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¡¡Uy, que solita estoy!!

¡¡Uyyy, qué solita estoy!! Imágenes que circulan con la misma clandestinidad que la pornografía humana, muestran a vacas restregando su vulva contra un suelo pedregoso, a chimpancés hembra introduciéndose en la vagina ramitas con hojas que hacen frotar contra objetos verticales, y a hembras de puercoespín sentarse a horcajadas sobre un palo y luego correr, provocándose estimulación en el clítoris. Podría parecer que la conducta “animal” de obtener placer solitario es el resultado de una espontánea y egoísta excitación sexual. Pero cualquier conducta que haya evolucionado como sexualmente excitante suele estar vinculada a la búsqueda del éxito en la reproducción y, por tanto, a los mandamientos de la santa madre Vida. En alguna etapa de su trayectoria sexual, casi todas las mujeres se masturban hasta alcanzar el orgasmo. Se ha dicho que frecuencia y modalidad dependen de factores culturales, ambientales, morales o psicológicos, de ahí que popularmente se haya denominado “vicio” a tal práctica y “falta de macho” a la mujer que la practica. Pero ejemplos y experiencia demuestran que “macho” y “placer sexual femenino” están ancestralmente disociados, así que debe de haber razones de otra índole que inducen la búsqueda del orgasmo a través de la masturbación. Hasta hace nada se creía que el orgasmo no tenía más función que la de dar placer. Pero el placer no es una función, sino una recompensa: cuando el cuerpo quiere realizar una determinada acción, consciente o inconsciente, genera un impulso de llevarla a cabo; si ese impulso se satisface, se siente placer. El orgasmo femenino es placentero porque tiene una función. Y ésta es la reproducción. Una mujer, por tanto, buscará un orgasmo cuando su cuerpo sepa que éste puede aumentar el éxito en la reproducción. Y a la inversa: no sentirá el impulso cuando el orgasmo pueda reducir el éxito. Durante el clímax femenino, el útero se abre y se “sumerge” en la vagina varias veces. Este acontecimiento, en combinación con otros, proporciona la clave de las principales consecuencias de la masturbación: 1) La fase de excitación incrementa temporalmente el flujo de mucosidad producida por las glándulas uterinas. Siempre hay flujo, pero la estimulación acelera el goteo y el orgasmo produce el efecto de un estornudo: ¡¡aaaa...fuera, leñe!!, dejando las paredes vaginales lubricadas para un próximo acto sexual pero, sobre todo, llevándose consigo desechos como células muertas, espermatozoides viejos y organismos portadores de enfermedades. 2) La masturbación aumenta la acidez de la mucosa debido a los movimientos uterinos de succión. Cuando los espasmos orgásmicos concluyen, una parte de esa mucosidad es expulsada junto a otro puñado de organismos infecciosos, pero otra parte se quedará en el cuello del útero. ¿Parece repetido? Parece, pero toda estrategia es poca para deshacerse de inquilinos indeseables: ni espermatozoides ni bacterias gustan de sobrevivir en un medio ácido. ¿Y qué momentos son los “preferidos” por las mujeres para masturbarse? A la sombra de la cultura, cuando el diablo nos tienta. A la luz de la biología, cuando quieren las hormonas: el impulso de masturbarse es mayor durante la fase fértil del ciclo menstrual, más o menos una semana antes de la ovulación, pues es cuando más ganancias pueden obtenerse de estar lubricada para el sexo y limpita para la fecundación. ¿Y qué tienen que ver las hormonas? Las mujeres que toman la píldora anticonceptiva no presentan “picos” durante esa fase ni tienen sueños nocturnos húmedos, lo que lleva a pensar que el impulso masturbatorio está gobernado por las hormonas más que por el cerebro. ¡Qué alivio, ¿no?! ¡Ya no debemos culpa cultural de nuestras “guarradas” biológicas! ¡Y encima es católicamente correcto!: la masturbación es una práctica que mejora las condiciones reproductivas iniciales. ¿Qué más se puede pedir? Naturalmente también se sienten luciferinas ganas de masturbarse en los periodos infértiles, pero siempre queda el recurso, si nos descubren con las manos en la flor, de decir que no confiamos en la medicina alopática y que estábamos combatiendo una cistitis con métodos naturales. ¡Hala!, según criterio de mi amiga la sexóloga las féminas deberían masturbase dos veces por hora durante una semana. Esto representaría una cifra semanal de orgasmos no superior a los 336. Tampoco es nada del otro mundo 48 orgasmos diarios. Como no soy mujer, no sé si las cifras entran dentro de las posibilidades de los ejercicios digitales femeninos.

Datos del Relato
  • Autor: Aretino
  • Código: 16121
  • Fecha: 06-03-2006
  • Categoría: Varios
  • Media: 5.36
  • Votos: 84
  • Envios: 1
  • Lecturas: 1103
  • Valoración:
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