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"Vamos a ver como chupas pollas sin parar pedazo de guarra. Sus insultos, lejos de irritarme me ponían aún más cachonda, me enervaban y hacían que desease aún más sus pollas. Se pusieron a mi alrededor con sus cuatro miembros dispuestos y empecé a chupar"
Al salir de trabajar no fui directa a casa. Me pasé a comprar algo de ropa que fuera apropiada para la ocasión. Compré una falda vaquera ajustada y muy corta, una blusa amarilla con botones que resaltaba mis tetas y unos zapatos de tacón que me hacían unas piernas de vértigo.
Cuando llegué a casa me eché a descansar y hasta las ocho o así no me levanté para arreglarme. Una hora después, antes de salir, me miré al espejo de la entrada. Realmente mi aspecto era de puta, sólo faltaba saber si también podía serlo mi entraña. Mi estómago se sobresaltó al verme y mi sexo se agitó con cierto nerviosismo.
Bajé al garaje, por suerte sin encontrarme con ningún vecino, cogí el coche y me dirigí a la Casa de Campo, al lugar que me había indicado Carlos. Dejé el coche aparcado y comencé a andar. Poco a poco empecé a ver a otras chicas rondando por ahí. Algunos coches aminoraban la marcha para ver la mercancía. Un golf rojo se paró muy cerca de mí y me preguntó: - Guapa, ¿cuánto me cobras por una buena mamada? Me quedé bloqueada sin saber qué decir. Me volvió a preguntar: - Oye, ¿qué pasa, no me vas a contestar? No, no, es que todavía no cojo clientes, se me ocurrió decirle. Se fue acelerando a la vez que me decía, - que te jodan puta.
Me quedé ahí parada, pensando en qué me había llevado hasta allí. Se había hecho de noche y ya sólo veía las luces de los faros. En ese momento se paró delante de mí otro coche, la inquietud volvió a mí, pero respiré cuando apareció Carlos por la ventanilla: - ¿te apuntas a una fiesta privada? Si, dije aliviada.
Se abrió la puerta de atrás, era un X5. Cuando me asomé dentro vi a dos hombres en el asiento de atrás, y al lado de Carlos un cuarto, de copiloto. Me conocieron al instante. Vi en sus ojos una mezcla de deseo, morbo y desconfianza. Carlos dijo: - Es una fiesta con algunos amigos, una cosa entre compañeros. Nos apetecía una putita ya experta, que mereciera la pena y que no nos costara un ojo de la cara. ¿Cuánto?
Toda una vida de inhibiciones y represiones, de no saber qué quería, ni cómo lo quería en el sexo pasó por mi cabeza.
Levanté los ojos, miré fijamente a Carlos y le pregunté: – Si vais por separado 90 € por cabeza, si vais juntos 150. Además, si queréis os dejo grabarlo todo por 100 pavos más para que podáis presumir en la oficina. Por adelantado.
Inmediatamente Carlos sacó 200 € y dijo, quiero ese video. Los otros sacaron también el dinero y lo fueron arrojando al asiento de atrás.
Me metí en el coche con casi 500 € en el bolso y unas ganas de follar como nunca antes había tenido. Por primera vez me sentía protagonista de lo que hacía. Me puse en el asiento del medio, inmediatamente empezaron a sobarme los dos de atrás. Sus ganas de mí, me hacían sentir fuerte. El de delante encendió la cámara del móvil y empezó a grabar. Desde ese momento se lo fueron pasando unos a otros para no perder nada de lo que pasaba.
Las manos de mis dos acompañantes recorrían con ansia mi cuerpo, mis muslos, mis tetas. El de la izquierda cogió mi cabeza la dirigió a su entrepierna y me dijo: - Sácala de ahí y cómetela furcia. Dirigí mis manos a su pantalón y lo toqué, no parecía gran cosa. Bajé la cremallera rebusqué bajo el calzoncillo y saque una polla rosada, que inmediatamente empecé a chupar. Mi lengua jugueteaba con su cabeza, a la vez que mi mano derecha se la meneaba con fuerza. Me la metí más dentro en la boca. El tipo gemía y me suplicaba que no me parase. Me subí encima del asiento para seguir con mi tarea de forma más fácil. El que estaba detrás de mí, no dudó en bajarme las bragas y empezar a follarme. Completamente húmeda como estaba, me clavó su polla hasta los huevos. Los jadeos de los dos se hicieron más y más constantes, a la vez que yo comencé a sentir algo parecido a un orgasmo. Una sensación agradable que quería no acabase nunca. Los dos terminaron casi al tiempo, el de abajo se corrió en mi boca, traté de tragarme su leche, pero no pude con todo a la primera, parte resbaló por mi cuello, pero rechupeteé su miembro hasta dejarlo limpio, mientras el tipo no paraba de gritar. El de atrás vació su miembro después de unos cuantos empujones dentro de mí. Me quedé con ganas de más.
El coche había parado, me senté y les dije: - Os quiero a todos sobre mí. Los ojos de los cuatro hombres me miraron con avidez. Me sacaron a tirones del coche y me arrancaron, más que quitaron, la ropa. Me dejaron completamente desnuda, con los zapatos de tacón y los cuatro en torno a mí.
Vamos a ver como chupas pollas sin parar pedazo de guarra. Sus insultos, lejos de irritarme me ponían aún más cachonda, me enervaban y hacían que desease aún más sus pollas. Se pusieron a mi alrededor con sus cuatro miembros dispuestos y empecé a chupar, ahora una más larga, después otra más gorda, luego una con sabor a rancio, otra más dulce. Casi sin darme cuenta fui recibiendo sus latigazos de semen sobre mí. Sin dar tregua, me cogieron en vilo y me recostaron sobre el capó, dejando mi culo bien preparado para recibirlos. Uno tras otro fueron pasando por detrás de mí, follándome sin parar, cuando uno se corría o se cansaba pasaba otro y luego otro. Mi coño estaba a cien, a un orgasmo, le seguía otro y otro, y aún otro más.
Fue Carlos, creo, el primero que me abrió el culo y muy despacio me metió la punta de su miembro. Nunca me habían follado el culo, me dolía, pero no era inaguantable, más aún, después de un par de empujones, les grité como loca: - Folladme, folladme el culo sin parar, vamos, joder, quiero vuestra leche en mi culo.
Después de varios minutos y varias corridas en mi culo, alcancé un orgasmo inigualable. Nunca pensé que por el culo se pudiese sentir eso. Se vistieron y me dijeron al tiempo que se iban: - Eres una furcia de verdad, nunca lo hubiésemos pensado al verte de primeras.
Cogí mi ropa, me la puse, después de limpiarme un poco, y empecé a caminar. Al rato, un coche se paró delante de mí y el conductor desde la penumbra de su ventanilla, me dijo: - Te pago 30 € por una mamada.
Minutos después, cuando me agachaba y me llevaba la polla a la boca, pensé que ni siquiera le había visto la cara.
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