El auto llegó a Santiago muy tarde. Al bajar, saqué las maletas y les tendí la mano a mis dos preciosas acompañantes: Mis primas y amantes, Camila, de 24 años, y Rocío, cumplía 15 en una semana.
Por un extraño trato que hicimos en medio de unos roqueríos en la playa, la primera sería algo así como mi “esposa”, y Rocío, un poco nuestra “hijita”, claro, en un juego como el infantil de el “papá y la mamá”, pero basado en cosas más picantes. No fuimos a la casa de la abuela donde tantas cosas me habían pasado, incluyendo mi primera vez (Y también la de Camila, como me dijo tiempo después) y el primer trío; sino que fuimos a mi casa. Mis abuelos no entenderían lo que pasaba, tal vez mi madre tampoco, pero era más probable eso.
-Hola mamá –le dije, cuando entré acompañado de mis “primas”, a sus ojos.
-¡Hola hijo, qué bueno que volviste, tú papá me tenía harta! –dijo ella, como siempre tan hermosa. Su cabello oscuro, algo ondulado, sus ojos penetrantes y enternecedores, que alguna vez había visto encima de mí cuando tuvimos sexo, aunque ella no lo recuerde porque la habían drogado (Mi Familia parte 3). Vestía una camiseta violeta que levantaba bastante bien sus pechos y unos jeans ajustados. Era muy hermosa.
Mi padre, Julio, por otro lado, se había distanciado, conocido otra muchacha, y estaba totalmente separado de mi madre, aunque aún así la molestaba constantemente. Yo me pelee varias veces con él, defendiéndola. Justo mientras pensaba en eso, mi mamá notó a las dos chicas que traía conmigo.
-¡Ay, perdón, no me fijé, niñas!- exclamó riéndose, saludando de un beso a cada una.
-¿Cómo está tía? –preguntó Rocío, vestida con una faldita blanca y un top rosa. Su cabello atado en una cola.
-Bien, Rocío, ¿Y tú? Estás muy grande y linda –le dijo mi mamá mirándola a sus ojazos verdes como esmeraldas.
-Gracias –respondió la pequeña con una dulce sonrisa.
-¿Sigue molestando el tío Julio? -preguntó Camila, ataviada con una camisa verde desabotonada arriba, y unos pantalones amarillos.
-Sí, Camilita, pero va a dañarme más –dijo sonriendo con algo de duda mi madre. Camila entonces la abrazó inesperadamente, lo que causó que mi mamá se quedara preguntándole qué pasaba, riendo nerviosamente. Me miró, pidiendo una explicación.
-Tenemos que hablar, mamá.
Fuimos a la habitación de mamá. Nos sentamos ella y yo en su cama. Rocío y Camila en unas sillas al lado. Después de unas cuantas palabras…
-¡QUE USTEDES QUÉ! –gritó mi mamá al enterarse de la pequeña familia que habíamos armado los tres.
-¿Qué pasa? –le pregunté algo gracioso como cada vez que mi madre se enfurecía… como nos pasa a todos los hijos.
-¿Eres pareja de tu prima? ¡Con todas las chicas que hay en el mundo! ¿TU PRIMA?
-PrimaS –respondí acentuando la S –Rocío está conmigo también.
-¡Pero es una niñita! –exclamó mi mamá, escandalizada.
-Tengo 15 años tía, sin ofender y… -dijo Rocío, al principio algo desafiante, y luego volviendo a la timidez, cuando fue reemplazada por Camila.
-Tía, son cosas que generalmente no se entienden… pero lo amamos.
-¡Pero Camila, son familia! Pensé que eras más… no se… No te quiero ofender, Cami –dijo viendo la expresión contrariada de su sobrina- es que no entiendo…
-Si son cosas de familia, Felipe ha estado con varias –explicó Rocío de repente.
-Ha estado con nosotras, mi hermana, mi mamá, Paloma, la tía Julia… -empezó a contar Camila, ante la atónita mirada de mi madre, y ahí salí yo.
-…Y tú, mamá.
Le expliqué lo que había pasado hace unos años, en el cumpleaños de Rocío. Mi tía y Melissa la habían drogado, y yo había tenido sexo con las tres, incluyendo a mi madre. Esta última solo oía, con los ojos y boca abierta, sin decir nada.
