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Categoría: Confesiones

Siempre me quise follar a mi nuera y por fin lo conseguí

Riccardo era italiano, de cabello negro y rizado, bajo de estatura y muy ancho de espaldas, vivía en Londres, tenía cuarenta y cinco años, era enfermero de profesión, jefe de enfermeros para ser más preciso. El Ford Scort al que le había puesto un motor del desguace era el coche número quince que quemara corriendo rallies cómo aficionado. Yo había trabajado en el turno de mañana en el mismo hospital y sala en la que el trabajaba y le echaba una mano con el coche. Sonando en la BBC la canción de Abba: Waterloo, desde debajo del coche, me dijo:

-Dame la llave del nueve, García.

Se la di. Llegó su nuera, Evelyn, una chica inglesa, rubia de diecisiete años, casada hacía unos meses y que estaba preñada del hijo de Ricardo. Traía unos sandwiches de bacon y una botella de vino de dos litros, de un vino malo, de un vino que al acabarse la botella te encontrabas en el fondo con algo así cómo cristales. Me dijo:

-Hello, mister Garcia. (Hola, señor García)

-Hola, Evelyn.

Riccardo, al oírla, salió de debajo del coche, Evelyn lo miró de una manera tan cariñosa que me dio mala espina, más que nada porque Giuseppe, el hijo de Riccardo llevaba dos meses en la cárcel por haberse metido en una pelea dónde hubo cruce de navajas y la suya se había clavado en el estómago de otro joven (por suerte para Guiseppe no había muerto). Mientras Riccardo se limpiaba las manos, Evelyn, dejó sobre una estantería la bandeja con los sandwiches y el vino y se fue.

Evelyn estaba preñada de seis meses, pero si cabe aún estaba más guapa que antes de engordarle la barriga. Su cara era más ancha, sus grandes ojos azules parecía que tenían más luz, sus tetas parecían más grandes… Se veía más bella, a pesar de ser siempre fuera un bellezón.

En fin, que después de comer los bocadillos en una esquina del garaje sentados sobre unas alfombrillas, y de que Riccardo se mandará más de media botella de vino y se pusiera contento, le dije:

-Te quería hacer una pregunta, pero sería meterme donde no me llaman.

-Pregunta, hombre, pregunta, hay confianza.

-¿Tienes un lío con Evelyn?

-¿A qué viene esa pregunta?

-A que te mira con cara de enamorada.

Se alarmó.

-¡¿Se le nota?!

-Mucho.

-¿Te acostaste con ella?

-Sí. ¡No tengo perdón de Dios!

-Esas cosas pasan.

Quiso justificar lo injustificable.

-Yo no quería, pero al dejarme mi mujer y llevar tanto tiempo solo…

-Te dije que el change (intercambio de parejas) a la larga te iba traer malos resultados. ¿Qué es eso de que tú no querías? ¿Te sedujo ella?

-Sí, pero me dejé seducir.

-Bueno, por un polvo rápido.

-¿Rápido? ¡Le comí el coño hasta que se corrió en mi boca…!

No lo deje acabar de hablar, le dije:

-¡Hostias! Se la comiste a conciencia.

-¡No me hables de conciencia, no me hables! El caso es que ahora tengo miedo.

-¿De qué?

-De lo que pueda pasar cuando vuelva mi hijo.

-¿Cómo empezó todo?

-Contártelo sería traicionar su confianza.

-Saber ya sé que se la comiste, pero si te violenta contarlo sigamos con el coche.

-Descansemos un poco. Para trabajar siempre hay tiempo.

De sus palabras deduje que Riccardo quería contarme lo que pasara… Es lo que nos pasa a la mayoría de los hombres, si follamos a un pibón, tenemos que contarlo para presumir. No estaba equivocado, después de encender un Rothmans y echarle una calada, me dijo:

-Te lo voy a contar, pero no se te ocurra decírselo a nadie.

-Te guardaré el secreto.

