Muchachos les voy a contar una historia de amor. No. No es de amor, es una historia de pasión - Le dije a mis patas - Apenas salí de casa, me trepé como mono al bus, y ya en ella, como siempre, había de todo en el corral: viejas, cholas, ambulantes, y una chicoca con ojos de arrecha. La vi, y ella me vio, y comencé acercarme como un tigre de bengala, hasta sentarme a su lado. Carajo, - me dije - si que tiene unas piernotas de los cojones, y la muy puta, si que sabe lo que tiene... Sentí como el malcriado se me armaba. Pucha, que en esos casos hay que ser una mierda, y mandarse con todo. Y atrevido como soy, me pegué a sus piernotas que estaban cubiertas por una faldita que casi era como una capita de chantillí que cubría una torta de sensualidades; y bien, con mi mano pecadora me lancé a la piscina... Como serpiente la arrastré entre sus piernas, y la mocosa no dijo ni pío, sólo miraba al infinito; sudando como estaba, me atreví a metérsela hasta su entrepierna y, carajo, no dijo nadita... Seguí haciendo trocha hasta llegar a la frontera de su concha, y, carajo, no dijo ni michi, siempre con su mirada al más allá... Y como un pirata penetré mi garfio en su palacio de yuyo, estaba mojadita y calientita, le metía el dedo como batidora, y la pendeja, para mi estupor... ¡comenzó a llorar!... Uy - me dije -, y como Superman salté por la ventana del bus, mientras toda la gente comenzaba a consolarla a la mocosa que lloraba sin parar, y mientras el bus se alejaba me señalaron y gritaron:
- !Violador de mocosas!
Todo conchudo, comencé a caminar, entré a un bar y me pedí una chelita. Un amigo se me juntó y dijo:
- ¿Y cuñao, que tal te fue?
- Nada huevón... Todo fue una calentura, habrá que seguir en la vía, que aún hay unas cuantas mocositas que desean chupar un poco de mi helado.
Comenzamos a tomar, y cuando ya casi era de noche, el dueño nos botó a patadas del lugar:
- Fuera mierdas, que acá no hay tiempo ni espacio para huevadas como ustedes.
Nos cagamos de risa y fuimos a una disco, entramos y encontramos a dos zambitas, que movían el culo como avispas embotelladas. Cuando las invitamos a culear, nos dijeron:
- Son 200 luquitas cholito, y, por adelantado... Sino... ¡las huevas!
Las soltamos como leprosas, y salimos a la calle a buscar un hueco que llenar. Ya cansados de vagar y vagar, llamé a la Lichi, y le dije que de una vez por todas quería casarme con ella:
- Chola... Que tal si nos vemos ahorita, estoy arrecho...
Ella comenzó a llorar y me dijo que me amaba. Culeamos como cerdos en su casa, y apenas terminé, le dije que me iba pues tenía muchas cosas que pensar...
Como perro me botó, pero yo sabía que a todas las hembras les gusta sentirse engañadas... Y cagándome de risa me fui a un parque a dormitar...
Joe 11/08/03
creo que no es erotico si no de risa muy corto y al final no hay nada de erotismo