-¿Y bien? Sé que mi papá no ha estado contigo en mucho tiempo, así que queremos que te unas a nuestra nueva “familia”, para que ninguno estemos solos.
-Tía, cuando mi mamá hacía sus orgías, usted me cuidaba. No sabe el cariño que les tomé a usted y a Felipe, tanto que no me atreví a decirlo por muchos años. Solo hace unos días, pude decírselo a Felipe, y ahora a usted: fue como una madre para mí, por mucho tiempo, mientras que las otras que nombré son todas unas putas –dijo Camila, con sus ojos avellana iluminados y algo llorosos.
-¿Qué dice tía?- preguntó tímida Rocío.
Aparentemente, para mi mamá había sido demasiada información. Se levantó y caminó hacia la puerta. Trató de parecer calmada, pero nunca la había visto más tensa.
-Niños, prefiero que duerman acá y mañana… hablamos. Es muy tarde y… ehm… Camila, avisa a tu abuela que ustedes están en Santiago. Supongo… que van a… dormir… dormir juntos así que… bueno, buenas noches –fue lo que dijo, temblando y se fue al baño. Nosotros no quisimos seguir con eso y fuimos a mi habitación.
Camila llamó a nuestra abuela y le dijo que nosotros tres ya habíamos llegado y la íbamos a ver mañana tal vez. No dio más información. En mi cama no alcanzábamos los tres, así que armé el sofá-cama, me puse una camiseta y un short y me acosté en él. Las chicas se fueron a mi cama con la misma ropa y se acostaron juntas. No dijimos nada, mirábamos los tres al techo, y estuvimos así como hasta las 12 de la noche. Ni siquiera nos acercamos para tener algo de “actividad anti-estrés”. En cierto momento, parece que tuvimos la misma idea. Nos levantamos y nos miramos, sonriendo. Era incómodo haber puesto a mi madre en esa situación tan de repente, pero teníamos que terminar eso ya.
Fuimos a su pieza sin hacer ruido por si estaba durmiendo, y abrí su puerta lentamente. Me quedé de piedra, igual que mis compañeras. Camila tuvo que taparle la boca a Rocío para que no gimiera. Mi madre, Andrea, tan elegante, tierna, complaciente que era normalmente, recatada, algo conservadora, estaba ahí, sobre las sábanas, boca arriba, mirando un canal porno en la televisión. Su camisa de pijama, desabotonada, mostrando sus tetas grandes, que se acariciaba con la mano izquierda. La otra la tenía entre sus piernas abiertas, masturbándose frenéticamente, lanzando unos sensuales gemidos. No nos veía, pero nosotros la distinguíamos claramente.
En la escena, una colegiala estaba montada sujetada de los fuertes brazos de un tipo, y otro atrás, le penetraba el culo en un baño del colegio.
-Mi tía es tan hermosa… -dijo Camila, algo soñadora, tocándose por encima del pantalón- su cuerpo es precioso para su edad.
-Sí… y no puedo creer que esté viendo porno –le comenté en voz baja, sacando mi pene de su prisión, y empezando a pajearme.
-Algo está diciendo, papi… -susurró Rocío, quitando mi mano, y empezando a masturbarme al son de hablarme en su particular juego de familia.
-Qué rico trío… no puedo creer que yo misma hice uno… ah… ojalá me acordara ya que me gustaría hacer algo más que lo que hacía con… ah…. Julio… -decía masturbándose más rápido con los dedos.
-Wow… realmente es una mujer aprisionada –dije, con algo de tristeza- ah… bebé…
-Sí, mi amor. Es alguien que quiere experimentar nuevas cosas –comentó excitada Camila, más aún cuando le pidió a Rocío, abriéndose la camisa, que le besara los pezones.
-Sí, mami –respondió ella, tomando con su boquita el pezón derecho de su “mamá” y empezando a chuparlo, ante el placer de Camila, sin dejar de masturbarme.
