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Categoría: Infidelidad

Mi mujer me engaña con su jefe italiano

Pillar a tu mujer follándose a su jefe es duro.  Bueno, la verdad es que miento, no la pillé follándosele propiamente dicho sino que un día al quedarme sin batería en mi ipad cogí el de ella.  Era tarde, me gusta aprovechar la noche de los fines de semana para trabajar.  Una notificación de un mail entrante llamó mi atención.

“mañana dile que tienes que ir a ver una tienda pop-up y vente a mi casa a comérmela entera”.

Me quedé flipando la verdad, al principio pensé que se habían equivocado, pero como la curiosidad mató al gato, empecé a buscar emails del remitente.  Máximo  Basso aparecía en más de cien emails.  Alguno cortos como “¿bajas a mi despacho?” o “¿seguro que no estará al mediodía en tu casa? a otros más largos en los que el tal Máximo le relataba como gustó de follársela la noche anterior y otras en las mi mujer mandaba a su amante fotos desnuda realizadas por mi, con un par.

La verdad es que reaccioné bastante bien.  Me metí en silencio en la habitación, hice una pequeña bolsa con mis cosas imprescindibles para pasar el fin de semana, deje proyectado un email del campeón en la televisión, al cual dejé encendida para que la viese por la mañana y me dirigí a mi habitación.

Yolanda duerme como un tronco por lo que no hubo demasiado problema en que sacase las cajas con nuestros juguetes sexuales y buscase lo que buscaba.  Conecté dos ventosas de las de transportar cristales y que usaba para atarle a la cama, a cada lado del cabecero de la cama, colgué de cada uno de ellos unas esposas.  Me desnudé y me metí en la cama, me acerqué a ella que dormía en pelotas y empecé a chuparle un pezón.

–       mi amor, mañana – me dijo entre sueños dándose la vuelta.

Cogí una de sus muñecas y elevando suavemente su brazo lo subí hasta las esposas de la derecha y até su mano.

–       ¿que haces tonto? – me dijo aun dormida – ahora no.

Y besándole el cogote esposé su otra mano a las esposas de la izquierda.  Yolanda empezaba a despertarse.

Empecé a masturbarla metiendo mis manos desde detrás, poco a poco su entrepierna se fue licuando reaccionando a mis dedos.  Trabajé su clítoris hasta que su ano empezó a dilatarse, símbolo claro que estaba disfrutando y que quería más.  Le metí un vibador en la boca.

–       te quiero a ti – me dijo entre jadeos – le hice chupar más.

Era una postura incomoda pero estuve más de 10 minutos con mis dedos en su coño y mi mano en un vibrador que entraba y salía de su boca.  Retiré el mismo de su boca y se lo metí sin problemas en el culo.  Le empecé a dar con fuerza mientras sus suspiros pasaban a gemidos y sus gemidos estaban a punto de pasar a gritos de placer.

–       ¿qué sientes cuando te follán otros? – le pregunté.

–       De eso hace años, solo me follas tu mi amor – respondió entrando en un orgasmo.

Seguí dándole caña y ella entrando en barrena.  Yolanda dejó de gritar y se quedó como sin respiración, con la boca abierta y los puños cerrados sufriendo un tremendo orgasmos.  Saqué el vibrador, metí un gigantesco plug-in y penetré su coño con mi polla.

–       dame duro – me dijo en cuanto logró reponerse y recuperar la voz.

No se el tiempo que duró aquello, no tengo ni idea, pero le di con toda mi alma mientras ella subía la cadera para maximizar la penetración.  Me corrí como un surtidor inundando su coño, su espalda y su pelo.  Algo que le jodía.

Le solté las muñecas y cuando pretendió abrazarse a mi y decirme alguna palabra cariñosa, me bajé de la cama y salí del cuarto.  Yolanda no tardaría en quedarse dormida, le daba igual las sabanas que al fin de cuenta ella no lavaba.

Me vestí con la ropa que había dejado fuera, cogí mi bolsa, las llaves de mi coche, mi ordenador y antes de bloquear su numero de teléfono le mandé un whatsapp

“eres un zorrón, el lunes al medio día vendré a casa a buscar mis cosas, espero que no estés, de el resto se encargará Paco (mi abogado)”

Y salí de casa.

