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A mi clínica llegó una carta en la que una ginecóloga expresaba sus deseos de pasar a integrar el staff de la institución. El curriculum me retrotrajo a muchos años atrás, yo andaba haciendo mi residencia en la especialidad en el Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires, con mi flamante diploma de médico, con mis orgullosos veintitrés años, y mis excelentes calificaciones que me valieron la Medalla de Oro de mi promoción.
El jefe del servicio me puso bajo la tutela de la que me dijo era una de sus mejores instructoras, la doctora Gloria Zuccotti.
Mis compañeros, pocos hombres, me envidiaban; la Dra. Zuccotti era una sex symbol en el Hospital, algo más de treinta años, usaba ropa que, aunque recatada, destacaba sus formas generosas, pero también dejaba notar su escasez de busto. Unos ojos claros incitantes y una simpatía arrolladora.
Mis compañeros varones soñaban con ella, con llegar a poder cogerla alguna vez. No era mi caso, yo andaba ligado con una compañerita de mi edad que superaba mis expectativas, además de tener a mi novia Katy, con la que pronto me casaría. Por otra parte dividía mi tiempo entre la residencia y otros innumerables trabajos mal pagados.
La Dra. Zuccotti era una excelente profesional, volcada a la enseñanza, casada, sin hijos, y dedicada a su profesión.
Pues bien, veinte años después, la ginecóloga que se postulaba para una plaza en el IMMO (Instituto Modelo de Medicina y Obstetricia), mi propia clínica, era nada menos que la Dra. Gloria Zuccotti.
Con la carrera que suponía podía haber hecho la colega me extrañaba que solicitara su admisión en una clínica del interior del país. Pero conociendo su capacidad quise tenerla en mi equipo.
Mi Gerente de Recursos Humanos se contactó con ella y le pidió que se llegara hasta Mendoza para una entrevista.
Me sorprendió la mujer que entró a mi despacho para la primera entrevista, una casi cincuentona que todavía merecía que se la mirara dos veces. Y con dos notorios cambios respecto a la imagen que guardaba mi memoria: su atuendo era ajustado y sugerente. La pollera un poco sobre la rodilla permitía apreciar sus piernas largas y bien construidas, destacaba un culo grande ceñido e incitante. Y el escote mostraba unas grandes tetas que yo no recordaba.
Al sentarse la pollera subió y encontré los muslos que volvían locos a mis compañeros, estaban intactos.
Yo había tenido una sola instructora en esa etapa de mi carrera, por lo tanto la recordaba bien. No le sucedía igual a ella que había tenido infinidad de residentes a su cargo. Le refresqué la memoria.
Doctora, yo fui residente del servicio de Ginecología del Clínicas en 19.., tal vez no me recuerde.
Ayúdeme Doctor, tuve muchos residentes a mi cargo en aquellos tiempos.
Sala 3, era el único varón, el más preguntón.
¡Sergio!, si me hubieran dicho el nombre lo hubiese recordado enseguida. Creo que en el final de tu residencia ya nos tuteábamos.
Cierto Gloria. Desde ya que quiero que trabajes aquí conmigo, pero charlemos. Por tu CV veo que dejaste la cátedra y has trabajado poco en estos años, espero que sigas siendo la excelente profesional que conocí.
Esa es una larga historia, no sé si sirve que te la cuente.
Tengo toda la tarde para escucharte.
Y me relató esto que sigue:
Me encontraba muy a gusto como instructora de residentes, llegué a ser docente adjunta de la cátedra, el panorama se me presentaba inmejorable pero…-la expresión de su rostro cambió, apareció un dejo de amargura- mi esposo era el titular de Pediatría, sospechaba que me engañaba, nunca me imaginé cómo, me sentía desatendida como mujer, nunca quiso que tuviéramos un hijo, me hacía el amor apenas cuatro o cinco veces por mes, y lo hacía sin ningún empeño, casi como un deber.
Por casualidad lo descubrí, mi marido es homosexual, le gustan los chicos, yo era solamente una pantalla para ocultar sus relaciones con alumnos, residentes y cualquiera que quisiera satisfacer sus tendencias.
Cuando se lo eché en cara armó un escándalo, nos separamos, luego llegó el divorcio. Y él se encargó de hacerme la vida imposible. Tenía mucha influencia en la Facultad, era Consejero Académico. Hizo correr el rumor de que yo me acostaba con cualquiera, que era casi una puta barata.
Comprendés que no podía continuar así, se me tiraban encima hasta los ordenanzas. Tuve que renunciar e irme a trabajar a una organización médica muy prestigiosa. Pero hasta allí me siguió persiguiendo. Trabajé en clínicas y hospitales del Gran Buenos Aires, cada vez de menor jerarquía. Pero no he perdido la mano, sigo actualizada.
