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Buenos Vecinos
a verdad es que a mis cincuenta y un años aun estoy de buen ver, soy alta, casi no tengo arrugas (unas poquitas en el cuello y alrededor de los ojos y nada mas) tengo buenos pechos, grandes y todavía duros, no he tenido hijos y hago gimnasia todos los días así que aun tengo una cintura estrecha, el vientre plano y aunque el trasero se ha puesto un poquito más llamativo con los años, aun lo mantengo firme y duro. Las piernas largas, quizás los muslos un poquito más jamones de lo que eran hace veinte años; en conjunto hay mas carnes de las que había, pero todavía duras, en los sitios clave y de muy buen ver. En verano, cuando voy a la playa en traje de baño aun recibo un buen numero de miradas codiciosas y poca gente me calcula mas de los cuarenta y pocos. La razón por la que explico todo esto no es porque sea vanidosa, si no para que puedan entender my situación y mi solución.
Yo siempre he sido bastante fogosa en materias sexuales y mientras vivía my pobre Joaquín no había ningún problema porque él, aunque de aspecto muy respetable, y pareciendo muy poquita cosa, con barriguita, medio calvo y con gafas, en realidad era calentón y muy vicioso y me hacia de todo con mucha frecuencia. Él me tenia bien satisfecha, tanto que yo le engañe muy pocas veces, no más de tres o cuatro veces por año. Como no quería líos siempre lo hacia con desconocidos y no volvía a repetir, porque yo bien sabia de mis amigas que tener un amante fijo no daba mas que líos y quebraderos de cabeza.
De joven yo estaba aun de mejor ver y nunca me faltaron voluntarios, desde taxistas hasta abogados y médicos, todos lo pedían y yo de vez en cuando les complacía en el taxi, en el despacho, en la consulta y si hacia falta, en un portal oscuro. Ya he dicho que soy mas bien fogosa para cosas del sexo (supongo que algunas beatas hasta me llamarían viciosa) Pero yo tenia mucho cuidado de que mi Joaquín no se enterara de nada, porque, aunque él era bueno, era un poco moro con eso de los celos y si se hubiera enterado de mis trapicheos me hubiera matado.
Además cuando Joaquín se me trajinaba, me daba bien dado, por todos los lados hasta que me dejaba satisfecha, el pobre tenia un aguante y un vigor... ¡Qué pena! Así fue como se me murió. Él tenia ocho años mas que yo, era funcionario de un ministerio, siempre detrás de una mesa, no hacia ni gimnasia ni ejercicio, como yo y además fumaba. Quizás por eso no estaba en tan buena forma y una noche cuando se me estaba trajinando mientras él llevaba un vibrador puesto en su trasero (ya he dicho que el pobre Joaquín era calentón y viciosillo) se excito tanto que se me murió como un pajarito. La verdad es que yo ni me di cuenta, me tenia a cuatro patas en el suelo mientras él me daba por detrás (le gustaba mucho sodomizarme al pobre, tanto que yo ya me había acostumbrado y también me gustaba mucho que me dieran por ahí) yo note que dejaba de moverse y se apoyaba sobre mi espalda. Cuando note que el aparato se le encogía, dije:
Anda Joaquín no seas soso y muévete un poco que se te esta poniendo pequeña y no noto nada.
