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Categoría: Confesiones

Laura toma malas decisiones y termina follando con su cuñada

Por la escena que en ese momento y a unos metros de mi se estaba desarrollando. Me quedé expectante observando la cara de placer que reflejaba el hombre y la dedicación que ponía Rosa en hacerle sentir bien y en conseguir que su macho estuviera satisfecha con ella.

Agarrada a su culo (notaba la crispación de sus dedos apretándolo) no soltó su miembro ni aún a pesar de que Mario intentaba retirarla ante la inminente llegada de su corrida, que ella tragó sin desperdiciar ni una gota. Satisfecha y ante el desahogo de su hombre, lamió la cabeza de su glande, dejándolo todo lo limpio que pudo. Su cara irradiaba felicidad y denunciaba su estado de ebriedad. Mis bragas también delataban el estado en que se encontraba mi sexo. Nunca me había sentido tan mojada, ni aún en mis tiempos de adolescente.

Reaccioné como pude y me dirigí hacia mi cuñada y levantándola del suelo (todavía permanecía arrodillada) tiré de ella hacia el jardín, ante la mirada de los dos hombres que con cara de satisfacción no dejaban de mirar la escena en silencio.

– ¿Ya nos vamos? Preguntó Rosa con la voz muy afectada por el alcohol.

– Todavía no hemos acabado cariño! Insistía suplicándome para ver si cedía y nos quedábamos en la casa un rato más

– Se nos ha hecho muy tarde y nos sabemos si encontraremos algún taxi a estas horas! Además, no estás en muy buenas condiciones que digamos! Esta noche nos hemos pasado un poco cielo, mejor nos vamos ya! Dije deseando escapar de allí y a la vez notando un nerviosismo que hacía temblar mi vientre ante la seguridad de que nunca antes había sentido tal estado de excitación.

– Nos pides un taxi, por favor? Dije dirigiéndome a Mario.

– Necesito llevarla a casa! Es muy tarde ya y pueden empezar a preocuparse! Mientras observaba a mi cuñada que permanecía ausente de la conversación y con el pelo algo alborotado debido al trajín de la fiesta que nos habíamos dado hacía un rato.

Le arreglé como pude el pelo y le puse el vestido en su lugar. Ella se dejaba hacer como una niña buena mirándome a los ojos y haciéndome mimos y poniéndome morritos.

– Te quiero Laura! Eres mi mejor amiga a parte de mi cuñada! Lo sabes verdad? Decía con voz muy afectada por el alcohol.

– Sí, ya lo sé cariño! Dije sujetándola de la cintura y recogiendo los bolsos para salir de la casa.

Los dos hombres nos miraban divertidos mientras esperamos, yo con impaciencia, la verdad sea dicha a que llegara nuestro taxi. Se habían ofrecido a llevarnos a casa pero ni por asomo había sido la mejor idea de la noche.

Oímos un claxon y salimos hasta la calle atravesando como pude el jardín cargando con mi cuñada, ante la torpeza para andar que presentaba en ese momento. No dejaba de pensar como había dado lugar a perder la cabeza de esa manera. Cómo no había controlado la bebida hasta el punto de presentar ese aspecto tan lamentable. Qué explicación íbamos a dar si nos sorprendían antes de llegar a nuestras habitaciones. Dos mujeres, se supone que adultas y con cabeza para no dar lugar a que ocurrieran ciertas cosa o mejor dicho ciertas situaciones, en su supuestamente controlada vida familiar. No parecía que perteneciéramos a esta última situación dado el estado lamentable que presentábamos, sobre todo mi cuñada y especialmente en relación a lo que había acontecido hacía un rato en la casa de estos dos individuos.

Subimos al taxi ante la crítica mirada del taxista que no sé cómo se calló las ganas de decirnos que cuidado con vomitar dentro del coche.

Mi cuñada apenas conseguía mantener la cabeza derecha y mucho menos el cuerpo. Apoyada en mi hombro intentaba coordinar alguna frase con sentido. Le oía decir algo como que había sido la primera vez y que la próxima ya vería como sería más fácil y estaría más relajada. Dentro de su incoherencia conseguí descifrar una frase, que la verdad sea dicha, consiguió impactarme y hacerme sentir un latigazo de placer en mi bajo vientre ya de por si excesivamente sensible ante lo que acababa de vivir hacía apenas un rato.

– ¿Cuánto le has sacado al salido ese cariño? Dijo mi cuñada arrastrando las palabras y costándome descifrarlas.

