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Visitando Buenos Aires, en una librería de libros antiguos, al tomar un libro que me interesaba, se cayó del mismo unos papeles cuidadosamente doblados, que con la curiosidad del caso desplegué y me encontré con un escrito que les transcribo a continuación pues me resultó muy entretenido y esclarecedor de situaciones amorosas del pasado reciente.
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Son los albores de Junio de 1964, hace apenas dos meses que Roberto y Elba se casaron, él con 24 años y ella de 20, muy jóvenes e inexpertos. Esta es la historia de su noche de bodas, que según ellos, fue sencillamente extraordinaria y espectacular, y que con el paso del tiempo, siempre recordarían.
Estuvieron de novios casi dos años y medio. Poco tiempo si se quiere para las costumbres de la época. Ambos vivían en el mismo barrio y se conocen de hace mucho tiempo. Fue un romance de barrio que llegó a buen término. Ella es alta, de piel blanca,piernas largas y bien delineadas, tetas erguidas de tamaño regular y un culo respingón. Cabello castaño claro, bonita de cara, pero lo que más resaltan son sus ojos celestes color cielo que le dan un plus adicional a su belleza. Roberto es alto, fornido sin llegar a ser robusto, su cabello es negro, no es buen mozo de cara pero compensa con una simpatía permanente en su rostro.
La primera salida formal en el rol de novios, fue a un cine del centro de la ciudad a ver una película de la cual ninguno de los dos la recuerda porque durante todo el desarrollo de la misma la pasaron besándose y acariciándose, siempre castamente, es decir sin llegar a tocarse las partes pudendas en forma explícita, siempre sobre la ropa. Este tipo de juego amoroso lo repetían siempre que tenían ocasión. Lo malo de esas situaciones es que quedaban con una calentura que solo podían calmar con masturbaciones. Según se supo luego del matrimonio, Alba se cascaba la pepita después de cada encuentro, y Roberto debía recurrir a la masturbación para calmar el deseo.
El noviazgo siguió su curso y como se acostumbraba, Roberto la visitaba en su casa los martes y jueves, y salían a pasear los sábados y domingos, claro que siempre volviendo a su casa antes de las 9 de la noche para respetar las reglas impuestas por el padre de Elba.
En las visitas durante la semana él llegaba a la casa de la novia puntualmente a las 19.30 y desde esa hora hasta las 21, su madre muy complaciente con los enamorados, los dejaba solos en el comedor de la casa donde las caricias eran más profundas aunque con límites. El contacto físico más atrevido que podían tener, fuera de los besos con lengua, era tocarse los genitales sobre la ropa. Faltando un par de meses para la boda, después de muchos ruegos, Roberto tuvo por fin la dicha de recibir un anticipo al lograr acceder a sus tetas y mamarlas en una cuantas ocasiones. Por lo demás, las sesiones terminaban con ambos de pie abrazados apoyándole él su tiesa verga oculta debajo del pantalón sobre la vulva cubierta por la ropa del caso. Tal era la pasión y calentura que a pesar de esas condiciones podían llegar a un orgasmosimultáneo del cual les llevaba algunos minutos recuperarse. Luego, con cara angelical se reunían con la familia para cenar.
En resumen, tuvieron un noviazgo típico de la época, en donde el hombre respetaba la virginidad de la novia porque en ese estado debía llegar al matrimonio. Las apetencias sexuales las satisfacían, los hombres, por fuera de la relación con su futura esposa. Por caso, Roberto había tenido su iniciación con una prostituta de un pueble cercano llevado por un primo mayor. También había echado unos polvos con una prima. Eran polvos rápidos y sin ningún rasgo de afecto.
Esas sesiones de sexo semanales, aunque por encima de las vestimentas los tenía súper calientes y fueron el preludio de la noche de bodas espectacular que más adelante se detalla.
Hubo casamiento por civil y por Iglesia. Después de la ceremonia religiosa, la reunión con la familia y los amigos se realizó en casa de los padres de Elba, como marca la tradición. No hubo cena, se sirvieron canapés, sándwiches, masas y abundante bebida. No faltó la torta y la ceremonia en donde las niñas casaderas tiraron de una cinta para ver quien sacaba el anillo que preanunciaría su próxima boda.
