UN PROFESOR ESPECIAL
Mi nombre es Robertino y lo que voy a contarles sucedió cuando viví unos años en el barrio Santa Lucia. Un barrio populoso de muchas casas de clase media a media baja, pero era un lugar tranquilo y acogedor, al menos yo lo recuerdo así.
En ese lugar habíamos conocido a la familia de Quique, en realidad era un matrimonio sin hijos, con los que mi madre congenio desde el primer momento.
Quique era un hombre de unos tal vez cincuenta años, bien formado, con una pancita algo robusta pero no obeso. La panza de los hombres maduros, cuando la cerveza comienza a hacer efecto en lo que alguna vez fue un vientre plano.
Muchas veces mi madre iba a la casa de Quique y yo iba con ella. Tenían una hermosa casa, con un gran patio y una pileta de natación. Allí las mujeres hablaban largo rato y yo me iba a un tallercito que Quique tenía casi en el fondo del terreno. Allí guardaba herramientas y de vez en cuando estaba soldando o arreglando alguna cosa. Además de eso Quique tocaba la guitarra y mi buena madre tuvo la idea de que me diera algunas clases.
Así fue que empecé a ir solo, una vez por semana a la casa de Quique a que me enseñara un poco a tocar la guitarra.
Poco a poco empezamos a tener un trato cada vez más cercano con aquella gente que era muy agradable y que siempre estaba de buen humor. Recuerdo que Quique tenía siempre una barba muy prolija y en aquellos días andaba siempre en pantalones cortos y sin nada encima, mostrando su pecho ancho y lleno de pelos, abundante diría yo.
Si bien no puedo acordarme como empezó todo, lo que sí recuerdo es que jugábamos a las peleas como si fuera un padre para mi, o un hermano mayor, ese era el trato. Más de una vez yo había observado su pijon cuando sin ningún problema lo sacaba y orinaba entre unos arbustos en vez de ir al baño de su propia casa, a mi me parecía divertido y comencé a hacer lo mismo. Nos hicimos muy compinches, a pesar de la diferencia de edad. A veces también jugábamos un poco con una pelota de futbol que tenía y nos matábamos a pelotazos para luego terminar dándonos unos buenos chapuzones en la pileta azul clara y transparente.
Una tarde de esas tantas llegue a la casa de Quique para tomar mi clase de guitarra. Su esposa me hizo pasar y mientras yo entraba ella me decía casi a los gritos
__Búscalo en la habitación, yo me marcho hasta tu casa para hablar con tu madre, ella me espera allí__ y cerrando la puerta tras de sí se marcho.
Me dirigí al cuarto y entre. Quique estaba dormitando casi sentado en la cama. Mostrando sus fuertes hombros y su hermosa barba, con los lentes casi cayéndole de los ojos cerrados. Un leve ronquido de sueño. En la tele un partido de futbol, creo que de la liga inglesa.
Me acerque sigilosamente, pues no quería despertarlo. Corrí las suaves sabanas y me metí a su lado, podía escucharlo respirar, y hasta creo haber oído el golpeteo de su corazón.
No sé si me moví demasiado, pero de repente el pego un saltito pequeño y abrió sus grandes ojos negros hermosos y brillantes.
__Robertino…que dices…
__Vine a la clase…pero te vi tan dormido, tu mujer me dijo que entrara…
__¿Y ella?
__Se fue a mi casa a estar con mi madre…
__Ahhh mujeres__ comento poniéndose un poco más derecho
__¿Quien está jugando?__ pregunté
__La verdad no tengo idea…estoy tan cómodo…__ dijo y movió un poco las sabanas, pude observar que tenía una erección de caballo. Nunca se lo había visto así. Algo en mi cerebro y en todo mi cuerpo se calentó a mil. Sentí un enorme deseo de ver esa cosa que tenía entre sus piernas. Apoye mi cabeza en su hombro como ya lo había hecho muchas veces.
