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Categoría: Confesiones

Mi profesora de literatura

Primera parte



Tengo 18 años acabo de entrar a la Universidad y a esta edad no se tiene muchas oportunidades de hacer el amor como uno quise. Uno se pasa excitado todo el tiempo. Cada que uno ve una buena mujer piensa como hacer el amor con ella pero generalmente uno no se pasa de algún manoseo, besuqueo con la enamorada y punto por lo que eventualmente se hace es ir a donde prostitutas, o sino no le queda a uno más que masturbarse pero esas circunstancias cambiaron radicalmente para mi desde el primer día de clases. Nunca sospeché que viviría un tórrido romance con mi profesora de literatura. Ella me gustó mucho. Me excitaba, me excitaba mucho. Me tenía loquito. La soñaba y más de una vez me masturbe pensando que hacía el amor conmigo pero ahí quedaba todo. Ella tenía siquiera unos diez años más que yo además era mi profesora, debía respetarla demás era casada y tenía dos hijos. Era un deseo platónico. No más que eso. Lo que yo no me olía es que yo también le gustaba es lo descubrí un día cuando tuvimos un paseo por fin de semestre.



Cecilia es linda con hermosos ojos zarcos, cabellos claros. Su cuerpo lo esconde bajo ternos tipo sastre pero se podía ver que tiene hermosas piernas y cuando hacía calor y se quitaba la chaqueta se aprecia unos pechos grandes separados pero bien firmes, dignos de ser mamados.



Un día sábado salimos de paseo del curso a un balneario que no está lejos de la ciudad donde vivo. La vi más hermosa que de costumbre. Descubrí que tiene un cuerpo magnifico bien proporcionado. Tenía puesta una blusa holgada crema semitransparente. Un pantalón bien apretado que dejaba ver lo rica que era.



La mañana la pasé con mis amigos. Ella con los demás profesores. No contaba que a la hora del almuerzo me invite a comer con ella. Claro que acepte y nos fuimos a un sitio solitario donde estar tranquilos. Comimos sin que nadie moleste luego de que estábamos sentados muy juntos, sin decirnos nada escuchando únicamente el cantar de los pajarillos. Sentí que ella me devoraba con los ojos caí en la cuenta que le gustaba me acerque la abrace y le robe un beso. Ella correspondió abrazándome fuertemente. Me acarició mis largos cabellos. Abrió su boca para que introduzca mi lengua. Nos recostamos en el prado. Estaba muy deseable. Continuamos besándonos y acariciándonos. Llevé una de mis manos a su cosita. Se dejo que lo haga. Yo fregaba mi mano tanto que ella empezó a jadear metí mi mano por dentro de su pantalón y me apoderé de su conchita que estaba jugosa y calientita. Se estremeció al primer toque. Yo continué en mi acción. Ella abrió completamente sus piernas para la satisfaga de pronto dejo de abrasarme y besarme. Tembló mucho cerró sus piernas se quedó rígida por varios minutos yo continuaba acostado a su lado con mi mano en su conchita hasta cuando escuchamos la voz de un profesor que la buscaba. No se que hubiese pasado si no nos interrumpía y nos pillaba en plena acción.



Muy rápidamente nos arreglamos y ella partió. Yo me quede solo feliz pero también frustrado lo que había hecho y soñando cuando terminemos lo iniciado y como yo ya no era virgen sabía lo que hacía no era un experto en esas cosas pero sabía como calentar a una mujer y que su sangre burbujee de lujuria.



El día lunes tratamos de mantenernos tranquilos cada cual por su lado pero luego de clases, Cecilia me dijo:



-Urawan tengo problemas con su trabajo. Deseo que se quede un momento luego de clase.



Todos mis compañeros salieron. Ella cerró la puerta con seguro y se me acerco a darme un abrazó y beso que se lo correspondí. Me gusto sentir su cuerpo liado al mío. Me gustó sentir sus pechos pegados a mi pecho y su pubis abombado adherido al mío, haciéndole sentir mi masculinidad erecta. Me gusto mucho su trasero gustoso y apetecible que lo acaricié todo él. Ella no me lo impidió. No perdió el tiempo y llevó su mano a mi picha que ya estaba parada, me masajeo y masajeo. Desabotonó mi pantalón, introdujo su mano. Lo hizo suyo, continuo masajeándome sin parar.



