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Cálida bienvenida
SINOPSIS: Joven sorprendido por madura mujer cuando se masturbaba a su salud y allí comenzó la voluptuosa entrega…
ECSagardez
Era el verano del 65, cursaba el tercer año de secundaria y debido al intenso calor de sotavento en Veracruz, hacía que los muchachos escolares se dirigieran de inmediato a sus casas, unos con el afán de ducharse y otros por ingerir heladas bebidas preparadas por nuestras madres con el fruto de temporada…
Cuando llegué a casa, me esperaba en el refrigerador una jarra de agua de sandía, por lo cual apuré dos vasos que de inmediato apaciguaron la sed…
Pero el calor seguía en toda su intensidad… Así que me introduje al baño y me despojé de mis ropas para quedar completamente desnudo y alce la mano para jalar la cadenilla de la regadera y un balde de agua refrescante cayó sobre la piel y fue como un bálsamo para mitigar la calentura de mi cuerpo…
Agarré la pastilla de jabón "Camay" y me enjaboné todo el cuerpo, pero al llegar a mi pene, me unté la espuma que llevaba en la mano y como resorte saltó el miembro, pero únicamente jalé el prepucio y me lavé el capullo y el glande, para culminar enjuagándome con el tremendo chorro de agua que salía de la regadera…
II
En el interior del baño se encontraba la toalla que había dejado en la mañana sobre el toallero y aproveché para secarme… Así que envuelto en ella, me dirigí a mi cuarto. Cuando una visión extraordinaria quedó ante mis ojos… Un tremendo culo moreno con una raja llena de arbusto negro y desnudo yacía sobre mi cama.
La verdad no esperaba tal sorpresa y menos en el interior de mi cuarto… Así que me puse a indagar de quién era semejante trasero y descubrí a doña Felícitas, una amiga de mi abuela Faustina, quien vivía en Loma Bonita, Oaxaca y seguido la visitaba y se quedaba dos o tres días…
Para mi fue sorpresiva la visita, porque no esperaba hallarla durmiendo en mi cama. Mi abuela Faustina tampoco se encontraba en esos momentos, porque había salido a ver a su comadre Eustolia y esas visitas siempre la demoraban más de tres horas, porque eran motivo de invitaciones a comer y platicar los chismes de la semana o el tiempo que no se veían…
III
No puedo negar que el culo de doña Felícitas me tenía embelesado… Pero era algo normal que ella estuviera dentro de mi cuarto, porque era el más cercano al baño… Así que el intenso calor y el trajín del viaje en autobús la habían fatigado, así que no tuvo tiempo ni de ponerse los calzones transparentes que se encontraban en el piso y con la toalla húmedecida por el secado de la ducha y después por la transpiración se había levantado y allí estaba a mi entera satisfacción ese trasero que calificaba de hermoso…
Mi verga reaccionó como era normal en un adolescente y no tuve más remedio que dejar caer la toalla que me envolvía y agarré con la mano derecha mi miembro para bajar y subir el prepucio, con tal fuerza que comencé a lanzar algunos gruñidos… Pero trataba de contenerlos, aunque ya sentía la necesidad de eyacular…
El espectáculo era verdaderamente maravilloso… Quería lanzarme sobre ella para comerme su panocha y lamerle el culo. Estaba excitadísimo y deseaba retardar ese momento… Pero no pudo ser posible…
Cerré los ojos e imprimí más fuerza a mi subida y bajada de prepucio… Era la masturbación más agradable que me hacía… A mis quince años estaba observando en vivo la raja de una mujer, su abultado vello púbico y sus tremendas caderas…
Ensimismado como estaba, el tiempo pasó inexorable… Estaba abandonado a la paja, cuando a lo lejos escucho una voz de mujer madura que me dice:
— Niño… ¿Qué haces?... Te va a hacer daño…
Abrí los ojos y dejé de agarrarme la verga… Pero ya las manos de doña Felícitas estaban posesionadas de mi duro mástil y comenzó a bajar y subir el prepucio… ¡¡Que delicioso y rico sentí!! Las manos de una mujer se habían apoderado de mi pene y lo acariciaban con soltura…
