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Categoría: Maduras

La exposición

Laura se vistió. No quería llegar tarde, pero ya iba más bien justita de tiempo. Salía de la ducha y todavía chorreando cogió la botella de aceite. Era más práctico cuando había prisa. La música sonaba fuerte en el cuarto de baño y el espejo estaba empañado.



Deslizar sus manos con el aceite era un trabajo ágil y agradable. Resbalaban de maravilla. Desde sus hombros y su cuello bajó a su pecho. Sus pezones, grandes y oscuros se endurecieron ligeramente cuando empezó a manosear sus grandes senos. Se dedicó unos segundos a ellos, lentamente se acarició, pasando su mano entre ellos y resbalando hacia la parte inferior, rodeándolos hasta haberlos recorrido enteros. Hacía tanto que nadie les dedicaba unos segundos siquiera...



Miró el reloj, y continuó con el aceite por el resto de su cuerpo. Y al llegar a su pubis, volvió a regalarse un pequeño momento. Frente al espejo que empezaba a desempañarse se entreabrió ligeramente de piernas y se tocó. Su pubis íntegramente depilado, se alargó cuando estiró de la zona superior de sus labios. Y observó en el espejo cómo se convertía en una rajita perfecta. No estaba mal para su edad, pensó, ya había cumplido cuarenta. Parecía la rajita de una mujer más joven. Y soltándola pasó la mano por encima desde delante hacia atrás y acto seguido de detrás adelante.



Luego por las piernas, y con ligeros toques fue secándose con una toalla... y se puso su ropa interior. Puntilla blanca en esta ocasión, no quería que se transparentase con la blusa que había elegido. Se soltó el pelo que había recogido para ducharse, y lo peinó ligeramente, antes de irse a la habitación. Ni siquiera recogió el baño, se le hacía tarde. Abrió el armario. La blusa blanca, la falda recta y unas medias de color carne. Se vistió, sentada en la cama deslizó las medias por sus piernas con una suave caricia. Se puso la blusa blanca, y se vistió la falda, negra, de tubo, que le llegaba por dejado de las rodillas. Ató los botones de la camisa más bien arriba, no quería dar la nota, y se fue al baño de nuevo. Un mínimo de maquillaje y un recogido entre informal y formal. Una exposición de cuadros merecía ir arreglada.



Cuando llegó, Marga no estaba. Siempre llegaba tarde. No conocía al pintor, pero Marga sí. Era venezolano, mayor que ellas. No sabía exactamente de qué le conocía su amiga, pero no tenían ningún plan mejor, así que habían decidido ir a la inauguración de la exposición. Se estaba nublando el cielo, así que Laura decidió esperar dentro. El hall no era muy grande, pero era confortable, con un estilo moderno, sin llegar a ser raro. Eso estaba bien para ella. Se sentó en una especie de diván y sacó el móvil. Marga había escrito "no puedooooooooooor, llegaré supertarde, pero llegaré!!! "



Qué fastidio... sola y encima sin poder irse, porque en algún momento llegaría. Se puso de pie se atusó la falta que había quedado ligeramente levantada por detrás, y entró a la exposición. Agradeció que hubiera luz y que fuera una exposición de colorido agradable. Y entonces se dio cuenta. Todos los cuadros tenían mujeres desnudas. En múltiples posiciones y siempre sin que pudiera apreciarse la cara. Laura estuvo tentada de darse la vuelta, pero la habían visto y una azafata se dirigía hacia ella. "Buenas noches" menos mal que Marga le había dado su invitación, por si acaso... "Buenas noches" y Laura entregó la invitación a la azafata. Ésta la recogió y le indicó "el Sr Alejandro está en la sala de la derecha" La joven notó que Laura vacilaba "Son cuadros muy bonitos, no se preocupe, es arte, no pornografía, en la sala de la izquierda son todo paisajes y en la del fondo hay una serie dedicada al mar que merece la pena mirarse con cariño" y sonriendo se alejó en búsqueda de una pareja que entraba en aquel momento.



