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Vicky la del colegio

~~Lo que narro a continuación son hechos ciertos, expuestos en la forma en que lo recuerdo, ocurrieron hace ya veinte años y mi memoria, mis fantasías y nuevas experiencias pueden influir en pequeñas variaciones no intencionales. Corría el mes de mayo del año 83, llevaba separado de mi esposa poco más de un mes y mi mundo estaba hecho trizas. Yo, viviendo completamente solo en el apartamento alquilado un año atrás, salía de casa para mi trabajo, me encerraba en la realización de mis labores, de tal manera que no había otro mundo, al salir del trabajo volvía directamente a el apartamento y de inmediato comenzaba a lavar mi ropa, limpiar una parte del mismo, preparar mi cena, comerla viendo las noticias, fregar y recoger los trastos para caer rendido del sueño sin darme un minuto para pensar en absolutamente cualquier cosa. Yo trabajaba en una empresa de servicios de telecomunicaciones, sólo éramos siete personas, el Gerente General (administrador y vendedor); La secretaria general (archivista y telefonista); el asistente de administración (encargado de la documentación bancaria, legal y contable; atender a los clientes en ausencia del administrador y otras); el ingeniero (en electrónica) encargado de la parte técnica del negocio; los dos instaladores y yo, ostentaba el cargo de Gerente de Cobranzas, no tenía personal a mi cargo por lo que debía encargarme de todo el proceso y documentación correspondiente, además, siendo que al salir a cobrar, me sobraba tiempo y, me desplazaba en una motocicleta; siempre me han fascinado las motos, me apasionan; me encargaba de todas las diligencias propias de un mensajero (con la autoridad y el poder de tomar decisiones propias de un empleado de confianza de alto nivel) Ocurrió un día que la secretaria notificó que por razones de salud debería ausentarse por uno o dos meses, el Gerente General le ordenó que consiguiese a alguien que la sustituyera por ese tiempo y le enseñase todo lo que fuere relevante para evitar una situación traumática en las operaciones. Lucy, que así se llamaba la secretaria, contactó a una empresa especializada en suministrar personal temporal y al día siguiente llegó la hermosa dama que, junto a mí, el villano, protagoniza esta historia. Era una mujer suramericana, su piel era aceitunada y tersa, la piel de una autentica india, su rostro, hermoso, la delataba inmediatamente como descendiente de andinos, su cabello, bien cortado y largo hasta los hombros, pintado cuidadosamente de un color oro como el sol que contrastaba divinamente con lo aceitunado de su piel, no era muy alta, yo diría que 1, 65 m poco más o menos, vestía una chaqueta de color oscuro, creo que era de cuero, una blusa blanca estampada con unas figuras en diversos tonos de rojo, bastante traslúcida, no transparente, una falda bastante corta sin llegar a ser indecorosa que hacía juego con la chaqueta, medias nylon del mismo color de su piel y unos elegantes zapatos de tacón alto. Comenzando apenas las labores del día, como a eso de las 8:30 a.m. mientras me servía una taza de café, observé que alguien se acercaba a la oficina por el estacionamiento, era una presencia angelical que avanzaba decidida y directamente hacia mí. Al entrar por la puerta me encontró solo en el área de recepción y preguntó por Lucy, inmediatamente la invité a tomar asiento y le pedí que esperara un momento, toqué a la puerta en la oficina de Roberth, el Gerente y avisé a Lucy que una dama la buscaba. Alrededor de las 10:30 a.m., luego de hacer varias llamadas, ordenar algunos papeles en mi escritorio, llenar un montón de planillas y formas, con diversos fines, planificar mi recorrido de visitas de cobranza y operaciones bancarias, llamé a Francisco, el asistente, para informarle que me encontraba listo para salir, el me informó que debía esperar ya que Roberth se encontraba en una reunión, había dado instrucciones de que no me ausentase sin hablar con él y solicitó no ser interrumpido, más tarde supe que la reunión era con Lucy y Vicky, mi ángel. Ya cerca de las 12:00 m. me encontraba completamente desesperado, tenía más