Intenté retardar mi corrida, pero fue inútil el esfuerzo… El primer chisguetazo de sémen salió directamente al pecho de doña Felícitas… Pero los siguientes se quedaron en su boca… Se introdujo mi miembro y todos los demás rebotaron en el paladar de la madura mujer, quien con su lengua recorrió mi pene y limpió todos los residuos del viscoso líquido que de él emanaba…
IV
Doña Felícitas era una mujer de escasos 40 años, de estatura baja, complexión robusta, tez morena y pelo rizado tipo mulata… Su cuerpo a pesar de la edad, era firme y duro, tenia unos enormes senos aunque un poco caídos, con unos pezones que invitaban a chuparlos y lamerlos… Y su rostro poseía una singular simpatía…
En ese instante, se acababa en disculpas, por lo que consideró un atrevimiento y, sobre todo, decía que había defraudado la confianza de su amiga y no tenía perdón… Pero no dejaba de observar mi verga… Estaba admirada por su longitud y grosor… Así que caliente como estaba, sólo deseaba comerme ese trasero y lamerle esa selva llena de pelos…
V
La tranquilicé y le dije que no se preocupara, mi abuela no estaba y además el atrevido fui yo, porque no sabía que ella estaba en el interior de mi cuarto… Por lo que le propuse:
— Como ambos tenemos un sentimiento de culpa… Mejor le seguimos… Usted ya vio lo que ha despertado en mi…
Doña Felícitas intentaba sustraerse a mi propuesta… Pero en el fondo algo la incitaba a continuar… Además no había soltado mi verga y su mano derecha me agarraba y me sobaba los testículos…
El silencio de algunos segundos se volvió sepulcral… A lo lejos se escuchaba la voz del locutor de la XEU, quien daba la hora y ponía la canción de moda…
Fue entonces, cuando doña Felícitas ya no pudo más contener sus deseos y se acostó boca arriba en la cama, invitándome a seguirla… No puse ninguna objeción y mi boca se apoderó de uno de sus pezones, los cuales chupé con tal fuerza que le provoqué un enorme gemido…
Continué con el segundo y el gemido se convirtió en jadeo… Ya no aguantaba más… Ella me tenía tomado por el miembro y levemente me masturbaba, así que me acomodé y ella entendió el mensaje de hacernos un 69…
Su boca buscó con desesperación mi enhiesto miembro, hasta que logró cogerlo… Mientras mi lengua se abría paso entre la maleza de su entrepierna… La sensación era hermosa… Estaba poseído por el placer y el deseo, pero a la vez disfrutaba el penetrante olor de sus fluidos que ya se habían confundido con mi saliva…
Era hermoso recorrer con mi lengua su vagina, asirle su clítoris y chuparlo, para luego bajar hasta su culo, el cual le abría con mis manos para poseerla a través de mi órgano gustativo, con el que la penetraba una y otra vez, arrancándole gemidos del placer que poco a poco experimentaba la madura mujer…
Ya no pude más, sentía que explotaba en su boca y ella estaba súper humedecida, mi rostro se encontraba mojado como si estuviera transpirando. Sin embargo, eran los fluidos de doña Felícitas, quien por cierto tenían un olor acre muy fuerte… Pero el disfrute de saber que estaba a mi disposición, para cogérmela, era inmenso…
VI
Los jadeos, los gemidos de placer y todos los sonidos guturales que salían de nuestras gargantas se convirtieron en un melodioso concierto… Afortunadamente no había nadie en casa y sólo doña Felícitas y yo estábamos disfrutando de esa monumental cogida, entregándonos completamente a la pasión desenfrenada de quienes viven intensamente el acto de la fornicación…
No pude más y la acomodé de a perrito, quería penetrarla pero a la vez deleitarme con su hermoso culo… Ella no decía nada, dejaba que le hiciera lo que quisiera… Estaba en manos de un imberbe joven en cosas sexuales, pero que todo lo hacía de acuerdo a lo que su imaginación le indicaba y por haber visto en esa época las revistas pornográficas de mi primo Alejandro…