Me quedé pensativa ante el comentario de mi cuñada. Esta situación no era nueva para ella por lo que podía ver y esto hizo que mi ego sufriera un subidón de adrenalina ante la situación tan nueva como excitante así como un descenso posterior ante el hecho de la conversación que muy bien podrían haber firmado dos mujeres que se dedicaban a la misma profesión: vender su cuerpo!.

Este pensamiento hizo que mi sexo, ya de por sí alterado por los hechos ocurridos hacía un rato en aquél chalet, dejara fluir toda su excitación empapando mis bragas como nunca me había ocurrido. Mi entrepierna palpitaba como si quisiera salirse de mi cuerpo. Mi cabeza pasaba de la situación creada por el estado de mi cuñada, a la que sentía debido a no poder culminar esa noche como debería de haber acabado, sentía la necesidad de correrme no de tener un orgasmo. Mi coño sentía la necesidad de correrse. No podía quitar esa idea de mi cabeza. Era demasiado tarde para eso ya(o eso creía yo).

El taxi arrancó y una vez dada la dirección a la que debía dirigirse pusimos rumbo hacia el chalet de mis suegros. Mi cuñada seguía fuera de combate con esa medio sonrisa tonta que llevaba toda la noche y que estaba empezando a preocuparme, al darme cuenta de que en su estado, lo mejor era no cruzarnos con nadie de la casa hasta que pudiera dejarla acostada en su cama.

Cada vez que parábamos en algún semáforo y ante el poco cuidado que mi cuñada prestaba a su aspecto exterior, hacía que su vestido subiera bastante más de lo aconsejable para unas señoras de nuestra edad. El taxista no dejaba de acomodar el espejo retrovisor para no perderse el espectáculo que mi cuñada y a ratos yo misma, le íbamos ofreciendo de nuestras piernas y de algo más arriba de ellas, que a pesar de intentar controlar ni yo misma podía ante la atención que debía prestar a mi cuñada para hacer que medio se comportara.

– A partir de ahora todo será más fácil, ya lo verás! Dijo mi cuñada con lengua de trapo y apenas entendible.

No quise seguirle la conversación aunque de sobra sabía a qué se refería. Sin querer, había dado el primer paso hacia una situación en la que yo misma me había metido y de la que no sabía cómo iba a poder salir (o mejor dicho, si quería salir de ella) estaba empezando a notar que me estaba gustando demasiado. El taxista seguía intentando ver más allá de lo buenamente aconsejable cuando alguien va conduciendo y a mi, sinceramente empezaba a ponerme cachonda la situación (todavía más si cabe). Mi sexo parecía un charco de lo húmedo que lo notaba. Necesitaba llegar a casa y cambiarme de bragas o mejor aún, quitármelas.

Un buen rato después de salir de aquella casa llegamos a la de mis suegros. Pagué al taxista que al volverse para cobrarme dio un último repaso a la mercancía que llevaba detrás para llevarse un buen recuerdo nuestro. La verdad es que yo no escatimé ningún cuidado en dejar que el hombre se llevara un buen recuerdo nuestro.

Una vez fuera del taxi y ya solas ante la puerta del chalet, revisé a mi cuñada de arriba a abajo y yo misma recompuse mi aspecto y con paso decidido o eso pensaba yo nos dirigimos hacia la puerta de la casa. Mi cuñada agarrada a mi brazo y con evidentes signos de contener la risa se abrazaba a mi sin poder remediar la situación.

En el trayecto de la puerta de la verja de la calle hasta la entrada fuimos cuchicheando. Entre risas sofocadas yo le pedía por favor que no hiciera ruido que íbamos a despertar a toda la casa. Mi cuñada se dejaba hacer y poniendo su dedo en los labios decía sin parar shiisss!! Riéndose cada vez que hacía este gesto.

Cómo pudimos llegamos hasta la casa. Abrí la puerta y pasamos al exterior. No encendimos la luz ya que sobraba con las luces que había encendidas en el jardín.

Tirando de ella subimos las escaleras y llegamos a la planta de arriba. Nos dirigimos a la habitación de mi cuñada y cuando llagamos a su puerta, ésta de repente se abrió haciendo que las dos diéramos un grito al unísono al ver a Julio, su marido en la misma entrada con caras de muy pocos amigos esperándola. Una carcajada, apenas sofocada por nuestras manos en la boca, hizo que se agravara la situación que ya de por si al llegar tan tarde y en aquél estado, había cabreado tanto a mi cuñado.

