedo imaginar lo que...
... fueron diez minutos muy largos. Una vez cumplidos, salí del servicio con inquietud y curiosidad. Abrí la puerta y la verdad que me quedé un poco asombrado...
Miriam estaba sentada entre los hombres... bueno lo exacto era sentada encima de uno de ellos, rodeada por los demás mientras hablaban de algo y reían. Uno de ellos se dio cuenta de mi aparición y lo señaló a los demás. Todos se callaron, aunque una sonrisa socarrona les cruzaba la cara a todos. Miriam sonreía y parecía más animada que antes de entrar yo en el lavabo. Con un gesto de la cabeza me señaló el taburete. Mientras iba para allá vi como la mano del tío mayor, que estaba a su lado descansaba sobre su muslo mientras que la del que estaba sentado encima la rodeaba la cintura.
* Bueno, cariño... se lo he contado todo a ellos – Abrí unos ojos como platos.... ¡ Ostias!... Malo que se lo contara a alguna amiga pero a cinco desconocidos... – si, todo... Y han coincidido que merecías un escarmiento... No, no, estate tranquilo – me dijo al notar mi tensión al darme cuenta que el camarero había bajado el cierre del bar – no se trata de eso...se trata de un escarmiento... diferente. La verdad que no te voy a dejar más con la intriga. Estos cinco señores... me van a follar delante de ti....
Si antes tenía los ojos como platos ahora mi boca era una O perpetua. A sus palabras los tíos se rieron a carcajadas mientras otra mano se posaba en el otro muslo de Miriam.
* Me gustara que sepas lo que se siente... piensa... cuando vayas por tu empresa y pienses que a tu mujercita se la han follado cinco desconocidos... Te imaginas, hasta a lo mejor lo cundo por la oficina. Yo pasaré por una puta pero mejor eso que cabrona... Ya me dirás lo que se siente al ser un cornudo, un cabrón... A ver si sientes lo mismo que he sentido yo... Y ahora recuerda... Ni una palabra... nada. Relájate y disfruta del espectáculo...cariño...
Y soltó una carcajada jaleada por sus nuevos “amigos”... No se por que pero me daba la impresión que esto se estaba saliendo de madre...
Miriam se levantó y dándome la espalda se dirigió a los tíos.
* Bueno, bueno… ¿ Por donde empezamos…? ..... Mmmmhhh… Creo que ya lo se… Poneos en fila que os voy a ir chupando la polla uno a uno…
Los tíos, ordenadamente, dirigiendo sonrisas sarcásticas, se fueron colocando enfrente de mi, dejando a mi mujer entre nosotros. Miriam estaba con los brazos en jarras. Hasta el camarero salió de detrás de la barra para participar en tan peculiar “castigo”.
Todo se desarrollaba en un tenso silencio, que fue roto por el sonido de la cremallera lateral del pantalón de Miriam que fue bajando lentamente. Mientras deslizaba lentamente los pantalones por sus soberbios muslos y el tanga del body aparecía engullido entre sus nalgas, Miriam les hablaba.
* No se si me creeréis pero una de las fantasías de mi marido era que le chupara la polla a un desconocido y mirad por donde lo va a lograr el condenado.
El rubor me subió por toda la cara como un golpe de calor.
* ¿ Tu marido quería que le comieras el pito a otro tío?- Dijo el camarero meneando la cabeza – Chica, de verdad que se merece unos buenos cuernos.
Miriam dejó los pantalones encima de la mesa. No se si era la mala leche de Miriam o el alcohol o la pastilla pero ahí estaba mi mujer, una chica que cuando iba a la piscina no se quitaba el pareo por vergüenza y estaba en body delante de unos tíos a los que apenas conocía de hacía quince minutos. Y lo que venia…
Miriam introdujo la mano en su entrepierna y uno a uno, muy despacio fue liberando los automáticos que cerraban su body: Clic……pausa…..clic….otra pausa mas prolongada y por fin……clic….. Los dos extremos del body quedaron colgando.
Yo solo le veía el culo pero era evidente que los tíos de enfrente le veían…
* ¡Hostias, Manolo… Mira como lleva el coño… Con una tirilla de pelo! * Modera esa lengua, Vicente… Que esta es una señora y no una de esas furcias con las que vas….
Pero los comentarios subieron un punto cuando mi mujer sacó el body con su cabeza quedando completamente desnuda, a excepción de sus botas negras, delante de los parroquianos del bar.
