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Doña Patro sentía como su negocio iba como nunca, desde que contrato a Eufemio Toribio, un cateto aldeano sin muchos modales, pero campechano y alegre. La cafetería funcionaba como un tiro y doña Patro solo recibía halagos de sus clientes.
Escondido en el almacén el tipo se masturbaba y recogía sus abundantes chorros de semen en un bote, luego lo mantenía fresco en una nevera, para posteriormente extraer pequeñas dosis ayudado de una jeringuilla, y así administrárselo a todas sus clientas sin que se dieran cuenta en el café.
-¡Rico! ¡Rico! ¡¡ Ñam Ñam!! Les decía a las clientas con las que más confianza tenia, mamas treintonas que se reunían tras dejar a los niños en el cole para desayunar todas juntas mientras chismorreaban y reían por tonterías.
Ellas contestaban muy picaronas y con doble intención a veces hasta subiditas de tono:
-¡Danos unas porras Toribio que los churros se nos quedan cortos! Y risotadas a lágrima viva
Eufemio desde su puesto de mando, en la barra, se quedaba embobado cuando veía como las más hermosas y deseadas mamas del pueblo se tragaban su leche relamiéndose mientras se metían las porras y los churros en la boca.
Esto le provocaba tremenda calentura que debía aliviar con urgencia en el wáter de la cafetería, pero siempre con su bote de recogida, para que el ciclo de la vida continuase. Te pongo mi leche, te la tragas, me excito contemplando como la degustas y vuelvo a producir más para que todos sigamos disfrutando.
Un autentico guarro nauseabundo, de mandíbula prominente, brabucón y engreído, pero apocado cuando se le plantaba cara.
Tal era la fama del buen gusto de los cafés con leche que se servían en Casa Patro, que incluso venían de otros pueblos a degustarlos. Decía la gente, que tenía un amargor especial que le hacía diferente a todos.
Doña Patro era viuda desde ya hace incontables años, y aunque la edad ya se le echaba encima, era voluptuosa, a su manera elegante y siempre con su punto sexi, con esos clásicos trajes chaqueta, una talla menos y muy escotados, que parecía que le iban a reventar o estallar las botonaduras en cualquier momento.
Patro era desconfiada. La experiencia de la vida la había ido haciendo mella y se había vuelto huraña, malpensada y en ocasiones se mostraba algo perversa, especialmente cuando se sentía engañada o traicionada por alguien de su entorno.
—————————————————————–
Una mañana apareció Doña Patro en la cocina de forma inesperada. Parecía que lo hubiese intuido. Entro sigilosa, y al fondo, vio como Eufemio, de espaldas a ella y sin percatarse de su presencia, clavaba una jeringa en un tetrabrik de leche. La Patro, al verlo, se le echo encima y le imploro gritando – ¡Que hace cretino! Tan sigiloso… no me estará robando? Verdad?
Eufemio se dio la vuelta sobrecogido por el susto, e intento ocultar la jeringuilla en la palma de la mano, sujeta disimuladamente con un dedo. Pero la Patro con cara de perro loco extendió su mano y le dijo: – dame eso que tienes en la mano, (como cuando regañas a un inocente niño) y Eufe, tembloroso, se lo entrego cabizbajo.
– ¿Qué es esto? Dijo la Patro
– Un aditivo para dar sabor señora, contesto Eufe entre dientes y muy nervioso, aunque intentando aparentar normalidad.
– Lo leí en internet. – Es jugo de coco. – Es lo que le da sabor al café… – Por eso gusta tanto.
– Pero si usted quiere, no lo pongo más.
– ¿jugo de qué? Con cara de incrédula
– Pero… esto de donde lo traes…es legal? Y para q…
Mientras hablaba, se echo un poco en la mano, y cuando lo iba a oler Eufe la sujeto de la muñeca y le dijo:
– No se lo acerque al hocico Doña Patro, que lo que tiene de gusto lo tiene de mal olor, mirando hacia arriba, como si se hubiese visto sorprendido por un gigante.
Doña Patro se sacudió la muñeca cerrando ligeramente la mano para evitar derramar el liquido, y acto seguido lo olio.
Su impresión fue tal que de una arcada paso a otra y así sucesivamente hasta que poto todo el desayuno y hasta la cena del día anterior, y ya cuando no echaba ni bilis, levanto la cabeza y dirigiendo una mirada inquisidora a Eufe le interpelo con un pequeño hilo de voz, ahogado por las arcadas que persistían
– ES JUGO DE TUS PELOTAS ¡HIJO DE LA GRAN PUTA!
– ¡Y yo he tomado ese café!
– No usted no Doña Patro, eso solo se lo pongo a las calientapollas como la Filo, Dana, Isabelita o a la Catetona, a usted ni a los hombres, jamás se lo he puesto, ¡se lo juro!
“El cabronazo cobarde mentía, la leche se la ponía a todos los cafés, no hacia diferencias”
Doña patro se sintió ligeramente aliviada, aunque su rostro seguía reflejando un gran enfado.
Y Eufe lloriqueando se puso de rodillas pidiendo perdón en un ridículo espantoso.
Está bien , ya le diré cual será el castigo cabronazo, salga a trabajar y ni se le ocurra volver a poner nada, cochino.
Y así se fueron pasando los días….
Y comenzaron las quejas
– ¿habéis cambiado el café…esto no sabe como antes?
– ¡Me sabe aguao joder!
– DOÑA PATRO! Esto ya no es lo mismo. No digo que sea malo. Pero el puntillo ese de sabor ya no lo tiene. Si hay que pagar un poco mas por el de antes se paga, eeeeeh.
Quejas y quejas… y menos gente. Y la Patro desesperada…
Eran ya las 12 de la noche. Hora de cerrar, y mientras Eufemio terminaba las tareas de limpieza, doña Patro tras hacer la escasa caja cerró la puerta dando dos vueltas de llave, algo no habitual, pues siempre esperaba que Eufemio terminase las tareas y saliese de la cafetería antes de echar el cierre.
La Patro sin darse la vuelta grito:
– ¡¡¡EUFEMIO TORIBIO!!! – ¡Quiero hablar con usted inmediatamente!
– Pero tráigame un café… -Le espero en la sala del almacén!
La Patro tras darle la orden desde el otro lado de la cafetería, enfilo hacia el almacén donde tenía un discreto despacho que usaba para organizar las compras y las cuentas de la empresa.
Eufemio llego tembloroso con el café en una bandeja, y dijo:
– ¿Dónde se lo dejo Doña Patro? evitando mirarle a los ojos
– Déjelo encima de la mesa…Pero no se vaya…quiero algo más de usted
– Usted dirá Doña Patro
– Quiero probar su café. Tal y como se lo hacía a las clientas
– Pero… no puedo… no tengo…
– Que no tiene! – ¿la cuajada? ¡MARICON!
– No me hable mal doña Patro, que yo soy un hombre y muy macho
– Vamos perro maldito, o es que le tengo que ordeñar yo, saque el macho que dice que es y lléneme la taza.
– Déjeme ir y se lo preparo mañana…ahora es imposible
– Que pasa MARICONAZO es que no le excito? – