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Habían pasado un poco más de 6 meses desde que mi suegra nos había visitado. En aquella visita por error y oportunidad, sin planearlo, había sostenido una relación con mi suegra (ver “Durmiendo con mi mujer y mi suegra en la misma cama”), debo decir que algunas veces me había pasado por la cabeza tener dicha oportunidad, pero jamás la había buscado. Y luego de esa experiencia mi suegra había huido y no tuve la oportunidad de hablar con ella al respecto.
Volviendo al tema, me tocó salir unos días de viaje por motivos de trabajo a la ciudad donde vive mi suegra. Mi mujer al enterarse que iba para allá, compró algunas cosas para enviarle a su mamá. Cosa que me agradó pues la empresa me enviaba a hotel, pero esa era una muy buena excusa para ir a casa de mi suegra y tener la oportunidad de hablar y tal vez recrear lo ocurrido 6 o 7 meses atrás.
Llegado el día, viajé, me instale en el hotel, llame a Nancy (mi suegra) y le dije que estaba en la ciudad. La noté bastante parca, contrariada, no obstante le comenté que Ana (mi esposa) le había enviado algunas cosas, y le dije que si en la noche después del trabajo podía ir a su casa para entregarle la encomienda y hablar un poco. Ella sacó algunas excusas, pero finalmente quedamos a la siguiente noche para tomar un café o comer algo en su casa.
A la noche siguiente, tan pronto salí de trabajar, fui al hotel, recogí el paquete, llamé a mi suegra y le dije que me disponía a ir a su casa. Esta vez se sentía más suelta, más alegre, hasta desinhibida diría yo. Incluso bromeó diciéndome que ojalá llegara y no me fuera a perder en el camino.
De camino a su casa la cabeza me daba mil vueltas pensando en cómo repetir la experiencia, esta vez de forma premeditada. Pero recordaba que la vez anterior después de lo sucedido no pudimos hablar al respecto y ella buscó la forma de regresar pronto a su casa y esos temas no son para hablarlos por teléfono.
Una vez en su casa me abrió la puerta y me saludo de un beso en la mejilla y no me atreví a buscar sus labios porque no quería forzar nada, pues quería saber primero que opinaba ella de lo sucedido.
Hablamos de muchas cosas irrelevantes, el tiempo pasaba, me ofreció algo de comer, luego un vino tinto y así fue pasando la noche. Ninguno de los dos nos atrevíamos a tocar el tema.
Después de 2 horas y un par de botellas de vino, saque valentía y puse el tema sobre la mesa. Le dije: “Nancy, la vez que estuvimos en el apartamento de Rocío (su sobrina), sucedió algo que a los dos nos gustó. Y quisiera que hablemos al respecto”.
Ella claramente se enojó, me interrumpió y dijo: “Mire Freddy, lo que paso, paso. Y creo que por el bien de los dos es mejor dejarlo en el pasado y olvidarlo. No quiero hablar al respecto”.
Le respondí: “Como quiera Nancy, pero somos dos personas adultas, que tuvieron algo y no veo el problema de hablar y aclarar lo sucedido”.
Me preguntó qué cosa se tenía que aclarar y yo le dije que quería aclararle que no lo había planeado, que solo sucedió, le explique cómo sucedió y le conté en que momento me di cuenta que estaba con ella, pero que una vez ocurrido el hecho, me alegraba mucho haber tenido esa experiencia y que todo había sido muy bonito y excitante para mí.
La cara de mi suegra se tornó dulce y comprensiva, incluso se notaba una leve sonrisa en su rostro y me dijo que me agradecía que le hubiera contado eso, porque hasta ese día ella pensaba que yo lo había hecho con premeditación y que no obstante a ella también le había gustado y excitado mucho, pero después pensando en los hechos se había sentido burlada, de hecho me dijo que se había disgustado la noche anterior que la había llamado, pero que pensó que era mejor enfrentar la situación porque al fin y al cabo somos familia.
Una vez aclaradas las cosas y ya con la tranquilidad de hablar del tema, le dije que en los últimos seis o siete meses no había hecho más que pensar en lo sucedido y que había sido una experiencia increíble. Le dije que había sido rico y excitante y que quería saber que había sentido ella. A lo que me respondió que también había sido excitante y que los besos que nos dimos al final fueron espectaculares para ella, iguales tal vez a la sensación que había tenido en la cama. Me dijo además que el morbo de saber que la hija estaba en la misma cama, la hacía estremecer. Y que había sido una experiencia única.
Estábamos en sillas separadas, ella al lado mío en un sofá, me pase a su lado, y pasando el brazo por detrás de ella, lo apoyé en el espaldar y acercándome un poco le pregunté si ya que lo habíamos disfrutado tanto, que le parecía si lo repetíamos, pero ahora de una forma consiente desde el principio?
Ella con una sonrisa en la boca y sin alejarse de mí, me dijo que no. Que hasta allí había sido más que suficiente. Y que ahora que sabía que fue por casualidades de la vida, iba a aprovechar para dormir más tranquila. No le respondí nada. Simplemente me quedé mirándola fijamente. Ella hizo lo mismo por unos 10 segundos que me parecieron una eternidad, y luego lentamente cerró sus ojos y entreabrió los labios, yo me acerqué, baje mi brazo hasta abrazarla y con el otro brazo rodee su cintura y nuestros labios se unieron lentamente en un beso profundo. Un beso tierno y sensual. Húmedo, pero sin tocar nuestras lenguas, suspiramos, me abrazó y sin decir una palabra más, nos seguimos besando lentamente. Sin prisa.
Con el brazo que tenía sobre sus hombros, la apreté hacia mí y con la mano que tenía en su cintura, empecé a acariciarle la espalda lentamente, de arriba abajo. Y luego de un rato, baje la mano por un lado de su cadera y acaricié sus piernas hasta las rodillas. Tenía una falda a media pierna, y la subí lentamente, y pude acariciar sus piernas directamente, y subí y baje mi mano un par de veces por la pierna y entre tanto la abrazaba y la besaba con más fuerza, tomé valentía y pase mi mano a la entrepierna y la metí en medio de las apretadas piernas de Nancy. Empecé a subir la mano hasta llegar a sus bragas y sentí la humedad que tenía y baje de nuevo repitiendo esto varias veces hasta lograr que se relajara y abriera un poco las piernas.
Estábamos así, entregados a los besos y las caricias, cuando de repente ella se separó de mí y me dijo que lo que estábamos haciendo no estaba bien. Tomo mi mano y la sacó de su entrepierna y se paró. Me dijo con voz muy seria que por favor me retirara que ya estaba muy tarde. Que gracias por el tiempo, la charla y la aclaración pero que ya estaba cansada y se quería ir a dormir.
Yo estaba ahí, en la mitad de la sala, más tieso que pata de perro muerto. No podía creerlo, a tan solo unos cuantos segundos de lograrlo y mi suegra me estaba echando fuera de su casa…
No valió ninguna palabra, no tuve más remedio que despedirme y salir a mi hotel. Sobra decir que llegue a correrme una tremenda paja para bajar todo ese lívido que tenía en el cuerpo. No obstante la semana no se había terminado y me faltaban aún cuatro días antes de volver a mi casa…
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