Cuando noté que él no se movía me di la vuelta y,el pobrecito, se me cayó al suelo como un saco de patatas. Yo me di cuenta de que se había muerto, pero de todas formas llame a los de la ambulancia. Llegaron enseguida pero me dijeron que no había nada que hacer que ya llevaba muerto un rato. Me preguntaron que como había pasado (el pobre Joaquín estaba desnudo, pero, al menos, le había quitado el consolador del trasero) y yo les dije que se murió mientras hacíamos el amor. Ellos me explicaron que a los hombres mayores (Joaquín tenia 58 cuando murió) les pasa esto a menudo. Parece ser que tienen las arterias del corazón un poco atascadas y con el esfuerzo de hacer el amor y la excitación del momento les da un ataque de corazón y se mueren de forma instantánea; Pero como decía uno de los de la ambulancia:
Mire usted señora, morir lo que se dice morir, nos vamos a morir todos. Muchos mueren de un cáncer o de una enfermedad que les mata después de sufrir durante muchos meses. Su marido se fue sin sufrir nada, al contrario bien contento que se fue (al decir esto me pareció que ponía cara de pícaro y miraba mis pechos y caderas un poco mas de lo debido, no es que yo sea una beata, pero ¡Joder! También podía haber guardado las formas con una viuda tan reciente. Si me dieran a elegir, continuó el enfermero, a mí me gustaría irme así como se ha ido su marido (no sé sí el muy cerdo esperaba una invitación, pero si la esperaba se quedo con las ganas ¡Vacilar con una viuda con el muerto delante!).
Parecerá una tontería, pero a mí ese pensamiento me consoló mucho, yo pensaba: es verdad que le he puesto los cuernos de vez en cuando pero él nunca lo supo y Joaquín conmigo se lo ha pasado de maravilla, nunca le negué nada, me ha hecho de todo, cuanto ha querido, cuando ha querido y por donde ha querido y gracias a mí se murió en plena felicidad.
Vendí el piso que teníamos, que era grande y lujosillo, en buena zona, porque Joaquín pensaba que tenia que mantener la apariencia de su importante puesto en el ministerio, pero la pensión que me quedo no me iba a dar para mantenerlo. Me mudé a una casa de pisos más modestos en las afueras y empecé una nueva vida. El pensamiento de que Joaquín había muerto feliz fornicando mi trasero me consolaba, pero al cabo de unas semanas yo tenia necesidades y no tenia a nadie que me suministrara. Y aunque a mis cincuenta y un años estoy muy bien... no estoy tan bien como a los treinta y ni los voluntarios me salen cada día, ni estoy yo para hacer contorsiones de circo en un coche pequeñajo o meterme en un portal con el primero que venga. Tanto Joaquín como yo éramos viciosillos, así que teníamos bastantes "juguetes" en casa. Consoladores los había de todos los tipos, blancos, negros, con pilas y sin pilas, de goma, de plástico, de metal... Así que yo los usaba y me consolaban algo. Al cabo de un par de meses, yo sabia que los consoladores no me bastaban, que necesitaba alguien de carne y hueso. Como no sabia que hacer, entonces fue cuando hice unas tonterías que traerían serias consecuencias.
Un día volviendo de la compra vi a un chaval de unos quince años, que vivía dos pisos debajo del mío, le pedí que me ayudara a subir las bolsas. Cuando entramos en mi piso sin ninguna perdida de tiempo, le abrí la bragueta, le saque el instrumento y como una loca empece a chupar. El chaval claramente no tenia mucha experiencia porque nada mas se le puso medio dura y en seguida llego en mi boca. El chico se quedó un poco asustado pero yo le pregunte si le había gustado y me dijo que sí. Yo le hice prometer que no se lo diría a nadie y si se portaba bien se lo haría otra vez. El chico se fue, yo use los consoladores y aunque no satisfecha, por lo menos había tocado algo de carne y pude recordar el gustirrin de tener una picha en la boca. Al día siguiente me arrepentí de lo que había hecho y me daba mucho miedo que el chaval le pudiera contar a alguien lo que había pasado. Pero no paso nada y a los diez días yo... necesitaba carne en barras otra vez.