Esa noche, o bueno lo que quedaba de noche dormí en un hotel.

Hubiera pagado dinero por ver su cara cuando viese su móvil o la pantalla de la tele.  Se que intentó ponerse en contacto ese domingo por varias vías pero a todo le mundo que me llamó le remití a mi abogado.  Dormí en un hotel

El lunes ante mi sorpresa llamé a mi equipo para decirle que me cogía el día pero me pidieron ir a la oficina para ver unas cosas.  Siguiendo las leyes de Murffie esas cosas me llevaron todo el día por lo que no pude ir a mi antigua casa a por mis cosas.

Decidí ir el martes por al medio día, iba a provechar e ir con un par de rumanos con una furgoneta para llevarme unos muebles y la cama que al fin de cuentas había pagado yo.

Entre en la casa rezando por no encontrármela pero ante mi sorpresa mi mujer gritaba de placer dentro de nuestro cuarto.

–       dame máximo, dame duro, aggggh que gusto, me corro, me corro, no pares, te mato como pares – y se quedó callada como siempre que llevaba al orgasmo.

Había que ser muy puta, ni dos días desde que la pille, se permitía el lujo de traerse al tan Máximo a nuestra casa, Máximo que por lo visto era el jefe de su jefe, un italiano expatriado.  No hice nada, simplemente volví sobre mis pasos, baje a la calle y me metí en la furgoneta de los rumanos esperando que acabasen y se fuesen.  Me imaginaba que Yolanda se la chuparía en cuanto se repusiese, se ducharían rápido y en poco menos de 20 minutos saldrían por la puerta por que no sabía el italiota, pero Yolanda debía de estar en la oficina a las 4.  O al menos eso decía.  Mis cálculos fueron acertados, y 18 minutos después la pareja salía del portal.

Los rumanos fueron rápidos, y simplemente tuve que señalar muebles que fueron cargando y bajando.  Cuando señale mi cama retiré las sabanas aun sudadas para las que los chicos la uniesen en su carga.

Recogí mi ropa en las distintas maletas que fui encontrando y cuando estas estuvieron llenas y bajadas por alguno de los chicos cogí la caja con juguetes sexuales y al pasar por el portal entre en el cuarto de los contenedores de basura y vacié la caja en él.

Mi secretaria me había buscado un piso de soltero de alquiler que por el precio ya podía estar bien.  Por la tarde se pasó por el mismo a ver que me faltaba.  Ella misma se encargó de encargar en Ikea los muebles que faltaban y se encargó de que los montasen.  Esa noche dormí en mi nueva casa en mi vieja cama.

La verdad es que estuve un poco perdido, mi semana fue un poco rara, me dio la impresión que Ana, mi secretaria se interesaba demasiado.  Nunca pensé en ella como posible amante, la verdad estaba bastante buena, pero la veía todos los días y no era el plan.

Ana me invitó a una fiesta el viernes, me dio un poco de palo pero como iban un par de compañeros de trabajo fui.

La fiesta estaba bien, mucha gente, mucha mujer y mucho alcohol.  Ana me presentó a sus amigas y la verdad es que empecé a hablar con una y con otra.  Rosalía, una de sus amigas fue la que más tiempo me dedicó.

A las seis de la mañana Ana, Rosalía, otra chica y yo entrabamos en mi casa con una borrachera que ni la Macarena.  Puse una ultima ronda y empezamos todos a hablar de todo tipo de tonterías.  Ana puso una tercera y una cuarta ronda.  Rosalía y me susurró al oído que me esperaba en mi cuarto, me hizo gracia pues ni le había indicado donde estaba.  Esperé cinco minutos y me dirigí a mi cuarto donde Rosalía me esperaba desnuda, abierta de piernas con los zapatos de tacón aun puestos tocando el suelo de la habitación.  No lo dudé, me arrodillé entre sus piernas y empecé a comerle el coño.  Rosalía se retorcía de placer mientras yo pasaba mi lengua por su raja.  No se por que no me sorprendió que unas manos desde detrás empezaron a desabrochar mi camisa y a pasarme las manos por mi pecho.  Otra cabeza se metió delante mía y empezó a desabrochar mis pantalones hasta sacar mi polla de  su cobijo y metérsela en la boca.  Raquel, la amiga de Ana y Rosalía fue la primera de las tres mujeres que empezó a darme placer.