Laura se relajó con la explicación, no procedía que una mujer sola anduviera viendo cuadros de ese tipo, y se dirigió a la sala del mar. Eran óleos y tenían unos tonos cálidos y apacibles. Los colores desde luego no eran mediterráneos... serían colores de aguas caribeñas. Continúo, regresando a la sala de los desnudos, la azafata dijo que eran bellos. Empezó a pasear su mirada por todas aquellas mujeres. Había de todas las edades y en muy diferentes posiciones. Realmente no eran cuadros groseros, ni intimidatorios, pero tenían algo que no sabía definir, transmitían pasión y alma. Había mujeres delgadas, gruesas, altas, bajas, jóvenes y mayores... un poco de todo. Y absorta en sus pensamientos, no se dio cuenta de que un hombre se ponía a su lado y le habló con voz grave y tono agradable. "Qué tal? Son buenos?" Laura se sobresaltó. "ah… sí... bueno... no entiendo nada de pintura... pero me resultan agradables y me gusta cómo pinta este señor"



El hombre sonrió "Menos mal... estando este señor delante, hubiera quedado mal decir lo contrario" Laura reaccionó "Ostras... es usted el artista? Vaya... siento una crítica tan pobre... ostras..." Se había puesto nerviosa. Alejandro la miraba divertido. “Me llamo Alejandro" " Soy Laura, vine con Marga, pero resulta que no vino, y vine sola, o bueno que no ha venido, porque se supone que viene..." Alejandro la miraba de una forma intensa, pero tranquila, la hacía sentir cómoda, de repente. Su cabello blanco y su bigote poblado delataban que era bastante mayor que ella. No era una niña precisamente, pero no solía sentirse atraída por hombres mayores. A sus ya 40 años tenía un físico dulce y algo aniñado, quizás por eso los hombres jóvenes se le acercaban con frecuencia. Alejandro llamó a una de las azafatas que llevaba una bandeja con varias copas de cava y ofreció una a Laura. Estuvieron charlando sobre los cuadros, sobre el trabajo de ella, sobre muchas cosas, durante bastante rato. Laura se sentía cómoda, y con dos copitas de cava, más bien relajada. Charlando, charlando, acabaron quedando para el día siguiente, le enseñaría el estudio.



Marga no se presentó. Otra whatsapp "nenaaaaaaaaaaa, no puedooooooor, nos vemos!! " Siempre igual, pero Laura había disfrutado de la tarde sin ella. Alejandro hablaba con un acento agradable, y era un hombre muy interesante, y estuvo toda la conversación un poco tontita...



Cuando llegó a casa entró en su habitación y se desnudó completamente, tenía ganas de estar desnuda, sería el cava o sería el pintor. Nunca había conocido a un artista.. realmente era un hombre diferente, interesante... tantas mujeres... serían sólo modelos?... se fue al baño y se desmaquilló, soltó su pelo y se fue a la cama desnuda. Tenía ganas de sexo. Pero nada... estaba sola, como siempre. No tenía más remedio que buscarse la vida, siempre lo hacía, al fin y al cabo no se atrevía a acostarse con un hombre así tan fácilmente, y con el tipo de vida que llevaba, de casa al trabajo y del trabajo a casa...



En esos pensamientos andaba cuando empezó a acariciar su entrepierna, despacito, con mimo. Su interior se estremeció. Cogió la crema hidratante de la mesita y empezó a untársela por el pubis. Le gustaba notar su piel suave y lisa. Miró abajo, tumbada como estaba y vio sus pechos ligeramente caídos a los lados. Suficientemente grandes como para que cayeran un poquito, pero no demasiado, con los pezones grandes y oscuros, que empezaron a reaccionar ante su mirada y sus caricias. Y empezó a imaginar que aquel hombre que había conocido era el que la tocaba. Bajó su mano hacia su sexo, sus labios mayores estaban ligeramente arrugaditos, pasando los dedos despacio se notaba, y a medida que avanzaba hacia abajo, su interior se humedecía. Imaginó que el pintor le pedía que posara para él y que ella se desnudaba, sensual y provocadora y que lo seducía. Imaginó que aquel hombre la amaba con fuerza y que la hacía vibrar. Imaginó que sentía su miembro viril en su interior, caliente, grande y grueso. Estaba cada vez más excitada, empezó a buscar su clítoris. Imaginó que aquel hombre, se sentaba en un sillón y la sentaba sobre él. Ella era menudita y él grande, sería fácil hacerlo como en las pelis que alguna vez había visto para desahogarse. Sentada sobre él, dándole la espalda, y él haciéndola saltar y provocando que se clavara en cada salto su sexo hasta el fondo. Imaginó que así sentada, agarraba sus pechos y los apretaba, y se los apretó ella con la mano derecha. Era diestra, pero siempre se masturbaba con la izquierda. Y empezó a desear a aquel hombre salvajemente. Se empezó a dar rápido en el clítoris. Y notó como su respiración se agitaba, cómo empezaban a salir sus gemidos, cuando empezó a imaginar que era él el que frotaba su clítoris con avidez y la apretaba contra su cuerpo, sentada sobre su miembro con las piernas abiertas.



