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El macarra

Todavía no me termino de creer que esté escribiendo esto en este momento. La persona que hace un año me causaba repulsión y a la que estaba a punto de denunciar es ahora mi pareja y el mes que viene nos vamos a vivir juntos, y no puedo ser más feliz.



Por entonces yo compartía piso con otras dos amigas en un piso de esos grandes y antiguos que hay en el centro. Mi amiga de toda la vida María Luisa con la que me vine desde mi ciudad a la capital a estudiar en la universidad, yo, y otra chica (Natalia) que encontramos poniendo un anuncio en internet. Y yo por cierto que me llamo Elísabeth y tengo 22 años.



María Luisa y yo ya teníamos de siempre complicidad y buen rollo, no solo compartíamos piso y nos ayudábamos en todo sino que también salíamos juntas de fiesta, a lo que Natalia también se unía casi siempre. El jueves por la noche que empezó toda esta historia, habíamos quedado en pedir unas pizzas y bebernos unas cuantas cervezas y luego salir por la zona cercana al piso (era cerca de la universidad por lo que había mucha gente joven y muchos bares) o si no nos apetecía, pues quedarnos y ver una peli juntas.



Como siempre, fui yo quien hizo el pedido, ya que tenía la aplicación instalada en el móvil y con los datos metidos, así que pedí lo de siempre, deseando que llegara pronto porque me moría de hambre (entre las clases, salir a correr y hacer las labores de la casa, tenía un agujero en el estómago). No fue así y tardó bastante, así que ya de partida iba enfadada. Cuando llamaron al timbre y abrí la puerta seguramente el repartidor notó mi enfado, sin embargo su expresión no era de preocupación ni parecía que fuera a pedir disculpas, sino que tenía una sonrisilla y una cara de chulito que me enfadaban aún más. Pasé de decir nada porque él pondría cualquier excusa y no serviría para nada, así que simplemente cogí las dos cajas de pizza y se las llevé a mis chicas.



Al final nos quedamos en casa, la peli genial, las pizzas muy buenas, y las risas tras las cervezas también muy buenas. Todo perfecto de no ser porque al día siguiente (viernes por la tarde) me llegó Whatsapp de un número desconocido, y al leerlo ví que era del repartidor de pizza, que como le había parecido muy guapa, se había tomado la libertad de mirar mi número de teléfono en los datos del pedido, ya que los repartidores tienen que saber el número por si hay algún problema en la entrega; e invitarme a salir ese viernes por la noche.



Pasé por varias fases, al principio indignación: siempre da preocupación cuando llegan mensajes o llamadas de alguien desconocido, y más cuando eres chica, y este gilipollas, solo por ver si tiene su día de suerte, me hace sentirme acosada y vigilada. Al fin y al cabo ese tío sabe mi nombre, mi número de teléfono y sabe dónde vivo… una sensación muy desagradable, sensación que él podría haberme evitado. Y después en vez de indignación sentí lástima por él: era más joven que yo, supongo que unos 20 años (y a mí me gustan mayores), delgado y con pinta de debilucho, de cara más bien normalito, y para rematar, era repartidor de pizza, seguramente con un sueldo bastante malo… a dónde esperaba llevarme, al McDonald’s?



Le contesté enfadada (quizá hubiera sido mejor haberle ignorado) recriminándole lo que había hecho, diciéndole que nunca saldría con él, y que borrara mi número de su agenda y no volviera a escribir, y que le iba a denunciar en su empresa. Luego pensé en contárselo a mi familia y amigos, y a poner en mis redes sociales lo que había pasado incluido el número de él y su foto. Pero me dio vergüenza, preferí que no se supiera y no pasar mal rato. Y tampoco era como para que a él le despidieran de su trabajo.



Sin embargo, continuando con esa actitud chulesca, a los pocos días Nacho (que así se llamaba) me volvió a escribir, aparentemente convencido de que yo era afortunada de recibir esa invitación de él, que le diera una oportunidad, que con la ropa de repartidor perdía pero arreglado estaba muy bueno, etc… Ahí ya directamente pasé a ignorar sus mensajes, aunque él podía ver que yo los había leído. Luego, no sé cómo, encontró uno de mis perfiles en redes sociales y no paraba de dar likes y hacer comentarios en mis fotos, sobre todo en las que destacaban más (tipo fotos en bikini o arreglada para salir de fiesta) Yo seguía asqueada, indignada y sintiéndome acosada.



