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Jane nunca lo supo.

Bien…. En este momento soy un joven universitario. Mi pelo es rubio, o casi rubio, más bien un castaño muy claro. Mido 1.79 m y peso 70 Kg, no sé pero creo que hay una buena proporción entre mi estatura y mi peso corporal, con esto quiero decir que no soy gordo ni flaco, y si a esto añadimos que me encanta ir al Gim pues se supondrá que mi cuerpo es lo que mucha gente llama “atlético” o quizá “bien proporcionado” modestia aparte.
Sin embargo no pretendo describirles ninguna situación en la que esté envuelto en éste preciso instante de mi vida, sino una que tuve el privilegio de experimentar hace ya algunos años.
Se trata de mis años en la preparatoria, que últimamente estoy recordando con añoranza, no sé por qué. Yo al igual que ahora, iba mucho al gimnasio aunque la verdad no estaba del todo desarrollado, digo, a mis 17 años todavía me faltaba ganar en peso y estatura para poder llamarme a mi mismo un “hombre hecho y derecho” como diría mi madre. Siempre fui muy tímido, me costaba trabajo acercarme a las mujeres que me llamaban la atención y eso me atormentaba mucho, sin embargo tenía todo tipo de fantasías eróticas con ellas y llegaba a masturbarme por eso, sin haber recibido siquiera una mirada que correspondiera a las tantas que les prodigaba a diario, lo que es la juventud.
En mi primer año de la prepa ni intimé con ninguna chica, aunque la verdad no fue por falta de ganas ni de intentos, que le vamos a hacer, así de cruel es la vida a veces. PERO ya en mi segundo año para mi gran alegría mi suerte cambió en algo, pues había una chica en mi mismo salón de clases que se llama Jane que me gustaba mucho. De pelo rojo y algo baja de estatura y con unas nalgas muy grandes, demasiadas para su tamaño tan chico. Hablaba de forma extraña, más bien cómica pues arrastraba la “z” y casi todas las palabras que llevasen “s” ellas las pronunciaba a su forma, pero la verdad es que no le quedaba mal. A mi me encantaba su carácter y su madurez en aquella edad tan temprana, y adoraba tocar su piel y pasar inadvertidamente a su espalda para oler su cabello, la verdad ella me volvía loco. Muchas veces tenía que disimular al separarme de ella pues mi joven pene era víctima de las hormonas que yo derrochaba en aquel entonces. Con ella hacía todas mis tareas, y por la noche al estudiar siempre encontraba un pretexto para ir hasta su mesa y preguntarle alguna duda tonta, que yo me sabía muy bien, pero simplemente disfrutaba de la tierna imagen de sus labios brillantes al contraerse y estirarse cuando formulaba las palabras que me dirigía en su explicación.
Así fue que me hice cercano a ella y a sus amigas, yo les caía muy bien a todas ellas. Con una en particular, llamada Grace, hice bastante confianza, pues estudiaba conmigo desde la secundaria. Era un poco más alta que Jane y con buen cuerpo, grandes tetas y unas nalgas muy suaves, claro que eso sólo pude comprobarlo después.
Grace sabía de mi afición por su amiga. Ella y yo hablábamos mucho de ése tema y puedo afirmar incluso que alimentaba mi apetito por la pelirroja. Con el tiempo fuimos variando de tema en nuestras conversaciones hechas cuando yo no estaba en compañía de Jane. Comenzamos a hablar de todo, de los gustos, de la familia, hasta que inevitablemente llegamos al sexo. Nos pasábamos la clase cambiando papelitos cuyos temas me hubieran ocasionado un verdadero problema si hubieran sido leídos por el viejo profesor de Matemáticas, con lo recio y anticuado que era. Recuerdo que algunos de dichos mensajes tenían preguntas tontas como “¿Con qué acariciarías todo mi cuerpo con tus manos o con la boca?” preguntaba ella, y yo respondía “Con la boca”. O cuando yo le preguntaba “Si vamos en un bus repleto y yo te siento en mis piernas, y tú comienzas a sentir mi pene duro bajo tus nalgas ¿Qué harías?¿Te pararías de ahí?” y ella me respondía “Por supuesto no me pararía, eso me gustaría mucho” y otras muchas cosas como ésas que en ése momento hacían que mi cuerpo adolescente se pusiera a mil, pero de ahí no pasaba, no había ocurrido nada entre ella y yo.
