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Mi amado corcel

  Tomaba las riendas del corcel que sumisamente seguía sus pasos. El caminar un tanto exótico de Arturia en una especie de danza proveniente de una tierra lejana encendía la pasión que comenzaba a arder dentro del semental. Arturia lanzo una rápida mirada al potro que tras de su danza de caderas oponía poca resistencia al alargamiento de su verga que comenzaba a extenderse.  Con una mueca de felicidad estampada en su rostro por haberse salido con la suya comenzó a extender su danza que inducia el deseo carnal, un paso antes de dar el siguiente, extendiendo sus rollizas piernas que rosaban entre sí combinando el gran fluido líquido que entre sus muslos asomaba desde su corto vestido azul. Al paso elegante de modelos de pasarela meneaba el enorme contorno de su trasero. Perdió la cabeza con la idea de ser ella quien provocaba que esa descomunal verga extienda su longitud con cada movimiento propinado por sus caderas.  Su trasero danzante levantaba su ceñido vestido que mostraba su gran trasero repleto de estrías y protuberancias, desprovisto de ropa interior que cubriera su vagina junto al ano qué escondido entre ambos glúteos grasosos enseñaba una dilatación predilecta de una mujer de tales dimensiones. Arturia con nada más que una bruma embriagadora penetrando su pensamiento atino a lo que su mente tomo como propicio hacer en dicha situación.  En cambio su gran semental que disipado de toda bruma o duda por su parte acerco lentamente su enorme rostro hasta el de Arturia que un tanto sonrosado correspondió ante la urgencia de  su amante. Arturia estrello sus carnosos labios estampándolos contra los del equino con un sonido húmedo de por medio. Llevo ambas manos hasta el alargado rostro del animal acariciándolo mientras se daban un apasionado beso de amantes dentro del ojo de tormenta de ese anhelo de carne y deseo mutuo que se cocía a sus alrededores.  Sus lenguas se abrasaban con ímpetu mientras intercambiaban fluidos. La extensa lengua del equino acariciaba el paladar de Arturia invadido por el sabor de las encimas que su corcel daba de beber con dedicación. Su caballero extendió completamente la gran lengua topándose con la úvula de Arturia qué regurgitando detuvo las caricias para extender ambas manos y aferrarse al cuello del potro tironeando el cabello de este sin dejar de saborear los labios de su amante en ese extenso y apasionado beso. Los labios se estrellaban con lenta pasión chorreando hebras de saliva que recorrían el mentón de Arturia para terminar encaminándose al tierroso suelo o a un puerto mucho mejor como lo eran sus pechos que todo lo recibían dentro de la hendidura que asomaban por su escotado vestido. Al separar sus labios dejaron únicamente un puente de saliva que conectaba a esos seres más allá de la simple especie de la que eran participes.  Una tempestad de ardiente deseo carnal se asomaba en las entrepiernas de ambos y sin más dilación que el simple acto de arrodillarse y gatear por debajo del potro para tomar buena posición Arturia continuo.  Asomando desde la entrepierna del equino rebosante de venas por donde se viera se extendía la longeva virilidad que hacia estremecer los interiores de su matriz en ardientemente locura.  Su minúscula mano envolvió a duras penas el glande del animal que enardecido relincho en busca de un tacto de verdadero placer, uno más fuerte que pudiera calmar la imparable ansiedad que le generaba haber nacido macho.  Sus enardecidos bufidos no cesaron. —Ara ara porque tan impaciente mi caballero, no me apresures sabes que estoy algo agotada por el día —. Su amado desprovisto ya de toda conciencia hizo caso omiso a esto pues sumido en un éxtasis carnal ignoro todo cuanto a lo no tártrico refería. Arturia comprendió inmediatamente esto y poniéndose manos a la obra rodeo fuertemente el glande del corcel  con ambas manos y masturbando lentamente a su amante con esas diminutas manos que poco a poco se impregnaban del fuerte olor y los jugos seminales qué asomaban desde la uretra del animal. Para solo ser pre-cum ya era demasiado.  