Mi profesora de literatura había perdido los estribos. Estaba loca de deseo porque sea de ella. Yo me dejaba que lo haga todo lo que ella quería hacerme es más nunca había tenido una mujer que me ame del modo que lo estaba haciendo, sin pudor, sin límite, sin miedo de mi reacción. Mi profesora de literatura me estaba dando lecciones prácticas del Kama Sutra que habíamos estudiado cuando nos adentramos en la literatura hindú.



-¡Uy! La tienes buena para ser un adolescente más rica que mí…



-¿Qué mi qué?



-Mi maridooo. Si mijito más rica que de la de él. No grande pero si muy gruesa. Me gusta mucho.



-¿La mía es mejor?



-Si, mucho mejor, más rica. Papá mucho más rica, no más grande pero sí mucho más gordita. Volvió a repetir. Quiero tenerla toda. ¿Me la das?



No dejo que responda ya que continúo y continúo masturbándome hasta que me hizo terminar. Mis fluidos salieron disparados. Me la estrujó y exprimió para que nada quede dentro de mi. Vi que estaba muy excitada ya que mientras me masturbaba se llevó una de mis manos a su cosita para que haga lo mismo. Le metí más de un dedo en su cosa mojada. La estimule tanto que se estremeció, tembló su cuerpo. Cerró sus piernas herméticamente. Su cosita dejó salir ríos de lujuria hasta que dijo:



-Para, para. No puedo más vamos a mi casa quiero hacer el amor contigo. No más aquí es peligroso nos puede encontrar. Te deseo mucho. ¡Ay! No puedo más. Quiero que seas todo mío. Únicamente mío. Mi marido llega a la noche y a mis hijos les mando al parque de paseo con la empleada. Tenemos un par de horas para amarnos. Para, para. No más aquí. Paaara, aquí no. Te lo suplico.



No había porque suplicar si yo también deseaba con locura hacer el amor con mi profesora de literatura. Ya en su casa y luego que sus hijos se fueron al parque nos lanzamos como desesperados a buscar el deseo que tenían nuestros cuerpos y los encontramos prestos para satisfacerse.



Nos recostamos en una mullida alfombra. Yo debajo de ella. Se me montó como si fuese su potro a domar. Me gusto como recorría mi cuerpo y como me besaba. Lo hacía con frenesí, ímpetu y exaltación erótica. Cecilia era una experta en los artes del amor carnal. Era fuego puro que cada vez ardía más. Yo trataba de responder como podía a sus acometidas amorosas, pese a ser no muy experto no era difícil avivar más su fuego interno por puro instinto carnal.



Nos fuimos despojando de nuestras vestiduras y fuimos gustándonos visualmente para luego hacerlo con el tacto. Ya desnudos empezamos a devorarnos como si fuésemos leones habidos de carne…



Ya desnuda vi que mi profesora de literatura tenía un cuerpo blanquísimo como la nieve muy firme que pedía ser tomado con pechos grandes duritos y unos pezones pidiendo ser amamantados y los amante, estrecha cintura, vientre plano pese a haber parido un par de hijos, muy bien torneadas piernas que me llamaban a que acuda a ellos. Y a ellos acudí. Su cabello largo caía lacio hasta su cintura escondía su espalda que me decía que la descubra y la descubrí. Sus ojos zarcos inmensos destellaban luces de deseo. Sus labios voluptuosos estaban sedientos de amor y pedían un poco de agua de amor y se los di más de lo que me pedían.



Mi profesora de literatura era el deseo y desenfreno mismo.



Entre caricia y caricia. Penetración y penetración. Dar y recibir. Abrir y cerrar no podía faltar el dialogo de amor:



-Me gustas mucho. No se porque pero me gustas. Eres mi primer desliz y creo el último. Urawan dame tú cosota rica. Dámela ya.



- Hazla tuya. Cómeme.



-¿Puedo?



-Hazlo ya. Cómeme toda.



Y nos comimos todo. Ella dejó que yo la engulla cuanto quería. Nos hartamos, atiborramos y atracamos de sexo. Saciamos nuestros deseos insatisfechos más profundos.