Cuando el reloj marco las doce de la noche, los novios se cambiaron de vestuario y partieron para el hotel previamente contratado para la noche nupcial. El elegido estaba en el centro de la ciudad. Allí los esperaba una amplia suite y una botella de champagne atención del hotel.
La noche tan esperada durante tantos meses de noviazgo y abstinencia sexual había llegado. Atrás habían quedado aquellos encuentros de sexo seco sin contacto físico. La turbación del momento era comprensible. Estaban solos en una habitación. Los nervios se apoderaron de ambos pues como se comprenderá era la primera vez que se verían a solas libres de molestos terceros. La situación era tensa, pues comprendieron que debían desnudarse, situación que nunca había ocurrido antes, y además, ambos estaban con los sentidos puestos en lo que vendría a continuación. Tomaron una copa de champagne para festejar la soledad del momento pero también para relajarse un poco.
Las miradas se cruzaron interrogadoras sobre qué hacer después del trago. Como correspondía Roberto tomó la iniciativa y marchó al baño para darse una ligera duchay ponerse el pijama comprado para la ocasión, y esperar impaciente con la luz apagada, el regreso del baño de su flamante esposa. La espera duró unos cuantos minutos que, ansioso y supercaliente, Roberto esperó tocándose la verga que ya estaba dura y preparada para el gran debut. Cuando se abrió la puerta del baño con la luz que proyectaba el mismo apareció Elba luciendo un baby doll blanco traslucido que dejaba ver su corpiño y bikini del mismo color. Era una imagen de ensoñación que el novio fijó en su memoria y que lo acompañará para siempre.
… Te gusto? … dijo Elba con voz provocadora.
… Gustarme es poco… solo atinó a decir él, boquiabierto.
… Compré este juego de ropa interior pensando en vos y en esta noche.
… Estás hecha una preciosura, siempre supe que eras bonita pero hoy pareces una princesa. Te amo.
… No me invitas a la cama?
… Por supuesto mi vida, estaba desesperado esperando que vinieras.
… Acá estoy… dijo ella abriendo las sábanas y acostándose al su lado.
… Estás cómoda, preguntó tontamente.
… Sí, pero muy nerviosa. Te pido un favor, apagá la luz mi amor.
… Me vas a privar de ver tus encantos.
… Es que por ahora no puedo vencer mis escrúpulos. Soy una tonta, ya lo sé. Tené paciencia que ya se me va a pasar.
Apagó la luz y la abrazó muy fuerte para comenzar a besarla con toda pasión. Ella abrió sus labios para permitir que su lengua se encontrara con la de su esposo para intercambiar sensaciones. Fue entonces que Roberto comenzó a desatar la pasión largamente contenida. Comenzó besando su cara, cuello y pecho. Sus manos se posaron sobre sus senos para acariciarlos, para luego mamarlos y darle mordidas a sus pezones que ya estaban durísimos. Por supuesto que todo era correspondido por ella. Mientras se besaban las manos inquietas comenzaron a buscar las zonas más íntimas, mientras rodaban por la cama en uno y otro sentido. Tímidamente Elba deslizó su mano y tomó el pene para acariciarlo, al mismo tiempo, él apretaba los cachetes de su culo. A esa altura de los acontecimientos la ropa, si bien escasa, estaba sobrando.
Le quitó el baby doll y trabajosamente pudo librar el cierre del corpiño. Ella le quitó la chaqueta del pijama y ayudada por sus pies le bajó pantalón. Quedaron expuestos, ella con su bikini y él con su bóxer. Roberto, desatado en su pasión deslizó muy despacio una mano por el vientre de su mujer, pasó por debajo del elástico de la bikini y jugó durante unos momentos con su pelo púbico, demorando la llegada a su vulva. La flamante esposa no se quedó atrás pues entretenida con la pollahacía una torpe y suave paja. Así duraron un buen rato, hasta que él avanzó un poco y tocó los labios de la vulva. Elba pegó un respingo y un suspiro profundo. Roberto acarició con un par de dedos el interior de la vagina, sin animarse a introducirlos, pues suponía, con razón, que se encontraría con su virginidad. En eso estaban cuando…
… Amor, te quiero pedir algo pero me da un poco de vergüenza…dijo ella
… Qué mi vida? Que quieres?