Ese hombre me arruinó la vida. Después de él ni un buen trabajo ni una buena relación sentimental. He tenido que hacer hasta guardias de 24 horas en sanatorios infames. Y en el otro aspecto apenas relaciones fugaces, sólo fisiológicas. Me considero aún joven, y soy muy ardiente.
Habrás notado que me operé el busto, ja ja no tenía casi nada. Me hicieron un trabajo muy malo, muy grandes, mal formadas y parecen de plástico. Pero no pude pagar a un cirujano de primera.
Pobre Gloria, me imagino lo que habrás sufrido. Ahora entiendo por qué te postulaste para una clínica del interior.
Sí, tenía que alejarme de Buenos Aires.
Bien, ya sos parte de esta empresa. Aquí te vamos a mimar para que olvides todo lo malo que pasaste. ¿Dónde te alojás?
Llegué anoche a Mendoza, estoy en el Hotel Parque.
Ya mismo te dispongo una habitación aquí mismo, hay varias para los médicos, podés ocupar alguna hasta que puedas traer tus cosas e instalarte en Mendoza.
Ay Sergio, tengo tan pocas cosas, y casi ni quiero verlas.
Bueno, más adelante te buscaremos una casa, y te vas a poder comprar todo lo necesario. Con tu capacidad ganarás mucho dinero.
No sabés cómo te agradezco tu buena voluntad, espero no defraudarte.
No lo vas a hacer. Y ahora cambiá esa cara. Alegría que está naciendo la nueva Gloria. Lllevate mi auto y traé tu equipaje.
Antes del anochecer Gloria ya estaba ubicada en una habitación en suite de las que la clínica dispone para los integrantes del personal que deban o quieran dormir allí. Las hay individuales o compartidas entre dos o tres. Gloria ocupó una de las mejores: sala, kitchenet, baño y dormitorio.
La llamé por el interno para proponerle salir a cenar, aceptó y quedamos en que a las 21 nos encontrábamos en el lobby.
Me bañé en mi habitación y me vestí muy informal. La encontré enfundada en un traje oscuro con delgadas líneas blancas, se notaba que no tenía un vestuario muy extenso. No obstante la pollera era cortona y justa, su culo magnífico se mantenía en todo su esplendor; y el escote anunciaba unas tetas grandes.
Fuimos a un discreto restaurante, la Doctora tenía hambre y sed. Me confió que hacía tiempo que no disfrutaba de una buena comida, y menos de buenos vinos.
El vino la indujo a más confidencias. Al parecer su ex marido era un adicto al sexo anal. Coherente, si le gustaban los chicos no podía esperarse otra conducta. No entiendo como ella aguantó diez años con él sin plantarle unos hermosos y grandes cuernos, el Doctor Videla, eminente pediatra, se los merecía con creces, la cogía muy poco y siempre por el culo, ese culo no era de despreciar, pero sólo por allí, sin darle un buen uso a la concha, era al menos un desperdicio.
Sergio, no me dejaba que se la mamara, con lo que a mí me gusta.
Pero después te habrás resarcido.
No creas, algunos amantes fugaces. Estaba muy deprimida.
Esa depresión va a desaparecer en cuanto empieces a trabajar bien. Quiero que retomes la cirugía, poco a poco hasta recuperar tu calidad, eras muy buena en eso.
Ya con saber que voy a trabajar en tu clínica me ha puesto muy animada. Sé que es un establecimiento muy prestigioso, con buena calidad médica. Ahora tendrás que ser vos mi instructor, las vueltas de la vida.
Con mucho gusto, sabés bien que te debo mucho, te prodigaste para enseñarme todo lo que sabías.
Lo que puedas haberme debido lo has pagado con creces al admitirme. A esta altura ya soy yo la que te está debiendo mucho. No cualquiera me hubiese aceptado después de mis últimos trabajos, fueron en lugares horrendos, meros comercios, sin nivel científico. Te lo cuento sólo a vos, pero hasta abortos tuve que hacer, justo yo que siempre quise ser madre y no me dejaron. Y ahora ya es tarde para eso.
Bueno Gloria, olvidá todo eso. En cuanto estés dispuesta podés empezar a atender tu consultorio. Te voy a asignar pacientes hasta que te hagas tu nombre. Sabés que hay señoras que tienen vergüenza de desnudarse ante un hombre, y creo que vos superás a todas las ginecólogas de la clínica, y hasta de Mendoza.
No exageres, debe haber buenas.
Con tu experiencia ninguna.