Mi cuñado muy enfadado cogió a su mujer de la mano y la introdujo en la habitación. Mi cuñada en su nebulosa alcohólica y sin mostrar ningún signo de darse cuenta de la situación que habíamos creado comenzó a reírse ante la desesperación de mi cuñada que no lograba controlar el estado en que había llegado su mujer.

Cerró la puerta de su dormitorio y yo una vez liberada de la carga de mi cuñada y con mi punto de alcohol en mi cabeza, nada que ver desde luego con el de mi cuñada, aunque suficiente para no darme cuenta exacta de las consecuencias que podría traer el estado en que habíamos vuelto las dos esa noche, me dirigí hacia mi habitación esperando que todo el escándalo que habíamos ocasionado al subir a la planta de arriba no hubiera despertado a mi marido o a mis hijos.

Con sigilo abrí la puerta de mi cuarto y entre la penumbra divisé mi cama todavía hecha. Mi marido no había regresado todavía. Eso me dio un plus de tranquilidad que hizo que rápidamente me despojara de mi vestido y de mis zapatos.

Me quedé sólo con las bragas y el sujetador. Me despojé de éste y me puse una camiseta blanca de mi marido que me quedaba más bien corta dejando mis bragas al aire. Una vez más tranquila me dirigí al cuarto de baño. Necesitaba hacer pis y lavarme los dientes.

Entré al baño y cerré la puerta sin echar el pestillo. Bajé mis bragas hasta media rodilla y me senté en la taza. Cuando estaba a medio hacer mis necesidades se abrió la puerta y me di cuenta de que quién entraba era Julio, mi cuñado. Ya no me impresionaban estas circunstancias sobre todo después de lo que ya había vivido en esos días.

Se quedó mirándome con una medio sonrisa. Ni rastro de su enfado anterior. Sin prestarle atención cogí un trozo de papel higiénico y me sequé no sin antes dejarlo en la papelera que había dispuesta para este fin. Con parsimonia me puse de pie y sin dejar de mirarnos me subí las bragas hasta mi cintura sabiendo la expectación que estaba creando en mi cuñado, quién con tan sólo su slip puesto, mostraba el estado en que empezaba a ponerse su miembro.

Sin hacerle caso y en silencio me dirigí al lavabo y cogiendo mi cepillo de dientes me dispuse a lavármelos. Mi cuñado me miraba sin decir ni una palabra. Por el espejo del baño podía ver la situación que estaba creando al encontrarme con tan solo mis bragas puestas y la camiseta. Mis pezones me dolían de lo duros que estaban y mi entrepierna estaba empapada de la excitación que sentía.

– ¿Dónde habéis estado zorreando? Me preguntó de repente.

– Seguro que habéis dejado a más de uno con la polla dura, cómo me la estas poniendo tú a mi ahora? ¿Verdad golfa? Soltó la pregunta acariciando mi culo que se contrajo ante el contacto de su mano con mis bragas.

Seguí a lo mío lavando mis dientes sin hacer caso de lo que me decía aunque mi coño reflejaba el estado real de mi cuerpo. Acabé de cepillarme mientras mi cuñado ya se había situado detrás e mi agarrándome por la cintura y atrayéndome hacia él me hacía notar la dureza de su polla en mi culo. Notaba sus manos avanzar por mi vientre mientras sólo era capaz de ver mi imagen reflejada en el espejo. No había nadie más. Sólo yo y mis ganas de correrme. Necesitaba su polla dentro de mi ¿ A qué esperaba para metérmela joder!? Mi respiración comenzaba a agitarse mientras sus manos ascendían por debajo de la camiseta y llegaban hasta mis pecho haciéndome notar lo duro que estaban mis pezones.

Mi cuerpo se echaba hacia atrás intentando provocar la situación que tanto estaba esperando. Necesita ser poseída esa noche. Necesitaba un macho follándome. Alguien que me poseyera y que hiciera conmigo lo que quisiera. A qué esperaba joder!

Mi cuñado parecía oir mis pensamientos y mientras apretaba mis senos con una mano, con la otra comenzó a bajar mis bragas ante el temblor de mi vientre que comenzó a notar que por fin tendría lo que tanto buscaba esa noche. Mi sexo estaba como nunca había estado de empapado. Mi flujo resbalaba en un hilillo por mi muslo izquierdo ante la desesperación que presentaba. Mi cuñado empezaba también a sentir la desesperación de verme tan entregada y sin mostrar la resistencia que otras veces había presentado. En un movimiento rápido bajo su slip y dejó su miembro al aire muy cerca de la entrada de mi coño que ya empezaba a ofrecerse a su invasor.