Ver a Arturia tratar de no desperdiciar aquello que su potro le daba era un tanto gracioso desde fuera pues con ambas manos apretaba con fuerzas y ganas esa verga qué como si una serpiente aparentara ser golpeaba débilmente el rostro de su ama que con risas se tomaba dicha escena.   El viscoso y amargo caldo impregno con su potente aroma los alrededores haciendo que Arturia se mareara a causa del oloroso placer con el que su amante atacaba su órgano del olfato.  Mordisqueo su labio superior y con un movimiento de manos veloz soltó el glande del animal para así sostenerlo por el extenso tronco de la verga inundadas de venas casi a punto de estallar. Sus manos ahora provistas de lubricante natural comenzaron a fregar velozmente desde mitad del tronco hasta la corona del glande. El fierro ardiente recorría con sonidos carnales la ahuecada vagina que improviso con sus manos, masturbo al semental cerca de diez minutos sin ver el mínimo atisbo de ese liquido seminal chorreando a borbotones que deseaba ver y así los movimientos de muñeca de Arturia menguaban a causa del cansancio que le generaba haber sido la única que dio placer a su pareja hasta el momento.  Su ceño fruncido lo decía todo,  hizo un puchero gracioso con sus cachetes rojos hinchados a la vez que soltaba el pene del semental con algo de despecho sano hacia su corcel. El semental al estar falto de taco regreso a su estado de incomodidad, Arturia dejo de lado su enojo pasajero y con una sonrisa de malicia pegada al rostro arranco por completo el vestido que pobremente cumplía el rol de cubrir su lascivo cuerpo al mundo. Su piel encuerada mostraba una tez de blanca pureza bajo la noche estrellada de primavera. Su busto ahora libre de ataduras enseñaba un tamaño exorbitante para el estándar de la época, sobre ambos pechos se encontraban ya erectos y casi tan duros como roca sus pezones rosa que se levantaban de la masa de carne que los ocultaba.  Arropo el pene del caballo con ambas bolsas de carne para comenzar a fregar la vara ardiente entre la muesca que creó para la verga de su amante. La verga del semental recorría la canaleta de carne que su ama creo para su placer una vez tras otra en envestidas que el propio semental comenzó a propinar con fiereza bestial, Arturia ante tal acto sonrió y ambos se frotaron al unísono, masturbando para no quedarse atrás y tomando lo que parecería ser las riendas de la situación nuevamente, fregó con gran vehemencia ambos pechos contra la masculinidad de su amante en busca de la erupción volcánica e inminente que acabaría con las ganas del animal.  El pene del equino era insertado desde debajo del diafragma de Arturia qué con la espalda tan recta como le era posible aguanto hasta ese agobio que generaba la buena postura en la espalda solo para el placer de su amante que no daba tregua a sus arremetidos y más básicos impulsos escondidos en el ADN de casa ser viviente por reproducirse. Asomando desde la uretra del animal las gotas expulsadas acababan sobre el busto de Arturia que acogía con cariño todo cuanto venia de su corcel. Las gotas caían una tras otras siendo estas el preludio al aguacero de viscosidad que avecinaba con cada segundo. Abría grande la boca esperando atrapar algo del viscoso jugo de amor. Arturia comenzó a bajar las revoluciones al Tit-Job para detenerse en seco dejando al semental furioso. El animal no entendía porque detuvo su marcha y con respiros nasales reprendía a su ama que de pie se encamino hacia unas esquina del lugar. Ya sobre lo que al parecer era una mesa repleta de una lamina reseca de un blanco muy tenue apoyo su prominente trasero que se deformo al contacto del mueble disparando sus bolas de grasa hacia ambos lados. El corcel se acero hasta el lugar donde su ama lo esperaba con sus piernas abiertas provocando más al semental.  —Ahora viene lo mejor — musitó al oído del caballo. Boca arriba sobre la mesa guió al equino de tal manera qué dejaba su masa carnal caer sobre el rostro deformado en felicidad que le enseñaba a la viril bestia. Con el miembro estampado contra su rostro le fue imposible evitar la embriagadora fragancia proveniente de cada poro sobre esa piel de ébano que recubría la gran virilidad de su amante. Abrazo con el anhelo maternal de una madre hacia su hijo la gran verga palpitante entre ambos pechos anidando aquel deseo de algún día parir esos hijos que su semental le daría. Con sus diminutas manos agarro el pene de su amante para insertarlo dentro de la boca. El glande fue lo único que pudo recibir de semejante verga. Dentro de su boca recibió al tan deseado inquilino con el que comenzó a juguetear envolviéndolo con su lengua y ahogándose con el sabor agrio del semen que se arrastraba por cada rincón de sus papilas gustativas. Succiono ese glande cuanto le fue posible dejándolo completamente limpio de olores y líquidos que ahora se cocían dentro de sus jugos estomacales.  Fue de imprevisto, aunque en lo más profundo de su raciocinio ya dejado a un lado desde el comienzo del acto, la lógica pura la llamaba a soltar la bola de carne palpitante que albergaba paredes adentro de su boca.  Cansado de la espera fue cuando su corcel tomo las riendas del acto y salvajemente estampo sus testículos contra el rostro de su ama que con espasmos de cuerpo entero convulsiono en puro placer.  Entró desde la cabeza, pasando por el tronco para así seguir con la base, una entrada limpia. De estar en su boca paso a llenar por completo el ducto por donde ahora mismo le era privado el oxigeno. Sentía como el pene ensanchaba los pasillos por los cuales recorría tosca y lentamente, haciéndose espacio en aquello que ahora le pertenecía solo a su amor. El latente glande que golpeo su esófago casi destrozándolo e impregno de semen el ducto por el cual ahora sería complicado. Arturia algo confusa no hizo más que observar algo intranquila aquello que sucedía para comenzar a sentir cada ápice que en su garganta sucedía. Esa primera embestida fue solo calentamiento y Arturia lo sabía. Fue necesario una simple estocada del animal para hacerla retorcer por completo, su mente pedía más y de su vagina brotaban chorros de orina que iban a parar contra el vientre del semental. Lentamente y sin prisa su amante retiraba la verga de los adentros de Arturia. Los músculos de la faringe y su esófago regurgitaban a medida que era retirado el invasor. Con cada centímetro fuera de los forzosamente dilatados pasillos de su garganta que tomaban su forma natural nuevamente y el habla gutural junto al pecho amenazante de vomitar todos sus jugos gástricos comenzaban a manifestarse. Ese colosal y majestuoso miembro quedo libre de su prisión provisionalmente. Dejando respirar nuevamente a su ama que a bocanadas respiraba como nunca lo hizo antes, inhalando incluso las salivas que en su rostro habitaban. La cara repleta de viscosa saliva entremezclada con algo de bilis enseñaba una cara de maníaca felicidad qué junto a una risa por lo bajo denotaba el más puro placer. Ambas manos recorrieron su regordete abdomen sintiendo cada uno de sus ardientes dedos rosar su lujurioso cuerpo.  Su agitada respiración se asemejaba cada vez más a la de una fiera en puro celo, una en busca de aquel que saciara su sed carnal, mientras sobre ella colgaba ardiente en su máximo esplendor el gran miembro recubierto de restos de su saliva. Dando pisadas de inquietud su corcel le hacía entender que se apresurara e introdujera una vez más la verga a su garganta que amablemente lo había recibido anteriormente.  Atrapo de inmediato la virilidad de su amado y llevo nuevamente a su boca el colosal miembro. Ahora era cuando comenzaba el verdadero desafió. Abrió tanto como pudo su mandíbula pues esta vez pensaba recibir la verga entera y así lentamente comenzó a ingerir la cabeza del pene que se abría camino por su húmeda cavidad bucal llenando completamente los espacios en su camino. A la vez que el miembro ingresaba a la faringe Arturia se aferro como pudo a los bordes de la mesa en busca de apoyo a eso que se avecinaba inevitablemente.  