Cuando mi enhiesto miembro se introdujo en la vagina de doña Felícitas, fue recibido en todo su esplendor, nada se interpuso en su camino y ella comenzó a menear su cola, logrando que yo entrara al ritmo que ella marcaba…
Los movimientos se hicieron lentos y otras veces apresurados, pero ella tenía el control del mete y saca… Mi capullo o cabeza se veía hinchado, pero sólo era un efecto visual, porque entraba y salía a cada instante sin problema alguno… Era curioso, pero a Doña Felícitas le encantaba sacarla toda y volvérsela a meter, quería sentir como mi verga, en toda su dimensión, le recorría sus músculos vaginales… Sin duda, toda una delicia…
De pronto, ella se salió toda y con su mano la buscó para volvérsela a introducir, pero ahora recargó todo su cuerpo en mi pelvis que a punto estuvo de tirarme de la cama, pero estóicamente aguanté la embestida de la culona mujer y ya no pude más…
Exhalé profundamente para dejarle caer otros cinco o seis chisguetazos de esperma que rebotaron en lo más profundo de las entrañas de doña Felícitas, quien sólo se pegó más y más y sentí como ella se abandonaba totalmente para tener un profundo orgasmo que acompañó con un grito desmesurado:
— ¡¡Ah… Aaaaah…. Aaaaaaah….!! No puedo más… Me vengo hijo… Me vengo chico… Me veeeeeeeeeennnnnggggooooo…
Y lo cumplió… Doña Felícitas tuvo una intensa corrida que hasta a mi me espantó, sentí que le había hecho algo malo, porque de pronto se desmadejó totalmente y cayó sobre la cama, mientras yo la acompañaba, porque parecía que no podía zafarme de su vagina…
Fue algo hermoso e intenso que jamás he olvidado…
VII
Cuando logré sacarle mi miembro… Ambos nos tiramos en la cama, pero estábamos exhaustos y el calor no amainaba… Así que tomé la iniciativa de vestirme con un short, sin ponerme mi acostumbrada truza y me dirigí a la cocina para llenar dos vasos de agua de sandía y llevarle uno a la madura mujer que me esperaba en mi dormitorio…
Ella seguía ensimismada, no decía nada y ese silencio me estaba preocupando… Tomó el vaso de agua y tras darle unos sorbos, apurando casi la mitad, me dijo con su acostumbrado acento:
— Chico… Debo confesarte que estaba preocupada… Pero me has despertado nuevamente al sexo… Desde que murió Rafael, mi marido, ningún hombre me había cogido y mira lo que son las cosas… Un chamaco de escasos quince años se apodera de mi, me rejuvenece y apacigua mis ardores…
Y prosigue su perorata:
— Ahora dime… ¿Seguimos o sólo fue una de tus juveniles calenturas?
A lo que contesté:
— Señora… Esto no depende de mi… Se que soy un adolescente… Pero si usted viene a casa y está disponible para mi, no le niego que me la vuelvo a coger…
Ella soltó la carcajada y me respondió:
— Pues te diré una cosa… Tienes algo entre las piernas que me ha gustado en exceso y ese miembro quiero que sea mío. Pero mío de verdad, sin que lo andes usando con cualquier vieja que se te atraviese… Además, otra cosa, nada de nuestro secreto a tu abuelita…
La última frase, me revivió el alma… Era lo que esperaba… No deseaba que mi abuela Faustina supiera lo que estaba pasando entre doña Felícitas y yo… Así que asentí con la cabeza…
VIII
Horas después llegó mi abuela y preguntó por su amiga, quien dormía la siesta en mi cuarto. En tanto yo me encontraba leyendo un texto en el comedor…
Mi abuela se acababa en explicaciones de que había salido de improviso sin dejar recado para avisar de la llegada de doña Felícitas…
Por dentro sonreía, porque, sin duda, doña Felícitas estaba feliz, contenta y agradecida por la cálida bienvenida que había recibido de mi parte… Y esa si fue de mi parte…
Esa noche y en los días siguientes, continuó la historia donde hubo más sexo. Pero es el tema de próximo relato…
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