Creo que mis mejillas se pusieron de color rojo furioso. Sentía que mi piel se quemaba y que mis genitales se incendiaban, a la vez que mi pija se ponía realmente muy dura. Todo un descontrol, que yo no sabía bien de donde venía todo aquello. Sentía el aliento caliente de la boca de Quique, muy cerca de mi cara.
Una mano sola se deslizo por su pecho hasta tocar la tetilla derecha, el pezón se irguió de inmediato y Quique se movió nervioso y gimió suavemente.
En eso paso como un pantallazo, por mi cabeza, que hacía dos meses tal vez, jugando a la lucha habíamos quedado, Quique casi sobre mí con sus labios pegados a los míos y yo instintivamente lo había besado. Eso quedó como sellado. Como que nunca ocurrió.
__Robertino…__ dijo casi en un susurro
__¿Qué?__ pregunté
__Te he dicho alguna vez…que eres un chico realmente hermoso…
__No__ balbucee cada vez más tenso y a la vez muy arrobado y descontrolado. Seguía acariciando aquel pecho y mi manito fue resbalando por su vientre agitado y erizado.
__Tienes…unos labios…muy sensuales…muy ricos…apetecibles…__ mientras él decía aquello yo acercaba mi rostro cada vez más a su boca, olfateaba su cuello y ya pellizcaba su pezón, todo de forma instintiva, nadie me había enseñado nada de aquello. Nadie me había dicho que hacer, ni cómo actuar.
__¿Qué quieres hacer?__ me suspiro muy cerca. Pose mis tímidos y ardientes labios en los suyos. No se resistió. Es más, paso su lengua gruesa y ancha por los míos, hasta hacerme abrir la boca y meterse dentro de ella. Comenzamos a comernos la boca sin igual. Suspiros, jadeos y la saliva brotando y chorreando.
__No, no esto está mal__ dijo de pronto separándome de sí y corriendo la sabana quedó a la vista su tremendo cipote duro como roca, al menos eso se notaba.
__Pero…tu cuerpo no dice lo mismo…mira como estas Quique…__ y acaricie su muslo, viendo sus pelotas gordas, hermosas, llenas de leche, seguramente a punto de explotar.
__Pero no debemos hacer esto…tu eres un chico increíble, hermoso, tienes una figurita, que bueno haces poner a mil a cualquier hombre…
__Entonces…déjalo ser…porque te reprimes, mira como estas, tu pijon a punto de reventar, déjame acariciarlo…__ dije acercando mis dedos. El movió su cabeza pero dejaba acercar mi mano endemoniada. Pase mis dedos por la cabeza de aquella hermosa poronga, que saltaba desquiciada y loca. Dura. Los suspiros de aquel hombre eran casi desesperados, seguí bajando mis dedos y toque las bolas vibrantes de Quique que se retorcía de placer. Yo seguía apoyando mi cabeza en su pecho. Sus suspiros eran cada vez más fuertes, casi como ronquidos.
__¿Porque me haces esto Robertino?__ dijo con voz angustiada.
__Me gustas, ¿Y yo no te gusto?
__Tu me vuelves loco Robertino…__ dijo y su boca volvió a comer la mía con una pasión exquisita. Su lengua traspaso mi boca abierta y entregada. Mi pija también estaba a punto de reventar. El solo tocaba mis hombros y mi mejilla. Yo abría mi boca y refregaba su lengua con la mía, totalmente desbordada de calentura.
Nuestros gemidos se alzaban en la habitación. El partido continuaba su juego. Mis dedos y ahora mi mano atrapaba el garrote firme. Acariciaba sus pelotas, jugando con ellas, sintiéndolas tan duras y potentes. Hermosas. Llenas de miel para mí, pensaba yo.
De vez en cuando llevaba mis dedos hasta sus pezones duros y excitados. No podía reprimir ese sentimiento aquel macho confundido.
Su boca parecía que iba a tragarme de un momento a otro. Yo tenía poca experiencia, todavía hasta ese momento, no sabía si me gustaban los hombres o las mujeres. Ese encuentro fue definitivo en mi orientación.