El problema fue a la siguiente noche de cena en casa con mis chicas. Por supuesto ellas querían pedir en el mismo sitio: las pizzas estaban súper buenas y era barato y llegaba rápido al estar cerca… era nuestro sitio favorito para pedir a casa. Pero bueno, muy mala suerte tendría que ser para que viniera el mismo repartidor, y además con no abrir yo la puerta, arreglado.



Esta vez no era cena y peli sino que después íbamos a salir de copas. Mientras esperábamos, Natalia se duchaba y María Luisa bajó a tirar la basura. Al rato sonó el timbre, como de costumbre María Luisa se habría olvidado de coger las llaves al bajar al cuarto de basuras. Al abrir la puerta me quedé helada. El repartidor del otro día, con sonrisa triunfal delante de mí. Mi amiga llegaba justo detrás. Para más escarnio, pensando que sería ella quien estaría al otro lado de la puerta, abrí tal cual estaba: con unos pelos horribles, una camiseta vieja que uso mucho para estar por casa (y sin sujetador, lo cual seguramente se notaba), braguitas y calcetines. Supongo que la puerta del portal estaba abierta o que justo alguien entraba cuando llegaba el repartidor y por eso no había llamado al telefonillo. Intenté aparentar pasividad pero notaba el calor del rubor en mis mejillas, y con la piel tan blanca que tengo se me nota mucho cuando me pongo colorada. Cogí las cajas, dejé entrar a María Luisa y cerré. Tenía ganas de morirme en ese momento.



La noche transcurrió con normalidad, pero al día siguiente por supuesto Nacho me escribió vacilándome sobre lo que había pasado, ahondando en mi vergüenza. Yo a diferencia de la primera vez, ya no podía hacerme la digna ni la enfadada, digamos que ahora era él el que estaba por encima de mí.



Pasaron unos días y yo seguía con mi vida normal, y respecto a Nacho pues seguía llegando de vez en cuando algún mensaje, o yo miraba sus fotos de perfil y sus stories, supongo que para intentar sacar alguna información. Era el típico macarra de barrio, típico rollo canallita. Cambiaba su foto de Whatsapp cada dos o tres días, a cada cual más chulesca, siempre enseñando su coche (que no me explico de donde sacaba el dinero para comprarlo y para tenerlo tan tuneado), o al lado de alguna chica de su edad, siempre bastante guapas, algunas eran auténticas preciosidades. Seguro que no estaban liadas con él, sino que él les pedía sacarse un selfie con ellas para aparentar que liga con tías buenas. O al menos eso quería yo pensar, porque lo que me faltaba ya es que ese chico que me caía tan mal, encima fuera un triunfador en la vida.



Sin embargo un día de esos sí que se le veía besándose con una de las chicas, y no muchos días después, con otra… eso no tenía que significar nada necesariamente, aunque sí que me irritaba un poco. Los mensajitos seguían, me decía directamente que si me quería pasar por su casa a pasarlo bien, porque "total, ya te he visto en bragas". Le bloqueé en Whatsapp pero me seguía escribiendo en otras redes sociales. Al final a veces yo le contestaba tomándome sus comentarios a broma, y creo que eso era más efectivo que ignorarle.



Esta situación de sentirme humillada e inferior a Nacho pronto empezó a tener un efecto en mí, empecé a darme cuenta de que algo estaba cambiando en mí respecto a él. En el fondo, el hecho de que se hubiera animado y arriesgado a contactar conmigo de esa manera indicaba que es un tío lanzado, seguro de sí mismo, que tiene lo que tiene que tener y lo saca cuando hace falta. De hecho en mi vida sentimental ya estaba un poco harta de chicos demasiado precavidos, que no se lanzan si no es cuando saben seguro que van a recibir un "sí" por respuesta, y también de esos súper educados y respetuosos que te hacen sentir como que estás por encima de ellos, lo cual les quita bastante interés. Por no hablar de los "feministas" de palo que hay ahora.



En vistas a que no se cansaba de atosigarme, y para que me dejara por fin en paz, empecé a considerar la posibilidad de aceptar su invitación a una cita. O siendo sincera conmigo misma, también es que en realidad el chico, ahora que sabía más cosas de él, me estaba empezando a provocar bastante curiosidad, y esas chicas que se veían en sus fotos no podía negar que me estaban empezando a hacer sentir celos... además, el rollo "prohibido" de todo esto me daba morbo y la idea de una cita con alguien así me parecía emocionante.



