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Ya sabrán algunos sobre mi aventura con Don Carlos. Bueno, la cosa aún sigue, ha ido a grandes extremos, pienso yo, tanto así, que me subió el sueldo y me regala ropa para mi hijo, obvio con él consentimiento de su esposa. Hace que todo parezca normal cuando llegamos a estar los tres en la papelería, pero a la oportunidad que tiene me agarra las nalgas, me abraza por detrás y me besa el cuello, me roba uno que otro beso. Pasamos así por lo menos tres semanas, en ese tiempo las cosas con mi esposo como hasta ahorita van bien, solo que ahora le pido me lo haga todos los días, le pido que veamos videos porno y que hagamos las posiciones, es muy complaciente, pero no me dura mucho el gusto, él hace todo su esfuerzo por aguantar más, aun así, me encanta que me coja y me encanta vaciarlo todo.
De un tiempo para acá el repartidor de Marinela siempre se me queda viendo, un hombre no tan mayor, pero ya parece señor, siempre acudía por las tardes, pero de un tiempo para acá acude por las mañanas, según él, porque notó que le es más cómoda su ruta, hace platica conmigo, se queda un rato después de hacer su entrega y solo lo observo de reojo como se me queda viendo mis pechos y mi trasero. Como ya les dije, siempre me gusta vestir sexy, con mallones y blusas pegadas y súper escotadas dejando ver mi pequeño busto. Total, no sé qué pase con él, por lo que mientras le seguiré dando el avión.
Después de 3 semanas de no pasar nada, se presentó un evento desafortunado, la señora Bertha tuvo que ser hospitalizada por complicaciones de sus enfermedades, me pidieron que solo abriera por las mañanas, 5 días después de estar completamente sola se apareció Don Carlos a la hora de cerrar...
-Ahhh!! Hola, ¿todo bien? -dije ante la sorpresa de verlo ahí y al saber que su esposa estaba hospitalizada- ¿quiere que deje abierto?
-No, mi niña, ya cierra.
Me ayudó a cerrar y me pidió las cuentas de ese día, estaba un poco serio y lo comprendí, así que no hice mucho alarde. Me apresuré y agarré mis cosas, me agarró del brazo, me pegó a su cuerpo y me abrazó fuerte, yo solo respondí, y sentía mucha pena, al final, los dos creo que amamos a nuestras parejas sea como sea.
-No te vayas, quédate un rato. -me pidió-
-Me gustaría mucho quedarme, pero sabe que tengo que llegar a mi casa por mi hijo.
-Será solo un momento, de favor -insistió-
Solo me le quedé viendo, se veía cansado y desgastado. Asentí y me dirigí a sentarme, él me tomó del brazo y dijo:
-No, ven, entra a mi casa.
Su casa estaba atrás de la papelería, nunca había entrado, no me opuse y entré. Era bastante bonita, con muchos cuadros, fotos familiares, sala y comedor bonitos.
-¿Quieres algo de beber? ¿Tienes hambre? -me preguntó.
-¿Refresco, tiene? -yo tan bruta, me sentí tan apenada al pedir refresco.
Me sirvió el refresco y él se sirvió no sé qué cosa de una botella, y empezamos a beber, callados, él mirando hacia otro lado y yo a él.
-Me daré un baño rápido, me siento muy sucio, salgo y te llevo a tu casa. ¿Está bien?
-Sí, no te preocupes –respondí.
-Muchas gracias por estar aquí -se levantó y me dio un beso en la frente y subió a su cuarto.
Yo no sabía qué hacer, lo veía muy preocupado, no era él y lo entendía. Somos de lo peor al serle infieles a nuestras parejas, pero al final creo es la salud de una persona con la que has compartido momentos de tu vida, y no te puedes comportar indiferente.
Me acomodé en el sillón y me sentí un poco desesperada, una parte de mi quería ya irse y otra subir y abrazarlo fuerte.