Ana besaba mi cuello mientras Rosalía se retorcía de placer.  Aparté mi polla de la boca de la recién llegada y penetré a la rubia, Rosalía dio un brinco y levanto la cadera para mejorar la penetración.  Ana empezó a lamer mi culo y por lo que pude intuir Raquel empezó a lamer el sexo de mi secretaria.

Aquella fue una mañana larga.  Fue un poco cortante sodomizar a mi secretaria mientras a mi lado sus dos amigas se lamian sus coños en un increíble 69 del que no disfrute como espectador por que Ana gritaba de placer mientras dejaba su cuerpo volar entre espasmos de placer.

Les comí el coño a las tres, me follé a las tres, les dejé a las tres que me comiesen la polla.  Raquel fue la primera en irse, tras su ultimo orgasmo nos susurró que tenia que comer con sus padres pero que por favor no parasemos.

Ana se dio cuenta que aunque me había matado de placer le estaba haciendo más caso a su amiga que a ella misma.  Finalmente y después de serle comido el coño por su amiga, y de reponerse del orgasmo, le dio un pico en la boca, me dio otro pico a mi y se despidió hasta el lunes.

Cuando me desperté estaba la rubia desnuda durmiendo a mi lado.  Me la tiré cuando se despertó y lo que quedó de fin de semana.  Con ella a través de Amazon repuse mi arsenal de juguetes sexuales.  El lunes la chica probó cada uno de ellos.

Rosalía resultó ser muy agradable e inteligente.  El lunes nos fuimos a cenar después de la sesión de sexo jugüetil.  Me quedé de piedra cuando me confesó que ella era sumisa. Me dejó ciertamente pasmado.  Me comentó que hacia cinco años había tenido un desengaño amoroso y que ello le llevó a pasarse seis meses sin salir de casa.  Su encierro le empujó hacía la lecturas de relatos y dentro de los mismos de los mismos el BDSM.   Empezó en una web de donde sumisas de ponían en contacto con amos y allí recibió sus primeras sesiones.  Al principio vivía alucinada pero a mil por hora.  Todo fue muy rápido, paso de tíos que la ataban y azotaban a ser llevada a mazmorras medievales donde fue sometida a las mayores de las vejaciones y dominaciones.  Me confesó que al principio le costó mucho diferenciar las relaciones sexuales esporádicas con las sesiones de BDSM.  Al principio exigía que le diesen de hostias y la maltratasen rompiéndole el culo sin miramientos para luego pasar a pedir ser sodomizada con gracia pero sin asustar a su pareja del momento.

No me lo podía creer y Rosalía me ofreció una sesión.  Me citó al día siguiente en su casa en la que nunca había estado.

Llegué al día siguiente como habíamos quedado.  Llamé al quinto B diciendo que era de telefónica.  Me abrieron.  En el segundo A, donde vivía Rosalía la llave estaba debajo del felpudo.  La casa era tirando a hortera, una gran colección de juguetes reposaban sobre la mesa del salón y ella esperaba desnuda de rodillas en medió del salón con sus manos en su cabeza, los ojos tapados con un antifaz y dándome la espalda.

Avancé a hasta ella y sin tocarle le puse una gran correa en el cuello y dos correas en las muñecas y estas a dos argollas al cuello.  Cogí dos pinzas para los pezones y se los puse en cada uno de sus grandes pezones que coronaban sus pequeñas tetas.  La recline sobre sus rodillas y cogiendo una fusta le di un fuerte golpe en una de sus nalgas.  Protestó, le di otro y otro y otro más.  Rosalía empezó a gemir.

–       dame más.

Y le di mas.

Rodeé a Rosalía hasta ponerme delante, le metí la polla hasta el fondo sin ningún cuidado y desde delante seguí dándole azotes sin piedad.  Su culo estaba rojo como un tomate.  La chica disfrutaba tanto de mi polla en su boca como de los golpes que le daba en su culo.

Le saqué la polla a tiempo antes de correrme y me dispuse a darle por el culo.  En realidad cuando iba a darle me di cuenta de la maravillosa terraza que tenía y después de ver a uno de sus gatos que me estaba provocando un poco de alergia, la saqué de los pelos y la sodomicé allí, donde no la veían pero donde toda su calle oyó sus berridos de placer.