Otra vez el mismo truco, volviendo de la compra vi a otro chaval que vivía un piso por encima del mío. Debía tener dieciséis años, le pedí que me ayudara a subir las bolsas y una vez dentro hice la misma maniobra. Se notaba que era un poquito mayor, porque se le puso bien dura enseguida, así que lo tumbe en suelo y yo, en cuclillas, me ensarte en su herramienta. ¡Que gusto tener una picha dura en el coño¡ Se conoce que excite demasiado y me moví como una loca. Claro, el chaval se corrió enseguida. Yo le dije la misma historia, que no se lo dijera a nadie y que si se quedaba calladito lo haríamos otra vez. La verdad es que no me quede satisfecha, tuve que usar los consoladores otra vez, pero al menos había tenido una verga dura dentro de mí, recordé el palo que me echo una vez un medico. Jovencito él e inexperto, pero tenia buen trancon y me dejo que lo montara. ¡Hasta la boca me la metió! Otra vez me vino un complejo de culpabilidad y tenia miedo de que alguno de los chavales hablara con alguien. Pero afortunadamente, pasaron tres días y nadie dijo nada.
Así estaban las cosas cuando una mañana me despertó el timbre de la puerta. Soy viuda, vivo de una pensión, no trabajo, así que no tengo porque levantarme pronto y no lo hago. Mire el reloj, eran las nueve de la mañana. El timbre seguía sonando de forma insistente. Me levante, me puse una bata (siempre duermo desnuda) y me pregunte quien podría ser a esas horas. Mire por la mirilla y vi un señor de unos cuarenta años con traje y corbata, de aspecto muy digno y respetable, así que empece a abrir la puerta. Cuando me disponía a decir buenos días, la puerta se abrió de tal empujón que a mí me tiro al suelo. Entraron dos señores y yo inmediatamente me di cuenta que uno de ellos era el vecino de dos pisos mas abajo, el padre del primer chavalín que me había picado. Rápidamente cerraron la puerta, me cogieron por los brazos y me sentaron en el sillón de la entrada.
So furcia, estas pervirtiendo a nuestros hijos, te vamos a llevar a la comisaria pero antes te vamos a dar una paliza para que aprendas lo que cuesta ser una guarra.
Si darme tiempo a decir nada uno de ellos me dio dos bofetadas que me dejaron los oídos zumbando. Sin ninguna ceremonia me levantaron del sillón, uno de ellos se sentó en él y el otro me puso de través sobre sus rodillas. Sin decir nada empezó a pegarme azotes bien fuertes. Entre el dolor y el miedo que tenia me puse a llorar y patalear como una desconsolada. Se conoce que al patalear debí levantar la bata y el tío chilló.
Anda la puta esta no lleva nada debajo, esta en pelota picada.
Sin decir nada mas me levanto la bata hasta la cintura y siguió azotándome sobre el culo desnudo. Yo seguía gimoteando, el desalmado aquel me estaba dejando el culo en carne viva pero el tío seguía pegando y pegando con saña. De pronto dejo de pegar y dijo.
Oye Paco, esta vieja zorra tiene un culo buenisimo, con carnes bien duras.
Yo pense que se me abría el cielo.
Podéis hacer conmigo lo que queráis pero, por favor, no me llevéis a la comisaria.
El que se llamaba Paco agarrándome de los pelos me puso de pie.
¿Lo que queramos?
Lo que queráis pero no me llevéis a la policía.
Sin intervalo me pego dos bofetadas y dijo:
Chúpamela bien chupada so guarra y si no nos gusta como lo haces te llevamos a la comisaria.
Yo pense que quizás había un rayo de esperanza. Claro esta que yo no quería ir a la comisaria y que me hicieran una ficha por perversión de menores. ¡Virgen santa que vergüenza! Aunque me habían molido a palos, yo tenia la suficiente experiencia y era lo suficientemente viciosa para estar segura de que se irían satisfechos con mis servicios. Sin decir ni palabra, me arrodille delante de Paco, le solté el cinturón, le baje los pantalones y los calzoncillos, cogí su flácida verga, la metí en mi boca y chupe como nunca había chupado. La verga era agradecida, pues enseguida se puso dura. Paco me cogió de los pelos y me metía su verga hasta la garganta, yo tenia que hacer esfuerzos para no vomitar pero yo seguía chupando y con mis manos le acariciaba los huevos y el culo.