No pude más, me levanté y subí las escaleras, se escuchaba el caer del agua de la regadera, la puerta del baño estaba entreabierta y salía mucho vapor, me asomé y ahí estaba, detrás del cancel, se notaba cuerpo y como le colgaba su verga flácida, sin pensarlo me comencé a excitar, me comencé a desnudar, no lo pensé ni dos segundos, recorrí el cancel y volteó a verme, me sonrió y dijo:
-Ahí estás. No te quedes ahí, pasa.
Entré y empecé a notar como su verga de inmediato se puso inmensa y majestuosa, me tomó del cuello, alzó mi mirada hacia él, me comenzó a besar, me empezaba a tocar, apretaba mis nalgas, no dudé ni un segundo y comencé a tocarle la verga, a sobarle los huevos, a tocarle el cuerpo.
-Me gustas mucho Melissa, me vuelves loco. -me dijo al oído.
-Y tú a mí papito.
Me tomó de la cintura y me cargó sin dificultad, me pegó a la pared, solo sentí como quedé sobre su verga y como empezaba a saborear mis pechos mientras yo disfrutaba de placer, noté como uno de sus dedos se empezó a introducir en mi ano, lo metía y los sacaba, me encantaba la sensación.
No aguanté más y agarré su verga, eché mis caderas hacia atrás y me acomodé su cabeza en mi panocha; me sonrió.
-Pídemela, ruega para que te la meta.
-No seas cabrón y dámela papito, quiero tu verga dentro de mí, rómpeme -le pedí con voz de niña y haciendo berrinche.
Empecé a sentir como entraba y de nuevo esa sensación de que se me salía por la boca, lo agarraba fuerte de la espalda, lo arañaba y le tiraba del cabello ante el dolor y lo rico que estaba sintiendo.
Fue una explosión de gemidos, estábamos dentro de su casa, quien podría escucharnos, empecé a gritar y a gemir como nunca, eso lo excitó aún más, me empezó a dar más rápido y duro, solo sentía como sus huevotes chocaban en mis nalgas.
Al mismo tiempo que me estaba partiendo, me introducía no uno, dos dedos, por el ano, de nuevo era increíble cómo me estaba cogiendo.
-Cógeme, cógeme papito, coge a tu gran puta, dame, dame duro cabrón. -le pedía a gritos.
Me quedaba sorda de mis gemidos y gritos, de repente me escuchaba ronca, pero no me importaba, era el sonido de mi placer.
Me metía los dedos por el ano, me chupaba los pezones, me penetraba, era totalmente sabroso.
Sentí como sacó su verga y me bajó.
-Ven, sécate y sígueme. -me pidió.
Me sequé rápido, como pude, ya que estaba muy agitada, solo sentía como se movía mi cuerpo al compás del latir de mi corazón.
Nos salimos del baño, me indicó que me metiera a una de las recámaras, solo tenía una cama bien ordenada, un taburete y un espejo grande, parecía ser de visitas.
Regresó y traía en la mano un dildo, los había visto en los videos, pero nunca había visto uno. Lo empezó a llenar de lubricante, creo yo, y me pidió que me pusiera en cuatro, no sabía lo que iba a pasar, pero no dije nada, pues estaba convencida que lo que me esperaba me iba a enloquecer y matar de pasión, cedí y me coloqué.
Volteé a verme al espejo que estaba al lado de la cama, se veía como mi cuerpo formaba una figura hermosa que hizo que me mojara más, no me colgaba nada de panza y mi culo se veía precioso, noté la cara de maravilla de Don Carlos.
Puso su boca en mi ano y me lo empezó a lamer como él sabe. Se incorporó y noté como dirigía el dildo hacia mi ano, solo apreté las cobijas, aflojé las piernas para no contraer mi ano y empezó a entrar, era igual de grueso y grande que la verga de Don Carlos, sentía como me iba abriendo más y más, hasta que hubo un punto en donde se detuvo, me asomé a través del espejo, pero noté que todavía faltaba la mitad, en eso vi como la verga de Don Carlos se posaba enfrente de mi panocha y sentí como empezó a entrar.