Las menciones a sus cantaras, peras, berzas, melones, ubres… etc. fueron de nuevo cortadas por el tal Manolo. Así que Miriam se dirigió hacia él.
* Bueno, Manuel… como eres tan amable tú me vas a – y dirigiendo la mirada hacia mí – estrenar…
Se colocó en cuclillas de manera que yo lo pudiera ver sin problema. El tal Manuel se subió el delantal y de dejó que Miriam le bajara los raídos pantalones grises y los calzoncillos blancos ( Lo de blanco era cuando los compró…). Todos se arremolinaron para poder ver el espectáculo.
Observé como Miriam, sonriente, se acercaba con los labios entreabiertos. El tal Manolo le arrimó su polla, de tamaño normal, erecta que estaba bastante mugrienta. Distinguí restos solidificados bastante antiguos. El olor de aquella verga debía ser repugnante. No se como lo aguantaba, ella, que era tan mirada para la higiene. Pero Miriam, lanzándome una mirada como adivinando lo que pensaba y totalmente entregada, la sujetó delicadamente, abrió la boca y engulló el sucio pene y comenzó a chuparlo como si fuera un delicioso manjar.
Rodeaba el glande con la lengua y retiraba los residuos resecos que saboreaba con ganas para volver a engullirlo hasta la garganta, mientras le obsequiaba con aceleradas caricias de su lengua y sus labios. Tal y como se la estaba chupando me pareció que se esmeraba al máximo con la asquerosa polla que tenía en la boca, mientras él resoplaba de gusto. A veces extraía la verga de su boca y se restregaba con ella la cara.
El camarero estaba disfrutando la más sublime mamada de mi mujer, tan sublime que no recordaba que me hubiera hecho una a así a mí
* ¿Te gusta el espectáculo… cariño?… Espero que te guste porque esto no ha hecho más que comenzar.
Y retomó la gruesa verga con la mano para aplicarse al máximo con los labios y la lengua sirviéndose de toda su técnica. Fue una mamada antológica. El pene, ahora limpísimo y brillante de saliva, era recorrido por su lengua que vibraba por todos los rincones a una velocidad increíble, incidiendo en los puntos claves. Desaparecía hasta el fondo, engullido por la garganta y emergía de nuevo entre caricias de sus labios ardientes. El gordo continuaba resoplando, resoplidos que interrumpidos por un fuerte gruñido cuando empezó a descargar su caudal de leche en la boca de Miriam que se esforzaba en tragar el fluido a la vez que pugnaba por meter y sacar el miembro con rapidez. Varios chorreones se le salían por la comisura de los labios y se la veía incapaz de tragar el caudal de esperma.
Por fin se levantó, con los labios brillantes de lefa y algunos chorreones grumosos en sus pechos. Yo flipaba. ¡Pero si solo el olor le daban arcadas!. Joder….
* Estabas bien cargado, Manolo – decía sonriendo y limpiándose con una servilleta de papel, al tiempo que se dirigía al tal Vicente, el tío del mono.
Este, le mostró orgulloso el calibre de su instrumento y ella le sonrió. Este se acercó un momento a su cara y le susurró a su oído. Luego Miriam me dijo lo que le había dicho: “ Yo lo se. Eres una puta… y de las bien baratas. Demuéstrame lo que sabes hacer…”
. Abrió unos ojos como platos ante lo que tenía delante y se relamió lentamente con gesto goloso y lascivo, invitándole a acercarse. Luego entreabrió la boca para recibir la enorme verga entre sus labios y empezar a lamerla y chuparla con avidez. Se aplicó con deleite a lamer aquel pene, incluso comerle los cojones y engullirlo con gula hasta la garganta para conseguir que disparara unos potentes chorros de leche pastosa sobre su boca abierta, donde los recibía ávidamente con la lengua, esparciéndolos por su paladar. El tal Vicente, que se acababa de correr entre sus labios, alabó a gritos su habilidad a pesar de que Manolo quería que se callara y que todos, y para asombro mío, yo también, veíamos que la chupaba de puta madre.
