Te encontré solitario, en aquel lugar repleto de gente. Estabas pensativo, tal vez triste... Tu mirada se hundía en la copa de vino frente a ti. Me acerque despacio, el lugar estaba abarrotado, pero había una silla vacía a tu lado, así que me acerque y pregunte:
- ¿Esta ocupado? Me miraste indiferente, y simplemente dijiste:
- No... Está libre.
Me acomode en la silla y puse mi bebida en la mesa, mi vista fue directamente a ti y observe ese rostro varonil, que denotaba madurez. Te pregunte tu nombre y tan solo pronunciaste Jesús. Me quede callada, ¡tu no tenías deseos de hablar!; así que jugué con mi copa. Mis dedos la recorrían suavemente mientras pasaban los minutos, más de repente... me prestaste atención. Sentí tu mirada penetrando en mí, no supe que llamo tu interés, pues no dejabas de observarme. Volteé mi rostro hacia ti y sostuve tu mirada; tu semblante cambio instantáneamente y una sonrisa apareció en tus labios y preguntaste:
- ¿Cómo te llamas?
- Helena - dije sonriendo.
- ¿Vienes sola? - Preguntaste curioso.
- Mmhh. La persona que estoy esperando no ha llegado y al parecer no vendrá - dije un tanto decepcionada, pensé en Armando, él había quedado muy formal de encontrarme aquí, pero no era la primera vez que me dejaba plantada. ¡Creo que no volvería a creer en él!
Tu voz me saco de mis cavilaciones y te oí decir:
- Ah, realmente es una pena, pero creo que soy afortunado y no deberías de fruncir el seño, te vez mas linda sin hacerlo. Quede encantada con tus palabras más no supe que decir quedando en silencio por un momento, pero a continuación preguntaste:
- ¿Te gustaría bailar? - dijiste levantándote de la mesa y ofreciéndome tu mano
- Por que no, gracias. – dije sacudiendo de mis pensamientos la molestia.
Tome tu mano y me llevaste a la pista. Apenas había espacio para moverse; era tan compacto el grupo que parecía un solo ser, moviéndose suavemente al compás de la música.
Me atrapaste entre tus brazos y nos unimos a ellos. ¡La música era cadenciosa... sensual, sentía el calor de tu cuerpo traspasar tu ropa, tu mirada se clavaba en mi, sonreías!
Rodeaste mi cintura y llevaste mis brazos a tu cuello, acercándonos aún más. Sentía el latir de tu corazón y tu respiración en mi oído. La música y tus movimientos se fundían creando en mí una dulce emoción, me apretabas a ti y yo suavemente movía mis caderas al compás de la música, tus labios rozaron mi mejilla, llegando hasta mi oído, y dijiste suavemente - "Me gustas". Tu lengua recorrió mi oído y bajo por mi cuello como un murmullo. Mi corazón se aceleraba y mi cuerpo se estremecía, me apreté aun mas a ti, tus brazos me envolvían y tu boca llego inesperadamente a la mía. Sentí un agradable estremecimiento mientras la música excitaba nuestros sentidos. Tu cuerpo y el mío se rozaban mutuamente, podía sentir tu virilidad creciendo entre los dos; tus manos apretaron mi cadera y sentí como mi cuerpo se electrificaba y una ola de calor recorría todo mi ser.
Por desgracia la música se detuvo y las parejas lentamente fueron dispersándose. Mientras tú y yo envueltos en una mágica atmósfera fuimos los últimos en separarnos. Tomaste mi mano y me llevaste a la mesa.
- Dime Helena, ¿seguirás esperando a tu amigo? - preguntaste seriamente.
- ¡No, ya es tarde y lo mas seguro es que no vuelva salir con él, y creo que debería irme ya, no traigo auto y tendré que tomar un taxi!
- ¿Podría llevarte a tu casa? Claro, ¡si tú lo deseas! - preguntaste con cierta premura e incertidumbre.
- Por supuesto, si me haces el favor y… te invito una taza de café en agradecimiento...
Me quede pensando nuevamente en Armando, se merecía que me fuera con alguien mas, no volvería a salir con él, ¡¡definitivamente!!
- Me encantaría, ¿vamos...? - Dijiste muy sonriente.
- Claro - dije, observando tus ojos.
Así que pagaste la cuenta, tome mi bolso y nos dirigimos a la salida. Tomaste mi mano, guiándome; temblando entre la mía, mientras mi corazón latía con fuerza.