En ese momento en que ya casi comenzaba a penetrarme oímos un ruido que hizo que rápidamente nos colocáramos la ropa interior en su sitio. Yo mis bragas y mi cuñado el slip intentando ocultar de alguna manera su erección. El corazón parecía salirse de mi pecho ante la incertidumbre de quién podía ser. Aunque al momento salí de dudas. Una persona diminuta y muerta de sueño aparecía por la puerta del cuarto de baño y sin prestarnos atención se dirigía a la taza del inodoro. Se sentó en ella mientras mi cuñado rápidamente desparecía de allí.

Una vez hecho sus necesidades, mi hija, cogió un trozo de papel higiénico ante mi atenta y dulce mirada, y se secó subiendo su pantalón de pijama y una vez realizada esta acción y al levantar su cabeza se percató de que había estado todo el tiempo mirándola. Sonriéndome me dijo con toda su inocencia:

– Hola mami! ¿Tú también te hacías pis? Dijo alzando los brazos para que la subiera en mis brazos.

– Sí cariño, mamá también se hacía pis! Y con ella en brazos me dirigí hacia mi cama.

La acosté junto a mi, notando que a pesar del corto camino, ya había vuelto a dormirse de nuevo con la profundidad en el sueño del que sólo son capaces de hacerlo los niños. Me quedé apoyada en mi codo izquierdo mirándola con el cariño y la ternura que me producía cada vez que miraba a mi hija mientras dormía. Al rato me quedé dormida también.

No sé cuánto tiempo pasó cuando de repente sentí una mano taparme la boca y tirar de mi hacia atrás. Rápidamente desperté entre adormilada y asustada sin saber exactamente a que atenerme. Miré rápidamente hacia el dueño de la mano y me di cuenta que era mi cuñado que no se había dado por vencido. Intenté quitar la mano de mi boca para decirle que mi hija estaba allí. Un sensación de angustia comenzó a atenazarme. No dejaba de mirar a mi hija mientras notaba como a poco iba aflojando la presión que ejercía sobre mi boca pero sin dejar que pudiera moverme de debajo de su cuerpo.

– ¡Joder! Suéltame! Le dije entre susurros haciéndole ver lo peligroso de la situación con mi hija a medio metro de nosotros.

– Puede despertarse! Le dije suplicándole mientras él estaba como loco. Me sujetaba de las caderas mientras tiraba de mis bragas hacia abajo mi cuerpo estaba situado en el borde contrario de la cama en que se encontraba durmiendo mi hija. Mis rodillas no tocaban el suelo de la habitación.

Mi cuñado una vez mis bragas estaban enrolladas en mis rodillas comenzó a apretar mis nalgas con desesperación mientras mi coño volvía a despertar humedeciéndose de nuevo y preparándose para lo que estaba por venir. Mi vientre comenzaba a encogerse fruto de la excitación y del miedo a despertar a mi hija con el trajín.

– Joder cuñada! Qué buena estás! Ahora sí que te voy a follar! Lo estaba deseando desde que os he visto aparecer! Dijo mientras acariciaba mi sexo mojado.

– Mira cómo tienes el coño zorra! Le oía decir mientras rezaba porque mi hija no despertara de su sueño.

De repente noté como algo duro buscaba entrar dentro de mi. Notaba como la punta rozaba la entrada de mi vulva haciéndome olvidar poco a poco la situación en que me encontraba. El morbo una vez más, estaba venciendo a la razón. La sinrazón volvía a vencer al sentido común.

Tan metida estaba en mis pensamientos que no fue hasta que de un empujón note como el miembro de mi cuñado entraba dentro de mi chocho como si fuera un cuchillo caliente entrando en una barra de mantequilla, haciéndome dar un gran suspiro mezclado con un quejido que hizo acelerar si cabe un poco más el ritmo de mi corazón. Tapé mi boca con una de mis manos mientras con la otra agarré la mano pequeñita de mi hija intentando que no despertara de su sueño.

Mi cuñado viéndome entregada y sin oponer resistencia (la verdad es que esperaba que se corriera pronto y cesara el peligro en el que nos encontrábamos) comenzó a bombear haciéndome concentrarme en conseguir lo que tanto había estado buscando esa noche. CORRERME.

Notaba los dedos de mi cuñado apretando mis caderas mientras iba aumentando la cadencia de su bombeo cada vez más fuerte y seguido haciendo que mi cabeza comenzara a nublarse. Cada vez que empujaba dentro de mi subía como una ola de placer hasta atenazar mi garganta. Oía los jadeos de mi cuñado. Sus manos apretarme cada vez más fuerte. De repente dio una palmada en mi trasera asustándome tanto del dolor como del ruido que produjo haciendo removerse a mi hija.