Pensé que su esposo no la satisfacía pero me equivoqué lo que pasaba es que yo la excitaba por algo que ella no entiende y nunca quiso hacerlo así pasó el año nunca pensamos separarnos pero todo terminó por una circunstancia. Cecilia solía decir cuando hacíamos el amor hazme un hijo papito en un principio me asuste por sus palabras; luego caí en la cuenta que una de tantas expresiones cuando uno hace el amor por lo que dejé de incomodarme. Claro está nunca le pregunté como se cuidaba pero pensé que lo hacía ya que hacíamos el amor sin protección alguna.



A Cecilia le encantaba que termine dentro de ella sin protección. A ella le gustaba sentir mis fluidos masculinos introducirse en sus partes y bañarla internamente. Se enternecía cuando me hacía que lama mis fluidos que se habían mezclados con los de ella. Sacando de sus adentros más orgasmos.



Mi profesora de literatura realmente era muy pero muy ardiente por eso buscaba además del amor que le daba su marido un cuerpo joven que le satisfaga sus necesidades con ese gran poder de la juventud ya que rápidamente nos reponemos. Sí bien por el ímpetu lo hacíamos alocadamente. Cecilia que conducía muy bien el coche de sexo. Me tranquilizaba para no actuar alocadamente. Ella también se convirtió en mi maestra de sexo.



El año estaba por terminar y ella quería que tengamos una linda despedida de clases – yo también - por lo que aprovechando que su esposo había salido a trabajar fuera de la ciudad organizó una fiesta intima para los dos.



Había arreglado la sala muy bien con flores por aquí y acullá. Había preparado una rica cena y se las había arreglado para mandar a sus hijos a dormir temprano y como eran unos chicos que no daban problemas, lo hicieron sin objeción. Era como si estuviésemos solos completamente solos. Yo por mi parte había dicho que tengo una fiesta de fin de año y que no lejos de la mi hogar y como mis padres tenían confianza en mí no dudaron en darme permiso ya que nunca di que hacer, no era hijo modelo tampoco un perdido. Ellos sabían que era juicioso.



Era como las ocho de la noche cuando llegué a su casa. Ella estaba más linda que de costumbre. Tenía puesta una blusa blanca semitransparente que dejaba entre ver su busto ya que no tenía sostenes, una larga falda verde aceituna y unas sandalias coquetonas que hacían juego con sus lindos pies. Lo que más me sorprendió es que se había pintado su rostro algo inusual en ella, sus labios resaltaban ya que estaban cubiertos por pintura roja muy roja. Estaba realmente provocadora. Ella sabía como ponerme loquito de deseo y bien que lo logró ya que ni medio que nos vimos nos entrelazamos en un largo abrazo. Nos besamos ardorosamente y empezamos a calentarnos.



Había poca luz en la estancia. La chimenea estaba al rojo vivo como diciendo que nos pongamos como ella y bien que lo hicimos ya que rápidamente nos recostamos en la alfombra al pie de la chimenea.



Mientras continuamos besándonos, abrasándonos y excitándonos nos dijimos:



-Tenemos la noche para amarnos papito.



-Sí, cariñito. Toda la noche.



-Deja que te ame. Papito. Déjame hacer lo que quiero es mi despedida de fin de año es posible que el próximo año no nos veamos.



-Siempre lo haces lo que quieres de mí. Siempre te respondo en tus apetencias. No creo que tu marido lo haga. ¿Lo hace como yo?



-No cariñito con él nos amamos rico pero lo hacemos únicamente cuando esta descansado y es una sola vez de vez en cuando. Contigo es diferente en un par de horas lo hago lo que con él en semanas por eso te necesito papito por eso te necesito siempre estás dispuesto para darme gusto.



- Y ¿Me darás todo de ti?



-Todo lo que quieras. Pide y te lo daré. No lo dudes. Tus pedidos son órdenes para mí. Está noche seré completamente tuya. Te daré algo que has pedido desde hace rato que te lo he negado. Ahora será tuya. Sabes a que me refiero. Me negué porque tengo miedo únicamente lo he hecho con Marcelo. Duele. Lo tengo estrecho es más soy tradicionalista y no lo hago sin de vez en cuando pero hay algo que me lleva a entregarte todo. Quiero darte eso y todo de mí.