Jodia, que viciosa eres, que bien lo haces ¡Chúpame los huevos!
Yo sin decir palabra empecé a chuparle los huevos, alternaba un huevo con lengüetazos en su polla, chupadas mas sostenidas, otro huevo. Mientras tanto con mis manos seguía acariciando su culo y hasta le ponía un dedo en ojete y hacia un poco de presión.
Luis esta tía es una marrana de verdad, no solo me chupa la polla y los huevos como nadie me los ha chupado, encima me esta metiendo un dedo en el culo sin que se lo haya pedido.
No era verdad, aun no le había metido ningún dedo en el culo pero tome aquello como una invitación, me chupe un dedo dejándolo bien húmedo y poco a poco se lo metí, mientras seguía chupando. Tuve cuidado de meter el dedo hacia delante y abajo, como me había enseñado Joaquín. Él me había dicho que así le daba un masaje en la próstata que le daba gustirrin y después eyaculaba y orinaba mejor. Tan pronto como hice presión en la próstata Paco chillo como un gorrino.
So zorra que buena eres, que bien lo haces, si, si chupa, chupa, aprieta, aprieta. Me voy a correr trágatelo todo jodia, trágatelo todo o te doy de hostias.
No hacia falta que me animara, yo con mi Joaquín me había acostumbrado a beberme su leche y hasta me gustaba el sabor medio agridulce, medio salado. El cabrón de Paco tiró toda su leche dentro de mi boca pero yo seguía chupando y dándole masaje en el culo. Por fin el capullo no pudo mas:
Ya vale so puta, ya vale que me vas a sacar hasta el tuétano.
Deje de chupársela y Luis no perdió el tiempo. Mientras yo se la chupaba a su amigo, el se había desnudado, habia metido sus manos por debajo de la bata y me había estado sobando el trasero. Pero en cuanto vio que Paco se retiraba el se puso delante de mí y de un tirón me quito la bata dejándome tan desnuda como el día que me parió mi madre. Como un loco cogió mis pechos y gritaba:
Paco que tiarrona, tiene unas tetas buenisimas.
Yo pense para mis adentros que qué pena que no me hubiese visto hace diez años, porque aunque todavía estaban bien ya no tenían la firmeza de antes ni eran tan respingonas y estaban empezando a caerse un poco. Pero él parecía estar de lo más feliz con ellas. Las sobaba, estrujaba y retorcía mis pezones y reía, mas feliz que un tonto con un lápiz de colores. Pero cuando mire para abajo, de tonto nada. Madre mía ¡qué tranca tenia el gachó! No era particularmente larga, pero gorda ¡gorda como mi muñeca! El tío puso aquel monstruo entre las tetas y dijo:
Hazme un cubano so puta.
Bueno, los cubanos han sido siempre una de mis especialidades así que agarre mis pechos con sendas manos y estrujaba aquel monstruo de un solo ojo. Cuando el monstruo asomaba la cabeza por entre mis pechos yo le daba una chupada. También dejaba que cayera un poco de saliva para lubricar. El Luis ponía una cara de gusto, que era un poema.
Paco, tenias razón esta fulana es buenisima. A mi nadie me ha hecho un cubano como este. Deja, cabrona deja, que no me quiero correr todavía, te quiero joder como Dios manda.
Me cogió de los pelos y me hizo ponerme de pie. Se abrazaba a mí como un loco, me chupaba los pechos, me estrujaba los cachetes del culo, restregaba su amenazadora tranca contra mi ingle y se veía que se lo estaba pasando mejor que un cerdo en una charca. De repente sin venir a cuento me dio dos azotes bien fuertes, que como ya tenia el culo dolorido no me sentaron muy bien, y dijo:
Zorrona, ponte ahí, pon las manos contra el respaldo del sillón, dóblate un poco, eso, eso. Ahora ábrete de piernas cachonda
Yo note como ponía aquel trancón contra mi pobre chumino y aunque no me faltaba experiencia, nunca me habitan metido una tranca así. Me daba miedo que me metiera una cosa así.
