~~Una noche cualquiera de fin de semana cualquiera. Estoy, como casi siempre, en la parte de los asientos del Phobia. He quedado con una amiga, pero se retrasa: ya ha pasado casi una hora desde la hora a la que dijo que llegaría y comienzo a impacientarme. Se suponía que tenía que decirme algo importantísimo y la curiosidad es lo único que ha hecho que me quede y no me vaya con mis amigas, las cuales hace rato que volvieron para sus casas. De toda la gente que hay no conozco a nadie, demasiadas caras nuevas. Empiezo a aburrirme: había salido a divertirme y he acabado solo, en un garito infecto, escuchando música que podría oír perfectamente en mi casa o en el discman. y encima esta tía no llega. comienzo a pensar que no sería algo tan urgente que puede permitirse llegar tarde a una cita. También es posible que le haya pasado algo. pero en ese caso yo no puedo hacer nada y es inútil esperar más. Sí señor, estoy cansado de esperar. Si al menos tuviera un móvil al que llamarle o mandarle un mensaje. pero no, ni siquiera eso. Resignado, voy a la parte de las sillas, la de al lado de los servicios; me apoyo en la pared y cierro los ojos, intentando relajarme.
Al abrirlos, lo primero que veo es una cara femenina justo delante de la mía. Me sobresalto un poco al darme cuenta de que me ha estado observando mientras yo no podía verla. La chica sonríe de forma pícara al ver mi reacción. ¿Tienes sueño, eh? me dice entre risas. No, no es sueño. es que estoy aburrido y me ha dado por cerrar los ojos. respondo. La chica sonríe una vez más. Tiene una sonrisa encantadora, aunque noto algo extraño detrás de ella. Ya veo. es una noche muy rara. . Asiento con la cabeza, haciendo un gesto de desidia. ¿Y tus colegas? , me pregunta. Se han ido ya, hoy tenían que volver pronto a casa . ¿Y cómo es que no te has ido con ellos? , pregunta ella. Había quedado con una amiga aquí, pero lleva una hora de retraso ya y estaba pensando si irme o quedarme a esperar algo más. ¿Tú estás con alguien? , le digo. No. también me he quedado sola , responde. ¿Y qué vas a hacer, irte o quedarte? . Durante un segundo estoy tentado a responderle que me iré, pero en ese momento, no sé cómo, algo se me cruza por la cabeza y lo que me sale es un Pues me parece que quedo. ¿Sabes qué? Tienes pinta de ser buena gente. y también te han dejado tirada, como a mí. ¿Qué te parece si nos quedamos un rato charlando? , le digo con la sonrisa más amigable que consigo mostrar. Ella asiente con la cabeza y vamos juntos hasta las sillas de la barra. Hablamos sobre varias cosas sin importancia: los amigos con los que habíamos quedado, los conocidos en común, la música del local. al principio todo va bien, pero pronto empiezo a darme cuenta de que no estoy prestando tanta atención a la conversación como a ella misma. Disimuladamente me fijo en su cuerpo. que, todo sea dicho, está realmente bien. La ropa que lleva no hace sino realzar sus ya de por sí atractivas formas; esta tía sabe vestir muy bien y eso es algo a lo que suelo prestar mucha atención.
Al cabo de unos minutos de mirarla así me doy cuenta de que ya no sé ni lo que estoy diciendo, me parece que es algo sobre The Cure pero es como si tuviera la lengua en piloto automático mientras mi cerebro está en la mujer sentada a mi lado. De repente vuelvo a la consciencia de golpe al sentir sus ojos clavados en los míos. Ahora es ella la que está hablando, pero me doy cuenta de que lo que dice con su boca es totalmente diferente a lo que expresa con sus ojos. De ellos surge una mirada que llega como un rayo hasta mí, introduciéndose por mis ojos y haciendo que todo mi cuerpo se electrice mientras desciende por él, hasta mis entrañas. Mientras trato y logro mantener una conversación coherente con ella sobre música, siento que mi mente empieza a poblarse de perversidades a medida que su mirada me invade más y más. Es como si todo en esa chica destilase corrupción y suciedad; y yo estoy teniendo una sobredosis de todo ello. En un momento dado ella se muerde disimuladamente el labio inferior, de forma que nadie ve ese gesto excepto yo. Eso es el detonante para que me acerque un poco más a ella hasta que mi mano roza su muslo. Tendrías que oír el Policy of Truth de Depeche Mode, es una de mis canciones favoritas. ¿Te gusta la música de los 80? Si quieres, puedo seguir diciéndote grupos de ese estilo. , susurro, directamente en su oído, mientras mi mano sube y baja lentamente, frotando su pierna con suavidad y ascendiendo cada vez más, muy despacio. Ella capta la indirecta y asiente con la cabeza, sonriendo mientras me mira directamente a los ojos. Nuestras caras están tan cerca que puedo sentir su respiración justo sobre mis labios mientras sigo acariciando su muslo, ahora ya por debajo de su falda y apretando un poco más. Acerco mis labios a los suyos muy lentamente, pero justo cuando ella los abre para que la bese, me retiro de golpe. Su cara de desconcierto me pone a cien, es como una perra en celo a la que le hubieran arrancado de golpe a su pareja. Lentamente dibujo una sonrisa en mis labios y, esta vez sí, nos besamos. Es un beso furioso, nuestras lenguas se cruzan mientras exploro hasta el último rincón de su boca. Ahora son mis dos manos las que están bajo su falda, investigando con curiosidad lo que oculta bajo ella. Al cabo de unos segundos que se hacen eternos retiro mis manos y nuestras bocas se separan. Nos miramos a los ojos y, los dos a la vez, nos levantamos para salir en busca de un sitio más cómodo.