… Quiero ver tu verga porque la siento muy grande, tengo muchos deseos de verla de cerca para conocerla bien
… Mirá que tengo que prender la luz.
… Ya sé, pero no hay otro modo.
Apretó el interruptor y se hizo la luz. Ella lanzó una mirada de picardía y se agachó para ver la polla. Se sorprendió por el tamaño y grosor, y porque además se destacaban unas venas que parecían iban a estallar. La tomó con ambas manos y deslizó la piel hacia abajo para dejar al descubierto el glande que estaba hinchado y algo morado por la gran calentura.
… Que grande que es. Y todo eso me lo vas a ….
… Tan grande no es … dijo él. Lo que pasa que como es la primera vez que lo ves, te lo parece. Y si mi amor, es lo que tanto tiempo esperamos y deseamos, para eso no hay otra forma que meterlo en tu vagina.
… Sí, ya lo sé, pero me da algo de miedo, me va a doler?
… Creo que algo te va a doler cuando rompa tu virginidad, pero te aseguro que lo haré con cuidado. Después vas a sentirte mejor y te gustará.
… Espero que sea así, porque estoy muy nerviosa y también ansiosa.
… Ah, una cosa mi amor. Vos tuviste la ocasión de ver mi verga, ahora yo quiero ver tu cuquita, puedo?
… Ay Roberto, es que me da vergüenza.
… Tápate la cara mientras lo hago, sí?
Roberto se agachó a ver la entrepierna de su esposa. Sencillamente hermosa. Labios externos delgados de color claro y un interior rosado y húmedo brillante. Los contornos de la vulva estaban libres de pelos, seguramente se había depilado para la ocasión. También para él era la primera vez que tenía una concha en frente de sus ojos, y le encantó. Sintió deseos de comerla con su boca, pero se contuvo.
… Es hermosa… dijo
… A mí siempre me pareció fea. Menos mal que te gusta. Apagás la luz?
… Mi amor, ahora que nos hemos visto desnudos no tiene sentido apagar la luz. Gocemos de nuestros cuerpos mirándonos las caras.
Siguió besándola mientras se colocaba sobre ella, deslizando la dura verga por toda la superficie de su vagina. Le dio un beso muy fuerte y se dispuso a penetrarla. Abrió sus piernas con sumo cuidado y colocó la punta del pene en la entrada de la vagina para comenzar a deslizarlo muy despacio. Muchos pensamientos pasaron por la cabeza de Roberto en ese momento, el placer por estar por fin dentro de la vagina de su amada y el temor a hacerle algún daño que la traumara. La verga entraba fácilmente porque lo facilitaba el flujo vaginal que Elba derramaba sin cesar. Siguió con la penetración hasta que sintió que algo se interponía, era el himen hasta ese momento intacto. Una sensación de satisfacción y orgullo se apoderó de Roberto por ser él quien rompiera ese virgo.
… Mi amor está todo bien? Algún dolor? Preguntó.
… No Papi, hasta ahora todo bien.
… Te aviso que ahora vas a sentir un poco de dolor cuando rompa tu virginidad. Si te duele mucho dame una alerta así me detengo.
… De acuerdo, estoy ansiosa por que pase de una buena vez.
Otro empujón más y rompió la tela. Elba dio un respingo y un quejido, que lo llevó a detenerse. De a poco se tranquilizó y dijo
… Ya está, no es cierto?
… Si mi vida, ya está hecho.
… Me dolió un poco pero se me está pasando.
… Tranquila que yo no me voy a mover hasta que te acostumbres.
… Ya me parecía que la tenías muy grande.
… No es eso, es tu conducto vaginal que nunca recibió la visita de una verga y tiene que acomodarse. Esperemos un par de minutos y seguimos.
Así fue. Dejó pasar unos minutos y volvió a la tarea de pujar. Superado el trauma del virgo, ahora empezaba a gozar de la penetración. La estrechez de su conducto vaginal hacía más placentera la penetración. También Elba, ya acomodada al tamaño de la verga empezó a moverse, dando señal que ya no le dolía, al menos el dolor parecía ser tolerable. Siguieron abrazados y de tanto en tanto se fundían en besos. Pasado un rato, viendo que la situación estaba controlada, comenzó a moverse más rápido y de inmediato sintió que sus testículos se comprimían anunciando lo que parecía un brutal orgasmo que iba a inundar de semen la cavidad vaginal de Elba..