¿Me dejas que coja un poco de vaselina? Porque si no creo que me va a hacer daño.
Pues si hace daño te jodes so marrana.
Así diciendo me volvió a pegar una tanda de azotes (se conoce que al cabrón aquel le encantaba mi culo y le gustaba pegar) puso el vergón contra mi chumino y me lo metió de un solo golpe. ¡Que bestia! Casi me levantó los pies del suelo del empellón que pegó. Yo solté un grito de dolor, no es que yo fuera virgen, pero joder, entre el tamaño del trancazo aquel, el golpe que pegó y que estaba seco, la verdad es que me hizo daño. El hijo de puta volvió a pegarme una sarta de azotes y dijo:
Calla so zorra, calla o te mato a hostias.
Diciendo esto, se inclino hacia delante me agarro las tetas y mientras las estrujaba empezó el mete y saca del cipotazo aquel. ¡Madre del amor hermoso! ¡Que instrumento! Yo notaba como el enorme aparato estiraba las paredes de mi coño ¡Qué fricción! ¡Me iba a despellejar la vagina! ¡Madre de mi alma! Que bestia el tío, como metía y sacaba a toda leche ¡que gusto madre mía, que gusto! No me pude contener, entre el tamaño de la tranca, lo bien que la meneaba el tío y el involuntario tiempo de abstinencia que había padecido me empezaron a entrar orgasmos que recorrían todo mi cuerpo y me volvían loca.
Si cabrón si, dame tu trancón, métemelo hasta dentro. Me matas hijo puta, me estas matando, pero no pares, ¡por tus muertos no pares ahora! Si, si dame, dame hasta que se me rompa el coño ¡Dame cabrón! ¡Que instrumento tienes! ¡Por lo que más quieras, sigue, sigue! ¡Que tranca, Dios mío que tranca! Dale, dale mamón, mete bien esa tranca de burro que tienes, que me estas volviendo loca.
Paco, mira la puta esta, esta gozando como una cerda, mira como toma polla, mira como culea y se la mete ella sola. ¡Que salvaje la tía! ¡Ahh so puta! me corro, me corro.
Mientras chillaba como un gorrino me agarro los pechos y tiraba de ellos como si fueran asas. Yo note los espasmos de aquel magnifico órgano maravilloso desgarrándome el coño y hasta pensé que pude notar su leche caliente derramándose dentro de mí.
So zorra, entre el cuerpazo que tienes, lo bien que te mueves y lo guarra que eres me has dado mas gustazo que nadie. Sobre todo me ha encantado joderte viendo el culazo maravilloso que tienes.
Paco se acercó a mí, me cogió de los pelos ¡jodia manía tenia el tío con mi pelo! Y dijo:
Chúpamela y pónmela bien dura que vamos a ver como de maravilloso es tu culazo.
La verdad es que el tío respondía fácil, me la metí en la boca di dos chupadas y ya estaba empalmado.
Anda marrana, ponte a cuatro patas como la cerda que eres y levanta bien el culo.
Yo decidí jugar un poco y me hice la estrecha.
Uy no, por el culo no, que por ahí no me dado nadie.
El grandísimo hijo de puta sin avisar me pegó cuatro hostias que me hicieron ver las estrellas.
Pues si hasta hoy no te han dado por el culo, mañana no podrás decir lo mismo. A cuatro patas jodia
Como no tenia ganas de mas hostias, me puse a cuatro patas y presente mi culo bien presentado.
Luis si que tienes razón, ¡qué maravilla de culo! ¡Aquí la meto!
