La tarde era aburrida y yo no tenía ganas de estudiar ningún tema. La profesora pijilla hablaba para ella y no era capaz de entender nada de lo que me decía. Decidí pasar totalmente de ella y concentrarme en mis sensaciones. A mi lado estaba Eva, tan preciosa como de costumbre que tampoco parecía prestar mucha atención a lo que decía Marta. Decidí probar suerte y después de poner mi mano sobre mi regazo, avancé lentamente hacía sus muslos depositando mi mano sobre ellos sin dejar de sonreír y mirarla a los ojos. Eva se sobresaltó un poco pero a continuación, bajó a su vez la mano y acarició con ella la mía que trataba de colarse entre los pliegues de su faldita. Me hizo una seña para que la siguiera y se levantó. Aguardé un interminable minuto y me marche detrás de ella hacia los baños. Busqué entre las puertas hasta que ella me susurro que pasara. Estaba de pie en el minúsculo habitáculo con su rostro rojo como la grana seguramente por la tensión del momento.
-Estamos locas – me dijo lanzándose sobre mi para abrazarme
-Si, le dije complacida, locas pero por lo menos disfrutamos.
Y sin más preámbulos me lancé sobre sus carnosos labios para besarlos con suavidad mientras introducía con avidez mi lengua en su boca. Sus manos acariciaban mis tetitas y yo no quería ser menos que ella. Con la mano derecha y sin dejar de comerme su boquita, levanté su faldita y sin contemplaciones, metí mis dedos bajo su tanga hasta llegar a su entrepierna. Su coñito estaba súper caliente así que traté de acelerar su lubricación amasando con suavidad su clítoris y apretando su pubis alternativamente. Dejé que ella me subiera la camiseta y sacara mis pechos del sujetador para amasarlos a conciencia. La hice subirse sobre la taza del wc y una vez allí, bajé su tanguita blanco para meterme sin dilación bajo su falda y lanzarme con ansía sobre su precioso y ya mojado coñito. Mi lengua recorría en toda su longitud sus labios vaginales. Le abrí bien las piernas y mientras concentraba mis lametones sobre su botoncito, fui metiendo con suavidad los dedos índice y corazón en su anegada cueva. Comencé entonces un metesaca que cada vez era más profundo y más rápido. Eva comenzó a gemir y a abrir más sus piernas mientras se acariciaba las tetas y pellizcaba sus pezones. Comencé a girar los dedos en su interior mientras apretaba entre mis labios el clítoris y mi mano izquierda buscaba su culito acariciándolo y probando su agujero anal. Sin dejarla reaccionar, metí los dedos de la mano izquierda en su coñito empapado y sin solución de continuidad, clavé el dedo índice izquierdo en su culito mientras metía ahora tres dedos en su coñito apretándolos y girándolos dentro de ella mientras lamía con apasionada furia su botón del placer. Eva comenzó a descontrolarse y sus jadeos casi eran gritos. Comencé entonces a mover acompasadamente el dedo que tenía enterrado en su culito y eso pareció producirle tanto placer que inmediatamente estalló en un orgasmo bestial. Sus jugos resbalaban por mi mano y mi cara y Eva se desmadejó intentando abrazarme totalmente entregada. Se bajó del wc y la besé de nuevo en esa boquita tan seductora que tiene y me trae loquita junto con su culito respingón. Ella me comía la boca mientras masajeaba mis tetas. Me senté en la taza del wc y me saqué el pantalón y el tanguita. Me abrí de piernas y la hice arrodillarse para que me comiera el coñito ansioso de placer. Acercó su boca y su lengua no se hizo de rogar. Sus lamidas estremecían mis carnes mientras su mano acariciaba mi culito despacio y suavemente. De improviso, mientras comenzaba a lamer mi clítoris, me clavó sus dedos en el coñito sin avisar haciéndome daño. Me quejé mimosa pero Eva no me hizo ningún caso y siguió clavándome tres dedos en mi coño con una furia y una pasión que si bien al principio me resultaba doloroso, enseguida se convirtió en una deliciosa y agridulce caricia. Mientras me lamía, me daba azotes con la mano izquierda en la parte de las nalgas que quedaba fuera del asiento y ese dolorcito me estaba poniendo a mil. Sus dedos me penetraban cada vez con más ímpetu y sus cachetes y lamidas me llevaron a una fenomenal y angustiosa corrida mientras empujaba con fuerza mis caderas contra su cara. Le pedí que se detuviera porqué no podía gritar dado el sitio donde estábamos y ella se levantó para besarme y abrazarme mientras me susurraba…¿ que putita, te gusta que te haga daño eh?....¡¡pues a partir de ahora vas a saber quien manda en esta relación. Mientras decía esto me mordisqueaba el labio inferior y en mi interior había una inusual alegría .
……Continuara……
Mabel Traste