Los otros tres tíos fueron pasando uno por uno por la boca de mi mujer. Sin ninguna mención especial, uno por uno fueron descargando su semen donde buenamente podían o les dejaba Miriam: pelo, cara, labios, boca o pechos… mención aparte fue el último tío, el más mayor, al que le echaba 55 años ( Cuando en realidad tenia 71… la gente del campo engaña mucho). Tardó bastante más en correrse que los demás a pesar de la aplicación cuidadosa de Miriam pero cuando lo hizo, lo hizo a conciencia: Un descarga larga, grumosa y espesa como el yogur que cuando mi mujer no pudo tragar más se encargó de restregársela por cara y pechos hasta que quedó bien embadurnada.
Se levantó del suelo masajeándose los muslos entumecidos. Creía que ya tenia mi merecido pero estaba muy equivocado.
Su cara era una mascara que pasaba desde el blanco perlado hasta el amarillento pálido. Hilos de lefa le colgaban de la barbilla, comisura de los labios y pezones. Y los regueros le recorrían el pecho hasta perderse en su pubis. El ambiente apestaba a sudor y esperma.
Cogió una servilleta y comenzó a limpiarse la cara, al tiempo que se dirigía a una mesa.
* Caballeros… va siendo hora que comencemos en serio… ¿Quién va a ser el primero?
Y a esto, cogiendo mi chaqueta, la echó encima de la mesa para tumbarse, quedando sus pies fuera, apoyados en el suelo para sujetarse.
La verdad es que estos tíos no se hicieron rogar pero el primero que se les adelantó fue el tío ese del mono, el tal Vicente, que no se hizo de rogar.
Se dirigió a la mesa, agarrándose su más que respetable (enorme) herramienta.
* ¡Ja, ja, ja…chaval, los vas a llevar bien puestos, ja, ja, ja… Vaya pedazo de cornudo!
Risas que fueron jaleadas por el resto del respetable, incluida mi angelical mujer.
El individuo no se andó con preliminares ni leches. Embadurnó el capullo con el más que sospechosamente húmedo coño de Miriam y lentamente la penetró hasta que chocaron pubis contra pubis. Y para mi asombro, que descubría que no tenía medida, a Miriam se le escapó un gemido entre sus dientes. Esto fue el colmo para el tipo este que, apretando los dientes con fuerza, comenzó un furioso mete saca cuyo objetivo era el que, hasta ese momento, había sido fiel coño de mi mujer.
Mientras tenía esa polla alojada entre sus piernas, agitándose con furia en su coño, Miriam se agarraba con fuerza a los bordes de la mesa, ondulando su cuerpo a cada acometida, y lanzando unos asombrosos y entrecortados grititos de satisfacción.
* Chaval… Con lo necesitada de caña que esta tu mujer… ¿ Le pones los cuernos?... Menos mal que ha venido al sitio adecuado y le vamos a dar lo que se merece una preciosidad como ella… Cabronazo.
Éste, nada más correrse, extrajo su verga pringosa aún goteando y la limpió restregándola sobre los pechos de Miriam que, complaciente, se limitaba a sonreírme al mismo tiempo que otro se aprestaba con urgencia a tomar su lugar.
Antes de ser penetrada de nuevo, esta vez por un tío de 50 años que estaba en pelotas total a excepción de una mugrienta gorra marrón que llevaba, levantó las piernas por encima de los hombros del tipo, quien la asió por las caderas para perforarla con un ansia desmesurada y una potencia y velocidad increíbles que, aún así, se iban incrementando según avanzaba la follada. Si antes lanzaba grititos entrecortados, ahora prorrumpió en un interminable grito de placer que sólo cesó cuando el individuo se corrió con verdaderas ganas descargando sus fluidos en lo más profundo de su vagina.
Durante más de una hora, una polla tras otra fue desfilando por su raja. Todos querían su parte del botín, incluso los más educados o menos bebidos, que se habían contenido hasta entonces. Sus piernas se abrían al máximo, se levantaban por encima de los hombros o descansaban sobre su pecho, mientras aquellos miembros entraban y salían de su vagina, provocándole, para mi asombro alaridos de placer.
* ¡Ja, ja, ja… Chaval, te estamos dejando el huerto como una charca de ranas!
. Estaba completamente desatada y fuera de control. Cada orgasmo que experimentaba, en lugar de calmarla, parecía llevarla a un grado aún mayor de deseo y excitación sexual. Ya debían dolerle los huesos de aguantar tantas acometidas sobre la dura tabla de la mesa, porque se levantó y se dirigió hacia la pared pavoneándose delante de mi.