Rosalía y yo intercalábamos las sesiones de sexo duro con salidas a cenar con finales en la cama. 

Rosalía me planteó el ser mi sumisa en toda regla, pero realmente no me veía maltratando a una mujer por el placer de ser yo el que mandaba.

La verdad es que no estaba mal con ella, aunque me follába a otras, a Rosalía le hacía un caso especial.  La chica incluso me ayudó a decorar mi nueva casa.

Llevaba meses divorciado de mi mujer y desde luego feliz que estaba.  Mi amigo Jonás se casaba en Valencia y me invitaba a la boda no solo eso, me pedía que fuese su testigo, evidentemente no podía decirle que no.  La verdad es que me apetecía todo ir, pero el único pero era que mi ex mujer acudía.  Jonás había sido muy honesto.

Me jodía verla, sobre todo me jodería verla con el italiano, pero mi amistad con Adrián era mayor y además debía de comportarme como un adulto.

Me tiré a Rosalía antes de coger el coche hacía Pamplona.  Solo eran tres horas para llegar.  En la pre boda no estaba Rosa, mi ex.  Fue un alivio ya que estaba cansado y no me apetecía estar preocupado en esquivarla.  Lo pasamos bien y acabamos en la cama tarde, tuve que evitar a Sandra, una antigua compañera de juergas que alguna vez había acabado en mi cama y que sabiendo mi estrenada nueva situación probó suerte.  Estaba demasiado cansado para quedar bien y decidí en todo caso follármela al día siguiente.

Me levanté tarde y paseé por Pamplona, visite distintas zonas y acabe en la plaza del castillo mazándome a Vermuts con un par de invitados que encontré de la boda.  Volví pronto al hotel para echarme una siesta.

Llegué pronto a la boda, me imaginé que Rosa estaría en la iglesia, desde mi posición no la veía y tampoco era cuestión de ponerme a mirar hacía atrás.  A la salida la iglesia la vi entre gente y no fue hasta el coctel cuando no la pude evitar al coincidir en un circulo de antiguos amigos.  No fue nada especial, simplemente se unió al grupo.  No le dirigí la palabra pero ella me rió alguna de mis gracias.

Cenamos en distintas mesas y aunque se acercó un par de veces durante las copas.  Entre mis pocas ganas y el marcaje que me dio Sandra mi ex no pudo acercarse demasiado.  Me la imaginaba sola o no en su habitación de hotel jodida después de verme salir de la fiesta del brazo con Sandra.

La conocía desde la universidad, ya no tenía el cuerpo de aquellas épocas, pero tenía un pase.  Lo que no tenía un pase era su manera de follár.  Me imagino que uno se acostumbra a follar bien y cualquier cosa que no tenga esa cualidad desilusiona.  Sandra desilusionaba.  Se movía con torpeza, no se le notaba disfrutar, acabe haciéndome chupar la polla, poniéndola a cuatro patas y simplemente descargar.

Por la mañana quiso uno mañanero, pero le di  un pico en la boca y me fui a la ducha.  Cunado salí ella ya estaba vestida con el vestido de noche y esperándome para despedirse.  Intentó besarme en la boca, pero le di dos besos.

Volví a casa y le pedí a Rosalía que me esperase en pelotas en mi casa a cuatro patas.  Se la metí en la boca en cuanto entré en mi habitación, había entrado en la casa tirando la bolsa y sacándome la polla.  La verdad es que la chica mamaba pollas como una reina, no era habitual en mi, pero no la saqué de su boca y me corrí en ella.  La chica puso cara de decepción.  Pensé en decirle que estaba muy cansado pero finalmente decidí buscar en la mesita de noche, coger un vibrador de buen tamaño y metérselo en el coño.  Le di duro con él hasta dolerme la mano, pero no paré hasta que a gritos la chica se corrió como una cerda que era.  Cuando la chica se recuperó de su orgasmo se dio la vuelta y mirándome con ojos inyectados en sangre, me pidió que hiciese sufrir.

–       átame y sométeme.

Y así hice, le até y la sometí hasta que los rayos de sol empezaron a aparecer por la ventana.  No recuerdo la veces que me corrí con ella o sobre ella, pero fueron muchas.