La conversación la distrajo, el vino contribuyó con lo suyo, y pronto su semblante recobró la sonrisa, sus ojos seguían siendo cautivadores y brillantes.
Le propuse celebrar el reencuentro y su nuevo trabajo brindando con champagne.
Estuvo de acuerdo, pero quiso hacerlo en su habitación si era posible.
Tal vez hasta sea mejor, ordené que en la heladera de tu habitación pusieran unas botellas de un champagne exclusivo, obsequio de Don Rachid Abdala, el que elaboraba sólo para él.
¿ Y copas?
Hay copas en el mueble de la sala.
Hacia allí marchamos, a esa hora la clínica estaba en penumbras, muy poca gente circulaba por los pasillos. En la habitación de Gloria ya se percibía su presencia femenina, su perfume impregnaba el ambiente.
Busque una botella y copas, brindamos y bebimos. Ella volvió a llevar la conversación hacia las carencias de todo tipo que había sufrido en los años anteriores; con especial énfasis en las sexuales. El tema y las piernas de Gloria, generosamente exhibidas por su pollera, corta de por sí, que se había levantado bastante al sentarse, me fueron excitando. Una tímida erección se comenzó a insinuar en mi pantalón, traté de ocultarla pero me era difícil apartar mi mirada de ese cuerpo amplio que desafiaba orgulloso el paso del tiempo.
Sergio, me estás mirando mucho y muy fijo.
Siempre fuiste una mujer digna de ser mirada.
Pero ya soy algo más que madura.
Seguís siendo una hermosa mujer. En los años de mi residencia tenías loco a más de uno.
¿A vos también?
Sabés que yo en ese tiempo andaba en otra.
Claro que lo sé, tenías más mujeres de las que podías atender. Tus compañeras me contaron muchas cosas de vos.
Ah sí, ¿y qué te contaban?
Que eras famoso por el tamaño de tu pene. Varias de ellas querían tenerlo, aunque sólo fuera por un rato.
Pero yo estaba por casarme, y aparte de mi novia apenas estaba a veces con una residente, algo menor que yo.
Sí, con Adela. Ella fue una de las que me contó de vos. Yo era muy tonta en ese tiempo, quería ser fiel a mi marido. No obstante algunas veces tuve fantasías con vos.
Ajá, la instructora fantaseando con un residente. ¿Y qué fantaseabas?
Con chupártela en mi consultorio. Siempre me gustó mucho mamar, a mi marido no le gustaba, y yo soñaba con un miembro grande para ponerlo en mi boca.
Me acerqué a ella y le planté un beso en la boca. Su lengua respondió enredándose con la mía. Nos abrazamos sentados en el sofá, mi mano fue hacia sus muslos acariciándolos, primero sobre las medias y luego en su piel cálida y suave. Su mano bajó el cierre de mi bragueta, investigó hasta correr mi slip y tomar con suavidad mi verga ya erecta del todo.
Me llevó hasta la cama y, ambos vestidos, se metió todo lo mío en la boca y lo mamaba con desesperación.
Un enanito verde, de no más de diez centímetros portando un extraño aparato nos miraba, levantó el aparato e hizo el gesto como de tomar una foto. Más tarde el enanito me entregó esto. Apenas tuve que velar mi rostro, no quiero publicidad.
La mamada era de primera, retiraba el prepucio y lamía mi glande desnudo, se metía la verga entera en la boca y succionaba, luego me la apretaba con los labios en O, y así
recorría toda la extensión. Seguía con su lengua por el perineo, llegaba hasta el ano y lo lamía, se detenía con fruición en cada huevo para volver enseguida a engullir, golosa la verga entera. Mis manos se regodeaban en el bello culo. Pero una situación tan placentera no puede ser eterna, mi esperma empujaba desde mis huevos repletos.
Gloria estoy por acabar.
Dale que me lo trago todo.
Y se lo dejé en la boca, y se lo tragó.
Nos derrengamos en la cama, empezamos a quitarnos la ropa, le pedí que se dejara las medias negras. Esas medias a medio muslo me ponen a mil, sobre todo cuando contrastan con una piel blanca. Una tanguita minúscula no ocultaba nada, me puse a su espalda para tocar todo lo posible. En verdad la operación de tetas era desastrosa, enormes, rígidas, material de mala calidad. A simple vista su abdomen mostraba los estragos del tiempo. Aún sin haber tenido embarazos se veían arrugas producto de la flacidez, debilidad muscular a causa de los años y de la falta de gimnasia.
Pero un ridículo piercing coronaba su ombligo. No me gustan los piercing ni en las jóvenes, con mayor razón en una mujer más que madura. Pero son una plaga muy extendida, tal vez producto del mismo atavismo de los hotentotes que perforan sus narices para atravesar un pequeño hueso.
Ya con sólo las medias tan sensuales me olvidé de los pequeños detalles para gozar de una hembra que se lo merecía. Lamer su concha y su culo fue una experiencia inolvidable. Gloria gemía y se retorcía ante los embates de mi lengua ávida que iba y venía. Cuando apresé su clítoris entre mis labios tuvo su primer orgasmo, contenido, apenas gemía suavemente, ronroneaba como una gata en celo. Y gozaba intensamente.
Mi verga se recuperaba a ritmo acelerado, pronto estuvo nuevamente dura a pleno, la tocó y me dijo:
Sergio ponémela entera, la quiero ya bien adentro.
Vas a tener todo lo que quieras.
La ubiqué en una de mis posiciones preferidas, montada mirando hacia mis pies. Así se la dejé perder en las honduras de su concha. Era una vagina estrecha y suave, muy caliente.
Me cabalgaba a un ritmo in crescendo mientras la guiaba tomándola del culo .
Sergio esto es espléndido. Tengo la concha llena de vos. Cogeme fuerte.
Gozábamos como bestias, yo movía mi pelvis al unísono con la de ella, la poronga entraba y salía cada vez más rápido. Gloria gemía más fuerte, emitía gritos en aumento. Pedía más aunque tenía toda mi herramienta adentro. En un alarde gimnástico subía y bajaba sostenida sólo en sus piernas. Reclamaba:
Llename de leche, quiero sentirte acabar dentro de mi concha
Esperé a su segundo orgasmo que fue muy ruidoso y sentido. Y le dejé todo mi esperma, ahora yo acompañaba sus gritos con los míos. Fue un polvo memorable que nos dejó casi satisfechos. Era preciso un descanso para recuperar fuerzas.
Fui a buscar otra botella, volvimos a brindar, esta vez por el hermoso polvo que nos habíamos echado.
Sergio, es la primera vez que me hacen gozar así. No me engañó tu minita del hospital, tenés la verga más grande y hermosa del mundo. Y la usás como un maestro. No conozco muchas, pero dudo que haya otra mejor.
Doctora, usted no se queda atrás, tiene muy buen cuerpo y una concha de pendeja.
Mientras hablábamos le tocaba con insistencia el bellísimo culo, allí no habían pasado los años, se mantenía duro y parado. Con un dedo tanteaba el ano, como buscando hacer algo con él. Gloria lo notó.
¿Lo querés? Es tuyo. Me acostumbré a gozar también por ahí.
Claro que lo quiero, es una gloria tu culo Gloria.
Se puso en cuatro, o mejor dicho en tres, atravesada en la cama y me ofreció la entrada de servicio. Le unté el ano con los abundantes jugos que manaban de su concha, mezcla de sus secreciones con mi leche, probé con un dedo, luego con dos, se dilataba perfectamente, a lo que ella con su relajación total contribuía en gran medida.
Mojé mi glande en la concha y se lo apoyé en el lugar indicado. Un poco ella y otro poco yo fuimos introduciendo la verga. Se quejó poco, se movía para que le entrara toda, y lo logró sin esfuerzo, ya que yo empujaba para eso.
Así, en esa posición, la bombeaba con mucho placer. Gloria manejaba muy bien la técnica del coito anal. Mi mano en su concha trabajaba con el clítoris erecto y voluminoso.
Los orgasmos le llegaron muy pronto.
La piel que cubría su tórax se veía blanda y arrugada, traté de no mirarla, de concentrarme en la estrechez de su recto que aprisionaba mi pija y la acariciaba como si fuera una mano amiga. Así pronto noté una fuerza muy conocida que desde mis huevos llegaba hasta la punta de mi verga y pujaba por salir al exterior, o mejor al interior de ese culo tan bello.
Y salió en forma de una profusa enema de semen.
Luego de la botella del adiós la volví a a coger por la concha, esta vez en la clásica del misionero. Fue un polvo largo, descansado, ella acabó tres veces antes de que lo hiciera yo.
Nos prometimos repetir cada vez que nos fuera posible, y lo hicimos.
Quizás otra vez relate alguno de los encuentros posteriores que tuvimos. Y también cómo continuó la historia de Gloria.
Los créditos fotográficos le pertenecen al enanito verde que andaba de aquía para allá con su extraño artefacto que resultó al fin ser una cámara de última generación, seguro que de tecnología extraterrestre. Lo supongo porque las fotos le fueron entregadas a un agente de seguridad de la clínica por un ser extraño, vestido con traje espacial, que bajó de un plato volador que se detuvo en la calle frente a la entrada.
Y si no me creen consulten con la NASA.
Espero comentarios y valoraciones.
Sergio.
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