Llegamos a tu auto y caballerosamente abriste la puerta. Subí y te sentaste a mi lado, sonreías como un niño, te indique por donde ir y en el transcurso del camino te pregunte porque estabas solo cuando te encontré, tu mirada se ensombreció, mas me dijiste que no valía la pena hablar de ello, que pronto lo olvidarías y tal ves esa misma noche. Cambiaste de tema y me platicaste a que te dedicabas, lo que te gustaba hacer, parte de tu vida y de la misma forma te conté parte de la mía. Teníamos muchas cosas en común, parecíamos amigos de hace muchos años.
Llegamos a mi casa, entramos a ella un tanto cohibidos, fui a la cocina y prepare dos tazas de café, mientras te ofrecía que te sentaras. Oía tus pasos en la sala y de repente escuché música. Puse las tazas de café en la mesita de la sala y me senté frente a ti; nos miramos fijamente. Tomaste tu taza de café, mientras tus ojos no dejaban de mirarme, provocando que me ruborizara.
Dejaste a un lado tu taza y me tendiste tus brazos. Tome tus manos y comenzamos a bailar suavemente, me sentía transportada a un mundo etéreo, donde solo éramos tu y yo y nadie más. Esa música era mi preferida, y al parecer a ti también te gustaba, suavemente cantabas a mi oído, cerré los ojos y deje llevarme por tus movimientos, me apretabas a ti, sentí aumentar una gran excitación entre los dos. No sé cuanto tiempo estuvimos así, parecía que el tiempo no caminaba, me gustaba sentirme entre tus brazos, en esa calidez y seguridad que me brindabas.
La música termino y quedamos abrazados, levante mi rostro hacia ti, tu me veías dulcemente y a la vez apasionado como nadie lo había hecho, y sin pensarlo nos unimos en un beso interminable, mi boca te recibió gustosa y pude sentir tu lengua tibia adentrarse en ella, podía sentir un cosquilleo en mi vientre, como hace mucho no sentía. La sensación realmente era fabulosa, apenas te conocía pero podía sentir que entre los dos había algo mas, tal vez a los dos nos unía una terrible soledad y una gran necesidad de cariño, ¡eso… nunca lo sabría!
No podíamos parar, y tus besos fueron cada vez más intensos. Te apartaste un momento para poner más música. Una música voluptuosa que nunca antes había escuchado y ¡embriagaba mis oídos! (seguramente tú la habías traído), cautivándome junto con tus besos. Nuestros movimientos se transformaron, volviéndose más sensuales llenos de una cadencia felina. La música influía completamente es esa sensualidad, era mágica, cautivante, arrastrándome a lugares exóticos...
Tus manos danzaron por mi cuerpo, al ritmo de la música. Sentía palpitar mi corazón, y me sentía embriagada por esa sensualidad. Oía la música y me perdía en tus ojos, sentía calor en mi interior, un calor extraño que invadía cada parte de mi ser, haciéndome sentir mas caliente que el propio sol. Me acercaste mas a ti, y pude sentir tu firmeza apretándose a mi vientre, mientras mi cadera danzaba frotándose en ella. Podía sentir como aumentaba de tamaño más y más.
Comenzaste a acariciarme enardecidamente, te sentía por todas partes, aferrabas mis nalgas y las apresabas entre tus manos. Recorrías mi espalda, acariciabas mi cabello, tocabas mis caderas, mientras tu boca se deslizaba por mi cuello. Sentía tu lengua húmeda y caliente resbalarse suavemente, recorrer cada lugar, penetrar mi oído, morderme deliciosamente.
Suavemente me recostaste en el sofá, mientras tu boca caminaba en mi piel. Tus manos al ritmo de la música recorrían cada rincón de mi ser. Fuiste desnudando mi cuerpo hasta hallarme totalmente a tu merced; me observaste y sonreíste de forma maliciosa, e inesperadamente me tomaste en tus brazos y danzaste conmigo en ellos mientras buscabas mi habitación que encontraste inmediatamente. Me recostaste en el lecho, girándome para darte la espalda. Inclinado sobre mí, descubriste mi cuello y tus labios rozaron ligeramente mi piel.
Sentí besos y caricias por mi espalda, mientras tu peso oprimía mis piernas. Mí cuerpo electrificado se movía inquieto, se tensaba y arqueaba lleno de placer. Acariciaste mis brazos desde mis hombros hasta llegar a mis muñecas y con una rapidez que me sorprendió y horrorizo; amarraste mis manos a la cabecera de mi cama. Me quede paralizada mientras tú continuabas besándome y acariciando mi cuerpo hasta llegar a mis tobillos, que de igual manera ataste con un listón.