… Mi amor, estoy por acabar, no aguanto más. Quiero llenarte de mí leche. Te amo mi vida.
… Yo también siento que me vengo, no sabes cuánto estoy gozando. Yo también te amo.
Los envolvió el silencio para dar marco al primer polvo matrimonial que ambos gozaron infinitamente. De sus bocas solo se escuchaban gemidos y suspiros profundos que retumbaban en los oídos de ambos porque seguían fuertemente abrazados. El placer había superado el dolor y los miedos previos, sus rostros así lo demostraban. Por fin habían podido dar rienda suelta a tanto deseo mutuo contenido durante los años de noviazgo. Se miraron satisfechos y felices. Querían prolongar ese mágico momento manteniéndose abrazados fuertemente. Los minutos pasaban y no querían despegarse, por fin lo hicieron para ir a higienizarse. Tanto tiempo esperando ese momento y les parecía que había pasado muy rápido. Realmente había sucedido muy rápido porque los deseos y la ansiedad contenidos los había llevado a ese trámite urgente. Más tarde no sería lo mismo.
Vencidos el recato y la vergüenza previa, marcharon juntos al baño. Antes miraron si había manchas de sangre en las sábanas. Por fortuna solo unas muy pequeñas que prácticamente no se notaban.
Se limpiaron muy rápidamente los restos de sangre y semen que tenían en sus cuerpos. Cosa rara, el himen no había sangrado mucho y Elba no sentía molestia ni dolor alguno. Ambos tenían prisa por regresar al lecho para continuar con su velada nupcial. Aplacados los impulsos de la primera vez, lo que vendría sería más pausado con tiempo para juegos y toqueteos.
… Sabés una cosa … dijo Elba… No me dolió casi nada y pude gozar muchísimo. Fue una sensación extraña y placentera sentir la descarga de esperma dentro de mí. Inolvidable.
… No sabés lo feliz que me siento al escucharte. Tenía miedo de que la pasaras mal en nuestro primer encuentro sexual verdadero.
… Quedate tranquilo que me gustó mucho.
… La noche todavía es larga y podemos repetir, al decirlo él se tocaba la polla que volvía a estar dura otra vez.
… Me gustaría ponerme encima tuyo, puedo?... dijo Elba
… Claro mi vida, así podés manejar la situación.
Roberto se puso de espaldas y ella se montó encima. Tomó la picha en sus manos y pasó por toda su abertura, hasta que atinó a metérsela en la vagina. Se dejó caer lentamente para controlar cualquier dolor. Todo marchó bien y empezó a sentirse cómoda con la situación y arrancó a cabalgar lentamente primero para hacerlo más rápido enseguida. Su cara denotaba que estaba gozando profundamente pues tenía los ojos cerrados y los labios apretados. Solo se escuchaban de vez en cuando unos profundos quejidos de placer. Cabalgó durante varios minutos gozando de la situación hasta que apretándole las manos anunció que llegaba a un nuevo orgasmo. Y así fue; se vino dando unos gritos de felicidad y goce. Frente a ello, Roberto no aguantó más y volvió a inundarla cueva amada con otra descarga seminal.
Sin fuerzas, Elba se dejó caer sobre él besándolo y abrazados. Cansados por el trajín del día y los nervios, se quedaron dormidos. La posición en que habían quedado no era muy cómoda, tal que unas horas después, como a las seis de la mañana se Roberto se despertó y se encontró a su lado con una pierna de ella atravesando una suya y una mano sobre su pene. La tierna imagenlo llevó a darle un beso suave en los labios que la despertaron. Lo miró y preguntó la hora. Al saberla, supo que tenían tiempo para seguir amándose y se prendió de la verga que rápido respondió irguiéndose.
… Le puedo dar un beso? … dijo
… Claro, aunque porque no esperás que me lavo.
… Entonces nos lavamos juntos.
