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Don Ángel tiene un autoservicio en una ciudad del oeste de la provincia de Buenos Aires, eran tiempos cuando la economía popular estaba algo complicada, cuando no está, pero este relato no era para temas económicos, aunque esa causa sea la motivación primaria.
Tiempos difíciles cuando el trabajo no abunda y el dinero es un bien escaso, el señor en cuestión, además de dueño maneja el sector de venta de carne, se considera afortunado de haber podido tener un negocio floreciente y un pasar con la situación económica resuelta. Dentro de sus posibilidades siempre está dispuesto a considerar, dentro de sus posibilidades, las situaciones difíciles de algunos de sus amigos y echarles una mano cuando se puede.
Separado hace como cinco años, sin pareja pero con buena llegada al rubro femenino, es decir que siempre consigue compañía para no sentirse tan solo, tiene la vivienda en el piso superior del negocio. Una vecina viene dos veces a la semana para ocuparse de los quehaceres domésticos y alguna vez para atender las necesidades fisiológicas de carácter sexual, por decirlo de forma elegante.
No es que Ángel esté falto de “carne”, pero tampoco le hace asco a ninguna mujer que se muestra accesible, el instinto de cazador que le dicen. Cuando tiene posibilidad de escoger, suele decir “me gusta, el vino añejo y la mujer joven, cuanto más joven mejor sabe”, y últimamente estaba en una racha de buena suerte.
Al comercio, venían muchas mujeres, las conocía bien, casi podría decirse que las tenía en el catálogo erótico de su memoria. Una tarde, cuando recién abría y casi no viene nadie, se le acerca una vecina del lugar, Susana, que tiene dos niños y un marido desocupado y poco adicto a buscar nuevo trabajo, es de carácter afable, simpática, con buena figura, en suma que para su gusto reúne las características de una apetecible hembra.
- Hola don Ángel, puedo hablarle?
- Sí, Susana, como usted diga...
- Es algo personal, mejor en privado puedo?
- Bueno, como digas, pasá.
La encargada de la caja quedó a cargo, pasamos al fondo, a mi oficina. Mucho de vergüenza y algo de pudor para contarme la situación azarosa por la que estaba pasando, al final de terminó por pedirme crédito para la compra de alimentos y reseñar brevemente su problema. Accedo a su pedido y poniendo una mano sobre la rodilla, le digo:
- Ve tranquila, y esta tarjeta para que tu marido vea a esta persona y tal vez le dé trabajo.
Se incorpora y me besa en mejilla, agradecida diciendo:
- Gracias, don Ángel, eres un ángel.
- Bueno, y cuéntame de los resultados.
La quedó mirando salir y pensando qué buena está, qué buen culo tiene.
A las dos semanas, vuelve a verlo para saludarlo, que ahora mismo está de prisa, pero que vendrá en la tarde para darle una cosa, él aduciendo que tal vez no esté en la tarde, dice que mejor sería a eso de las 2 pm, es decir la hora de cierre que tiene más tiempo disponible, pues la apertura vespertina es a partir de las 5 pm.
A poco de cerrar, suena el timbre de la vivienda, es Susana, la hace pasar al living. Trae una bolsa de regalo, dentro una botella de un escocés 12 años como obsequio.
- Esto por qué?
- Por dos motivos, el primero, porque mi marido consiguió empleo con su amigo. –pausa.
- Y el otro?... le doy pie para seguir.
- El otro es que so agradecida… y quiero saldar mis deudas, agradecer… le todo lo que hizo…
Se muestra sorprendido o indeciso sin saber qué hacer cuando ella toma la iniciativa y pone el dedo índice sobre su boca.
- Yo soy el otro motivo, tu regalo. Esto explica el motivo? –le pone en la mano su tanga color rojo. La parte de arriba también me la saqué, vengo sin nada debajo. Tómame, soy el regalo!
- No sé qué decir ni hacer, se da cuenta.
- Shhh, y me pone un dedo en los labios, para que no hable y sigue diciendo: - Dejame ser tu regalo.
En un tris, se quita el vestido, se muestra totalmente desnudita, se deja comer con los ojos, mira la erección del señor que le apunta desafiante.
- Me está amenazando! -mira la pija y le tira un besito. Te debe molestar así tan dura…
Trenzados en un abrazo, se besan con la misma urgencia de la erección, el beso fue la forma de establecer la intimidad previa al acto sexual. Las manos no descansan recorren todo su cuerpo, apretando las tetazas, entre las nalgas, explorando lo jugosa que está dentro del sexo, tan mojadita. Sin soltarse llegan al dormitorio, caen enredados.
Todo se había dicho, ahora era tiempo de realización de consumar el acto sexual, el cunnilingus se produce casi con naturalidad, el reconocimiento de la calentura del otro, mamarse es la manera elemental de crear el clima. Las primeras sensaciones y los gemidos fue la acción directa del hombre sus genitales, revolcados, ella encima no para de comerle la verga y él lamiendo y hurgando con lengua el interior de la conchita.
Ella toma la iniciativa de cambiarse, abierta de piernas hacer lugar en su vagina para empalarse de una, entrarla toda, sabe cómo les gusta a los tipos que ella se los monte. Conoce la forma de hacerlos delirar con sus evoluciones y movimientos de cadera, llevarlos al placer en un viaje sin escalas. Se aproxima para ofrecerle apretar sus tetas sin dejar de evolucionar haciendo chapotear la poronga del hombre dentro del jugoso batido de jugos.
Ensartada, se movió un poco y volcó sobre el cuerpo del tipo, ofreciéndose darle a chupar, las tetas, llenarle la boca de pezones, ahogarlo de placer. Se remueve en la pija la concha ardiendo de ganas. Cogía y gemía gustosa de sentirse llena de carne, aceleró el movimiento llegando pronto al orgasmo.