Por mi mente pasaron un millón de pensamientos escabrosos que tensaron mi cuerpo y cortaron en mi toda excitación. Pregunte con los ojos llenos de lágrimas:
- ¡¿Que es lo que pretendes?! . Mi voz sonaba quebrada y asustada.
- Nada, solo deseo que disfrutes, que sepas lo que es recibir el placer y no darlo.... ¡Te prometo que no te haré daño!
-Suéltame, no es necesario que hagas esto – insistí peleando bajo tu peso.
Guardaste silencio mientras me dabas la vuelta para quedar frente a frente. De mis ojos salían lágrimas y mi mirada, era de reproche; mas tú me observaste y comenzaste a besar mi rostro, bebiendo las lágrimas que rodaban por mis mejillas. Llegaste a mi boca, que besaste sin respuesta, pero aun así recorriste mi cuello que chupeteaste y mordiste suavemente. Tu mano sujetaba las mías, y con la otra acariciaste mi pecho y entre tus dedos mis pezones maquinalmente se endurecieron.
Un manoseo incesante recorrió todo mi cuerpo, te entremetiste por todas partes a pesar de no tener respuesta alguna de mi parte. Tu lengua, tus besos, tus caricias empezaron a crear en mi una sensación absurda, sentía un miedo terrible al sentirme indefensa, pero al mismo tiempo crecía en mi la excitación. Cerré mis ojos e involuntariamente, mi cuerpo se contrajo al sentir tus manos en mi sexo apretado aun por la indecisión; sentí tu lengua introducirse en mi hendidura y mis piernas se apretaron aun mas. Levantaste mis nalgas, forzando mi cuerpo hacia arriba, permitiendo a mi sexo sobresalir un poco más; hundiste la lengua, lamiendo entre mis vellos, separando mis labios hasta encontrar mi botón. Jugueteaste con el una eternidad, mientras que mi cuerpo de manera instintiva respondía a cada sensación.
Abriste mis muslos, en una posición parecida a la flor de loto, entrometiéndote entre mis piernas. Tus manos abrieron mi sexo, quedando al descubierto mi cueva húmeda y mi capullo erecto. Yo demasiado confundida permitía que hicieras. Rozabas mi botón con tu lengua de tal manera, mientras tus dedos se adentraban en mi cueva, que me provoco un violento orgasmo, aprisionando tu cara entre mis piernas. Bebiste mis jugos y chupeteaste mi ano, mojándolo hasta donde mas se pudiera. Tu dedo travieso se fue introduciendo poco a poco, mientras tu lengua penetraba mi gruta.
La música continuaba allá en el fondo y tus movimientos se fundieron al ritmo de esta. Mis muslos temblaban de placer y la desesperación de encontrarme atada se aunaba a mi excitación. Oía mis propios gemidos, que al parecer te estimulaban aun más.
Mamabas desesperado mi sexo, mientras tu dedo en mi ano entraba y salía sin dificultad. Chupeteabas, mordías, tus dedos se introducían en mis orificios, haciéndome delirar; tan mojada estaba que podía sentir como goteaban mis líquidos hacia las sabanas. Los estremecimientos fueron más insoportables a cada momento, sentía explotar mis sentidos. Mis gemidos cada vez más fuertes y más constantes te indicaron que muy pronto volvería a la cima y sin darme cuenta te adentraste en mí. Tu espada se introdujo en mi carne abierta, tan violentamente que provoco en mí un grito, que fue acallado con tu boca. Mi lengua serpentina jugueteaba con la tuya; mientras mis extremidades desesperadas se tensaban y mis piernas atadas te atraían a mi.
Sin pensarlo, nuestros cuerpos se acoplaron y al unísono se estremecían. Mi cadera se movía de tal forma que tu pubis rozaba el mío y al darte cuenta de que mis movimientos eran más rápidos, más violentos; aumentaste tu ritmo, llegando esta vez los dos, al éxtasis. Embistiendo al mismo tiempo, colmándonos del placer causado por tanta excitación.
Muy lentamente, desataste mis muñecas y tobillos besándolos dulcemente recompensándolos por su cautiverio. Te acercaste a mÍ, resguardándome entre tus brazos. La tranquilidad volvió a mí y sin darme cuenta, te di las gracias.
FIN
Alejandra Estrada
México 2003/2004