Riccardo se recostó contra la pared, cerró los ojos, y dijo:

-Estaba aquí mismo, en el garaje, con el capó de mi Ford Cónsul abierto, inclinado y colocando una bujía. Sentí como una mano entre mis piernas me cogía el paquete, cómo no la había óido llegar me di la vuelta revolviéndome cómo una serpiente, pero al ver que era ella casi se me escapa una sonrisa. Le pregunté:

-¡¿Por qué hiciste eso, Evelyn?

Con esa voz de niña que tiene, me respondió:

-“I´m horny.” (Estoy caliente.)

Me di la vuelta, y le dije:

-Vuelve a casa.

Me echó la mano a la cremallera de la funda y me la bajo. Ya estaba empalmado. Haciendo que apretaba la bujía, la dejé hacer. Me bajó la funda hasta el culo, besó mi espalda, y me dijo:

-“I´m very, very horny.” (Estoy muy, muy caliente.)

Bajó lamiendo mi columna, al llegar abajo, me bajó la funda hasta los pies. No llevaba nada debajo. Me mordió las nalgas, me cogió la polla, la tiró hacía atrás y me la mamó gimiendo una barbaridad. Me quería ordeñar y yo dejé que me ordeñara… Cuando me corrí sacó la polla de la boca y la frotó en su cara cómo si mi leche fuera crema facial, después se levantó y me dijo:

-“I need to cum.” (Necesito correrme.)

Me di la vuelta, vi su preciosa cara echa un basilisco con mi leche, y cómo soy un cerdo no pude evitarlo, lamí mi leche de su frente y la besé, ella chupó mi lengua con lujuria, le lamí un lado de la cara, la volví a besar y volvió a chupar mi lengua aún con más ganas, y lo mismo ocurrió cuando le lamí el otro lado. Evelyn estaba tan caliente que se podía freír un huevo en su cara. No me extrañó que me dijera;

-“Give me oral sex.” (Dame sexo oral.)

Tenía puesto un vestido premamá de color verde. Me agaché, subió el vestido y vi que no llevaba bragas. Su coño tenía vello rubio. El glande del clítoris estaba erecto, latía y tenía el tamaño de un guisante de los gordos. El interior de sus muslos los tenía húmedos. Lamí su coño y mi lengua quedó embadurnada de jugos espesos. En mi vida había comido un coño tan empapado. Evelyn, gimió y después me dijo:

-“Make it last. Eat my pussy slowly.” (Haz que dure. Come mi coño despacito.)

Mi lengua entró y salió de su coño a paso de tortuga, luego subió hasta su clítoris. Al lamerlo se estremeció, y me dijo:

-“Lick slowly, very, very slowly”. (Lame despacio, muy, muy despacio.)

Lo lamí con la punta de la lengua, rozándolo… Acaricié su ojete con mi dedo corazón. Evelyn no paraba de gemir. Volví a meter y a sacar mi lengua del coño, luego, y con la misma lentitud, lamí sus labios vaginales, para después lamer todo el coño de abajo arriba hasta posar mi lengua en su clítoris. Evelyn ya no aguantó más, me cogió la cabeza con las dos manos y moviendo su pelvis frotó su coño con mi lengua cada vez más aprisa… Mojé en mi boca el dedo índice y se lo metí en el culo. Exclamó:

-“¡¡I cum, daddy!!” (¡¡Me corro, papi!!)

No hacía falta que lo dijera, su corrida calentita impregnando mi lengua y sus gemidos, que eran cómo los de una hembra a la que se le va la vida, hablaban por ella. Tuvo un orgasmo intenso y muy largo.

Al acabar, le dije:

-Lo que acaba de ocurrir no volverá a suceder. ¿Entiendes?

-“Yes, daddy.” (Sí, papi.)

-Evelyn entendía el italiano, pero no lo quería hablar, yo, cómo ya sabes, hablo el inglés, pero si a ella no le salía del coño hablar italiano, a mí no me salía de los cojones hablar en ingles con ella. Era un pique que teníamos.

Le regunté:

-¿No sentiste ganas de follarla?

-Sí, pero me contuve, me contuve hasta esa noche.