* ¿ Te excita esto, cariño?...¿Te gusta…?. Me gustaría saber si presumirías de macho si en tu trabajo supieran que a tu mujer se la han calzado unos agricultores que pueden ser su padre… Acuérdate de esto cuando digan: “Carlos García es un machote. Se esta beneficiando a Irene Rojo”…Acuérdate, cielo…
Inclinó el cuerpo hasta apoyarse con una mano sobre el muro mientras con la otra se masajeaba sus doloridos riñones
Uno de los tipos, a una insinuante señal suya, se colocó tras ella. Miriam pasó la mano por debajo de ella y agarrándole el pene, lo colocó en la entrada de su raja. El tío, sin darle más instrucciones empezó a bombear desde atrás en las entrañas de Miriam. Ella emitió un sonido de aprobación y arqueó progresivamente el tronco, alejando los pies de la pared para facilitarle un mejor acceso hasta lo más profundo de su coño. Con un firme impulso, le clavó toda la longitud de su polla en una penetración muy profunda que provocó en mi mujer un grito de gusto al sentirse completamente empalada por aquel pene que ahora empezaba a agitarse dentro de ella. Enseguida fue aumentando la velocidad de sus penetraciones. Por fin, él disparó su carga de semen entre convulsiones, agarrado con fuerza a los pechos de Miriam
Apenas había terminado de sacar su polla exánime cuando la escuché proferir un potente gemido de gusto al sentir que una nueva verga rígida, esta vez era Manolo, el dueño del bar se internaba entre sus labios mayores.
Cuando acabó de embutir toda la longitud de su aparato, Miriam deslizó una mano por debajo y, al tiempo que la follaba muy despacio, empezó a acariciarle los cojones. Miriam emitía fuertes jadeos y placenteros gemidos, empezaron a temblarle las piernas de gozo. Los brazos casi no la sostenían y tuvo que apoyar la cabeza contra la pared, al borde del orgasmo, casi gritando de satisfacción.
De repente, se oyeron unos golpes en el cierre del bar. Toda la escena se quedó congelada, mirando todos al cierre.
* ¡Manolo…!, ¡¿Pasa algo?! * ¡Hostias… los civiles!
Manolo se desacopló de mi mujer, mientras que Vicente, cogiendo la ropa de Miriam con una mano, agarraba con la otra a ella y se metían corriendo en el water de señoras, seguidos por el tío de 71 años.
* ¡Ya va, mi brigada…!- decía Manolo mientras el resto terminaban de vestirse y manolo se dirigía al cierre para abrir.
En la puerta había dos guardias civiles que miraban con curiosidad el interior.
* Joder, Manolo… ¿Que gritos eran esos? Parecía como si degollarais a alguien. * Nada, mi brigada. El tonto de los cojones de Vicente. Se ha empeñado en cortar jamón y se ha cortado. Ahora esta en el servicio, limpiándose. * Vaya… ¿Queréis que lo acerquemos al centro de salud? * Bah…no era nada. El Vicen, que es muy quejita. * Bueno, pues nada. Nosotros seguimos con lo nuestro. Con Dios a todo el personal. * Con Dios, mi brigada.
Y tranquilamente, echó el cierre de nuevo.
Y justo en ese momento, apareció el tío de 71 años, guardándose su arrugado chisme en los pantalones y lanzándome una mirada de satisfacción. No aguanté más. Me léñate y fui al cuarto de baño. Y allí estaban: Miriam y el Vicen… El Vicen sentado en la tapa, Miriam sentada encima del Vicen… o para ser exactos, sentada en la polla de Vicen, que entraba y salía rítmicamente del coño de mi mujer.
- Vaya cacho de zorra que tienes por esposa… ¿Con semejante puta en casa y te vas con otra…? – decía mientras magreaba sus pezones y Miriam me miraba con un gesto de lascivia que jamás le había visto, jamás.
Intensificó la velocidad de las penetraciones hasta alcanzar un ritmo frenético.
Temblorosa y rendida, estalló en un nuevo orgasmo interminable, retorciéndose de gusto y aullando de placer, con todo el cuerpo vibrando, provocando que él también se corriera entre fuertes acometidas y potentes jadeos. Estremecida y derrengada por la fortísima turbación del potente orgasmo que había experimentado, permaneció jadeando apoyada en el tío, intentando descansar unos instantes.