de una hora perdida, sin nada que hacer para distraerme al menos y mis planes se habían escoñetado. Se abre la puerta de la oficina de la Gerencia, Lucy sale atravesando la oficina de Francisco, se acerca a su escritorio, y tras pedir permiso, toma el teléfono y comienza a discar, enseguida escucho repiquetear mi teléfono por lo que me levanto a la carrera para ir a toda velocidad desde recepción a mi oficina y descubrir que era Lucy quien me llamaba. Yo me encontraba a 2 ó 3 metros de ella y tuve que correr casi 20 para contestar el teléfono, en fin. En realidad ella, encerrada en su trajín no se había percatado de mi presencia, me informó que Roberth me esperaba en su oficina, de inmediato. No más entrar, Roberth y Vicky se pusieron de pie, él hizo las presentaciones de rigor, le pidió a Lucy que la llevase a conocer a todo el personal y que cerrara la puerta al salir, acto seguido sacó un dinero de una de las gavetas de su escritorio y me dijo: Aquí tienes mil quinientos bolívares (USA $ 300 en aquella época), normalmente yo me encargo de dar la bienvenida a los nuevos empleados pero; hoy lamentablemente, no me es posible, por favor, llévala a comer a un bonito lugar, procura no excederte en los gastos y recuerda que deben estar en sus labores antes de las 3:00 p.m., aprovecha para hablarle un poco de quiénes somos, lo que hacemos, que ella vaya entendiendo de qué se trata el negocio, ahora vete y no me hagas quedar mal. Yo no podía creerlo, cuando se inventaron esto de la bienvenida ya yo tenía más de año y medio en la empresa, Francisco se había encargado de dar la bienvenida a uno de los instaladores y le dieron 400 bolívares, lo llevó a comer parrilla en un tarantín, se tomaron varias cervezas en otro y no gastaron ni la mitad, me estaban dando a mí esta responsabilidad, con este presupuesto y nada menos que mi deslumbrante invitada. Durante el almuerzo me enteré que ella se encontraba en Venezuela estudiando otra carrera y un post grado, tenía una licenciatura en su patria y estaba arreglando los documentos para ejercer aquí, su padre era un industrial muy adinerado y bien relacionado en el mundo político de su tierra, así como con otros industriales suramericanos, ella trabajaba ocasionalmente como secretaria para aumentar su presupuesto sin tener que dar explicaciones, tenía carro, compartía un apartamento con una amiga compatriota en una zona residencial exclusiva y recién había cumplido 32 años, sólo 9 añitos más que yo, una pendejada, y la verdad es que para ser tan vieja, estaba verdaderamente buena, tenía unas piernas espectaculares y como quien dice, un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar. También hablamos un poco de nuestros gustos y aficiones, ella confesó que era la primera vez que se montaba en una moto y que le había encantado, sólo habíamos recorrido dos manzanas desde la empresa al restaurant, uno especializado en comida china que en ese entonces era muy bueno, hoy en día, por cierto, es mucho mejor. En nuestra charla pude enterarme de que a ella le encantaba ir a la playa, que en su patria solía acampar en compañía de una o varias amigas, que después de comprar su carro, había adquirido lo necesario para hacer camping pero tenía mucho temor de acampar en las playas cercanas a Caracas por los cuentos que había escuchado acerca de ladrones y violadores, inmediatamente me ofrecí a acompañarla cuando quisiese a lo que ella se negó en el acto, si no sé quién eres , me dijo, ¿Cómo puedes pensar que iría a la playa con un hombre a quien no conozco?. Pasados pocos días, Vicky me pidió la esperara un momento a la hora de la salida, que tenía algo que hablar conmigo, así que, a las 5:00 p.m. llegué a la oficina y la esperé, lo normal era que yo al terminar mis labores me fuera directamente a casa y no regresara hasta el día siguiente, ella salió al patio de estacionamiento y me dijo Puedes llevarme, hoy no traje mi carro, así hablamos por el camino, ¡Ah!, pero no vayas a correr que ya me he enterado que te la pasas por ahí corriendo en esa moto como un endemoniado. Naturalmente que acepté, ella subió a la moto y salimos paseando lentamente rumbo a su casa, me