Su garganta mostraba una protuberancia del tamaño de una pelota de tenis ante la conquista del avasallador pene que a su paso conquistaba todo. El regurgitar progresivo no se hizo esperar, su garganta llenaba de sonidos los alrededores de la habitación siendo dichos sonidos lo único que cortaba el pulcro silencio de esa noche.  La colosal verga expandía estocada tras estocada su interior ya muy maltratado. Su vista se iba nublando y su cuerpo perdía fuerzas con cada segundo que la verga del semental ocupaba los ductos por los cuales debería estar respirando. Ahora lo único de lo podía percatarse era el gran ardor proveniente de su garganta violada. El semental retiraba bruscamente su pene dejando únicamente el glande en la cavidad bucal para luego estrellar sus caderas contra el rostro de Arturia dejando estampado sus testículos sobre el maltratado rostro de la mujer que rogaba piedad. Las estampidas le rompieron la nariz a Arturia y unos de sus dientes se desprendió de la mandíbula terminando en su estomago formando parte de alimento del mediodía.  Ya sin fuerzas perdió la conciencia y posaba inerte sobre la mesa mientras su semental sin percatarse de ello continuo dándose placer. Al estar desmallada su cuerpo no opuso resistencia ante la verga que ensanchaba su laringe y golpeaba su esófago que ya carecían de las contracciones que impedían al pene llegar más lejos.   Para su mala suerte en una de las tantas incisiones del corcel a su garganta, este arrastro con sigo la lengua de Arturia hasta la laringe donde se quedo atrapada y una vez más sin percatarse su corcel destrozaba todo a su paso con su verga. El rostro magullado de Arturia mostraba ya moratones debajo de sus ojos cerrados. Su nariz sangraba pero aun no estaba rota, su labio inferior estaba partido y uno de sus dientes incisivos superiores se había desprendido para acabar en su estomago.  El ducto por el cual recorría velozmente la verga del semental había perdido fuerzas ya y era cuestión de tiempo para que vertiera su jugo vital dentro de su ama.  Así fue, relinchando con gran ímpetu vertió su jugo de vida dentro de su ama que yacía inconsciente al momento de mayor éxtasis de su amado. El semen impregno sus interiores del cálido caldo. Estos líquidos comenzaron a arrastrase a través de la magullada garganta de Arturia junto a sus fosas nasales borrando todo rastro de sangre que hubiera tenido en el rostro. El semental retiro el pene de su vaina carnal y de la boca sin un diente los líquidos lascivos inundaron el viejo mueble donde se recostaba la dama.  Arturia respiraba nuevamente y con ello regreso a ser consciente. Exaltada ignoro todo a sus alrededores y llevo sus manos hasta su garganta hinchada como si se hubiera atragantado con algo enorme. Abrió nuevamente cuanto pudo su boca e introdujo una de sus manos, el sonido viscoso proveniente de dicho acto junto al rostro desesperado de Arturia eran totalmente ignorados por el corcel que le había dado la espalda al haber terminado su trabajo.  Arturia rasgaba los interiores de su paladar con sus largas uñas lastimándose a sí misma. Sus dedos índices y mayor temblaban dentro de la cavidad donde desesperados trataban de quitar su lengua incrustada en su laringe que impedía inhalar la mínima cantidad de aire. Como si de un anzuelo fuera utilizaba sus dedos en un intento de atrapar su propia lengua. Resbalaba una y otra vez sin éxito hasta que logro agárrala y con todas sus fuerzas la sujeto para luego regresara del tirón a su lugar.   Al quitarse el tapón de su garganta dio paso a los fluidos albergados en su cavidad gutural que sin más comenzaron a escapar en forma de vomito hacia la superficie acabando por terminar sobre su cuerpo. Semen junto con la bilis y uno de sus dientes sobre la mesa emanaban un hedor que casi hacen perder nuevamente la conciencia a la mujer que a tientas buscaba de donde agarrarse para incorporarse. Minúsculo y flácido yacía entre las piernas de su potro ese pene colosal  que hasta hace minutos casi le arrebata la vida. —No tan rápido —, dijo la figura repleta de viscosidad cuya boca no cesaba al paso de liquido seminal un tanto alterado en su color y textura por combinarse con los jugos gástricos. —A donde crees que vas —señalando al culpable de su estado actual y rápidamente avanzo o eso es lo que intento dando pasos erráticos.   