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A mis 15 años fui iniciado. A diferencia de muchos jóvenes de mi edad, a mi no me llevaron a un burdel a que una suripanta me enseñara.
Sino fue algo de pura curiosidad al fijarme en mujeres maduras. Las comparaba con las chicas de mi edad. Sentía que perdería el tiempo si salía de novio con alguna chica del barrio o de la escuela.
Los amigos del barrio siempre me invitaban a hacer competencias de masturbación. Ganaba el que echaba el chorro más grande o el que lo lanzara más lejos. Pero a mi no me interesaba. Siempre pensé que había cosas mejores que una simple masturbación. Por lo que empecé a buscar en revistas para adultos y fue así como vi por primera vez posiciones y cosas por el estilo.
Claro no faltaban los jotitos del barrio que andaban buscando carne y lecha fresca. A los que siempre les huía para no convertirme en uno de ellos.
Debo contarles que de joven, no había computadoras, y por ende tampoco el Internet. La pornografía existía, pero muy selectiva. Para satisfacer mi curiosidad, pues viendo a las señoras del barrio o a las chicas de la escuela, a las maestras.
Pero las más importantes y antojadizas eran las vecinas del edificio de departamentos donde vivíamos. Algunas sentía que me echaban el ojo ya que considero que yo no tan mal parecido, así que empecé a hacer mi tarea de saber más de ellas.
Descubrí que mujeres casadas, cuyos maridos pues eran panzones, calvos, dedicados al trabajo y a las parrandas, con amantes afuera y teniendo a sus mujeres en casa ganando peso y hambrientas de que alguien las hiciera vibrar de nuevo. Otras eran viudas y algunas solteronas.
Empecé a fantasear con mi vecina de 40 años, amiga de mi madrastra. Tenía un cuerpo llenito pero bien distribuido. Su cabello largo, negro azabache, y unos ojos verdes penetrantes.
Un dia estaba solo en mi casa viendo una revista de posiciones sexuales. Tocaron a la puerta. Era mi vecina y alcanzó a ver lo que estaba leyendo y me dio un sermón y me dijo me iba a acusar con mis padres. Le dije que no lo hiciera.
Le pregunté de qué manera podría convencerla de que no me acusara. Ya que lo que estaba haciendo pues para descubrir mi sexualidad.
Me miró de una forma que me dio escalofrío, pero no de miedo, sino como de temblor a algo desconocido.
-No necesitas eso para saber que hacer. Me dijo
‘Entonces, que puedo hacer.
-Ven me dijo. Te diré cómo. La seguí.
Fui a su casa. Ni siquiera le pregunté a que fue a la mía.
Me dijo que ella podría ser mi maestra de sexología. Que lo único que tenía que hacer es que yo le enseñara mi anatomía y si le gustaba, ella me enseñaría la suya.
Puso algo de música, sacó una copa, me ofreció una. Era de vino rojo. Ella se fue al baño, salió en una bata, transparente. Yo me quedé pasmado, sin saber realmente qué hacer.
Sus ojos eran como de gato, penetrantes, te fulminaba con su mirada. Sentía que me estaba desnudándome y que buscaba de una forma u otra provocarme. Se acerco a mí y empezó a quitarme la ropa. Estaba como encantada de un hechizo. Lo disfrutaba. Empecé a cooperar en el rito y ella le encantó.
Acarició mi pene.
-Me gustas, me gustas, dijo.
Entonces ella continuó.
-Desvísteme lentamente.
Lo hice, siguiendo el ritmo de la música.
Ella sacó un cigarrillo no común y empezó a fumarlo.
-Me ofreció y acepté.
-Sus senos eran grandes. Unos pezones bien paraditos.
Me pidió que le untara loción para el cuerpo y que disfrutara cada poro de su piel.
Se acomodó en su cama. Ya está totalmente desnuda. Con la loción empecé a sobarle todo su cuerpo.