__Esta mal Robertino…pero no puedo evitar calentarme contigo…ahhhh…eres tan sabroso…__ hundía nuevamente su lengua en mi boca y yo apretaba su mástil duro, tenso, rocoso. Un mármol de duro. Empezó a buscar mis nalgas y las encontró, acariciándolas y pellizcándolas, con deseo, con ansias.
Sus dedos, sus manos, quitaron mi pantaloncito, salvajemente, encontró mis carnes volcánicas. Sobaba mi piel. Sin dejar de comer mi boca, mi saliva, mis jugos.
Finalmente me deslice otra vez a su pecho y me adueñé de sus pezones para chuparlos y morderlos con lujuria. Enloquecido de deseos, fue cuando él empezó a acariciar mi anillo y casi me desmayo del placer.
__Ahhh Quique…me gusta…ay, ay, que delicia…__ gruñía yo sacado de calentura. Me dio el dedo para que lo llenara de saliva y así lo hice, luego Quique procedió a hundirlo en mi ojete. Mientras tanto, yo chupaba sus recios y largos pezones erectos, y con mi mano masajeaba el enorme garrote que miraba al techo. Una baba salía del ojal de aquella lanza enrojecida. Era pegajosa, la comía, la llevaba de mi mano a mi boca, mojando a su vez con saliva aquel hermoso miembro.
__Ohhhh así, cariño, ohhh que placer me das Robertino…ohhh__ y hundía y sacaba su dedo de mi culito, que se agrandaba cada vez más.
Empecé a observar su rostro. Los mohines. Los gestos. Como hacía con su boca, como se endurecía su cara y empezaba entre gruñidos, grititos ahogados a largar una abundante cantidad de semen que regaba por todas partes, incluida mi mano que se aferraba poderosamente a su barra de carne que escupía sin cesar, yo mismo atravesado por una gran oleada de placer y ardor dejaba ir mis fluidos sobre su vientre y sus bolas, sin dejar de amarrarme a su pijon y el sin dejar de entrar y hundirse en mi ojete con su dedo. Acerqué mis dedos a la boca y lamí y lamí quitando todo rastro de su leche en mi mano, luego fui con mi boca a pegarme en la suya, mientras el gemía, y suspiraba, en tanto su pedazo febril no se rendía en su dureza y cabeceaba para un lado y para otro.
__Ahhh Robertino me vas a matar de placer…me tienes muy loquito…
__Y tu a mí, eres un pedazo de macho tremendo…mira lo caliente que estas que no se te baja…esta tan dura como hoy__ le dije y me abalance con mi boca a besar y chupar y comer todo lo que había en ese pedazo de carne, recorría sus bolas, sus muslos y su vientre, en tanto su pijota se movía dura para aquí y para allá, hasta que finalmente la metí dentro de mi boca por completo, tragando el viboron, degustando.
__Ahhh Robertino…eres divino…ahhh…como la mamas…criatura hermosa…esa boquita hace maravillas…__ yo lamía, chupaba, mordisqueaba, esa tremenda vergota. Quique levantaba los brazos por sobre su cabeza y yo con los dedos pellizcaba sus pezones gordos como arvejas, muy excitados y parados.
__Quiero que me la metas… ¿tú no quieres cogerme? ¿no quieres hacerme tu perra?__ le dije sacando de mi boca aquella herramienta dura y feroz.
__Ohhh cariño, claro que quiero cogerte…__dijo mientras yo volvía a comer el pedazo, ansioso, caliente, desaforado, apretaba sus huevos, los lamia y volvía a atacar el mástil.
De pronto deje la manguera bamboleando y abriendo mis piernas me senté sobre su cara, dejando mi ojete a la altura de su boca. Su lengua no tuvo más que salir de su boca para empezar a salivar y mojar mi anillo, que se abría fácilmente ante las caricias de aquel machote.
Yo gemía alterado, y él iba mojando y abriendo cada vez más mi necesitado agujero. Su lengua escarbaba, raspaba y llenaba de saliva aquel deseoso arito. Dilatado, beso una y otra vez mi agujero ardiente, luego me fui corriendo restregando mi verga a mil por todo su pecho y su vientre, hasta que llegué a su mástil y lo guié a mi abertura.