El cabrito puso un poco de saliva en su polla, escupió sobre mi culo y me metió la verga. El imbécil no lo sabia, pero a mí me encantaba que me encularan, mi Joaquín habia hecho un arte de aquello, así que disfrutaba como una gorrina. El Paco no lo hacia mal, pegaba bien pegado, me la metía hasta las pelotas, de vez en cuando agarraba mis pechos y mordisqueaba mi nuca. Hasta empezó a frotar mi clítoris con una de sus manos. Yo no decía nada porque no quería que se dieran cuenta de lo bien que me lo pasaba tomando por el culo, pero notaba que me iban a venir los orgasmos y no iba a poder disimular. Mientras el Paco se me trajinaba el trasero bien trajinado, Luis se puso delante de mí, de rodillas, y dijo:
Chúpala cabrona, chúpala y ponla dura que cuando acabe el Paco yo te rompo el culo.
No por favor, no, tu por el culo no, que con ese vergón que tienes me destrozaras.
¡Que cabrón! Me pego dos leches bien dadas y dijo:
Chupa y calla marrana.
Como no quería mas leches, empece a chupar. De momento bien, pero al poco de chupar se empezó a poner dura y juro que no me cabía en la boca. Yo hacia esfuerzos, porque no quería mas hostias, pero aquel monstruo no entraba. Por fin dije:
Luis de verdad que no me cabe en la boca, tu date con tu mano y yo te chupo la punta.
Así lo hicimos y parecía satisfecho. A todo esto Paco se estaba dando un festín en mi culo, embestía y embestía dándome mucho gusto. Por fin se agarro a mis tetas con las dos manos acelero el ritmo y dijo:
Si cabrona, si que culazo óptimo que tienes, me corro, me corro.
Luis no parecía dispuesto a darme ni tregua ni cuartel.
Ya era hora mamón. Aparta, que ahora la enculo yo así, como está, con el culo bien engrasado.
Yo de verdad tenia miedo, ahora no era teatro, aquel pollón me podía romper el culo de forma literal.
Por favor Luis, por el culo no, que de verdad no va a caber.
¡Coño! Con toda su mala leche me pego otra sarta de azotes que me hicieron ver las estrellas.
Calla jodia, calla que te voy a hacer una mujer y te vas a enterar tú de lo que es tomar por culo.
Puso su vergón contra mi culo y empezó a empujar, empujar y empujar. Yo notaba como empezaba a dilatar mi esfínter y un dolor enorme, como una sacudida eléctrica, recorrió mi cuerpo. Grité de dolor, grité como los gorrinos cuando los degüellan, me caían las lagrimas como de una fuente; pero el hijo puta seguía empujando y empujando. El dolor se hizo insoportable. Yo gritaba, gemía, lloraba, trataba de separarme de él, pero el cabrito con una mano me tiraba del pelo y con la otra me daba azotes cada vez que trataba de separar mi culo de aquel instrumento de tortura, y el muy bestia seguía empujando y empujando. Paco se compadeció de mí.
Coño Luis, déjalo ya, que de verdad le estas haciendo daño y podemos tener problemas.
El cabrón de Luis no hizo ni caso, siguió empujando y empujando, yo estaba desesperada, por fin note que la cabeza de aquel nabo monstruoso habia pasado el esfínter. Ahora ya no notaba presión en el esfínter, ahora notaba como un hierro candente puesto en mi culo transmitiéndose hacia dentro, con una presión insoportable que subía por mi vientre. Nunca he tenido hijos pero ¡Un parto no podía ser peor! Luis empezó a bombear. ¡Qué animal! Aquello mas que una tranca parecía un ariete para derribar puertas de castillos medievales. A mí me encantaba tomar por el culo pero ¡con miembros normales! Aquel monstruo me rompía las entrañas y nada mas me daba dolor. Yo no era ni puerta, ni castillo y aquel ariete brutal me estaba destruyendo las entrañas. Yo seguía tratando de escapar, per el bestia de Luis seguía tirándome del pelo y dándome azotes. Sin embargo poco a poco, el dolor disminuyó, yo le fui cogiendo el ritmo, el hierro candente desapareció y yo podía notar el ariete tocando mi útero. Luis chillaba como un becerro:
Paco, mira la grandísima putorra se traga todo mi nabo por el culote. Mira como culea, ya no llora, la cerda esta disfrutando. Y que gustazo me da a mí. Que culazo tan bueno tiene la jodia. Esto no es una tía Paco, esto es ¡una maquina de follar!