Caminamos bajo el frío de Madrid agarrados de la mano, parándonos en cada portal a besarnos una y otra vez, como si ésta fuese la última noche antes del fin del mundo. Yo me dedico a seguirla mientras me guía por calles y callejones en los que no había estado jamás; simplemente me dejo llevar por la situación, demasiado excitado como para pensar en otra cosa que no sea en ella, demasiado distraído como para tratar de orientarme. Por fin llegamos a su portal; mientras ella busca la llave en su bolso, yo acaricio sus pechos por encima del corsé mientras ella frota su culo contra mi entrepierna con lascivia, haciendo movimientos circulares con las caderas. Finalmente encuentra la llave y me mete dentro del portal de un empujón. Ni siquiera hemos llegado al ascensor y ya estamos besándonos otra vez, apoyados en la pared. Yo sería capaz de quedarme allí aún más; pero, con una gran fuerza de voluntad, aprieto el botón del ascensor y, cuando por fin llega, entramos juntos en él. Una vez dentro, la sitúo frente a mí y aprieto su culo con ambas manos para acercarla todo lo posible mientras ladeo su cabeza y la beso en el cuello. Ella sufre un escalofrío y pone sus manos en mis hombros, clavándome las uñas cuando empiezo a morderla. Su respiración se agita por momentos y se frota de nuevo contra mí, mientras la agarro con más fuerza. Mmmmh, sí. aprieta más fuerte, más fuerte. quiero. mmmmh. que me dejes marca, sí. aah. aaaaah. me susurra al oído y siento que se desvanece en mis brazos. El dolor de sus uñas en mi piel, aun por encima de la camisa, crece al mismo tiempo que lo hace el de su cuello; creo que de no haberse abierto de golpe la puerta del ascensor ella habría comenzado a gritar de puro dolor. Pero ahora estamos frente a su puerta, que ella abre sin vacilar, y entramos. Me guía hasta el dormitorio de su apartamento, por el camino vamos tropezándonos con casi todos los muebles y provocando un verdadero escándalo; pero a ninguno de los dos nos importa lo más mínimo. Le ayudo a desatarse su corsé y, cuando al fin cae al suelo, contemplo sus pechos en todo su esplendor. Ella se ríe de mi cara de embobado y procede a desabrocharme el pantalón mientras yo me quito la camisa, casi arrancándomela. No te quites todo aún le digo; y añado no vayamos tan deprisa . Ella me mira de nuevo con lujuria y sonríe mientras yo busco algo con lo que vendarle los ojos. Por fin lo encuentro y eso hago, ella parece sorprenderse y excitarse a la vez con la idea. Ahora quédate de pie en el centro le ordeno. Ella obedece y yo me detengo unos instantes a contemplar su cuerpo, que se agita levemente con las risitas que suelta constantemente ella, al sentirse observada por mí y no poder saber dónde estoy.
¿Te gusta jugar? le pregunto. Sí. mucho. me responde ella, haciéndose la inocente. Qué bien, porque esta chica y yo vamos a jugar a un par de cosas esta noche. ¿Dónde guardas las esposas? le suelto, directamente. Ella se queda dudando un segundo, sorprendida de mi intuición, pero al final me señala un cajón de la mesilla. La llave está con las demás, las he tirado al lado de la puerta. Es la más pequeña de todas . La busco donde me indica y, con ella, abro el cajón. Vaya, vaya, hay de todo aquí y nada bueno. Como había adivinado, me he topado con una auténtica depravada. Me quedo mirando unos segundos una de las fustas que guarda dentro, fantaseando con una hermosa escena de sumisión; pero al final cojo las esposas y me acerco a la chica con ellas. Túmbate en la cama . Ella hace lo que le indico y abre los brazos para que la espose a los laterales del cabecero. Una vez me aseguro de que no puede soltarse, decido que ha llegado la hora de comenzar a jugar en serio. Con las puntas de mis dedos, muy suavemente, voy recorriendo la superficie de su piel desde su cuello hasta su vientre, pasando por su canalillo pero sin tocar directamente los pechos. Una vez llego abajo, me entretengo en hacer círculos sobre su piel con ambas manos y vuelvo a subir. Repito la operación algunas veces más y decido cambiar a sus piernas. Primero las acaricio por la parte externa, bajando lentamente, y luego me centro en la cara interna de sus muslos. Al llegar allí, retiro un instante mis manos y le doy un suave beso en ellos, provocando un pequeño estremecimiento en ella. Con una mano sigo acariciando esa zona, mientras que con la otra tanteo varias zonas de su cuerpo; aprovecho que no puede ver lo que hago y no sabe intuir cuál será la siguiente parte a por la que puedo ir. Retiro mi otra mano de sus muslos y continuo el juego por todo su cuerpo, hasta llegar a los pechos. Los recorro en círculos, sin tocar jamás los pezones, provocando su ansiedad y, de vez en cuando, acerco mi lengua a sus labios y contemplo sus inútiles esfuerzos intentando tocarla con la suya. No creas que te lo voy a poner tan fácil. le susurro mientras vuelvo a sus pechos. Hundo mi cara entre ellos, besándolos rápidamente, lamiéndolos y acariciándolos con fuerza o suavidad, alternativamente. Giro mi boca hasta llegar, de nuevo, a su cuello. Ella gime y se agita entre estertores, como si la estuviera matando. pero no deja de repetirme que siga, que lo haga más fuerte, más fuerte aún. toda la situación es altamente delirante.