Su carne fue entrando y haciéndome ver las estrellas. El dolor no nublaba el placer que sentía de comer aquella semejante poronga. De a poco empecé a cabalgar, como un potrillo desbocado, y el mirar el rostro de aquel macho, que se embargaba de placer y lujuria, mientras su palpitante chorizo entraba en mi abertura deseosa, feliz y abierta plenamente para él, me hacía volar hasta una especie de paraíso.
Locamente gemí, y vibraba de calentura, me acercaba a su boca y lo besaba, el gruñía y mordía mi boca, mi lengua, la chupaba, la restregaba muy dentro, diente por diente.
Salían chispas de aquel encuentro feroz. Era todo una locura, sentir su vergota dentro mío por primera vez era apasionante, sacado de una historia irreal. Me estiraba hacia atrás y jugaba con sus pelotas tan gordas y llenas como al principio de todo aquello. El suspiraba de tanta calentura. Mi verga estaba tensa como cuerda y su fierro enterrado hasta el fondo hacían que la cogida fuera plena.
Pellizcaba sus pezones, los retorcía y su cara se trastornaba bellamente. El me taladraba el ojete espumoso y abierto, chorreando jugos de forma incesante. Mis gemidos lo llenaban de pasión y mis lloriqueos hacían que aquel machote me poseyera de manera salvaje.
__Ohh Robertino eres un ángel…ahhhh…si tu culito es tan apretadito…me volves loco
__Tu también papi…me tienes ensartado y me encanta…me encanta ser tu hembra…ahhh…quiero que me des verga todo el tiempo…ohhh me enloqueces…__ entonces me tomo del cuello y me atrajo hacia él y se hundió sin más en mi boca y buceo y paseo su lengua maravillosa por toda la cavidad. Gemíamos de manera brutal y caliente. Nos deseábamos mutuamente. Enloquecidos.
Su serpiente se metía adentro mío. Yo saltaba sobre ella. El aguantaba su eyaculación pero yo no. Así es que empecé a regar su vientre de mi leche joven, blanca y pegajosa, abundante. Sus ojos eran una llamarada de calentura y vivacidad.
__Ohhh Robertino…estas gozando cariño…
___Siii papi….siii…dame mas verga…quiero toda tu verga…ahhhh__ decía yo y Quique en ese momento me sacaba su garrote grueso y poderoso. Giraba mi cuerpo, aplastándolo con el suyo y me enterraba su poronga sin más, sin dejar que me moviera, solo moviéndose el sobre mí, rítmicamente, acompasadamente. Yo lloriqueaba de placer como la putita que era, saboreando con mi cola aquel machete sabroso.
Quique me lo enterraba hasta el fondo y luego lo sacaba unos momentos restregándolo por mis nalgas encendidas, para luego volver a meterlo, gruñendo, y sudando como cerdo.
Mordía mi nuca, mi cuello, lo chupaba salivándolo, y seguramente llenándome de marcas, yo gozaba, nada me importaba. En un instante me tomo por los hombros y deliciosamente me hizo poner en cuatro patas para seguir taladrando con su mecha a fondo. Metía y sacaba, metía y sacaba, delirando de placer.
___Ahhh Robertino me vas a hacer acabar otra vez…me vas sacar toda la leche…Uhhhh…ohhhh cariño…ya viene…ya viene…ahhhh__ sentí los tremendos chorrazos que fueron llenando mi agujero abierto, me relleno totalmente hasta desbordar mi culo rozagante y feliz.
Quedó moviéndose unos momentos, hasta que finalmente luego de que largó todos sus líquidos dentro de mí, saco su pedazo boqueando como pez fuera del agua. Cayo al costado de mi cuerpo casi desmayado por tanto gusto y de tanto placer, suspirando hondamente, buscando oxigeno.