Por supuesto yo cuidaba mucho que Jane no se enterara de nada de esto, a ella yo sólo me atrevía a tocarle la mano de vez en vez, pero sin embargo no cambiaría eso por mis charlas calientes con la otra. Grace tampoco le decía absolutamente nada a su “amiga”, enfrente de ella nosotros sólo hablábamos de asuntos del cole y otras tonterías.
Una tarde estaba yo en el salón comiéndome un libro de Historia pues se acercaba una prueba importante. Recuerdo eran las 3:00 PM y en eso llega Grace al aula. Se sienta en la mesa delante de mí, que no era la de ella, y me dice “¿vamos a estudiar por ahí?” y yo inocentemente le digo “Vamos” pero la verdad no pensé absolutamente nada de nada en ese momento. Como mi salón se encontraba en el tercer piso del edificio nos fuimos para el cuarto piso que era el último y soplaba buen fresco. Ella vestía un short de mezclilla muy corto, que al inclinarse dejaba ver el inicio de sus nalgas, y yo simplemente vestía el uniforme azul que se usa aquí en mi país.
Ella con la gracia propia de las mujeres coquetas se sentó en el piso y con la espada apoyada en la pared, lo que permitía que yo, y todo el que pasase por allí, apreciara sus jóvenes piernas, duras y tostadas por el ejercicio que hacíamos en la pista de vez en vez.
Las admiré durante unos segundos hasta que escuché que me decía “Ven, recuesta tu cabeza aquí en mis piernas” y yo, todo un caballero, complací a la dama. Me acosté en el piso paralelo a la pared y con mi cabeza apoyada en sus muslos, muy cerca de su vientre. De inmediato me entregué a la lectura, pues me preocupaba mi examen. Ya estaba dentro, muy dentro luchando codo con codo junto a los héroes de la Historia cuando siento que la mano de ella comienza a acariciarme el abdomen. Entre las muchachas y muchachos de mi salón había una gran confianza y éste tipo de caricia era algo absolutamente normal , así que no hice nada y seguí leyendo tan tranquilo.
Su mano ahora levantó mi camisa para tener contacto directo con mi piel, pero eso tampoco era nada “malo” así que no me lo tomé muy a pecho tampoco. Poco a poco acariciaba ella la piel de mi panza, con la punta de las uñas, y debo confesar que me estremecía a ratitos, pero seguía leyendo como si tal cosa.
Ella se volvió más osada esta vez y subió su mano y me palpó los pectorales, me los presionaba con toda la palma de su mano, creo que le gustaba sentir lo duros y abultados que los tenía, consecuencia del Gim. _Ya para ése entonces yo estaba perdiendo casi completamente la concentración de la que dependía mi futuro académico y comenzaba a temer que me traicionara mi juventud y fogosidad causando que por la tremenda erección que sentía y la situación tan atípica yo acabara eyaculando en mis pantalones del uniforme.
Ya me estaba molestando estar tanto rato en la misma posición, pero por nada del mundo me viraba, decidí que mi espalda se podía caer a pedazos que me mantendría firme en esa postura.
Por un instante ella retiró la fuente de mis caricias y eso hizo que por mi cabeza pasar un soplo de preocupación. Pero diez segundos más tarde era mi rostro al que le regalaban la indescriptible sensación del roce de la femenina piel, de recibir su contacto y su aroma tan particular, tan suave y que me enardecía hasta el extremo por una extraña razón.
Lentamente recorría mi barbilla, pasó por cada una de las comisuras de mis labios, por mis orejas y con el reverso de los dedos disfrutaba del contacto con mis adolescentes mejillas, suaves y sin el menor rastro de impureza. Mi maldita timidez era la que me frenaba en aquel momento, me decía "Eso es sólo casual, ella te ve como un amigo, si la tocas tú, seguro te avienta una cachetada, detente, detente, detente" y yo no me animaba siquiera a mirarle a los ojos.