Mis dos agujeros ocupados, jamás había hecho esto, empezó a menearse y con su mano le empezó a dar ritmo al dildo dentro de mi ano, era un dolor insoportable, no podía con los dos, pero después de un tiempo me dilaté lo más que pude y lo empecé a disfrutar.
Comenzaba a gemir y a gritar.
-¡Ohhh!! Si perra, si los aguantaste, ¿así quieres que te siga dando puta? -me preguntó mientras él seguía bombeándome por los dos lados.
Como pude respondí ya que la voz se me iba en cada ensartada.
-Si.... Si…. Si.... Papi.... Más... Mas.
No dejó de darme, mi placer era indescriptible, sentí como mi panocha se llenaba de jugos y mi ano se abría y lo sentía muy caliente y húmedo. Luego de un rato sentí sus dedos en mi vagina, lo miré de reojo y era con la otra mano que empezaba a masturbar mi clítoris, no creía aguantar, estaba llena de placer, quería más y a la vez, quería que me dejara descansar, sentía que mis piernas se debilitaban, mis manos no me podían mantener en la posición.
Empezaba a llegar la sensación del orgasmo, yo gritaba con tanta locura, apreté todo mi cuerpo, no pude más y me choreé toda, me hice pipi, mi cuerpo se soltó, no podía cargarlo, temblaba, se me nubló la vista y me faltaba la respiración, no dejaba de hacer pipí.
Sentí como se salieron los dos palos de mis agujeros, me recosté de lado y empecé a tranquilizarme, empecé a llorar y a gemir.
-¿Estas bien linda? -me preguntó don Carlos agitado y preocupado.
-Sí, todo bien no te preocupes -respondí como pude.
Lloraba y gemía de un placer único, de una forma de cogerme y hacerme suya como nunca, yo, una niña de 18 años en esa cama, con un viejo de 49 años, con la mejor verga que he visto en mi vida, las mejores dos cogidas que me han dado, que más podía pedir, como era eso posible.
Me recuperé, no del todo, Don Carlos ya se había posado detrás de mí, me puso de cucharita, me comenzó a besar, a sobarme los pechos, tocarme el vientre, pegarme su aún dura verga en mi cola, me empezó a tocar las nalgas y me las separó, yo solo me recosté y agarré fuerzas.
Lo sentí, por primera vez, su trozo de carne entrando en mi ano, era un más grueso que el dildo, se sentía tieso, caliente y se sentía como palpitaba, no le costó mucho trabajo y lo metió todo, solo sentía como mis nalgas pegaban en la base su pene, como esos huevos chocaban con mis nalgas, era increíble la sensación, entraba y salía, yo sentía muy caliente todo mi ano, no me penetraba tan duro, pero sí a un ritmo constante, me besaba, me tocaba mis pechos, me apretaba mis pezones, yo lo agarraba de su trasero empujándolo hacia mí como aviso de que me destrozara, que me la metiera con todo y huevos.
Gemía y gemía, los dos gemíamos, los dos gozábamos como locos. El cuarto se empezó a inundar de un calor agobiante, mi cuerpo y él sudaban, un olor a sexo unido el cuarto.
Me subió la pierna, y de la nada sentí ahora el dildo en mi vagina, nuevamente esa sensación de tener dos palos, riquísimo, no lo puedo describir. No duró mucho, lo sacó, ya que le costaba un poco mantener el ritmo, me comenzó a masturbar, yo sentía que otra corrida no la soportaría así que, retiré sus dedos de mi clítoris.
-Dame tu lechita papi, lléname el culito de tu lechita -le pedí.
Me continuó dando, pero no le importó, empezó a masturbarme de nuevo, me agarraba fuerte de las sábanas, le rasguñaba la pierna, continuaba gimiendo, orgasmos y orgasmos, todos ellos de diferente intensidad, hacían que me retorciera y que por momentos Don Carlos perdiera el ritmo, pero de nuevo comenzaba a darme.