Mi angustia subió de tono mientras mi cuñado espoleado por el manotazo comenzaba a acelerar sus embestidas haciéndome volver a concentrarme en el orgasmo que parecía aproximarse. Mi estómago parecía encogerse preparándose para lo que se avecinaba. Comencé también a jadear intentado no hacer ruido. Esto hacía que mi excitación fuera en aumento. De pronto mi cuñado cesó en su embestida dejándome vacía. Mi culo instintivamente se echó hacia atrás buscando la polla del macho que me estaba follando. Con desesperación esperaba que continuara. De repente empujó hasta el fondo haciéndome estremecer de gusto.

Dios! Que gusto! Pensaba para mi. Mi cabeza sólo pensaba en tenerla dentro.

De repente comenzó otra vez cada vez más fuerte mientras gemía y bufaba como un toro mientras me empalaba una y otra vez. Esto hizo que mi vagina apretara sus paredes haciéndola más estrecha y favoreciendo el roce cada vez más intenso si cabe del miembro que la poseía.

De repente sucedió. Empecé a sudar como una loca mientras mis ojos se llenaban de lágrimas y mi coño de gusto. Un gusto que cada vez notaba avanzar por mi vientre, mi estómago y atenazar mi pecho impidiéndole tomar aire y notando un mareo que amenazaba con hacerme perder el conocimiento. Cómo lo necesitaba! Pensé para mi mientras me corría con todas mis fuerzas aguantándome las ganas de gritar para no despertar a mi hija que plácidamente seguía durmiendo a mi lado, a pesar de no dejar de sujetarle su manita. Mientras llegaba a la cima de mi orgasmo notaba como la polla de mi cuñado comenzaba a palpitar avisando de que no tardaría en correrse también mientras comenzaba a gemir esta vez algo más fuerte que yo con la amenaza de despertar a mi pequeña.

De repente una luz entró por la ventana y desapareció. El pánico se apoderó de mi. Mi marido! Pensé en voz alta mientras Julio empezó a bufar y sentí su eyaculación dentro de mi. Notaba su semen caliente inundar mi chocho mientras intentaba zafarme de él presa del miedo a que mi marido subiera y nos pillara así.

– Déjame ya joder! Le supliqué casi llorando.

Tu hermano acaba de llegar! Le dije histérica mientras mi cuñado salió tranquilamente de la habitación subiéndose su slip como si la cosa no fuera con él. En ese momento le odié más que nunca en mi vida.

Me subí las bragas y rápidamente me acosté junto a mi hija y me hice la dormida. Oía perfectamente los latidos de mi corazón en mi pecho, en mi cabeza, en mis oídos. No había pasado tanto miedo en mi vida. Mis bragas estaban más empapadas que nunca si cabe. Cerré las piernas y permanecí en silencio esperando lo que acontecía a continuación.

Oí a mi marido subir las escaleras, recorrer el pasillo y entrar en la habitación. Se asomó y debió vernos a las dos quietas en la cama y sin hacer ruido se metió en el cuarto de baño. Me relajé y de repente las lágrimas inundaron mis ojos y así llorando me dormí.

Desperté muy aturdida, tan aturdida que apenas presté atención a que la mañana ya estaba muy avanzada y que estaba sola en la cama. Muy despacio levanté la cabeza y sentí la almohada mojada. Empecé a reaccionar y me di cuenta que mi sueño había sido tan intenso que hasta se me había escapado la saliva.

Poco a poco me incorporé en la cama lo sucedido cuando regresé aquella noche comenzó a ordenarse en mi cabeza. Estaba en camiseta y con las bragas en su sitio. ¨Algo es algo¨ pensé para mis adentros. Poco a poco empecé a sentir cual era mi situación real. Mis bragas estaban algo acartonadas y rápidamente deduje a que era debido. Mis fluidos y sobre todo los de mi cuñado las habían humedecido y a la vez se habían secado ocasionando ese acartonamiento que estaba sintiendo.

De repente, Gustavo vino a mi cabeza y ese pensamiento hizo que comenzara a preocuparme. Una sensación de tristeza me envolvió al pensar en lo sucedido estos últimos días y en las consecuencias que todo esto podría acarrearme para el futuro. Cualquier persona medianamente inteligente (y yo lo era) sabía que todo lo acontecido durante estas vacaciones haría que mi vida diera un giro importante. Ya nada volvería a ser como antes. La pregunta era si podría gestionarlo. Dentro de la seguridad que normalmente regía mi vida no estaba muy convencida de poder gestionarla a partir de ahora o al menos, gestionarla de la misma manera.