- Papi me vengo, me vengo, me vengo…
El hombre no se detuvo, sigue dándole al traqueteo, la tomó de las caderas, elevándola y jalando con fuerza en la caída contra su cuerpo, seguía en las delicias del orgasmo cuando le avisó que estaba por venirse, sabía que no tenía condón. El señor se vino dentro, cuando terminaron los latidos propios de la eyaculación, no se retiró, quedó ensartada, con la verga dentro, mirándolo. La risa sin sentido propia de cuando termina el orgasmo los dejó enganchados en ese momento de plena e íntima relación de cuando un polvo es la suma de la satisfacción mutua.
Levanta su cuerpo del empalamiento, al hacerlo algo de leche le va saliendo de la concha, cae sobre sobre el vientre de don Ángel. Ella le besa la pija, agradecida y rescata el sabor del semen del señor.
Recostados y desnudos, le confiesa que su marido por estar desocupado había estado demasiado apático y su necesidad de tener sexo fue la consecuencia de los daños colaterales, el estrés por los magros ingresos había terminado por deteriorar la relación marital. Le pide asistencia sexual, que sea su proveedor de sexo cuando esté necesitada:
- Por lo menos dos veces a la semana necesitaría su atención de macho para cubrir mis necesidades básicas insatisfechas. –risas.
El mundo sigue andando, a los dos día, más o menos, viene a verlo, Rosalía, una pendeja de diecinueve, casada recientemente, dice que una amiga, la Susana del relato, le había confiado en secreto, que don Ángel le había encontrado solución a su problema, asegurándole que el señor tenía buena mano para manejar esos temas.
Cebado por el sexo, le dice que se quede, que en un momento cierra. Suben al apartamento, ella va delante, moviendo el culito, desafiante, en un arrebato osado, estiró la mano debajo de la mini, llega y toquetea esa cola de carne firme, ahí mismo en el descanso de la escalera, la puso contra la pared, apoyando las manos, levantó la falda, corrió a un lado la bombacha y se la mandó de una. Tomada de las caderas comenzó el urgente movimiento, bombeando con toda la fuerza de la urgencia tormentosa de la calentura, los gemidos de la muchacha resonaban cuando el bufido de don Ángel tapó los gemidos, el semen brotó con fuerza pasional llenado la conchita de la joven.
Entraron al apartamento, los pechos de Rosalía hinchados y paraditos fueron amasados y chupados por el goloso de don Ángel, y… como la muchacha había sido madre recientemente el señor pudo sentir el sabor dulzón de la leche materna.
Terminaron de desnudarse, ella pasó al baño para sacarse la bombacha empapada de semen, volvió para darle al señor una soberbia mamada de pija, poco le costó ponerla en condición de batallar por el orgasmo de la muchacha. Lo tendió y se encaramó sobre el tipo, dándole una cogida de antología, tenía instrucciones de cómo hacerlo disfrutar. Le regaló dos estruendosos orgasmos antes de obligarla a venirse dentro de su conchita.
Ella fue al refrigerador por unas cervezas, era el momento de relax, reponer fuerzas, la muchacha sabía que cuando el hombre está contento y satisfecho se facilitan los tratos, dejarlo satisfecho había sido su consigna.
Le llevó la conchita al alcance de la boca de don Ángel, quería sentir el roce del bigote del señor frotándose entre los labios de su conchita depilada, estilo bebé.
- Me dijeron qué cosas te gustan, yo tengo eso que tanto te gusta, te vi mirándome la cola, tocándola y jugando con el marrón. Te lo voy a dar, es todo tuyo, solo una condición, que comiences suave, que me des tiempo para poder relajarme. No me dijeron que la tenías tan gordota, la que me entró era larga pero mucho más delgada.
- De acuerdo, voy a ser suave…
Se puso en cuatro, el hombre va desde atrás lamiendo la conchita, caricias y el beso negro, la estremece, se lo ensaliva, pajea la verga y le pide que se abra las cachas.
La preparó, separa las piernas, arrimando el pedazo a la rajita, frotó la cabeza en la vulva, para untarla en sus flujos, acompañando a entrar en ella. El primer contacto con esa carne joven con poco uso de la “puerta de servicio”, borracho de lujuria se apresta a dar el envión para entrarle por el culo.
Ciego de deseo, la penetró de un solo golpe. No tuvo tiempo ni a gritar, solo cuando toda la carne entró a tope. Tomada de las nalgas, la estaba penetrando con rudeza, bien subido encima de sus caderas, embestía y nalgueaba sin pausa.
Rosalía gemía, excitada y dolorida por la dilatación anal, soporta ser sometida por la calentura extrema del macho que disfruta meter y meter pija sin pausa, cada vez más ansioso y concentrado en penetrarla en un impiadoso polvo. Ella soporta el peso y el rigor del cuerpo del hombre montado en calentura desenfrenada, agarrada de la sábana y mordiendo la almohada, el hombre deja de hablar y gemir, el silencioso y furibundo bombeo cobra velocidad y contundencia, insistencia y concentración en domesticar el culo de la muchacha.
Un agónico gemido, extendido sobre el cuello de la mujer era el preludio de la intrusión salvaje, el tormentoso semen brotó dentro del dolorido culito. Sacársela fue como descorchar una botella de espumante, y también salió parte del cremoso semen burbujeando del culito dolorido.
La contemplé salir caminando con cierta dificultad, apretando sus piernas, era la consecuencia de una tarea bien realizada. Quedó comprometida a volver y… según me portara el permiso para volverá a hacérselo.
De este modo y de forma más o menos parecida, fue ampliando el plantel de carne infiel.
Se comentaba que ellas lo habían denominado como “la pija más rápida del oeste”
Nazareno Cruz
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