Descarté y reconsideré esa opción, y la volví a descartar y otra vez a reconsiderar, así varias veces hasta que al final me lancé. Podríamos tener una cita, y si me lo pasaba bien, estupendo, y si no, siempre podría rechazarle y así ser yo la que le deja a él, lo cual me subiría bastante la moral. Cuando se lo dije por mensaje no pareció demasiado entusiasmado pero sí que aceptó.



Quedamos un día de entresemana, para una cita normal sin pretensiones, unas cañas y tapas y ya está. En casa, arreglándome para salir, me sentía nerviosa e inquieta, con una mezcla a partes iguales de excitación y de inseguridad. Esa actitud altiva y chulesca de Nacho me hacía sentirme como si no fuera lo suficientemente atractiva.



Ya en el sitio, yo llegué con diez minutos de antelación y él, como siempre, tarde. Nos dimos dos besos y yo estaba tan nerviosa que seguro que se me notaba, me temblaban las manos y probablemente también la voz. Ahí ya noté una particularidad de él: que es muy “tocón”, ponía su mano sobre mi cuerpo, no en partes comprometidas, pero por ejemplo al darnos dos besos ponía sus manos en mi cintura, o al caminar me dejaba pasar delante y me guiaba con la mano en la parte baja de la espalda, o al charlar me tocaba las manos, lo cual es curioso al no tener confianza entre nosotros, y era una cosa más de él que me incomodaba. Nos sentamos en una mesa con unas jarras de cerveza y unas raciones de cosas súper ricas.



Entre las cañas y que la verdad es que era bastante buen conversador, me lo pasé bien y me reí bastante. No puedo negar que era interesante y seductor. Lo único malo es que al salir y pagar dijo que se había dejado la cartera en casa y tuve que pagar yo. Al salir dije que se me hacía tarde (no era verdad) y que me iba al metro y a casa, él dijo que se iba a casa andando porque le pillaba cerca, así que nos dimos otros dos besos de despedida, que fue cuando él aprovechó para en lugar de besar mis mejillas, plantarme un beso en la boca. Y qué beso... intenso y pasional, con algo de lengua pero no mucho. Sonriendo como una tonta le dije adiós y me metí al metro.



Los días siguientes yo estaba como una adolescente, pensando en esa cita, y deseando que hubiera una segunda, aunque no sabía si él también quería una segunda cita. Afortunadamente así era, y quería quedar ya directamente en mi piso. No sé porqué en el suyo no se podía, no me lo quería aclarar. Y en el mío la cosa estaba difícil, siempre había alguien en casa. Así que pensé en no ir un día a clase y quedar con Nacho cuando mis dos compañeras estuvieran en la uni.



Por fin llegó el día, era por la mañana, no muy romántico pero no había otra forma. Me arreglé concienzudamente, me depilé absolutamente todo, para la ropa no sabía que ponerme porque al ser entresemana por la mañana no podía ir muy formal, pero tampoco iba a ir en chándal. Al final me puse un vestido ligero veraniego, estampado, de colores claros. Le vi llegar por la ventana y llevaba unos vaqueros normales y camiseta. Mientras esperaba a que subiera en el ascensor, de nerviosa que estaba, notaba claramente el corazón aporreando mi pecho.



Había preparado dos copas de vino para relajarnos y romper el hielo, pero en cuanto entró, cerró la puerta y empezó a besarme. Ya directamente con lengua, lascivamente, con sus manos en mi culo, sin pedir permiso en nada. Yo aunque no me lo esperaba respondí a su beso y mi lengua también se internó en su boca, y pocas cosas me ponen más cachonda que un beso húmedo y nuestras lenguas deslizándose una sobre la otra.



