Cris de mi vida, ¿recuerdas? cuando ya de madrugada, tras una fiesta de sábado noche, entramos al edificio donde nos albergábamos. Habíamos pasado una noche maravillosa y divertida con amistades tras cenar y beber unos mojitos tras el vino de rigor. Nos dirigimos al ascensor que casualmente una bella mujer, bien cuidada, de unos 50 a 55 años ya lo había llamado. Tras el “buenas noches”, subimos al ascensor y lo pusimos en marcha, ambos íbamos a los pisos superiores.
En el ascensor, de mediana dimensión, me apoyé en un rincón; algo de lado la mujer en la otra esquina y vos como siempre, tan sensual como sexual, te pusiste delante de mí apoyando tu espalda en mi pecho.
Mi brazo izquierdo rodeó tu cadera apoyando mi mano en tu vientre. Aunque el simple tacto de tus formas ya me hacía vibrar, no era el momento de apretarte más contra mí.
Mucho me costaba porque además toda la noche te había estado deseando, viéndote los senos sin sostén con una camiseta bien escotada de tela blanca muy fina y suave que te transparentaba hasta más allá de la imaginación.
Todo iba bien hasta que a poco de subir, un golpe seco nos indicó que se había detenido entre dos plantas. Lo habitual fue darle nuevamente al botón, cosa que hizo la mujer ya que estaba junto a ellos, y nada. Por el interfono llamó al servicio de emergencias y le dijeron que en menos de una hora estarían allí para “rescatarnos”.
No hubo más diálogos con ella y en la espera, dándome la espalda te apoyaste totalmente en mí. Un brazo te rodeó por debajo de los senos y el otro por el vientre mientras los tuyos abrazaban a los míos. Mi cara junto a tu cuello que de lado descansaba, tan cerca de mis labios, que de vez en cuando te lo besaba y cuando lo hacía apretabas mis brazos con tus manos y tu culo me presionaba el paquete, que obviamente iba creciendo, lo que hacía que te pusieras cada vez más disimuladamente juguetona.
Mis manos empezaron por presionar tu cuerpo y luego a darte suaves caricias, con el mayor disimulo posible, aunque rápidamente tus pezones ya endurecidos indicaban que estabas tan excitada como yo.
Recordé que estaba la mujer, abrí los ojos y allí estaba de frente, en su rincón, mirándonos, con su mano izquierda en el vientre y el brazo derecho agarrándose el hombro izquierdo, presionándose los senos, con la boca abierta disfrutando también disimuladamente de su bonito cuerpo mientras nos miraba.
Al verla así, ella excitada, vos disfrutando de tu calentura y yo incandescente contigo, dejé de disimular, me apoderé de tu seno y lo masajeaba con ansias y desespero, te pellizcaba suavecito el pezón y ya gemías de puro placer. Ya estabas volando en tu ninfomanía, gozando como solo vos sabés disfrutar. La mujer se desató también y ya se acariciaba los senos con fruición mientras miraba los tuyos, se lamía y mordía los labios mientras sus piernas las apretaba entre sí a más no poder, friccionándolas a la vez.
Con mi otra mano desabroché tu pantalón y la introduje por debajo de la braga hasta llegar a tu deliciosa concha, ardiendo ya tanto como empapada. Al momento de sentir mi mano, diste un suave grito entre suspiros entrecortados y la mujer clamó ¡¡ SÍiiiiiii !!
Fue entonces cuando por primera vez abriste los ojos un instante, viste el panorama, no te importó, sonreíste y seguiste en tu paraíso de placer.
Inoportunos llegaron los técnicos, nos sacaron y los tres subimos por la escalera, ella delante nuestro balanceando su hermoso culo, nosotros al 5º y ella se quedó en el 4º.
Antes de entrar nos miró y con lasciva mirada nos invitó a quedarnos en el 4º, nos miramos, sonreímos como buenos cómplices que somos y aceptamos la invitación.