Quise sacarme la duda, de la famosa leyenda del polvo paraguayo, por lo cual le pregunte a la almacenera si podía echarle un buen polvo, quería comprobar personalmente si lo que se decía era verdad, la zorra accedió como lo puta que es, y en un colchón usado al fondo del local, me dio ese culazo enorme que calzaba.
Chupo mi verga con ganas y con clase, ya comenzó a demostrar que los mitos eran ciertos, para luego comerme las bolas y el culo, yo acostado me resigne a disfrutar semejante lengua, volvió hacia mi cara y me lamio la frente, luego puso su culazo en todo mis rostro y me lo movía sin parar para que se lo moje con mi saliva, una verdadera puta calentona.
Ya estaba dura, bien parada y con los huevos llenos de leche, la tome de los pelos y la clave sin contemplación, una y otra vez bombeaba ese culo enorme, la paraguaya gritaba, miraba hacia atrás y me escupía, yo le golpeaba esas nalgas y le comía la espalda. Papi que verga tan gorda, hoy tu verga enorme va a comprobar como una puta paraguaya se come un macho de verdad.
Me cabalgo como una yegua, movía el culo sin parar, me comía entera la verga, ese agujero sí que era asesino, no paraba, esa hembra tenía una resistencia muy pocas veces vista, no paro un segundo mientras se frotaba las tetas, todas sudadas, yo me agarraba de sus pies y resistía para no acabar, una diosa de la cabalgata, se acercó me comió la boca con un beso de puta.
La zorra se tiro boca abajo y me pidió que le siga haciendo el culo con mi verga ya casi por explotar, clave el palo duro mientras ella me tocaba con sus manos hacia atrás las bolas, una y otra vez el ritmo se incrementaba, la zorra gritaba y gozaba mi palo, la espalda de la puta era agua, me calentaba tanto que no podía parar de comérsela, lamérsela, ya al no poder aguantar la llene, pegue un enorme grito de placer junto con ella, y la rebalse de leche semental a la puta paraguaya, su cara de felicidad lo decía todo.
La leyenda era cierta, la paraguaya era una experta cogedora.