Ahí nos relajamos un poco, nos recostamos en el sofá del salón y nos dedicamos a disfrutar de esos besos y magreos, un poco más tranquilos, aunque la excitación seguía subiendo. Yo le magreaba el paquete por encima de los vaqueros y también el culo. Para mi sorpresa, se la sacó bastante más pronto de lo que yo esperaba, y dirigió mi mano para que se la manoseara mientras seguíamos dándonos lengua. Se notaba semierecta y aun así ya tenía un buen tamaño. Me separé de él para poder mirar su tranca y efectivamente andaba bastante bien dotado… a ver cómo sería cuando eso se pusiera duro del todo…



Mientras yo estaba a mis pensamientos él no quería perder el tiempo y me puso la mano en la cabeza como dirigiéndomela hacia abajo, invitándome “sutilmente” a que se la chupara. Yo a esas alturas tenía ya bastantes ganas de hacer eso. Me recosté en el sofá para estar más cómoda y una vez la tuve enfrente le di un par de lametones, disfrutando de su suavidad. No le olía demasiado bien, pero con lo cachonda que estaba ya, poco me importaba. Me metí la parte superior en la boca y empecé el movimiento arriba y abajo, con suavidad pero a buen ritmo. A cada vez que entraba mi excitación aumentaba y aumentaba. La tenía ya creo que totalmente dura, y efectivamente era un pollón, larga y bastante ancha, de hecho me dolían un poco las comisuras de los labios de tanto que tenía que abrir la boca. Él me empujaba hacia abajo la cabeza pero creo que solo era para ver hasta dónde podía llegar, después dejó de hacerlo. Digamos que me llegaba hasta el fondo de la garganta y sobraba un buen trozo porque aun así daba para que mi mano agarrara la base de su tranca. Esa posición me permitía meterme la otra mano por debajo del vestido, y dentro de las bragas para estimular mi clítoris, cosa que me encanta hacer cuando mamo una polla. Me iba guiando con sus manos en mi cabeza, aumentando el ritmo. Yo por mi parte mi auto estimulación estaba surtiendo su efecto y probablemente llegaría al orgasmo solo tocándome, de tanto que me ponía esta situación. Sin embargo, antes de que eso llegara, y sin avisar, Nacho empezó a soltar chorretones de semen dentro de mi boca, al tiempo que gemía entrecortadamente. Yo para no manchar nada retuve su leche dentro de mi boca, mientras seguía suavemente moviéndome arriba y abajo, hasta que noté que ya no salía más y que él se relajaba.



Ahí me levanté y me apresuré hacia el cuarto de baño. Nacho, al ver lo que yo iba a hacer, intentó hacerme cambiar de opinión diciendo “No te lo tragas?” Yo dije que no con la cabeza y seguí hacia el baño, y le oí decir “Tú te lo pierdes”. En el baño lo escupí, viendo la gran cantidad de semen que había echado en mi boca. Estaba algo enfadada porque hubiera eyaculado en mi boca pero preferí callármelo para no cortar el rollo ya que quería que me follara y así poder correrme yo también.



Sin embargo al volver al salón vi que ya se había vestido de nuevo, y me dijo que tenía que irse ya, que tenía prisa, pero que gracias por la mamada. Yo atónita. Dijo algo así como “Bueno, tú también te has corrido, verdad?” y yo por no quedar como una estúpida le dije que sí, y que me lo había pasado bien. Pronto salió por la puerta diciendo que a ver si repetíamos pronto.



Me senté en el salón, ya sola, pensando en lo que había pasado. Estaba enfadada, pero también aún excitada, por el sexo que habíamos tenido pero también por esa sensación que tengo siempre con Nacho, ese rollo que tiene tan dominante, me había dejado con la sensación de que él me hacía un favor por permitirle hacerle una mamada y correrse en mi boca y dejarme a mí a medias. Así que me recosté de nuevo en el sofá, de lado, y mi mano volvió a donde estaba antes. Seguía bien mojada ahí abajo así que no fue difícil estimularme, alternando entre jugar con el clítoris con las yemas de los dedos y deslizar los dedos longitudinalmente arriba y debajo de mi rajita. El olor a sexo que había en toda la estancia ayudaba a mi excitación. Me imaginé (o autoengañé) que Nacho no me había dejado a medias sino que seguía ahí, que se había puesto encima de mí y me taladraba con su pollón. No tardé ni dos minutos en correrme a lo bestia, solo con él en mi imaginación y con mis dedos. Me quedé así un rato mientras el placer se iba desvaneciendo y ya por fin me levanté no fuera que llegaran mis compañeras, abrí las ventanas para ventilar y me di una ducha.



Desde luego no podía esperar a volver a quedar con él. Y en esa nueva cita no se me iba a escapar, no se iba a ir de casa sin follarme como es debido. Lo contaré más adelante y también cómo acabamos viviendo juntos y todo lo que vino después.


Datos del Relato
  • Categoría: Hetero
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