* A… así me gusta, cielo…q…que no me pierdas de vista. Volvamos para acabar…con una cosa que te va a gustar…- me dijo, entrecortando las frases con jadeos del esfuerzo… ¿O del placer?
Al recibir esta nueva ración de semen en su interior, pude observar como un verdadero río formado por la mezcla de innumerables eyaculaciones rebosaba de su coño y serpenteaba por el interior de sus muslos.
Llegamos a la sala y para mi asombro, estaban todos, de nuevo en pelotas… Como si supieran que esto no había terminado en absoluto.
* Bueno, se…señores. Les doy muchas gracias… Ahora, como despedida vamos a regalarle algo a mi maridito. Algo para que pueda llevar bien esos cuernazos que le he puesto esta noche.
No encendía nada… hasta que comencé a comprender…
Se detuvo en el centro de la sala. Se ensalivó ostensiblemente dos dedos, mostrando a conciencia los movimientos de su lengua y luego se inclinó, con el cuerpo doblado por la mitad, para deslizarlos lentamente por la raja de su trasero y humedecerse el agujero del culo con profusión. Repitió varias veces la operación recogiendo los jugos de su sexo y el esperma mezclados y los extendió por el anillo de su ano. Juntó ambos dedos y suavemente se los insertó en el agujero trasero. Yo podía ver desde mi posición el tenso agujero de su culo entre sus nalgas y sus dedos sondeándolo adentro y afuera.
* Señores… mi maridito siempre ha querido entrar por aquí y yo… yo nunca lo he dejado. Así que, esta noche, ustedes van a ir de estreno…
Joder, joder… joderjoderjoderjoder…. Todo había sido excesivo, todo… pero esto…
Pero Miriam, al ver mi intención de levantarme, me hizo un gesto con la mano….
* ¡ Ja, ja, ja….chaval…Esta es la noche de bodas de tu chavala… Te la vamos a desvirgar…el culo…cabrón…nos tendrías que dar las gracias por hacerte el trabajo duro!
Miriam, se puso encima de una mesa, a cuatro patas, con la visión, de su chorreante coño abierto expulsando semen, mucosidades vaginales y sepa Dios.
* Vicen… ven, anda, rómpeme el culo delante de mi maridito… pero que lo vea bien todo…
Se acercó blandiendo su abultada polla erecta. Cuando empezó a presionar con energía entre sus nalgas, con aquella inmensa verga pugnando por abrirse paso a la fuerza hasta el interior de su ano sin ninguna delicadeza, miré la cara de mi mujer, hasta entonces divertida, y pude ver como apretaba los dientes y los puños con fuerza, cerrando los ojos para resistir la brutal penetración y entreabriendo los labios para emitir un prolongado gruñido de dolor.
Al sentir los primeros embates de aquella formidable polla dentro de su ano, Miriam empezó a jadear. Pude distinguir claramente en su rostro una expresión de placer mientras el tipo se la follaba por el culo con entusiasmo. En cuanto éste descargó su caudal de semen en el ceñido agujero, los otros cuatro tipos restantes, se aprestaron para ir embutiendo sucesivamente sus erectas pollas entre las nalgas de Miriam para, según se iban vaciando, sustituir rápidamente en la misma postura, una polla por otra.
Los cuatro la dieron por el culo ininterrumpidamente. Pude ver la punta de cada miembro ensanchando el tenso anillo del músculo anal antes de penetrarla. Miriam, con la boca muy abierta, jadeaba con fuerza y cada vez que sentía la polla de turno penetrarla hasta el fondo con suficiente brío para notar la presión del vello púbico sobre sus nalgas, emitía un agudo gemido de gusto. La follaban de manera que se podía escuchar el impacto de sus vientres contra su piel, o el ruido sordo de sus huevos contra el trasero de Sonia. Le estaban dando por el culo de una manera tremenda, desenfrenada, salvaje, animal… justo como ella más ansiaba que lo hicieran.
Vi, absolutamente fascinado como de nuevo Vicen,. El rostro de Miriam vislumbraba un gesto de auténtico gozo. La penetraba como un poseso, hincando con saña toda la longitud de su descomunal herramienta en su culo una y otra vez. Fue éste quien por fin logró que Miriam estallara de nuevo en un orgasmo prolongado, agitando todo el cuerpo por el orgasmo. Los agudos aullidos de placer que Miriam profería en su clímax resonaban con fuerza por toda la sala mientras él se corría incrementando aún más la potencia de sus penetraciones en el torturado ano, hasta que terminó regándolo con su semen. Durante todo el tiempo que la estuvieron dando por culo, se balanceaba acompasadamente adelante y atrás para acompañar las acometidas y sentirse perforada hasta el fondo de su ano, lanzando fuertes jadeos y gemidos de placer. Luego, por fin terminaron.
