Mónica es la propietaria de la agencia de viajes donde trabajo, mi jefa. Actualmente es una mujer madura de cincuenta años, aunque no los aparenta. Se cuida mucho y como ella dice siempre, el sexo es juventud para la mente y un cuerpo bien follado rinde mucho mejor que otro que pasa hambre.
Nunca le ha visto durar más de un mes con un amante, dice que se cansa de repetir con el mismo y enseguida empieza a buscar al próximo o la próxima, porque no le importa el sexo de su amante. Hace años yo fui uno de ellos de forma esporádica, más que nada por la proximidad, decía.
Yo acababa de finalizar la carrera de turismo y entré a trabajar en la agencia. Entonces solo éramos tres empleados, dos chicas y yo. Me sentí atraído por ella más profesionalmente que sexualmente. La seguridad con que trataba los temas y los solucionaba me resultaba admirable y desde el principio supe que a su lado iba a aprender mucho de la profesión.
Un día estaba comiendo con mis dos compañeras en el bar de al lado de la agencia y empezaron a picarme respecto a Mónica. Fue Alicia la que empezó preguntándome si ya había follado con la jefa y casi me atraganto con el sándwich que me estaba comiendo. Mamen, para suavizar el tema, me contó que la jefa era una entusiasta del sexo y que ellas dos ya habían pasado por sus manos, a pesar de ser ambas heteros.
La conversación siguió por contar anécdotas del trabajo, alguna relacionada con Mónica y clientes. Como el día que se folló en su despacho a uno que vino con su pareja para convencerle de que hiciera el viaje que ella quería y él no. La chica dijo que tenía que ir al baño y se quedó hablando con Mamen. Salieron a los diez minutos y él tenía una sonrisa boba, se dirigió a su chica y le dijo que de acuerdo, que harían el viaje. Cuando se despidieron, ella miró a Mónica y ambas se guiñaron un ojo. Lo habían acordado desde el principio.
Entre risa y risa, ambas me confesaron que habían sido seducidas por la jefa. Mamen contó que prácticamente no fue consciente de lo que estaba pasando hasta que se encontró los labios de Mónica sobre los suyos y ella abrió la boca buscando su lengua. Al final acabo reconociendo que jamás nadie la había comido el coño como lo había hecho ella.
Aquella comida se me quedó grabada y empecé a mirar a mi jefa, disimuladamente, de otra manera. La verdad es que me ponía cachondo cuando venía con la falda lo suficientemente corta para que se le vieran las bragas al sentarse. Ella era consciente de mi atracción y me provocaba a pesar de los más de veinte años que me saca.
Una tarde estaba yo en el archivo colocando documentos en sus carpetas subido a la escalera cuando entró ella. Se acercó a mí y me dijo que tuviera cuidado no me fuera a caer. Iba a contestarla cuando noté sus manos sujetándome de las caderas y deslizó una descaradamente hasta mi culo y lo apretó. Me quedé parado y mudo.
Me dijo que me girara un poco, lo justo para que mi sexo quedara a la altura de su cara. Me miró y me dijo que llevaba días deseando hacerme una mamada. Empezó a desabrocharme el pantalón y me lo bajó junto con los calzoncillos hasta las rodillas. Me cogió la tranca con una mano y se la metió en la boca. Ahora nos reímos cuando recordamos que me corrí en su cara al retirarme y no habían pasado ni dos minutos.
Me bajé de la escalera, ella se quitó las bragas y se tumbó en una mesa levantando las piernas y abriéndolas para mostrarme el coño, al tiempo que me decía que era mi turno. La verdad es que tardó bastante en correrse porque yo entonces ignoraba muchas cosas sobre el cunnilingus. Cuando por fin alcanzó el orgasmo, yo ya estaba otra vez empalmado y sin mediar palabra se la metí y me agarré a sus tetas como punto de apoyo para las arremetidas.
La verdad es que tardé más en correrme de lo que pensaba que iba a durar, aunque no hiciera ni un cuarto de hora que me había corrido. El caso es que Mónica se corrió con mi polla dentro dos veces, la primera simplemente con las penetraciones y la segunda ayudándose con la mano para frotarse el clítoris. Esta vez me corrí dentro de ella sin ni siquiera plantearme si le importaba o no.
Al acabar me dijo que podía utilizar el cuarto de baño de su despacho, ya que el destinado para empleados y clientes carecía de bidé para lavarme. Antes de salir del archivo me dijo que la próxima vez me limpiaría ella con la lengua todos los fluidos, al tiempo que se relamía la mano que se acababa de sacar del coño empapada de mi corrida.
Al día siguiente fui consciente de que me había quedado pillado de esta mujer. Un tío vino a buscarla a la agencia, la saludó con un beso en los morros y se encerraron en su despacho durante el tiempo suficiente para echar un polvo. Al salir lo hicieron de la mano y se marcharon.
Dos días después me llamó Mónica a su despacho para decirme que en media hora nos íbamos a visitar a un cliente, la idea era captar la compra de todos los billetes de avión que consumían los empleados de la empresa que íbamos a visitar.
Durante el trayecto en su coche me puso al tanto de los datos que debía conocer del cliente. No estuvimos ni una hora reunidos con el jefe de compras y salimos de allí con un contrato firmado cediendo el diez por ciento de nuestra comisión de las compañías aéreas y la promesa de Mónica de comer con el cliente a la semana siguiente. Antes de salir del despacho del cliente, le dejó claras sus intenciones de follárselo.
Ya era tarde cuando volvimos a la agencia y mis compañeras se habían marchado. Solo estaba la chica que se encargaba de la limpieza después de cerrar y ya estaba acabando. Mónica le dijo que ya se podía marchar y ella sin mediar palabra recogió y se marchó. Seguramente sabía antes que yo lo que me esperaba.
Nada más cerrar la puerta se me acercó Mónica y cogiéndome el paquete con la mano tiró de mí hacia su despacho. Se arrodilló en el suelo, con la precaución de ponerse un cojín debajo de las rodillas, me sacó la polla y me dijo que no se me ocurriera sacarla antes de correrme, lo quería todo en la boca. Fue la mejor mamada que me habían hecho hasta entonces y no di crédito al morbo y al placer de correrme en su boca y notar que se tragaba mi leche.
La levanté la falda, le arranqué las bragas y la senté en su mesa. Me incliné poniendo la cara entre sus muslos y devoré su coño guiado por sus indicaciones, sin desperdiciar ni el más mínimo resquicio de sus fluidos, regalándola dos orgasmos seguidos.
Me felicitó por el éxito de la reunión. Yo no dije nada de lo que pensaba sobre cerrar acuerdos utilizando el sexo, ella era la dueña del negocio y de su cuerpo y libre de hacer lo que le diera la gana. Me animó a follarla pidiéndome que me corriera dentro y tuvo un orgasmo antes de correrme. Nada más acabar, me pidió que alternara chupándoselo de nuevo y besándola, hasta que se corrió de nuevo en mi boca.
Tras muchos asaltos sexuales durante los dos meses siguientes, la cosa empezó a decaer y me confesó que se estaba aburriendo sexualmente de mí. Me lo tomé con deportividad porque ya sabía que aquello duraría poco.
Mi historia con Mónica se ha repetido a lo largo del tiempo con otros compañeros y alguna compañera, que se han ido incorporando a la agencia. Ella es así.