Todos estos pensamientos me acompañaron hasta el cuarto de baño mientras las ganas de orinar hacían que me sentara en la taza y mientras mi cara iba cambiando a la de satisfacción pensé en lavarme en el bidé y quitar de mi cuerpo aquella sensación que hacía que no pudiera olvidarme de lo sucedido aquella anoche.

Lavé mis partes íntimas y con las mismas bragas que llevaba me sequé (imagino que todas las mujeres lo han hecho alguna vez e incluso muchas veces diría yo, algunas de ellas). Me levanté y me adecenté un poco la cara y el pelo. Lavé mis dientes y a partir de ese momento comencé a reaccionar y a convertirme en la mujer que todos esperaban de mi y en silencio me dirigí hacia mi habitación para ponerme algo de ropa un poco más acorde con la circunstancia de que compartíamos vivienda con mis cuñados y el resto de la familia de mi marido.

Me parecía raro no escuchar ruido de voces en el jardín ni la planta baja de la vivienda. Bajé las escaleras y me dirigí a la cocina no sin antes echar una ojeada hacia la parte de fuera. No había nadie en la piscina. Cogí una taza y miré en la cafetera rogando que quedara algo de café hecho (no tenía fuerzas ni ganas para poner una cafetera nueva) y ¡bingo! Había tenido suerte. Un chorro negro y espeso cayó dentro de la taza ante mi evidente satisfacción. Me había colocado un vestido muy corto, apenas unos dedos por debajo de la línea que marcaba el comienzo de mis nalgas, y unas braguitas debajo que dejaban la mitad de mis cachetes al aire. Arriba un sujetador sin aros muy flojito. No necesitaba más tortura que los pinchazos que uno tras otro rebotaban en mis sienes.

Calenté la taza con el café una vez añadido un poco de leche y mientras lo saboreaba ensimismada en mis pensamientos oí como alguien descendía por las escaleras arrastrando sus pies.

Levanté la vista y observé como mi cuñada con su pijama de pantalón corto y su camiseta sin sujetador que amenazaba con romperla con el bamboleo de sus pechos, descendía por las escaleras, agarrada a la barandilla denotando su evidente inseguridad.

Una vez en suelo firme levantó la vista y al verme recuperó la sonrisa dirigiéndose hasta donde estaba. Alcancé otra taza y sin preguntarle le puse otro café. Esta vez no lo corté con leche. Estaba claro que necesitaba el estímulo del café sin rebajarlo.

Su cara sin maquillar y sin lavar denotaba los estragos de la noche. Apenas podía hablar con coherencia todavía. En silencio y sin dejar de mirarnos bebimos de nuestros respectivos cafés.

– Cuanto? La oí decir por primera vez y sin entender a qué se refería.

– Cuanto qué? Me oí repetir sin llegar a comprender que quería decirme.

– Cuanto cobraste anoche? Repitió sin que diera crédito a lo que estaba oyendo de su boca.

– O sea que te diste cuenta de todo? Pregunté a mi vez para ver si estábamos hablando las dos del mismo tema.

– Pues claro mujer! Crees que eres la única que ha pasado por eso? Aunque tengo que darte un consejo! Me dijo sin dejarme responderle.

– La próxima vez le pones tú el precio! Es más emocionante y después de todo si de verdad quieren follarte llegaran hasta donde tú quieras, eso sí, sin pasarte Cielo! Continuó mi cuñada con su clase magistral sobre el hecho de que hubiera cobrado por una mamada y sin darle importancia a este hecho salvo por el dinero que había recibido por ello. A mi cabeza le costó asimilar que Rosa ya hubiera realizado esta acción bastantes más veces de las que yo me suponía. Lo que para mí había sido una situación chocante y por qué no decirlo, anecdótica, para ella era una situación más que normal.

Seguíamos en silencio cuando oímos pasos en la escalera. Era mi marido que con una sonrisa en la boca descendía por ella sin dejar de mirar hacia donde me encontraba. Le devolví con alivio la sonrisa al ver que todo en mi vida seguía igual. Mis devaneos nocturnos no me pasaban factura (al menos de momento, pensé).

Se acercó dónde estaba y apoyándome en la encimera que separaba la cocina del salón me dio un cálido beso en los labios al que respondí con verdadero cariño. Decididamente era el amor de mi vida y por nada en el mundo me gustaría perderle (Otra vez volvió el remordimiento a mis pensamientos).