Quería correrse, sus mejillas ardían, y se apretaba los pechos con fuerza. Notaba que estaba mojada, siempre se había mojado mucho al excitarse. Siguió dándose fuerte en el clítoris, mientras notaba cómo venía su orgasmo, cómo su cuerpo se empezaba a retorcer de placer, cómo sus piernas temblaban y su cadera saltaba ligeramente sobre la cama. Y de repente, se le escapó un grito, uno pequeño y ahogado, y su vagina se contrajo violentamente provocándole un inmenso placer. Y otra contractura, y otra. Un orgasmo en tres fases, en tres segundos, un orgasmo como siempre, punto y final.



Decidió dormirse así, pero no acababa de estar tranquila, algo pasaba. Ella no sabía que su sexo empezaba realmente a despertar...



No sabía si había acertado al elegir. El vestido era bonito, pero … quizá demasiado informal ir tan plana. Aún se la vería más bajita. Se dirigió al estudio de Alejandro. La noche antes estuvo en la inauguración de su exposición y había sido invitada a ver el apartamento y los cuadros en los que trabajaba. Cuando llegó, Alejandro la recibió también de manera informal, al menos no había desentonado tanto. Llevaba unos pantalones tejanos y una camiseta que a pesar de la edad, el pelo blanco y el bigote, le daba aspecto juvenil. Laura pasó y entró en un piso decorado con mucho gusto. Alejandro se excusó : “ Disculpa que haya tanto desorden... un hombre solo, a veces no se aclara del todo, y hoy me tomé el día como feriado, después del estrés del día de ayer”. Llevaba muchos años en España, pero de vez en cuando se le escapaba alguna expresión de su Venezuela



Acompañó a Laura al lugar de trabajo, el estudio, y Laura vio con alegría que no era un sitio sucio y desgarbado como imaginaba por las películas de pintores chalados. Alejandro le explicó que hacía relativamente poco que estaba en ese espacio, todavía no había acabo nada allí. Tenía pendiente su primer cuadro. Estuvieron charlando, Alejandro le ofreció un café, y ella estaba cómoda, pero a la vez un poco nerviosa, algo había en aquel hombre que la turbaba. Él sonreía ampliamente y conversaba con su tono calmado y tranquilizador, su voz grave y sus palabras agradables. En un momento de la conversación Alejandro le dijo “como viste, me gusta mucho pintar mujeres, las adoro, sólo pintarlas ya me encanta... quizá el primer cuadro que salga de acá, sea un desnudo...tú te atreverías?”



Laura se atragantó con el sorbo de café que tenía en aquel momento en los labios. “Yo?, no, no... yo no... además... que no, vaya...” Alejandro sonrió tranquilizador “No pasa nada, sólo fue una propuesta. Como viste nadie sabe quiénes son las mujeres de mis cuadros, jamás. Simplemente necesito que posen como modelo, nada más. No necesito que salten a la fama, no me hace falta que se las reconozca. Y desde luego es un tema estrictamente profesional. Podría ser tu padre... tengo 58, y tú debes rondar máximo los 40... no pasaría nada si dijeras que no, pero te agradecería valorases la posibilidad, es una experiencia que no siempre puede vivirse” Laura estaba incómoda de repente. Se agitó en la silla. Por una parte no tenía ninguna intención de hacerlo, pero por otra... podía ser una experiencia fuera de lo normal, eso era cierto. “Tú te desnudarías detrás del biombo, no se trata de erotizar el trabajo, sales con un albornoz y durante unos días vienes un ratito para poner diversas posiciones. Es que al no trabajar con modelos profesionales yo ya entiendo que no podrás estar horas en la misma postura. Según la parte que vaya a hacer, te pediré una posición u otra, y te haré hacer ejercicios ligeros para que no tengas una contractura o un calambre por mi culpa!, evidentemente es trabajo remunerado.” Laura se quedó pensándolo. Hablaba de ejercicios, de profesionalidad, de no desnudarse delante de él... Siempre había sido más bien cortada, tímida, incluso cerrada a ciertas experiencias, pero aquello no la comprometía en nada. Habían posado muchísimas mujeres y parecía que estaba todo claro. “Laura, estará también por casa Nieves, que es la señora que me ayuda en la casa, y que llegará ahora. Ella limpia, yo trabajo, ni mira ni nada, pero habrá una mujer más y mayor en la casa para tu tranquilidad. Es la señora que llegó anoche con su marido y se sentaron en el diván del fondo, recordarás...” Sí, la recordaba, una señora mayor, agradable. La verdad es que eso la tranquilizaba mucho.