Todos resoplaban y jadeaban y en el ambiente había una peste a sudor y esperma que se podía cortar.
Por fin Miriam se levantó, recogió la ropa y sin decir nada se dirigió hacia la puerta, a la espera que Manolo abriera el cierre. De su ojete se vertía un río de lefa que se juntaba en los muslos con el que había fluido de su coño hacía ya rato. Manolo se apresuró a abrir, y Miriam, sin decir una palabra y completamente desnuda salió a la calle, hacia el coche. Cuando me disponía a salir, Manolo, me agarró del hombro:
* Qué no me entere que la vuelves a hacer sufrir, porque sino te las verás conmigo… cabronazo.
Miriam se sentó desnuda en el asiento del copiloto y me dejó la conducción a mí. Le debía importar poco que la vieran así, aunque era difícil que nos encontráramos a alguien a las 3 de la mañana de un domingo.
Mientras conducía, Miriam me contó lo humillada que se había sentido cuando, un día que fue a esperarme oyó como dos ejecutivos de mi empresa decían que “Carlos García, el de finanzas me ha contado que se esta follando a Irene Rojo”. Después de cerciorarse que el dato era cierto, la semana pasada, alegando un viaje de empresa, había planeado la venganza, buscando a las personas y el lugar indicado: “me costó mucho pero lo logré… Y es que la humillación ha podido más que mis escrúpulos o mi asco”… También me contó lo que ya sabéis de la conversación cuando yo fui al wc… Lo que no me quiso contar fue como los convenció…
A las 6 de la mañana llegábamos a casa. Suerte que nadie salía a currar porque Miriam hizo el camino desnuda desde el coche hasta el ascensor del garaje.
Por fin llegamos a casa. Arrojó la ropa arrugada encima del sofá y me miró:
* Bueno, espero que después de esta noche tengas más cuidado con tus deslices… A partir de mañana todo esto y lo tuyo serán como si nunca hubiera pasado… Pero no lo olvides, solo te perdono una vez….
Y diciendo esto, se quitó las botas y se metió en el dormitorio.
A lado de sus botas, en el parquet parecía que había una babosa. Me acerque espantado: Era un grumo enorme de semen. Me quedé pensativo: “Será posible que en toda la noche…”.
Mire por la puerta de nuestro dormitorio. Miriam dormía de espaldas a la puerta. De entre sus nalgas, reflejando la luz del pasillo, se veía un reguero semiseco de esperma, que había empezado a empapar la sabana. Cerré la puerta y me fui al salón. Me senté en el sofá y consulte mi agenda de teléfonos mientras miraba las fotos de la noche que había en mi móvil….¡Joder, 200 fotos!... Menudo book tenia de Miriam… y en todas las posturas. Hasta había un video de un minuto cuando el Vicen la sodomizó…¡Ah…aquí estaba el numero que buscaba!. Yo me había pedido el día libre pero seguro que él estaría para ir al trabajo…. Le llamaré
Tuuuut….tuuuut…. Hooola, soy Carlos, ¿Te he despertado?... Si, ya se que no son horas para llamar pero es que tengo un problema, tocayo… Pues el problema es que te llamas y apellidas como yo… Si, tío, somos dos Carlos García en el mismo departamento pero con la diferencia que tu estas soltero y te estas cepillando a Irene Rojo y yo estoy casado…. ¿Que si ese es todo el problema?... Pues no, es que mi mujer se pensaba que yo era el que la estaba engañando con Irene… Si, tío, vaya putada… Oye, te importa venir esta tarde y se lo cuentas tú… ¿Qué por qué no se lo he contado yo?... No me ha dejado hablar en toda lo noche… si… se quedará mucho más tranquila… OK, a las cinco… Yo no estaré pero ella si…. ¿Que si me ha hecho algo?… (Sonreí viendo las fotos)… No, nada…solo una escenita….
esta buenísimo tu relato, que buen final, ójala escribas pronto algún otro