abrazaba fuertemente por la cintura por temor a caerse y no cesaba de recordarme que debía ir despacio, que tenía miedo, que nunca había paseado en una motocicleta; y así, rodando, un poco lento para mi gusto, entre risas y sugerencias, al tiempo en que ella me comentaba que había pensado en mi invitación a la playa y que quería conversar al respecto para tomar una decisión, yo me iba creciendo de orgullo y satisfacción, todo el mundo me veía pasar (así lo sentía) en mi moto acompañado de aquella hembra espectacular, poco a poco el rodar lentamente dejó de molestarme mientras iba inflándome de satisfacción imaginando la envidia que causaba, me pavoneaba divinamente, como lo haría cualquier carajito de 23 años en una situación parecida. En fin, ella me preguntó que si yo era un caballero y que si sabía comportarme como tal, me dijo que si yo le prometía no propasarme con ella, entonces, aceptaba ir a pasar un fin de semana a la playa conmigo. El sábado siguiente, a las 6:00 a.m. llegué a su casa, tal como acordamos, paré mi moto en el estacionamiento y subí hasta su piso, toqué a la puerta y ¡Zas!, ella abre con un bebé en brazos y me dice, No sabes cuánto lo siento, anoche vino fulana, una amiga mía, (no recuerdo su nombre), y trajo al bebé, tuvo que viajar urgentemente al interior y me pidió que lo cuidara, espero que no te importe. Por supuesto que me importaba, no pensaba perderme ese fin de semana por cualquier tontería, así que la convencí de ir a la playa con el niño, poco después de las 7:00 a.m. estábamos rodando en su carro hacia Osma, pequeño pueblo costanero que se encuentra a unos 10 Km. de Los Caracas. Al llegar, instalamos la carpa a unos 20 m. de la playa, justo delante del carro, preparamos las cosas que traíamos para comer, ella le dio un tetero al nene y nos dispusimos a comer, nuestros bañadores los teníamos puestos desde que salimos, por lo que sólo nos quitamos la ropa y ya nos encontrábamos listos para un fin de semana playero, si esta mujer me había impresionado con sus falditas, sus chaquetas, los diversos pantalones ajustados que había utilizado en los pocos días de conocernos, ahora era necesario utilizar un gato hidráulico para cerrarme la boca al verla en aquel mínimo (para la época) bikini inmaculadamente blanco que contrastaba con el color canela de su piel y resaltaba su escultural figura, aunque yo había prometido comportarme como un buen amigo, casi como un hermano, mantener la distancia y no intentar tocarla o propasarme, y tenía la firme intención de cumplir con mi palabra, nadie tenía por qué saberlo, para cualquiera que nos viera, esa hembra se encontraba aquí conmigo y como si fuera poco, teníamos un bebe, yo en lo personal de vaina si encajaba en las dimensiones de mi propio cuerpo. El día transcurrió como cualquier día de playa, ora un chapuzón aquí, otro allá, echarse, tomar el sol, zambullirse uno solo, chapotear acompañado, ora con el niño, ora sin él, hasta que comenzó a oscurecer, entonces, encendí la lámpara de gas y una fogata, nos sentamos junto al fuego, compartimos un trago de ron, hablamos de las estrellas y de nosotros hasta que finalmente nos acostamos a dormir, ella en un extremo de la carpa, yo en el otro y el bebé al medio. Amaneció el domingo, me levanté y fui a buscar café mientras ella y el niño aún dormían, luego de tomar un café negro aguarapao, ordené otros dos, pagué y me dirigí de nuevo a la carpa, la encontré despierta y jugueteando con el niño. Daba pues así comienzo a nuestro segundo día de playa. Nos preparábamos para ir a zambullirnos cuando ella me informó que tenía un percance y que lamentablemente deberíamos recoger nuestras cosas y marcharnos, cosa que no entendí, así que tras una pequeña conversación, por fin se atrevió a darme a entender que le había llegado el período y además de haber manchado su traje de baño, el único que había traído, tampoco tenía toallas sanitarias; yo la convencí de que usara un bañador unisex que yo tenía y en el cual no se podría notar cualquier mancha, entonces me fui al pueblo a buscar una farmacia, así que nos quedamos.
 

Datos del Relato
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