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Te he vuelto a encontrar por aquí corazón, espero lo estés disfrutando. A continuación te contaré algo que recordé.
Me encontraba en mi cuarto reflexionando, ya sabes, acostado, en ropa interior y a punto de tomar una siesta vespertina mientras que la luz del sol entraba por esa vista magnífica y tocaba mi cuerpo apenas acariciándolo y sugiriéndole un poco de calor.
¿Te has preguntado si estamos destinados a la soledad? O ¿nacimos para ser compatibles con alguien?
Cualquiera de las dos: el estar destinado a alguien se gana pero a veces la compañía debe ser recompensada.
Eso fue lo que recordé, que solía encontrarme con un chico en uno de esos hoteles de Viaducto, sí, ya vi tu sonrisa y seguro alguno lo conoces.
Verás: él era un chico de no más de 30 años, su piel era morena y era gordito, no era muy alto pero sí más que yo. Provenía de una familia con dinero y lo que más le gustaba era viajar y conocer chicos lindos. Es ahí donde yo aparezco y no porque fuera lindo sino por ser un chico.
Nuestra cita quedó en el hotel donde ya te mencioné. Antes de ello me pidió que me vistiera lo más inocente que pudiera, porque así le gustaban los chicos.
Yo súper decidido me vestí lo más mojigato que pude, ya sabes: pantalón negro, tenis, playera gris y un suéter de rayas que me daba un toque entre ñoño y despistado, sin excluir los lentes que me hacían ver como un chico perdido.
Así es como me presenté ante la entrada de su habitación “la 109” aún la recuerdo. En cuanto abrió su puerta me miró con una plácida sonrisa y me ofreció una Coca-Cola de lata.
Platicamos un poco de sus hobbies y algunas cosas sexuales: de cómo le gustaba, qué le excitaba y lo que haríamos.
Él se encontraba del otro lado de la cama y lo noté muy nervioso, sus manos temblaban al momento de tocar las mías y mira que no era la primera vez que él hacía eso. Yo no entendía el motivo de sus nervios pero hasta después me comentó que lo intimidaba un poco.
Así que aprovechando la situación me monté en sus piernas y abrí su boca para que recibiera mis cálidos labios. Él me tomaba por la cintura con sus manos expertas y recorría cada centímetro de ella. Me moldeaba hacia su cuerpo y me apretaba a él. Los besos eran rápidos e intensos, después comenzó a quitarme la ropa, me liberó del calor que obstruía mi cuerpo y yo hice lo mismo con él.
Nuestros cuerpos quedaron desnudos y los friccionamos juntos, yo podía sentir su erección contra su ropa interior que me incitaba a liberarla.
Tomé su dulce erección con mi boca, un poco de semen escurría y yo lo lamía con lentitud, al parecer esas gotitas eran el resultado de su inicio de placer y yo comenzaba a beberlas. Lamí todo su pene, desde los testículos que eran grandes, después el tronco y finalmente su glande que era muy grueso, mis favoritos.
Él pasaba su mano en mi cabeza para que pudiera tragar su pene completo, yo por lo mientras tenía que abrir más la boca y tomar aire, yo sacaba un poco la lengua para alcanzar sus testículos mientras tenía todo su miembro en la boca, eso mi querido, le excitaba bastante, él dejaba caer su cabeza hacía atrás y claro yo sabía que él lo disfrutaba.
A pesar de ser grueso su miembro mágicamente me cabía todo en mi boca, y después de tantas chupadas, sacó un condón y me lo ofreció para ponerlo con la boca.
Una vez estaba el condón puesto me dejó un sabor a piña en mis labios.
Así que él me volteó para sepultar sus labios dentro de mi trasero. Le gustaba morder mis nalgas y disfrutaba metiendo su lengua en mi dulce ano.
Pasó el tiempo y al estar preparado comenzó a penetrarme, a él le gustaba suave pero fuerte. Mientras que su pene se amoldaba a mi ano y frotaba las paredes provocándome un dulce placer, el grosor me gustaba.
Me puso de perrito y luego de misionero, así podía sentir todo su miembro dentro. Me besaba como nunca y como pocos, no era experto pero comía mi boca como si fuera la última que fuera a probar.
Infortunadamente querido corazón él no duró mucho, me pidió que se la chupara y que le frotara los testículos de una manera un poco brusca, yo asentí y chupaba con frenesí, tocaba sus bolas y él jadeaba, sudaba y comenzaba a gemir más fuerte.
No dilató tanto tiempo en venirse y por supuesto terminó en mis labios, él me apartó para que yo no siguiera chupando pero yo me empeñaba en lamer su hombría para que él se retorciera más y más de placer, eso sin duda me excitó bastante.
Cuando terminamos todo, él se quedó dormido abrazando mi cuerpo cual hiedra que se aferra la tierra. Y sinceramente yo no acostumbro a dormir con alguien así que me resultó incómodo, pero después de cierto tiempo él despertó, me sonrió y me invitó a besarlo.
El tiempo había transcurrido muy rápido y yo debía irme ya que él esperaba a alguien más y yo llevaba prisa.
—Gracias por esta tarde —dijo él.
—De nada, ahora tienes mi número por si quieres pasar más tardes así —contesté.
—Estoy esperando a otro chico, te recompensaré si te quedas y nos haces compañía —repuso.
—Lo siento, será en otra ocasión, me espera alguien más, te veo pronto —y sepulté un beso en su ardiente boca.
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Espero que sigas leyendo, te mando toda la buena vibra, un beso en tu oreja, en tu dulce cuello y en tus labios para sepultar nuestro secreto. También te mando un cálido y reconfortante apretón de entrepierna para que tengas más ganas de leerme la próxima vez.
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