Empecé por la espalda. Por toda la columna vertebral. Sus glúteos. Bajé por todas sus piernas y fue sobado sus dedos de sus pies.
Se volteó boca arriba. Vi sus pezones que parecían uvas suculentas, y me dieron ganas de comérmelas.
Sin embargo seguí masajeando su cuerpo. Ella tomó mis manos y las dirigió hasta su clítoris y a la puerta de su vagina. Ella gemía de placer.
-Esto es lo que debes aprender a hacer primero. Si aprendes bien me tendrás las veces que quieras. Y te enseñare a meterme tu verga. Te harás un experto en dar placer. Y sabré compensarte de la misma manera.
-Yo seguí sus instrucciones. Besé los dedos de sus pies, sus manos, su cuello, sus pechos. El masaje la estaba excitando tanto que me pidió que con mi lengua le lamiera la boca de su vagina.
Lo hice y probé por primera vez el sabor de mujer. Nada comparable con los besitos de una mujer de mi edad. Esto era suculento.
Ella se puso tan caliente que me pidió que mientras le lamía la vagina, que el diera mis dedos para que los chupara y los lubricara para los metiera uno por uno por el culo. Lo hice. Gritaba de dolor y de placer. Se acomodó en nalgas sentada en mi boca y mis dedos dentro de su culo.
Ella empezó a chupar mi verga. Sentía muy lindo, pero me estaba concentrando en mi tarea. Ella pedía más. Yo le daba más. Hasta que logró tener un orgasmo. Muy largo.
AHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAAHAHAHAHHAHAHAHAHAHAAH
Me asusté, no sabía si le había hecho daño. Ella se volteó boca arriba.
Me recosté al lado de ella. Se incorporó y me besó todo el cuerpo. Tomo mi verga, se montó en ella y se la metió en la vagina. Ella cabalgó por un buen tiempo y yo sentía que iba a reventar.
Ella sabía que era mi primera vez y me dijo que sería para ella un honor que me viniera dentro de ella.
-Poder recibir tu leche es muy excitante ya que es la de un virgencito como tú. Me gustas para tenerte de amante y tú a mi como tu maestra. Lo que aprendas aquí, te hará bien para cuando seas joven y maduro.
Siguió arriba de mí, hasta que sentí que hervía y mis testículos se hinchaban y mi pene se puso duro y sentí mi semen hirviendo y de un grito expulsé chorros que cayeron dentro de mi vecina.
AHAHAHAHAHAHAHHAHAHAHHAHAHAHHAHAHAHHAHAHAHHAHA
_Dame tu leche papi. Dámela toda, gritaba. Si mi niño, si eso es lo más lindo que me ha pasado.
-Lo mismo me pasó a mí. Le dije.
Se incorporó y me empezó a limpiar mi pene. Después me estimuló la verga de nuevo para ponerla dura y me enseño a cogermela por el culo. Lo tenía suculento, me dolió la primera vez, pues no alcance a metérsela toda.
No pude venirme. Quizá porque todo era nuevo para mí. Lo de las revistas se quedaba corto. Esta si que era una mejor lección. Ella me dijo que no me preocupara, ya que tenía preparado algo bueno para mí.
Ella se puso a mamarme la verga mientras yo le succionaba la panocha, logrando derramarse en mi cara. Empecé a tomarme sus jugos.
Ella tan excitada que empezó duramente a chupar y succionar. Hasta que reventé en su boca.
AHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHHAHAHAHHAHAHA
-Que rica esta tu leche. Sabrosa, Calientita, Espesa. Abundante, me dijo
A partir de entonces, la casa de la vecina fue un desfile de vecinas. Una cada día. Sesiones de masajes sensuales y orgasmos abundantes. Así fue como aprendí a dar placer primero y luego recibirlo.
Desde ese día nunca tuve la necesidad de masturbarme. Tuve muchas que lo hicieron a cambio de un día de placer.
Ahora en mi madurez, me gustaría repetir la experiencia para recordar mi iniciación.
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