-Y tal vez… los chicos estén haciendo algo ahora –gemía mamá cuando en la pantalla, los dos tipos se pajeaban en la cara de la colegiala, listos para darles su leche- con… ah… Camila, que tiene la sensualidad de la juventud, está hermosa… Rocío es toda una mujercita… hm… sólo me gustan los hombres, ¿por qué me pasa esto con ellas? ¿Será lo que se supone hice con sus madres? Y Felipe… es todo un macho… ah… lo necesito… su pene… no quiero estar más tiempo sola…
Apenas oí esto, me lancé junto con mis chicas a la habitación. Sin darle tiempo de reaccionar, me puse entre las piernas de mi madre, y las chicas a sus lados.
-¿Felipe? ¿Niñas, qué hacen?… no… ah… -gimió mi madre, sin evitar ese placer tantos años aprisionado, cuando Camila y Rocío empezaron a chuparle cada una un pezón.
-¿Le gusta tía? No la dejaremos nunca sola, qué hermosos y dulces pezones, ojalá me hubiera dado a beber con ellos cuando era niña –decía Camila presa del placer.
-Sí, son muy lindos, me gustan también –decía, muy golosa, Rocío.
-Qué buenas niñas son –decía con algunas lágrimas mi mamá, y luego me miró- ¿Pero esto es normal, hijo? Somos familia, soy tu madre, entre ustedes son primos, esto deberías ser asqueroso, y sin embargo…
-¿Te gusta mamá? –le terminé la frase, comenzando a penetrarla, de a poco- No te dejaremos sola, seremos una familia y te protegeré, igual que a mi mujer y mi bebita.
-Ah… hijo, qué rico… mi cielo… -suspiraba mi madre de placer.
-¿Hace mucho que no tenía contacto sexual? –preguntó Rocío sin soltar el pezón que tenía en la boca.
-Sí, Rocío, hace más de un año, tal vez casi dos, y necesitaba esto, aunque no pensé que fuera mi propio hijo quien… ¡Ah, ah, ah!- gimió cuando la penetré con más rapidez.
-Tía Andrea, nunca creí que fuera tan hermosa –seguía halagando Camila, sacándose los pantalones, y luego quitándole toda la camisa a mi mamá.
-Me haces sonrojar… ah… Camila… hm… recuerdo cuando Felipe, hace años, estaba loco por ti, y entiendo perfectamente por qué, ah… eres una chica preciosa –decía mi mamá, quitándole el calzoncito a Camila, y empezando a tocar por primera vez (al menos, conscientemente) un coñito.
-Ay tía, no, usted es más linda, siempre lo he creído, ojalá hubiera sido mi mamá… ah… qué bien lo hace tía… -suspiraba Camila, con placer sin fingir ni una pizca. La verdad, tenía razón. Para la edad que tenía mi madre, estaba muy bien corporalmente, regia, por todo el trabajo que hacía en casa, sola.
-¿Tenías que recordarle que estaba loco por ella? –dije, penetrándola más fuerte, con algo de gracia, molestia y risa.
-Bueno, yo también lo estaba por ti, mi amor, y parece que tu mamá acaba de aceptar lo nuestro, ¿cierto? –preguntó a la vez que se acercaba y me besaba en los labios.
-Sí, por supuesto que los acepto –dijo mi mamá, sacándonos un poco de encima, y mirando a Rocío, que hasta ese momento se había dedicado a chuparle las tetas –Ay, Rocío, de verdad estás hecha una mujercita… pero una cosa: Acepto que los tomes como “papis”, pero a mí no me trates como abuela, ¿Ok?
-Jja, sí, tía –respondió con gracia la pequeña, a la vez que Camila y yo nos acercamos a ella. Yo le saqué la camiseta, revelando sus tetitas, y Camila el short, con mucha delicadeza, tocando su culito con suavidad mientras lo hacía. Rocío cerraba los ojos dejándose llevar.
-Mira que hermosa está mi niñita, mamá –dije, tocando los pezones de Rocío con mis dedos con saliva- es preciosa.
-Sí, es bellísima tu bebita –respondió mi mamá, acercándose y quitándole ella el calzoncito a su sobrina/nieta.
-Tía, ¿Nunca ha chupado a una chica, cierto? ¿Quiere intentarlo con mi bebita? –preguntó Camila, besando a Rocío en el cuellito, lo que la pequeña respondía con gemiditos.