Se echó un trago de vino a morro y me ofreció la botella. Bebí lo que quedaba teniendo cuidado de dejar en el culo de la botella los cristales, bueno, cristales no eran, eran cómo cristales, creo que debía ser los conservantes que no se habían derretido en el vino. En realidad nunca supe que carallo eran, Riccardo, siguió hablando:

-Había comprado un pollo asado con patatas y una botella de vino tinto. Estábamos sentados frente a frente en dos sillones de la sala. En la mesita, sobre una fuente, estaba el pollo y las patatas, y a su lado la botella de vino. Bebíamos a morro y comíamos ambas cosas con las manos. Yo partí los zancos y le di el suyo, luego la pechuga con las alas… Daba gusto verla comer. Su boca toda embadurnada de grasa me excitaba. Me habló de lo mucho que echaba de menos a Giuseppe, y cuando quería hablarme de algo más íntimo, le cambiaba la conversación… Hablamos de muchas cosas, pero al final salió con la suya y acabó diciendo:

-“… My fingers are my best friends.” (Mis dedos son mis mejores amigos.)

La verdad es que yo tenía ganas de follarla, así que le pregunté:

-¿Te haces muchos dedos. Evelyn?

Por primera vez me habló en italiano.

-“Mi fanno già male le dita, o sea”, me dijo: Ya me duelen los dedos.

-¿Come le fai? O sea, le pregunté cómo lo hacía, y ya te voy a seguir hablando en tu idioma que me estoy haciendo un lio.

-Habla cómo quiera que yo te entiendo.

Siguió contando la historia.

Evelyn tenía puesta la bata de casa, lo mismo que yo, y los dos andábamos escasos de ropa interior, en el fondo creo que ya veníamos preparados para el postre. Se abrió la bata y dejó al descubierto sus grandes tetas con areolas rosadas y y su coño. Abrió las piernas y se echó hacia atrás. Acarició el coño de abajo a arriba con un de dedo, y me dijo:

-“Lo hago así. ¿Tú cómo lo haces, papi?”

Quité el cinturón de la bata, me puse en la misma posición que estaba ella, agarré la polla y comencé a menearla.

-Yo me la pelo así.

-Mirando para mi polla, me retó:

-!¿Qué apuestas a que me corro antes que tú?”

-No soy amigo de las apuestas, pero si lo fuera perderías.

-“Por que tú lo digas.”

Nos quedamos en silencio un par de minutos, yo miraba para su coño y para sus tetas y ella miraba para mi polla… Mirando para sus tetas vi cómo salía de sus gordos pezones un liquido marrón. La curiosidad me mataba, a mi mujer no le saliera nada durante el embarazo de Guiseppe. Fui a su lado, y me dijo:

-“¿Te rindes?”

-¿Qué es eso que te sale de las tetas?

-“Calostro. Mira que contraste.”

Metió un dedo el coño y me dio a proba sus jugos, sabían ácidos, apretó una teta, pringó el dedo de calostro y me lo metió en la boca, sabía cómo salado. Puffffff. ¡Cómo me puso! Me lancé a por sus tetas. Se las masajeé y de sus pezones comenzaron a salir gotas de aquel liquido marrón que era cómo suero… Iba de una teta a la otra cómo un goloso. Mamaba, tragaba, volvía a mamar, volvía a tragar…Evelín, había abierto las piernas, se había recostado en el sillón y cerrado los ojos y no los abrió ni cuando la besé con calostro en la boca ni cuando me arrodillé delante de ella y le comí el coño… Otra vez estaba perdido de jugos espesos. Lamí con ganas, pero me sabía a poco. Tenía que follarla, estaba tan buena que no follarla sería un pecado. Parecía que me leía el pensamiento. Se levantó y se puso a cuatro patas sobre la alfombra. Tenía el ojete estriado, ya le dieran por el culo. Le lamí el periné repetidas veces antes de lamerle el ojete, luego se lo follé con la punta de la lengua. Ganas tenía de pellizcarle los pezones y darle azotes en el culo, pero en su estado no sería prudente, lo que hice fue pellizcarle el culo y lamer desde el coño hasta el ojete y al llegar a él meterle la lengua dentro. ¿Lamer? Lo de lamer desde el coño al ojete fue visto y no visto, ya que a la tercera vez que lamí y se la metí, sentí en mi lengua como su ojete se abrió y se cerró varias veces seguidas, y gimiendo y temblando desde los pies a la cabeza, derramó, sí derramó, ya que tenía mi mano en su coño y llenó mi palma de jugos.

