-¿Con frío?
-¡Si, mucho frío! Y coloca las palmas de su mano en mi cara.
Lleva puesta una mini falda con vuelo negra y una blusa blanca de pronunciado escote. Me parece que no lleva puesto brassiere.
Cuando entra al auto hace lo de costumbre y pone la música que le gusta, luego me cuenta lo que hizo en el día de esa forma tan particular que tiene, tan alegre y explosiva, mueve mucho las manos cuando describe las cosas y se mueve mucho en el asiento, pero de pronto se calla y mira por la ventana yo quiero contarle muchas cosas también pero me doy cuenta que la falda se le ha subido dejando todos sus muslos descubiertos y el escote de su blusa se ha movido dejando ver el borde oscuro de la punta de su teta lo que provoca en mí una erección instantánea.
Manejo sin rumbo, disfrutando de ella, pero con una teta en mi cabeza, imaginando que muerdo la punta de su pezón.
Me invitó a su casa, era la primera vez que entraba y era un lugar pequeño con un balcón el cual abrió y un viento helado se coló ¿Se habrán puesto duros sus pezones? Pensé al sentir esa ráfaga helada en el cuerpo mientras que con la luz de su casa no quedaban dudas que no llevaba brassiere y que efectivamente sus pezones estaban duros. Quería lamerlos, acariciarlos, chúpelos y morderlos.
Mi mente divagaba con tenerla desnuda y hacerla mía hasta que gritara mi nombre. Quiero arrancarle la ropa y morderla, probarla de pies a cabeza, lamer su chucha jugosa y deliciosa y después metérsela con fuerza, envestirla sin descanso una y otra vez, abrirla para mí y que su humedad se derrame y luego darle la vuelta...
-Hey no me estás prestando atención. -Interrumpió mi fálica fantasía dando golpecitos en la mesa. Mi pene estaba tan duro que hasta dolía.
-¿Qué?
-Te estoy hablando y no me haces caso.
-Lo siento. -Me di cuenta que el escote de su blusa se había movido aún más y exhibía su pezón. Se dio cuenta que le estaba mirando el pecho y se acomodó rápidamente la blusa.
Inicié una conversación tratando de no darle importancia a lo que sucedió. Me gusta mucho y cada vez que estoy cerca de ella tengo tantas ganas de tenerla entre mis brazos. Hemos salido algunas veces, pero nunca hemos llegado más allá de los besos y de caricias, el que esté en su casa es mi gran oportunidad, nos acercamos al balcón, y ahí nos pusimos a conversar un rato, teniéndola entre mis brazos.
Sus labios con sabor a uva me embriagaban, el frío hacía que ella se acercara a mi pecho para buscar mi calor y yo era feliz abrazándola.
Los besos nos calentaban el cuerpo pero tenía una teta en mi cabeza así que la puse delante mío, abrí su chompa y acomodé el escote de su blusa para dejar su pecho al descubierto y al fin tuve frente a mis ojos aquellas tetas gloriosas de pezones rosados y erguidos, estiré mi mano los toqué suavemente y ella se estremeció ante mis caricias exhaló y se mordió el labio inferior; la besé con toda la pasión contenida y después lamí uno de sus pezones, ella jadeó y se movió para darme más acceso a ellos, le gustaba que le chupara las tetas pero más le gustaba cuando mordía uno y estiraba el otro con mis dedos.
Mi pene estaba erecto y se lo hice sentir, ella abrió las piernas y se frotó contra mi. Estábamos en el balcón de su casa parados y tal vez habría algún mirón por ahí así que con mis manos en sus nalgas la tomé, ella enredó sus piernas en mi cintura y la llevé hasta su cama.
La acosté, pero ella se sentó en el filo se quitó la blusa que ya la tenía en la cintura, me desabrochó la camisa y también el pantalón, con su mano pequeña sacó mi pene y lo acarició, frotó con sus dedos se lo pasó por su hermosa carita.
Me hizo temblar cuando con su lengua acarició mi punta, sentía que me quemaba, la lamió hasta la desesperación. Su boca succionaba mientras yo sentía que se la llenaba. Lamía, chupaba, succionaba; no se detenía era una golosa, sentía que me poseía, la tomé de los cabellos y empecé a embestir su boca varías veces, ella se ahogaba, pero no paraba, le gustaba, estaba a punto de estallar, de llenarle los labios con mi leche.
De pronto ella dejó de chuparme y retrocedió sin dejar de mirarme, la tomé por un pie y le quité la falda, luego ella abrió las piernas y yo le quité la tanga, volvió a abrir las piernas y su sexo brillaba, su humedad llegaba hasta los muslos me provocaba para que yo la probara, se meneaba en la cama, pasé mi mano por su vulva y dejó de respirar por un instante, con mi dedo pulgar empecé a masajear su clítoris, me acerqué aún más y mi legua por fin la probó, me tenía hechizado y no quería más que comerla despacio para disfrutarla mejor, ella se retorcía debajo mío y sus manos se habían aferrado a mis cabellos, gemía y en mi rostro tenía impregnado su olor a hembra en celo; me acerqué a su boca y la hice probar su esencia con un beso profundo mientras me acomodaba entre sus piernas.
Cuando al fin mi punta empezó a abrirla me di cuenta de su estrechez, gimió fuerte me detuve un instante para que se acomode, me sentía desesperado por empezar a moverme pero tenía que ir poco a poco, sentía cómo las paredes de su vagina me abrían paso, ella jadeaba cada vez más fuerte y cuando al fin enterré todo mi pene, se removió, se acomodó respiró varias veces mientras yo me deshacía en mirar todos los gestos que hacía.
Pegó aún más su pelvis y empecé a moverme despacio, la humedad de nuestros cuerpos ayudaba, sus manos me acariciaban la espalda y frotaba su rostro contra el mío parecía una gatita mimosa.
-Hazlo un poco más fuerte. Me pidió.
Hice lo que me pidió sin dejar de mirarla, tratando de adivinar sus gestos, ella lo disfrutaba, sus piernas se enredaban y su pelvis se movía a mi ritmo, empezó a jadear más fuerte y las tetas le saltaban, su cuerpo se fue poniendo rígido y buscó mis labios, los jadeos eran incontrolables y sus movimientos frenéticos.
Cada respiro, cada jadeo que le provocaba y que ella ahogaba en mi boca me desesperaban, su piel caliente y su sexo mojado me envolvieron en un espiral de pasión. Su cuerpo lánguido y exhausto me dijeron que ahora podía terminar yo, la penetré sin descanso hasta hacerla gemir nuevamente y sus brazos apretaron mis nalgas para frotarse contra mi cuerpo.