“Bueno... puedo probar...” dijo Laura un poco avergonzada. “Excelente” respondió Alejandro “deseas empezar ya y quitarte el miedo?, Nieves anda en la cocina, has oído el escándalo que monta a veces...” Laura no se esperaba que fuera a empezar ya, pero se armó de valor y pensó que cuanto antes, mejor. Entraron en el estudio y la acompañó para que se desnudara detrás del biombo, dándole un albornoz blanco. Se desnudó, él andaba preparando cosas, no la hizo ni caso cuando salió sólo con el albornoz. “Me lo he quitado todo...” Alejandro la miró distraído “Ah, sí, claro...” Estaba colocando un cubo de madera de un tono clarito en medio de la habitación, justo delante de un caballete y una mesa con montones de pinceles, colores, trapos y mil cosas que Laura no sabía exactamente qué eran. “Mira... quítate el albornoz y te sientas en el cubo” Laura no se acaba de atrever a hacerlo. Pero cuando él se puso de espaldas, preparando cosas en la mesa, vio el momento. Se quitó el albornoz y dejó su desnudez en medio de aquella habitación. Se sentó en el cubo, con las piernas juntas y los brazos cruzados.



Alejandro tardó aún un poquito en verla. Cuando la vio no hizo ningún gesto, era como si estuviera mirando un trozo de piedra, o una manzana. Eso tranquilizó a Laura, pero también la molestó. A ella, él no le era del todo indiferente. En fin... se hacía cargo de que era un profesional. “ A ver, Laura, mira... necesito que coloques el cubo un poquito ladeado, de manera que una arista quede entre tus piernas y te obligue a abrirlas” Laura se puso colorada, notó que las mejillas le ardían de repente. Con las piernas abiertas... eso no entraba en sus planes... “Luego te sentarás poniendo tus brazos de modo que aprieten tus senos el uno contra el otro y apoyando las manos sobre el cubo entre tus piernas” Ah... haciendo eso, no se vería nada... eso era otra cosa... bueno, sus pechos sí, pero a ver... muchas mujeres los enseñan en las playas y no pasa nada. Alejandro se acercó y le indicó que se levantara, movió ligeramente el cubo para que quedara tal y como él había dicho. Laura se sentó, abrió sus piernas y colocó sus brazos cómo debía. “Perfecto” dijo Alejandro. Ahora no hace falta, pero cuando vaya a hacer tu cara, te soltarás el pelo y la taparás, no te preocupes. Laura asintió, y se quedó quieta, muy quieta en esa posición un buen rato. Él trabajaba, puso música, no hablaban. Al cabo de un rato le dijo que quería cambiar la perspectiva para hacer la zona del abdomen. “Laura, pon tus brazos en tu espalda, y saca un poco pecho, para que no estés incómoda y me facilites esa zona, cierra las piernas... hazlo despacio... llevas mucho rato con ellas abiertas, te molestará” Laura puso los brazos en su espalda e, instintivamente, agachó ligeramente la cabeza, y quedó su sexo abierto expuesto durante unos segundos ante la vista de Alejandro. “Cierra las piernas... despacio...” Laura obedeció y cerró las piernas. “Apriétalas un poquito, para que me marque el abdomen, Laura” y Laura apretó sus piernas, y notó que su sexo despertaba. Sus mejillas se enrojecieron, ardían, y tomó aire. “Ábrelas, despacio... que no puedes estar mucho rato haciendo tanta fuerza..” Laura obedeció. Abría sus piernas despacio, dejando su pubis completamente abierto para el artista. Sentada sobre el cubo, con las piernas abiertas, sus brazos detrás de su espalda y la cabeza ligeramente baja, estaba realmente hermosa. Alejandro se la quedó mirando. “Qué bella...” Laura fue consciente de que la miraba, y se sintió un poco extraña. Excitada, pero a la vez un poco... utilizada. Realmente el pintor necesitaba que estuviera así para el cuadro? Pero la situación la estaba poniendo realmente