Rosa observaba la escena en silencio y con una media sonrisa que daba un poco de frescura a su cara, que con unas marcadas ojeras, amenazaba con decir a todo el mundo lo que en realidad había pasado la noche anterior.

– Que envidia me dais! Dijo con una sinceridad fruto de la poca coherencia que albergaba en su castigada cabeza.

– Verás el cambio cuando baje tu hermano! No se dará ni cuenta de que estoy aquí con vosotros! Dijo mientras miraba hacia el pasillo de arriba por donde apareció Julio, con el pelo revuelto y mirando hacia nosotros comenzó a bajar las escaleras con parsimonia sabedor de que era el centro de atención de todos en ese momento.

Desde el momento en que lo vi, mi corazón se desbocó. Miré de reojo a Gustavo que, en su ignorancia, miraba como se acercaba su hermano hacia nosotros. Tenía la sensación de llevar escrito en la cara lo que había pasado esa madrugada en mi cama. Noté una punzada en mi sexo, como si el corazón hubiera mandado un latido muy fuerte hacia mi bajo vientre. Poco a poco volví a recuperar la compostura y a dominar mis nervios y con ello conseguí tranquilizarme.

– ¿Queréis un café? Pregunté dirigiéndome hacia los dos hombres.

– Yo sí cariño, gracias! Dijo mi marido siempre tan educado.

– Gracias cuñada, el mío que esté bien cargado, he dormido muy poco esta noche! Dijo mi cuñado mirándome fijamente. Rápidamente esquivé su mirada y también obvié el comentario.

– ¿No has dormido bien cielo? Preguntó Rosa con ironía dirigiéndose a su marido y acercándose a él le dio un beso en la cara.

– ¿Qué os he dicho? Ni caso me ha hecho! Dijo en voz alta ante la sonrisa de nosotros dos.

– Si no hubieras venido de la manera que viniste pues quizás no me hubiera despertado y de paso no me hubiera desvelado! Dijo mi cuñado sonriéndole a mi cuñada.

– Pues haberte aprovechado tonto! Igual me hubiera dejado! Dijo mi cuñada guiñándome un ojo.

Intenté pasar desapercibida mientras daba un sorbo a mi café concentrándome en preparar los dos cafés que me habían pedido los hombres. Mi marido mientras se sentó en el sillón y encendió la tele apareciendo un partido de fútbol que concentró toda su atención. Le acerqué su café, le acaricié el pelo y volví de nuevo a la encimera a acabar con el mío.

Mi cuñada según se sentó en el otro sillón se acomodó y al poco tiempo se acurrucó y cerró los ojos durmiéndose. Debía estar reventada todavía a pesar del café que había tomado.

– ¿Y la niña, Laura? Preguntó mi marido.

– Imagino que estará con tus padres en el mercado! Les oí comentarlo ayer por la tarde que irían a ver si compraban algo de marisco para este mediodía! Contesté mientras observaba de reojo como mi cuñado iba tomando posiciones cada vez más cerca de mi.

Comencé a darme cuenta del peligro cuando éste ya estaba encima. Mi cuñado me había arrinconado en la esquina de la encimera que hacía un ángulo con la parte donde estaba la ventana por lo que desde allí se divisaba el jardín y la entrada a la parcela y donde no tenía escapatoria, al menos sin formar un estropicio que delatara lo que estaba sucediendo.

Mi cuñado bebía de su taza con la mano izquierda mientras con la derecha acariciaba mis nalgas sobre el vestido. Mi respiración se agitó de repente. Mi mano libre sujetó la suya que comenzaba a insistir en su avance. Cogí su muñeca con fuerza sin quitar la vista de mi cuñada y de mi marido, en ese momento de espaldas a nosotros. Mientras mi cuñado dejaba la taza en la encimera y metiendo la mano por mi entre mis nalgas llegó a mi sexo.

Mi nerviosismo rivalizaba con mi excitación. Notaba mi entrepierna toda mojada. Mis bragas adheridas a mi monte de venus, pegajosas, mientras la mano de mi cuñado lo abarcaba todo con la palma. Mi vientre comenzó a latir fruto de la situación tan morbosa por la que estaba pasando.

Apareció de nuevo la puta y se escondió la madre y esposa sumisa y cariñosa. Despertó de nuevo la hembra en cela mientras la mano de mi cuñado amasaba mis bragas empapadas y me susurraba al oído muy cerca de mi cuello lo buena que estaba y lo puta que era.