Al acabar de correrse, le puse mi palma llena de jugos bajo su boca, y le dije:

-¿Quieres?

Lamió como una perrita. Al dejar mi mano limpia le metí la polla hasta el fondo de su coño. Me volvió a hablar en inglés.

-“Nice and slowly, daddy.” (Agradable y lentamente, papi.)

Así la follé, mi polla hizo lo mismo que hiciera mi lengua, entró y salió despacito de su coño. La miraba bañada de jugos y me las veía y deseaba para no acelerar y llenarle el coño de leche. No sé el tiempo que aguanté, pero llegó un momento en que quise parar, pero ya no pude. Empecé a correrme cómo un grifo abierto. No de enfadó al sentir mi leche calentita en la entrada de su coño. Empujó con su culo hacía atrás, la metió toda dentro, y me dijo con su melosa voz:

-“Fill my pussy with you milk, daddy.” (Llena mi coño con tu leche, papi.)

Se lo llené y bien llenado, y llenándoselo se volvió a correr. Fue delicioso sentir como me bañaba la polla mientras yo expulsaba semen. Al acabar, de corrernos, le pregunté:

-¿Te apetece un anal?

-“Only if you eat my pussy first tIll I cum again.”

-Límpiate.

-“Ah, ah.”

Yo era cerdo, pero no tanto, bueno, no tanto lo fui durante unos segundos, ya que después, me eché boca arriba a su lado para que me diera el coño a comer. Te aseguro que quedé de postre hasta los cojones, pero el que algo quiere algo le cuesta. Evelyn, primero me miró a los ojos y después puso su coño en mi boca, eché la lengua fuera…, y venga a tragar mientras Evelyn frotaba el coño contra ella. Luego, al rato largo, quitó el coño y me puso el culo en la boca, ahí fui yo el que se lo lamió y el que se lo folló… Evelyn tardaba una barbaridad en volver a correrse, a pesar de que no paraba de magrear sus tetas y de lamer el calostro de sus manos, lo sabía por qué sentía sus lamidas. Yo también mojaba mis manos cada vez que se las echaba a las tetas, y cómo no lo podía lamer masturbaba mi polla con las manos mojadas, con la derecha y con la izquierda. Iba a llegar lo mejor, me dijo:

-“¡I´m going to cum!” (Me voy a correr.)

Me excito aún más de lo que ya estaba que se fuera a correr comiéndole el culo, pero no se iba a correr así, desplazó su coño mojado por mi cuerpo, luego cogió mi polla la puso en la entrada del ojete, la frotó, la empujó y la metió de un tirón cómo si fuera un supositorio talla XXXL. No nos podíamos besar, su gran barriga era un obstáculo. Mirándome a los ojos y subiendo y bajando el culo “nice and slowly”, cómo decía ella, se le cerraron los ojos de golpe, se comenzó a sacudir, su coño descargó sobre mi pelvis y mi polla descargó dentro de su culo. Gimiendo, abrió los ojos, los tenía vidriosos, se le cerraban y se le volvían a abrir… Fue algo increíblemente hermoso ver y sentir cómo se corría. Y eso es todo, de momento.

-¿Y ahora qué vas a hacer?

-No sé, ya te dije que tengo miedo.

-¿De qué te quiera?

-No, tengo miedo por que me estoy enganchando a ella.

Esto último lo oyó Evelyn. Vi cómo sonreía y se daba la vuelta, fuera lo que fuera lo que le venía a decir a Riccardo se lo diría más tarde.

Quique.

Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
  • Media: 8
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