Agarro a su amante por la retaguardia machacándole los testículos en un apretón que hizo relinchar al semental de sorpresa. Soltó su amarre y en el mismo lugar poso con ambas manos sobre el suelo, enseñándole al semental sus mejores partes ya preparadas para la penetración. El caballo instantáneamente dio media vuelta y montándose sobre su ama el semental encarrilo su verga hacia la vagina de Arturia para destronarla al primer estoque, pero Arturia fue más rápida cubriendo con su manos para evitar dicha estampida. Una vez más el semental se veía enojado por los actos de su amada, pero no por mucho. Desvió la arremetida hasta su ya muy dilatado ano que enseñaba sus rosados interiores dispuestos a tragarse la verga de su potro y sin dudar el semental volcó toda su lujuria re avivada por su ama hacia el aro que cordialmente recibió la primera arremetida estrellando las caderas del animal contra el trasero  de Arturia con ruidos carnales que se hicieron eco en medio de la noche cortando de un tajado el silencio una vez más.  Con más de cuarenta centímetros de carne en sus anales recorridos completamente por ese pedazo de verga no pudo evitar el orgasmo inmediato. Sus paredes intestinales apretaron espasmódicamente el trozo de verga del semental haciéndolo soltar chorros de semen dentro de sus apretados intestinos que en su primera penetración anal de la noche toco los cielo del placer. Su vagina rociaba el suelo de orina a la vez que y sus fofas piernas temblaban impregnándose desde los muslos a los tobillos por los hilos de orina. El corcel no espero pues como asesto su primera estocada lo hizo con las siguientes. Los sonidos lascivos de la carne golpeándose entre sí inundaban los sentidos de Arturia que rendida ante su amante recibió cuanto este le daba. Su trasero grasoso rebotaba con cada embestida de la bestia de la virilidad empujándola hacia delante cosa que ella evitaba a duras penas aferrándose fuertemente al suelo con sus manos en esa posición de cuatro patas en la que estaba.  Los genitales de ambos se golpeaban fusionando sus líquidos una vez más, esto facilitaba la entrada al arrollado de carne y venas que abría sus adentro con cada embestida. Comenzó con furia dionisíaca en busca de su propio placer para acabar algo más lento en un ritual puro de amantes donde ambos disfrutaban del tacto mutuo. Introducía lenta pero fuertemente su miembro desde la cabeza hasta su base para retirarlo y continuar. El rostro de Arturia sonrosado y al borde de la locura mostraba goce con cada rose de la verga en sus anales qué dejaron de luchar contra el enorme intruso permitiéndole hacer ya lo que el quisiese. Adoraba cuando su amado lo hacía lento aunque prefería que fuera rudo y tosco con cada penetrada y eso sería lo que obtendría.  Los bufidos acompañados con gestos de reproche hacia el trabajo que su amante hacia con su verga hicieron enfurecer al semental que con sus sentimiento heridos dejo de lado el amor para ocuparse —Ingrata — de ello. Arturia comenzó a gemir tan fuerte como su garganta le permitiera. El pene que violaba sus interiores ya no recorría lentamente las paredes intestinales, ahora las empujaba llevados todo con sigo en cada estocada. El semental sumido en furia a causa de sus sentimientos rotos agrandaba el ano de su ama con cada asestada de su verga qué ya podía meter sus testículos dentro del agujero dilatado hasta dimensiones exorbitantes. Dentro de Arturia la masa de intestinos se agolpaba como una pelota que era golpeada por la vara de carne de su potro. Las eses atrapadas en los ductos de Arturia escapaban sin oponer fuerza por parte de las paredes que la contenían, acabando por unirse a los jugos seminales a las afueras de esa bola de intestinos. Su diafragma ya era golpeado en intervalos de cien estocadas por minuto, sus interiores completamente removidos de su lugar causaban puro dolor para la mujer que a duras penas se mantenía consiente. Lo único que la amarraba a la realidad era esa verga que con cada retracción luego de la penetración se llevaba con sigo partes del intestino descolocado de Arturia dejándolos completamente expuestos fuera del ano de la mujer que sumida en un dolor placentero dirigió una mirada al paisaje que alrededor de su ano y entre la verga del semental escapaba en forma de bultos rojos empapados de semen.  