Me coloco de rodillas sobre ella para tener una mejor movilidad y deslizo mi mano derecha hasta su vientre, una vez más. pero esta vez no me conformo con sus muslos sino que voy más allá. Palpo su ropa interior para tantear el terreno y me dedico a frotar suavemente por encima mientras la muerdo con violencia. El contraste hace que ella levante ligeramente las caderas y abra del todo las piernas, invitándome a que siga, así que eso hago; sin dejar nunca de morder su cuello. Al fin me separo de él y contemplo el destrozo provocado: esta chica va a tener que usar jersey de cuello alto durante una buena temporada gracias a mí. Volvemos a besarnos, con tranquilidad, mientras sigo masturbándola. Ella respira cada vez con más fuerza, jadeando, y me pide que no pare por nada del mundo. Y precisamente entonces es cuando me detengo, provocando con ello un gruñido de desconcierto por su parte. Me levanto y observo la situación: esposada a la cama, los ojos vendados y las bragas todo lo mojadas que pueden llegar a estar mientras ella se agita y me insulta ordenándome que vuelva a lo que estaba haciendo. Puedo sentir su indefensión y eso aumenta más si cabe lo excitado que estoy ya. Pero tampoco soy tan hijo de puta, sé muy bien hasta dónde llevar los juegos, así que en seguida regreso a sus piernas. Ella acoge con una mezcla de ansiedad y alivio mis manos mientras le quito la poca ropa que le queda y suelta un largo suspiro cuando mis labios comienzan a jugar con su clítoris. Es una sensación cálida y húmeda, mi barbilla está empezando a empaparse totalmente con sus fluidos a medida que la velocidad de mis lametones aumenta. Recorro con mi lengua todo su sexo mientras escucho cómo crecen sus jadeos. Comienzo a follarla con un dedo, está tan húmeda que puedo deslizarlo perfectamente dentro de ella. Mientras tanto, continúo lamiéndole el clítoris; hasta que siento cómo sus músculos se contraen durante unos segundos y justo después exhala todo el aire del mundo en un largo y sensual suspiro mientras se corre en mi cara. Un prolongado Mmmmmh. es todo lo que le oigo decir, estirando su cabeza hacia atrás y arqueando las caderas sobre mi rostro.
Pues esto no es más que el principio le susurro; ella responde suspirando una vez más. En vez de detenerme, sigo estimulándola durante un rato más hasta lograr que alcance otro orgasmo. Sólo entonces decido penetrarla. Me introduzco con total facilidad, dada la cantidad de flujos que emanan de ella, y comienzo a moverme despacio primero y luego con más rapidez. Ella no puede controlar apenas nada de lo que le hago, al estar esposada y vendada, pero se las arregla para cruzar sus piernas sobre mí de forma que cada vez estamos más entrelazados. La violencia de mis embestidas aumenta hasta que casi estoy seguro de estar haciéndole daño, pero ella continúa apretándome con violencia. Aaah. sí, sí. mmmh. aaaaah! gime. Al cabo de un rato decidimos cambiar de posición, le quito las esposas y la venda de los ojos. Puedo leer el éxtasis en sus ojos, el brillo de su mirada sabe a locura y sus labios están secos por los continuos jadeos; así que los humedezco con la mezcla de saliva y flujos que es mi boca en ese momento. Nos tumbamos de nuevo en la cama y ella se coloca sobre mí, excitada por el hecho de ser ella quien lleva el juego ahora. Comienza a cabalgar con fuerza, introduciéndose mi pene todo lo que es posición le permite mientras yo acaricio sus muslos y, de vez en cuando, también su clítoris; logrando que tenga un orgasmo aún más violento mientras no deja de moverse sobre mí. Nos abrazamos y damos un par de vueltas sobre la cama, besándonos con pasión en un abrazo que rezuma deseo y humedad