caliente. “Laura... cierra otra vez las piernas, despacio, y aprieta cuando llegues” y Laura nuevamente obedeció. No sabía por qué, pero no quería dejar de hacer lo que él le pidiera. Y apretó sus muslos y su sexo se calentó muchísimo. Su respiración se agitaba. “Bien, niña... ahora abre las piernas para mi...” Y Laura, obedeció otra vez. Y en ese preciso instante, se mojó. Y pensó que dejaría un charquito en el bonito cubo de madera. Con el rubor de sus mejillas y en aquella posición, Alejandro empezó a notar que se excitaba. Era una mujer obediente y hermosa. Y se había excitado. Su color de piel había cambiado y su sexo, ahora abierto, estaba húmedo, se veía perfectamente. “Laura, seguimos?” Laura asintió ligeramente con la cabeza “sí...por favor...” Y Alejandro dio el paso. Se acercó a ella y le dijo al oído, susurrando “Laura... me gustaría que me llamases “Señor” ... te parecería bien?” Laura levantó la cabeza y le miró a los ojos, y tal y como estaba le dijo “Sí, señor...” y volvió a mojar su interior hasta rebosar hacia abajo. Su pubis depilado no permitía margen de error. Alejandro la observó. “Estás mojadita... me permites, sólo rozar tu piel?” Laura tomó aire y asintió con la cabeza. Alejandro pasó sus dedos lentamente por el brazo de la modelo ocasional. Ella aumentó su frecuencia respiratoria. Y entonces acarició sus pechos. Sólo acariciarlos, incluidos los pezones, que se pusieron erguidos y duros para él. Despacio se dirigió a su sexo, húmedo, caliente, completamente rasurado. Y acarició sus labios, y buscó dulcemente su clítoris. Alejandro estaba excitado. Su miembro iba endureciéndose por momentos, le excitaba la docilidad de la mujer que tenía delante. Y sin más, empezó a masturbarla. Laura se puso tensa, estaba excitada, no podía creer lo que estaba pasando. Aquel hombre la estaba tocando cómo sólo ella sabía tocarse. Se mojó nuevamente. Y él, atento a las respuestas de ella, continuó y aumentó un poquito el ritmo. Levantó la cabeza y le miró, estaba callada, sólo se oían sus gemidos, mientras él tocaba su clítoris sin descanso, con sus brazos atrás y sus ojazos clavados en los de él, Laura notaba que se iba a correr... pero Alejandro también lo notó y paró en seco. Laura abrió los ojos aún más. “Así es como te quiero pintar, Laura”. Se alejó y la dejó absolutamente excitada, abierta de piernas frente a él y haciendo un esfuerzo para no tocarse ella. “Estás muy apurada, Laura?” Laura asintió con la cabeza. “Bien... cierra las piernas despacio y así te relajarás un poquito” Ni siquiera se dio cuenta, pero se le escapó un “Gracias, Señor...” y cerró las piernas apretando fuerte. El contacto de sus muslos con su clítoris aplacó un poco la sensación inminente de orgasmo. Alejandro la avisó “Ya está Laura, ábrete de nuevo para mí” y así la tuvo un ratito. Excitada, bella, quieta. Pero al cabo de un poco Laura se cansó de estar en esa posición y empezó a agitarse en el cubo. Alejandro la miró comprensivo y se acercó nuevamente a ella “Te cansas, verdad? Tranquila niña, yo te calmo...” Y la acarició dulcemente de nuevo. Sus caricias la tranquilizaban, no entendía el por qué. Era todo tan extraño... ella nunca se había sentido así. Al igual que la vez anterior, Alejandro buscó el clítoris de la hembra que tenía allí, y la masturbó. Pero esta vez tenía pensado algo diferente. Se agachó ante ella y utilizó su boca para hacerlo. Laura casi se muere de placer. Alejandro notó que los movimientos de Laura eran cada vez más frecuentes, más rápidos, y paró. Laura gimió contrariada, como lloriqueando...