Fue una rápida ida al lavabo. Vueltos en la cama, Elba se apresuró a tomar la dura verga entre sus manos y le dio un beso. Se quedó mirándola como animándose a algo más.Y en un arrebato de lujuria y ante la sorpresa de Roberto, se la llevó a la boca y empezó a chupar. Lo hacía torpemente pero con suavidad. Ante esa situación él le dijo…
... Y yo qué?
… No entiendo, qué me querés decir con eso?
… Quiero mi parte. Yo también quiero gozar de tu conchita. Mirá pongámonos así.
La invitó a hacer un 69 y cada uno se situó frente al sexo deseado. Elba empezaba su primera felatio haciendo un trabajo no muy logrado, pero que compensaba con amor y dedicación. Tomó la verga con ambas manos y deslizó la piel hacia abajo para volver a sacar a la luz el glande. Tímidamente le dio un beso en la punta para luego metérselo en la boca y chupar con cuidado de no lastimarlo. Con ambas manos inició al mismo tiempo un suave meneo que él disfrutó mucho y que lo llevó al éxtasis. Él por su parte le abrió las piernas para darse con una vagina hermosa bajo el marco de un triángulo de pelos cuidadosamente arreglado. Para Roberto también era su primera vez frente a frente a una vagina. Como había visto en revistas porno se puso a gozar de la cuca que estaba muy mojada por los flujos de la excitación sexual. De su boca salieron besos ardientes y profundos a la ansiada vulva. Luego su lengua se dedicó a explorar todos los rincones de la vagina y el clítoris, al tiempo que no dejaba de sorber los jugos que Elba le entregaba. Ambos chuparon, lamieron y hasta se dieron pequeños mordiscos que aceleraron las hormonas sexuales y dentro de esa vorágine de pasión y deseos satisfechos, se volvieron a derramar al unísono dando exclamaciones de goce y felicidad. Cada uno recibió y sorbió la entrega de cónyuge como si lo hubieran hecho muchas veces antes.
… No me di cuenta y me tragué tu leche. Tiene un sabor raro pero me gustó. Hice bien?...dijo ella
… Si te gustó hiciste bien, y me complace. Vos también me entregaste tus jugos que son exquisitos.
… Te juro que esta noche no me la olvido jamás.
… Ni yo tampoco. Ahora no te parece que debemos dormir un rato?
… Sí, porque estoy muy cansada. Esto de coger cansa mucho.
En unos minutos se quedaron profundamente dormidos nuevamente. Cuando despertaron eran casi las nueve y media de la mañana y estaba por llegar el desayunoque habíamos ordenado. Se bañaron juntos en una nueva experiencia que les daba la vida. Para Roberto fue una delicia verla desnuda con el agua deslizándose por su cuerpo, la miraba y no dejaba de besarla y acariciar su cuerpo. Como es de imaginar, cada uno lavó al otro entre besos y tocaditas en los sexos.
Llegó el desayuno que devoraron como si fuera la última comida de sus vidas. Había que reponer las fuerzas. Empezaron a apurarse porque a las doce debíamos dejar la habitación para marchar al aeropuerto para tomar el vuelo para comenzar la luna de miel.
Cuando ya estaban listos, Elba lo mira pícaramente tomándole la verga por sobre el pantalón y le dice…
… Otro rápido, te animás?
… Dale.
Mientras él se bajaba los pantalones y sacaba la picha de su encierro, la flamante esposa se subió el vestido se bajó las bragas se puso con el culo en pompis y esperó la embestida que no tardó en llegar y que volvió a llenarle el coño de leche. No hubo más tiempo que para una rápida higiene porque ya tocaba la puerta el botones para buscar el equipaje.
La luna de miel seguramente daría para un libro porque en los quince días que duró Elba se mostró como una amante ardiente y no dejaba pasar día sin coger. Resultó una adicta insaciable a la polla y a la felatio.
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Después de terminar de leer el escrito frente a la curiosidad de los otros clientes de la librería, me dio mucha pesar tirarlo a la basura porque me pareció muy ilustrativo de una época no tan lejana, que tal vez interesara a muchos otros lectores, y por eso lo transcribo aquí. Quien lo escribió? La misma pregunta me hice yo y no tengo respuesta. Habrá sido el mismo Roberto? O Elba?
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