Susurré a su oído: Lo se cariñito.



Mi profesora se estremeció al escuchar mis palabras. Me clavo su mirada llena de lujuria, me sonrió, me beso y abrazó fuertemente.



Así empezó nuestra despedida. Rápidamente la estancia se lleno de olores de sexo que se mezclaron con los del incienso.



Nos fuimos despojando poco a poco nuestras ropas ya desnudos ella se me monto como siempre lo hacía. Solía decirme que ese era su único problema con su esposo a él no le gustaba que le monte a mí mucho.



De pronto me ofrece sus pechos y me dice que se los mame que están cargados de leche – su segundo hijo todavía lacta – están cargados de leche vacíame y los mamé como si fuese su hijo pero también su amante. Me gusto mucho ingerir su leche materna que daba a su hijo, espesa, dulce. Vacié sus pechos de leche y los llené de lujuria.



Pensé que la conocía como una mujer caliente, ardorosa que me había entregado todo su fuego erótico pero no era así ahora Cecilia estaba maximizada. Nunca la había sentido tan caliente, desproporcionada en su actuar.



Hicimos al amor muchas veces ella bien sabía que me reponía rápidamente para una nueva cometida pero en una vez que ella estaba encima mío incrustada mi miembro en su conchita le acaricie su rico trasero y recordé todas las veces que le había pedido que me lo de y las veces que me lo había negado así que en un arrebato de deseo hice que me desmonte la puse como si fuese una perra. Hice que abra sus nalgas. Vi su rosa lista a ser ocupada. Me acomodé detrás de ella, puse la punta de mi miembro en su trasero y traté de introducírselo. No pude estaba herméticamente sellado. No me impidió como en otras ocasiones lo había hecho pese a que empuje y empuje no pude hacerlo.



Ella me dijo:



-No así papito. Así me duele mucho. Espera tienes que preparar el camino. Besa mi trasero, lámelo. Lubrícame primero. Lo hice sin esperar. La excite del modo como a ella le gusta.



Ya no podía contenerme. Su trasero estaba listo para invadirlo.



Me dio un tubo de aceite lubricante que lo tenía cerca. Hizo que ponga mucho de él en la puerta de su trasero y un poco en mi miembro.



Empuje y empuje. Sentí que unos anillos aprisionaban mi miembro. Saqué y metí sin piedad no pensé si le gustaba o no. Yo ya estaba liado a su cuerpo su espalda pagada a mi pecho. Una mano estimulaba su clítoris la otra recorría sus senos luego sodomizarla y sodomizarla regué su interior con mi leche.



Triunfo, éxito, conquista.



El trasero de mi profesora de literatura había sido mío. Todo mío.



Cecilia al sentir mi joven miembro en su trasero. Ella dijo más de un ¡Ayyy! de dolor y placer, sus ojos se llenaron de lágrimas. Incrustó sus uñas en mis brazos y me los hizo sangrar. Sus ojos pedían compasión pero también me decían que pero no me detenga. Le estaba gustando mi acción. Ya me había dado la mejor parte de su cuerpo; luego completaría su entrega.



Ya satisfecho me desmonte de ella pero hice lo que le gustaba lamer los fluidos salientes de ella. Eso le gusto mucho se olvido de lo que había dado y tuvo más de un orgasmo.



Linda despedida por fin de año. Llegué a las cuatro de la mañana a mi casa como si nada hubiese pasado.



Durante las vacaciones escolares no nos vimos ya que ella se las pasaba en la ciudad de sus padres pero mi susto fue grande ya que al entrar nuevamente al último año de colegio me enteré que estaba embarazada.



Ella no me quiso decir quien era el padre. Me dijo que puede ser de cualquiera de los dos pero por su comportamiento y modo de mirarme sé que yo era del padre.



Ya no era mi profesora. Ya no nos veíamos tenía como cinco meses de embarazo cuando me la encontré. Era una tarde de sábado cuando la veo toda guapa. Estaba linda riquísima, su embarazo le sentaba muy bien.



Ella me amoldó a su medida. Ella me hizo lo que soy sexualmente anotado. Ella hizo que desee ciertas partes de la mujer que ahora son mi pasión y que ame a una mujer del modo que lo hago.


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