__Ahhh cariño…lo que me has hecho gozar…eres una hembra tremenda…
__Te ha gustado tanto como a mí….
__Claro cariño…__ busco mi boca y se hundió en ella. Yo la abrí despreocupado y satisfecho.
Fueron pasando los días y nuestras clases eran cada vez mas continúas. En realidad no aprendí a tocar la guitarra. Lo que si aprendí día a día era a satisfacer a un macho como Quique.
Bastaba que su esposa cerrara la puerta de calle. Y yo estaba buscando su machete semi dormido, ya a punto de levantarse, acariciaba sus huevos gordos, y lentamente el sable comenzaba a cobrar vida.
Besaba y chupaba sus bolas, las metía de a una en mi boca, las mojaba, arrancando gemidos de placer de Quique que bufaba como caballo.
Mis dedos sensibles acariciaban la cabeza de aquella poronga y se levantaba duramente, a la vez que el gemía sacado y con un desquicio de lujuria.
Luego siempre acariciando y haciendo mi juego, que el por supuesto consentía, llevaba un dedo hasta su agujero, entraba allí y la vara potente se tensaba mucho más.
__Pasa tu lengua, ahhh, pásala por allí, dame tu lengua Robertino….ahhhh__ clamaba y gemía aquel macho. Yo posaba mi lengua allí, la pasaba y la repasaba, hundiéndola en el orificio, que cada vez se abría un poco más, a la vez que su garrote se ponía tan duro como piedra.
Mientras esto hacía me iba quitando la ropa, entre caricia y lengua, entre lengua y caricia. Cuando al fin no aguante más. Me fui sentando en la barra de carne que me esperaba, la hundí, y en tanto la cara de Quique se transfiguraba de manera especial y rara.
La serpiente entró al fondo. Me senté tomando los hombros del macho que acariciaba mis nalgas. Que las abría y las masajeaba, las pellizcaba, las masajeaba, yo metía mi lengua en su boca abierta, la saliva se confundía, gemíamos y temblábamos los dos, yo su puta, el mi macho, yo el jinete, el mi potro desbocado.
Mi verga dura, el la masajeaba de tanto en tanto, yo casi saltaba sobre su pedazo, clavando más hondo y más hondo, aullando de placer.
Hasta que me llenaba de leche. Yo me quedaba quieto un rato mas, sentado sobre la víbora que poco a poco se va durmiendo, flácidamente. Sale chorreando de mi cola emputecida y caliente.
Nos besamos de manera interminable. Deseando cada pedazo de piel. Me mordisqueaba los pezones, haciéndome acabar dulcemente, lloriqueando, su boca mordiendo mis pezones erectos y su mano sacando mi leche a borbotones, luego compartíamos el sabor, yo chupando mi propio liquido para luego pasárselo a él.
Al rato volvía la esposa de Quique que era como una segunda madre para mi, una tía, que se yo.
Una vez en un cumpleaños con la casa llena de gente, recuerdo, que Quique, me tomo de la mano y casi arrastrándome me metió dentro del baño, me desnudo entre caricias y besos ardientes, palpando mis nalgas, metiendo los dedos en mi hoyito, siempre preparado para cualquier eventualidad.
Cerro la tapa del inodoro y se sentó en el. Luego saco su fierro ya parado y duro. Giro mi cuerpo y me fue guiando para que me sentara sobre su serpiente. Me clavó de inmediato. Con una de sus manos agarraba mi verga y casi a los cinco minutos acabamos los dos entre susurros, grititos ahogados y mordeduras de hombros y cuello, totalmente calientes.
Esa y muchos encuentros más tuvimos mientras vivimos en aquel barrio.
Luego nos tuvimos que marchar de allí, ya que mi madre había conseguido un mejor trabajo en otra provincia, y bueno entre llantos y abrazos y besos, nos despedimos para siempre ya que nunca más volvimos a vernos, porque él tuvo que marcharse del país, nunca supe porque.
No aprendí nada de música, pero si aprendí mucho sobre el placer, la lujuria y como ser una hembrita hecha y derecha.-