No me lo podía creer, me habia tragado todo el ariete monstruoso aquel, me había olvidado de todo el dolor inicial y encima me lo estaba pasando bien. Luis con un aullido final se corrió dentro de mi culo y cayo al suelo derrengado. Yo, exhausta y dolorida, como pude, cogí mi bata, y a gatas me fui al cuarto de baño. Con una toalla húmeda me limpie el culo. Habia sangre en la toalla, no me sorprendió, lo único que me sorprendía es que después de aquel vergón que me habia metido aun estuviera viva. Como pude me levante y apoyada en el lavabo, lavé cara y manos y me miré en el espejo. Tenia varios moretones en la cara, un ojo medio cerrado y el labio de arriba hinchado de las leches y hostias que me habían dado. Como pude me di la vuelta para verme el trasero, tenia cardenales por todos los lados de los azotazos que me habían pegado, el culo rojo e irritado y aun me salía un hilillo de sangre por el ojete. Me puse la bata y salí a ver aquellos bestias. Casi no podía andar, a cada paso que daba me dolían los muslos, las entrañas y sobre todo el culo me hacía ver las estrellas. Apoyándome en la pared, poco a poco, arrastrando los pies llegue a la entrada. Los dos cabritos se habían vestido, se habían puesto sus trajes y sus corbatas y otra vez parecían personas muy dignas y decentes. Cualquiera que los viera pensaría que eran dos personas respetables, sólidos pilares de la sociedad, en vez de las bestias violadoras que en realidad eran. Luis se acercó a mí y en tono amenazador dijo.
Degenerada, espero que esto te sirva de lección. Primero: lo que ha pasado aquí esta mañana no se lo cuentas a nadie y Segundo: no vuelvas a abusar de un chaval pequeño o te daremos una paliza aun mayor que la de hoy, te arrancaremos la piel a tiras y después te llevamos a la comisaria. ¿Me has entendido, so guarra?
Sí, Luis; os he entendido muy bien. Os juro por lo más sagrado que jamas diré nada a nadie de lo que ha pasado aquí esta mañana, y podéis estar seguros de nunca mas volveré a tocar a un chaval. Pero vosotros, vosotros ya sabéis donde estoy, por favor volver a menudo ¡Qué estoy muy sola y tengo mucha necesidad!
Aquello funcionó de maravilla, ahora somos unos vecinos modelo. Ellos vienen a menudo, a veces uno solo, a veces los dos, se me trajinan a lo bestia, les encanta entrar uno por delante y otro por atrás. Me dejan hecha unos zorros pero gozamos cantidad. Hay veces que les cabreo adrede para que me den una buena tunda de azotes. No hay nada mejor que después de una buena azotaina una mejor enculada. Cuando se estropea cualquier cosa en mi piso, no tengo que preocuparme. Paco y Luis se pelean por venir arreglar mis cañerías, cambiar plomos o apretar unas tuercas, pero lo que más les gusta es tapar agujeros. También es verdad que cada vez que vienen, yo les doy pruebas palpables de mi agradecimiento. Pienso que con un poco de suerte, en unos pocos años, cuando sus chavales crezcan... serán cuatro a ayudar en el piso.
Si, quizás si que tienen razón las beatas, quizás si que soy un poco viciosilla.
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