-Bueno, no recuerdo si lo hice con tu mamá, pero quiero hacérselo a ella –respondió con firmeza mi madre, agachándose a la altura de la entrepierna de Rocío, que estaba de rodillas abrazada por Camila. Mi madre realmente estaba dándolo todo por hacer lo que siempre quiso pero se reprimió.
-¿Quieres que la tía te chupe abajo, bebé? –preguntó Camila al oído de su “hija”.
-Sí mami… ah…-respondió en el momento en que mi mamá empezó tímidamente a lamer el clítoris de la pequeña, imaginando que se lo hacían a ella para guiarse.
-Mi amor… por favor… -suplicó entonces Camila, y le entendí. Me acosté, quedando mi cabeza a la altura de las tetas de mi mamá, que estaba en cuatro haciéndole sexo oral a Rocío. Camila entonces se sentó encima de mí, e inmediatamente empezó a cabalgar salvajemente.
-¿Te sientes rico, amor? –pregunté, chupando los pezones de mi madre.
-Sí amor, te necesitaba en mi interior, ah, ah, hmm…. –gemía Camila, con sus tetas botando de arriba hacia abajo, su mirada perdida y sus movimientos sensuales.
-Ay, hijo, me recuerda cuando tomabas mi leche cuando bebé –dijo mi madre, sin dejar de lamer a Rocío, que no decía palabra, simplemente suspiraba y gemía de placer.
-Mi amor, ah… me voy, rico… ¡Ah!, ¡SÍ, HM! –exclamó Camila, al correrse fuertemente, cayendo en la cama, agotada (aún no descansaba del viaje).
-Ay, ay, ¡Ay! –gritó Rocío, y también tuvo su orgasmo, empapando las sábanas. Yo por mi parte, me puse detrás de mi mamá, sin dejarla moverse, y la penetré, respondiéndome con gemidos y suspiros. Camila entonces se levantó con algo de dificultad, y lanzó salivita en el culo de mi mamá.
-Dale ahí, amor, ella ya ha tenido. Y recuerda, conmigo nunca lo has hecho –y entonces, se acercó a mi oído, me susurró- lo estoy guardando para ti, ya que tampoco nunca lo he hecho, y cuando estemos juntos…
Mi mamá preguntó algo preocupada, pero Camila metió lentamente mi pene en su culo, y Rocío puso su manita en la vagina de mi madre para masturbarla.
Qué delicia era ese apretado culo. El dolor de mi mamá duró muy poco y dio paso al placer, gemidos y gritos salían de su boca.
-No puedo creer que me perdiera de esto tanto tiempo, qué delicia hijo. Y tú, Rocío, qué manita de ángel tienes, ¡No lo creo!
-Es muy rico hacerle esto, tía, me siento muy feliz con ustedes, papi, mami, tía –dijo Rocío, masturbando más rápido a mi madre. Yo ya estaba cerca, ayudado por los lengüetazos tiernos pero sexys que me daba Camila en el cuello.
-¡Estoy a punto! –grité, y mi mamá se corrió justo en su propio grito.
-¡Ah, SÍ! –exclamó, saliéndose de mi pene. Yo me masturbé un momento, y Rocío se acercó a mí.
-¿Puedo tomármela papi? –preguntó, y se metió mi rabo a la boca.
-¿Les molesta? –pregunté a las otras dos, y ambas sonrieron negando con la cabeza. Camila abrazó el cuello de su “hijita”, y mi mamá la cintura.
-¡Ah! –grité, soltando mi leche, abundante, en la boca de Rocío, que no paraba de mirarme con una inocencia pícara que me encantaba de ella. La tuvo un rato en la boca, y luego se la tragó.
-¿Cómo esta le lechita de papi, bebé? –preguntó Camila, dándole besitos en la carita.
-Muy rica, mami –respondió sonriendo. Aunque tenía casi 15 años, y con amigos podía ser muy madura y seria, con nosotros se comportaba muy natural, como una niña pequeña.
Besé a mi mamá, a Rocío, y uno apasionado a Camila, que amaba a ambas mucho. Eran tres mujeres muy cariñosas, a su manera. Los días que venían, iban a ser importantes para nuestras relaciones “familiares”. Esas son para otras historias, por ahora, dormimos los cuatro juntos en la cama matrimonial de mi mamá.
bueniiisima este relato, espero escribas mas asi de excitantes