Me jaló de las greñas, "así puta, así, así gózalo pinche perra" me repetía y me daba más rápido, sentía que me iba a reventar mi pequeño ano, seguía masturbándome y yo a todo lo que da, hasta que lo metió todo y sentí una explosión dentro de mi ano, caliente, sentía como me llenaba.
-Toma tu leche, mi niña, tómala.
Riquísimo como él llenó todo el ano, se sentía la respiración acelerada de su orgasmo, se salió y se tumbó, tratando de recuperarse, yo me quedé de lado, sintiendo como a mi ano le costaba tiempo para contraerse nuevamente.
Me volteé y nos abrazamos, su pene estaba ahí, flácido, pero sabroso, no pude aguantar las ganas y me repuse hacia él, lo empecé a chupar, estaba flácido, pero apenas si me entraba toda, le chupé la verga y los huevos, al principio tenía un olor y un sabor extraño, pero no me importó.
Me encantaba mamarle ese pito. Me recosté nuevamente con él, me empezó a besar, después nos quedamos callados y abrazados.
-Será mejor que nos metamos a dar un baño -me dijo.
Me fui despacio al baño y nos metimos a bañar, el agua caliente me refrescó y relajó bastante, mientras nos bañábamos no paraba de tocarle la verga, y sus hermosos huevos, salimos, nos secamos.
-Ahí está la secadora de cabello, para que no se vea más sospechoso. -me dijo.
Me sequé el cabello, me vestí, me fijé en la hora y ya era bastante tarde, miré mi celular y ya tenía seis llamadas perdidas de mi mamá.
-¡Rayos!! –dije.
-¿Qué pasa? -me preguntó Don Carlos.
-Es que ya es muy tarde y mi mamá ya me ha marcado varias veces. Me va a matar.
-No te preocupes, ahorita yo te voy a llevar, tú déjame hablar, ¿ok? Anda, vamos.
Me levanté y le seguí, nos subimos al coche y partimos camino a mi casa.
En el camino me tocaba la pierna y comenzó:
-¡Preciosa!! Debo decirte algo.
Volteé mi mirada hacia él.
-Ya no voy a abrir la papelería por un rato, de aquí a que mi esposa salga del hospital, no tengo tiempo para poder atender las dos cosas y ninguno de mis hijos quiere apoyarme con la papelería porque quieren estar con su mamá y los entiendo.
No sabía qué decir. ¿Ya no lo iba a ver? ¿Qué pasará después de todo esto? Y siguió.
-Me encantas demasiado mi amor, me encanta como inició todo esto y como es que cogemos, sé que para ti será más difícil ahora poderte escapar, así como a mí que me vean contigo si ya no hay ninguna relación laboral. Así que te propongo lo siguiente, ve a mi casa cada tercer día, a hacer el aseo general y entonces tendremos oportunidad de poder estar juntos, por lo que mientras, tu trabajo en la papelería estará asegurado, esto va para largo, y no te puedo decir por cuánto tiempo estemos así, pero es necesario, si es que queremos seguir teniendo estos encuentros.
Mi alma descansó, por un momento quería ponerme a llorar. Me tragué mi nudo de saliva.
-Ok, te entiendo, tú me avisas cuando voy a tu casa. -le dije.
Me sonrió y me agarró la pierna. Llegamos a mi casa, él toco la puerta de mi casa, salió mi mamá y comenzó a platicar con ella de todo el asunto de salud de su esposa que al parecer estaba muy grave, dijo que me había solicitado fuera al hospital a dejarle unos papeles y que por eso me tardé, que la disculpara, le pidió permiso para que me dejara ir a hacer el aseo cada tercer día a su casa.
Se despidió de mí y de mi mamá. Mi mamá estaba más tranquila, me hizo pasar y me fui a recostar un rato, recordando todo, y en la incógnita de cómo serán ahora los eventos entre Don Carlos y yo.
Bueno, les dejo, aún no sé qué pasará, yo escribiré cuando pase algo.
Besos a todos.
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