Estando a punto de perder el conocimiento por completo sus adentro fueron penetrados por última vez estampando la bola enmarañada de intestinos contra su estomago e hígado que chocaron contra los pulmones de la mujer adolorida. Y poco a poco esta comenzó a hincharse como si un recipiente vació fuera lo que dentro de ella había luego de brutal cogida, los fluidos seminales no frenaron hasta que esta no fue más que un estomago embarazado de trillizos y así deseaba que fuera algún día. Rendida se estampo contra el suelo pensando en cómo arreglaría los desastres que su corcel hizo en sus interiores. Su trasero repleto de moretones a causa de las brutales estampidas de su amante, su ano expulsando sus paredes intestinales agolpándose al rededor de su ano mostrando lo rosado de ese prolapso que expulsaba a borbotones semen. Todo había acabado, solo necesitaba ponerse nuevamente de pie para dirigirse al centro de salud más cercano a padecer solamente dolores en su estancia, tal vez necesitaba una escusa para explicar porque termino de esta forma. Fue ahí cuando sus caderas comenzaron nuevamente a vibrar a causa de la emoción y calentura que tras de sí se alzaba aun erecto.   —Lo siento no quería hacerte sentir mal — dijo con una sonrisa muy falsa y rebuscada en busca de perdón. El corcel preparo una estocada final, apunto con su pene muy precisamente, las venas esta vez resaltaban más que nunca, nuevamente se asomaba liquido seminal desde la uretra y su enorme glande apuntaba a su trasero donde su sus adentros estaban expuestos como una rosa en primavera reluciente en su magistral esplendor. Preparándose para el impacto apretó su mandíbula y aflojo cuanto pudo su agujero para no recibir todo el daño de golpe. Su columna se arqueo sintiendo como los impulsos eléctricos del placer recorrían de pies a cabeza su cuerpo, de su prolapso anal los chorros seminales volaron en todas direcciones en una explosión para que su estomago comenzara a recuperar su forma, de su boca emanaban charcos de semen entremezclado con jugo biliar. El semental no había apuntado a su ano, casi empalada por la vagina se sostenía colgante con sus miembros  desprovistos de fuerza que muy a tientas buscaban de donde agarrarse.  El corcel accidentalmente introdujo la mitad de su pene hasta el útero de Arturia impregnándolo de tanto semen como si de sus intestinos se tratase pero ella nunca sabría de este error de cálculo.  Aun enojado con su ama quito bruscamente su pene que dando paso a la salida de más litros de su semen dejo sobre el suelo a su ama retorciéndose sobre los líquidos a su alrededor, como si jugando estuviese.  El caballo fue a beber agua luego del acto, estos eran como los cigarrillos luego del sexo para el semental con su corazón herido. Nuevamente tras de sí se alzaba la figura un tanto desprovista ya de la sensualidad que emanaba al principio, donde sus curvas al solo moverse creaban un deseo carnal en cada individuo viviente. Ahora solo se podía vislumbrar a una mujer repleta de viscosidades con su ano abierto a flor de piel dejando asomar sus intestino y con unos pechos para amamantar diez niños se alzaba enfrentado al semental nuevamente. Musitando se acercaba lentamente —N-N-No h-h-h —, no lograba articular palabras aun, sus sistema nervioso aun estaba sentido a causa de tantos impulsos eléctricos.  Al acercarse más al equino que un tanto preocupado prestó su lomo para que se apoyara.  —Te dije que aun que terminamos — dijo claramente esta vez, el equino nuevamente se puso tan duro como al inicio. Esa noche Arturia no regreso a casa.     FIN 
Datos del Relato
  • Autor: Solid
  • Código: 57407
  • Fecha: 25-01-2020
  • Categoría: Zoofilia
  • Media: 4
  • Votos: 1
  • Envios: 0
  • Lecturas: 3797
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