Pasaron las semanas sin mucho más que el trabajo y follárme a Rosalía casi cada noche.  Los fines de semana salíamos y a veces lograba que viniese Ana, mi secretaria y juntos sometíamos a Rosalía.  Ana era poco de recibir, pero entrada en harina, bastante de dar.  A Ana solo me la follaba, a Rosalía le hacíamos de todo.

A veces me sonreía solo en el coche pensando que no había querido que fuese mi sumisa y al final le daba candela casi a diario.

Llego la segunda boda del programa de bodas de ese año de mis amigos.  Era una boda en Cantabria y aunque Rosalía puso morritos por que se quiso apuntar, pasaba de dar explicaciones a mis amigos y menos a mi ex.

Le di el ultimo repaso de la semana antes de irme a Santander.  Cuando saqué mi polla de su azotado culo Rosalía jadeaba con fuerza, el corazón le salía de la boca.  Le besé en los labios, solté sus ataduras y me fui a duchar.  La chica había guardado los juguetes en la bolsa de deportes y me esperaba en la cama.  Me quedé a dormir con ella. 

curre y después del trabajo salí hacia casa donde hice una maleta rápida.  Cunado baje con la maleta dudé entre volver a casa subir la bolsa con los juguetes o dejarlos en el maletero.  La dejé.

Viajé a Santander del tirón sin parar en el Landa ni mariconadas por el estilo.  Llegué al hotel con tiempo de dejar mis cosas, un agua y encontrarme con la gente en la calle del Rio del Pila.   Rosa, mi ex, estaba entre el grupo.  Nos saludamos todos.  La verdad es que la noche fue larga, bebimos hasta que literalmente nos quedamos todos en la calle borrachos y sin lugar a donde ir.  Sandra estuvo acercándose e incluso llegamos a hablar un rato, por su lado Rosa intentó repetir lo de la boda pasada, pero uno es de la idea de que si nos mojamos que la cosa valga la pena.  La despaché con un – hoy no vamos a hacer tonterías.

Dormí la mayor parte de la mañana y cuando salí directamente a tomarme una cerveza en el Rin, restaurante/cervecería sobre la playa del sardinero vi llegar a Sandra que volvía de la playa y que a pesar del pareo denotaba unas preciosas piernas.  Le invite a unas cañas y estuvimos hablando de chorradas mas de una hora.

–       hay que se muy cabrón, mira que follarte a Rosa – me dijo Sandra.

–       ¿te diste cuenta?

–       Canto un huevo cuando os fuisteis.

–       ¿Te molesto?

–       Me dio un poco de envidia, tómatelo como quieras.

–       Bueno nena tu te fuiste.

–       Yo no me fui.

–       Bueno, como si te hubieras ido.

No había reproches, me imagino que las cervezas y lo meses pasados lo curan todo.

La acompañé al hall del hotel.  Nos despedimos.  Me volví a meter en la cama donde me masturbe recordando a una y ninguna amante en particular.

Dormí hasta las 6 de la tarde, me desperté, pedí a servicio de habitaciones un bocata y me duche.  A las 7:30 salía hecho un pincel hacía la iglesia de la calle Escalantes, al lado del ayuntamiento.

La ceremonia fue un coñazo, pero la boda estuvo bien.  Muy bonito el hotel real.  En la mesa me tocó con Rosa, que se las arregló para sentarse al lado mío a reírme las gracias.  La cara de Sandra era un poema.

La noche fue larga, copas, bailes, más copas.  Rosa se me tiraba encima y yo aunque la calentaba, también la rechazaba.  Pasaban las horas y las borrachera era mayor.  Sandra intentaba entablar conversación, pero también la rehuía.

En un momento dado Sandra apartó a Rosa que se colgaba de mi cuello bailando una lenta y ocupó su lugar.

–       no has bailado nada conmigo en toda la noche – me dijo susurrándome al oído.  Yo la miré a los ojos alejando un poco mi cabeza.

–       Te vas a cansar de bailar esta noche.

–       Aquí ya queda poco – la volvía mirar a los ojos.  Cogí su reloj de muñeca y miré la hora.  4:47 hrs.