Sin embargo ya mi pene quería explotar, sentía que si lo tocaba solamente un par de veces mancharía sin remedio mi pantalón de semen. Mi lucha interna contra la timidez era a muerte. Hasta que ella, presumo un tanto sorprendida por mi inactividad, comenzó a contornear mis labios con dos de sus dedos, muy suavemente y presionándolos levemente, con femenina paciencia y delicadeza. Fue ahí que yo entreabrí un poco la boca y mi compañera, sensual y deseosa, metió uno de sus dedos dentro y detalló cada uno de mis dientes. Yo, cual niño pequeño chupaba, sorprendido aún, aquel pequeño pedazo del cuerpo de mujer que me estaban dando de comer.
En el campo de batalla, ya la malvada fuerza que me detenía, sacó bandera blanca y yo me acosté ahora sobre mi hombro izquierdo mirando de esta suerte sus piernas. Mi cabeza se encontraba sobre su pierna derecha y la otra la tenía flexionada, logrando que su short se subiera y revelaba marcadamente su sexo, pues no cubría nada del muslo. Que grande que me pareció su sexo. ¿Me permitiría tocarlo y respirar su aroma?. No lo sabía aún.
Con presurosa y temerosa mano a la vez, yo toqué la rodilla que tenía flexionada ella y fui deslizando mi ávida extremidad a la conquista de su piel. Para mi sorpresa ella al sentir ésto abrió para mi su anatomía, aquella que la molesta prenda de mezclilla no alcanzaba a cubrir, abrió sus piernas continuando con la izquierda flexionada. Y yo ,inexperto y fogoso a la vez, me aventé a levantar la pata de su short y la de su ropa interior a la vez y lanzarme a tocar con mis manos las dos clientes y húmedas puertas del cielo, resguardadas por vellos enroscados.
En ese instante ella me aventó un suavísimo manotazo en el hombro, como diciendo "vas muy rápido" y yo tuve que acariciarla, ambas piernas y su concha por encima de la dura mezclilla. Luego de unos minutos haciéndolo me atreví a tocarle la conchita por encima de la panty, o sea, entre ésta y el short, y no me dijo nada.
Se sentía muy caliente y húmeda. Pasé unos deliciosos y eternos minutos tocándole, pidiendo su mudo permiso para probar con mis manos y mis labios la parte húmeda de su alma, movía mis dedos de arriba hacia abajo, simulando penetrarla por encima de su ropa interior. Podía escuchar claramente cómo se agitaba su respiración.

Hasta que llegó mi momento, la parte aburrida y que todos conocemos. Indagué mis respuestas en su interior una y otra vez, logrando arrancar de su garganta los primeros gemidos que me dedicaba mujer alguna. Cuando saqué mis dedos curioso, entre ellos había entrelazados algunos de los guardianes de su miel, ella me los quitó de los dedos y yo aún extasiado con la humedad que observaba. Me chupé mucho mis dedos, aquellos que habían explorado en su interior hasta dejarlos sin el menor rastro, todo antes de volver a meterlos para obtener luego sus pequeñas contracciones y gemidos, para obtener el objetivo de haber nacido hombre, para obtener el orgasmo de una bella mujer.
Luego nos fuimos por escuchar se acercaban pasos y yo no podía más, así que en un baño de ese mismo piso ella untó con su tibia saliva su mano y me masturbó, y por más que he pensado no tengo para describir esa sensación de verla poner atención en como me lo hacía, y mojarse la mano de saliva una y otra vez cuando esta se secaba, con esa mirada tan coqueta y misteriosa a la vez.Mi eyaculación vino pronta y abundante, no aguanté mucho por el grado de excitación tan grande que cargaba sobre mis hombros, ya bastante había aguantado para ser tan joven. Luego nos seguimos viendo mucho.
Jane nunca lo supo.


Les agradecería cualquier comentario.........
Datos del Relato
  • Categoría: Juegos
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