Él se puso duro ante esa respuesta, y se levantó. “Niña... me has puesto duro... quieres verlo?” Laura asintió ansiosa... y Alejandro se quitó los pantalones, y la camiseta, y al quitarse los calzoncillos, Laura pudo ver su miembro. Duro, grande y ancho. Brillaba. Alejandro se acarició y empezó a masturbarse despacio ante ella, una, dos veces... a la de tres paró en la base de su pene erecto, dejando la punta descapullada. Laura abrió la boca y sacó ligeramente la lengua. “No, niña... hoy no toca eso...hoy toca pintarte así” y se dirigió nuevamente al caballete y reemprendió su trabajo. Al cabo de unos minutos Laura estaba realmente cansada de la misma postura y del estado de excitación en el que la tenía y empezó a bajar la guardia, sin perder de vista el miembro del artista, nunca había visto nada igual... Alejandro notó que bajaba la guardia, y dónde atendía, así que sin acercarse siquiera, empezó a acariciarse y a masturbarse, y Laura reaccionó enseguida, volvió a erguirse en su cubo, y a recuperar la excitación. Alejandro siguió pintando, complacido por la entrega de aquella hembra. Habían pasado casi dos horas, Laura estaba agotada. Alejandro se acercó a ella y la acarició. “Acabaremos ya mismo, niña... descansa los músculos...” Y acompañó a sus brazos a abandonar aquella posición lentamente para que no se hiciera daño, y la empezó a masturbar. Laura le miraba, y él de repente se agachó ante ella, e introdujo dos dedos en su vagina empapada mientras daba fuerte en su clítoris... Laura sentía que iba a tener un orgasmo, pero pasaba algo raro “no... no puedo... no puedo...” Alejandro le dijo “Sí, niña... sí que puedes... te voy a hacer llegar hasta el final, no hagas fuerza contra mí, abandónate y confía en mí, y sigue tus instintos...” y cumplió, y ella se abandonó y de repente sintió la necesidad imperiosa de apretar con fuerza a la vez que tenía un orgasmo, y pasó algo que nunca había sucedido. Una, dos y tres veces, pero no como siempre. Estaba desatada, no podía parar “Más... quiero más...Mi Señor...” y él siguió con sus dedos en su vagina, pero Laura tomó el mando de su clítoris. Y descubrió que dónde ella siempre llegaba, no era el final, que aún tenía más... y así colocada, siendo ella la que se tocaba... volvió a correrse, y se dio cuenta de que la contracción brusca que hacía de su sexo provocaba una eyaculación. Y uno, y dos y tres chorritos salieron de su coño, y gritó de placer... y seguía cachonda. No dejó de tocarse otra vez, pero Alejandro sacó los dedos de su escondite y empezó a masturbarse. “Me estás poniendo a mil... dios... eres una diosa...” y Laura continuó, hasta correrse de nuevo, estaba completamente desinhibida, y entregada, le daba igual mojar el cubo o que pensara que era una guarra, haciendo eso que estaba haciendo... porque el placer era tan intenso... y se corrió otra vez, ni las contó, no podía hacerlo, no paraba, era una detrás de otra, hasta que, de repente, Alejandro que la observaba de cerca empezó a jadear cada vez más rápido mientras se masturbaba fuerte. Laura notó que él se iba a correr y eso la puso a mil nuevamente, y tras tocarse duramente, tuvo el orgasmo más impresionante que había tenido en su vida. Sacó un chorro grande e intenso y quedó agotada a la vez que él se corría encima de su coño. Los latigazos de su polla se acompañaron de una eyaculación generosa y fuerte. Apuntó de lleno al sexo de Laura y le llenó el pubis de semen, blanco y caliente.



Laura estaba sudada, agotada, recuperando la respiración, cuando Alejandro le dijo “Me has excitado como ninguna, has aprendido rápido y fácil... mañana quiero follarte” Y Laura respiró hondo. Aquel hombre era consciente de que ella nunca había tenido un orgasmo de verdad hasta ese momento.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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