–       A las 5:00 sal de la boda, ve a la recepción, pide copia de la tarjeta de la 401, espérame con los ojos tapados de rodillas en medio de la habitación – Sandra me miro y ni sonrió, apoyo su cabeza en mi hombro y espero a que acabase la canción que bailábamos.

Sandra se fue a una barra y se pidió una ultima copa, yo en la otra pedí la última.

Vi a Sandra salí, me recordó a nuestro noviazgo. 

Cogí un taxi y me fui a mi hotel.

Cuando entré en la habitación Sandra esperaba de rodillas, una copa medio vacía, deje la mía al lado.

Efectivamente mi ex tenía los ojos tapados con una corbata no usada.  Entre en el baño y rompí una cuchilla de afeitar, cogí la cuchilla y desde detrás suya corté cada uno de los tirantes de su vestido.  Ni lo pensé, debía costar una pasta.  El vestido cayó.  Llevaba como siempre ropa interior cara, el sujetador con relleno dejaba salir sus pezones.  Con la cuchilla rasgué el lateral de sus bragas y estas cayeron.  Le quité el sujetador. 

–       dame caña – me dijo.

Cogí otra corbata y le até las muñecas a la espalda.  Con otra le até los tobillos y con la cuarta ate la corbata de los tonillos a la de las manos.

–       ¿quieres caña?

–       Me muero de ganas.

–       Pues espera –  y salí del cuarto con las llaves de mi coche en la mano.

Bajé al garaje abrí el maletero de mi coche y volví a la habitación.  Sandra no se había movido.

–       ¿Sigues queriendo caña?

–       Me chorrea el coño.

Le puse dos pinzas en los pezones.  Sandra no dijo nada, no se quejó, yo apreté los pezones.  Apoyé mi mano en su cabeza y la empujé hacía delante dejando su culo elevado.  Metí un dedo en su culo y empecé a meterlo y sacarlo.  Sandra empezó a aumentar su respiración.  Metía y sacaba mi dedo hasta que rápidamente su ano es dilató.  Le empecé a meter un dildo por el ojete, si a ella le sorprendió no lo pareció, su culo aceptó con glotonería la entrada y salida del falo de goma.

–       ¿así es como te recibía polla tu culo cuando te follaba tu amante? – le pregunté a mi jadeante ex esposa.

–       El culo lo reservaba para ti – cornudo.

–       Pues entra que no parece que me lo reservases mucho.

–       Desde que me dejaste pasa por aquí más gente que por el metro.

–       Serás puta

–       Ninguno se queja.

Continué hasta que mi mujer cayó rendida.  Jadeaba tirada sobre la moqueta.  Me quité el cinturón, hice que pusiera su culo en pompa y empecé a darle con fuerza.  Sandra lejos de quejarse y pedirme que parase, se quejaba pero jadeaba de placer.

–       nunca me imaginé que te gustase recibir.

–       Nunca te imaginaste muchas cosas.

Le di un par de goles mas hasta que le metí el ciruelo en la boca.  Sandra chupó como si se acabase.  No quise correrme ni ella quiso que me corriese.  Aun agarrando mi tallo miró hacia arriba.

–       ¿no te vas a follar a tu mujer?

–       Será a tu ex mujer.

–       Me da igual, endíñamela de una vez.

No le di mucho cuartel, la cogí por el pelo la hice levantarse, la tiré sobre la cama y después de ponerme un condón la penetré de un golpe

–       quítate el condón hijo de puta

–       a saber quien ha estado ahí dentro.

–       ¿cómo puedes ser tan capullo?

–       Lo digo en serio, no la meto en cualquier sitio.

Sandra no discutió más pues se empezó a correr y no paró hasta que me arranqué el condón después de 20 minutos de dale que te pego y le regué la cara de lefa.

La muy puta intentó quedarse a dormir, pero la largue a su cuarto.  Eso no impidió que por la mañana volviese a despertarme con el desayuno en la mano y su culo dispuesto a ser follado.

Le di por el culo hasta que recepción nos avisaron de que debía dejar la habitación.

Lo único que siento de esta historia es no haber grabado la primera vez que Sandra vino a mi casa a ser follada y se enteró que íbamos ha hacer un trio y tampoco grave la cara de Rosalía cuando aun chorreándole su boca después de haberle comido el coño a Sandra se enteró que le acababa de comer el coño a mi ex.

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