Mis pezones se endurecieron y comenzaban a marcarse en mi vestido amenazando con perforarlo de lo duros que los notaba. Abrí las piernas para facilitar la maniobra mientras la mano izquierda de mi cuñado agarró mi muñeca y la dirigió hacia su entrepierna. Abrí la mano y agarré su miembro. Duro como una piedra y comencé a menearlo por encima de su pantalón de pijama.

Mi excitación no tenía límites. Notaba mis mejillas a punto de quemarse de lo calientes que las tenía. Notaba el sudor caer poco a poco por mis sienes. De repente noté como mi cuñada se removió en el sillón y acomodó la postura de nuevo mientras mi marido seguía ensimismado con su partido de fútbol. La tensión del momento podía cortarse con un cuchillo. Mi pecho subía y bajaba sin soltar la polla de mi cuñado mientras parecía que mi mano se había pegado a ella notando como palpitaba con cada uno de mis apretones.

De repente noté como dos de los dedos de la mano derecha de mi cuñado apartaba mis bragas y sin miramientos se introducía dentro de mi vagina haciendo que mi mano derecha se apoyara en la encimera haciéndome poner de puntillas mientras uno de sus dedos entraba dentro de mi coño sin encontrar ninguna oposición tal era el grado de lubricación que presentaba mi entrepierna.

Sin pensar agarré sus dedos por encima de mi ropa con mi mano libre (en ningún momento solté su polla cada vez si cabe más dura) evitando que siguiera moviéndolos dentro. Intentaba tomar aire ante la falta de oxígeno que había experimentado con la irrupción tan brusca y tan inesperada dentro de mi sexo. Mi vagina comenzaba a latir también ante la invasión mientras poco a poco aflojé mi mano en señal de que podía continuar con lo que estaba haciendo.

Uno de sus dedos entraba y salía muy despacio dentro de mi coño mientras el otro dedo acariciaba mi clítoris que ya estaba igual de duro que mis pezones aunque mucho más resbaladizo debido a los jugos que mi chocho estaba produciendo con cada embestida de mi cuñado.

Estas dos acciones iban produciendo un acaloramiento dentro de mi cuerpo que junto con el clima ya de por sí caluroso hizo que todos los poros de mi piel se abrieran al unísono y comenzara a pegarse el vestido a mi cuerpo.

Mi cuñado seguía pajeándome sin quitar la vista de su hermano ni de su mujer. Mi entrepierna ardía del gusto. Mis caderas comenzaron a seguir el movimiento de los dedos. Quería correrme lo antes posible. Quitar el peligro del momento. Mi vientre empujaba a la vez que mis caderas. Las paredes de mi vagina apretaban su dedo haciendo si cabe el roce mucho más intensos. Dios! Estaba a punto de correrme mientras mis piernas de puntillas a punto estaban de poder sostenerme. Una sonrisa de felicidad apareció en mis labios mientras estallaba de gusto dejando caer mi cuerpo sobre la mano de mi cuñado.

Solté su polla por primera vez desde el inicio de todo y me agarré con ambas manos de la encimera para sostener mis piernas sin que se doblaran, mientras aguantaba los jadeos de mi orgasmo con la boca apretada y notando como salía el aire cada vez más deprisa por mi nariz, hasta que de golpe cesó, dejándome una sensación de bienestar acompañada por una salida de mis jugos como si me hubiera orinado encima. Notaba mis bragas empapadas todavía más si cabe.

Una sensación de mareo me acompañó por unos momentos mientras el cabrón de mi cuñado sacaba sus dedos y muy despacio y mirándome los lamía. Esta acción hizo que mi útero sintiera como un espasmo e hiciera mojarse todavía más mis bragas. Miré hacia mi entrepierna y parecía como si me hubiera hecho pis encima. Noté el rubor subir a mis mejillas y agachando la cabeza rápidamente subí las escaleras y con los ojos llenos de lágrimas me dirigí hacia mi habitación dejándome caer en la cama donde di rienda suelta a mi llanto.

Al rato de estar acostada boca abajo y comenzar a relajarme sentí una presencia en la entrada de mi dormitorio que me hizo volver la cabeza. Mi cuñado estaba parado en el umbral deleitándose con la escena que tenía ante él. Mi vestido subido hasta casi mi cintura y mis nalgas, apenas cubiertas con mis bragas daban de mi una imagen difícil de olvidar…..

PD: Para mi amiga. La que comparte mis noches. La que se desespera por mi lentitud al escribir. Ella sabe quién es.

Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
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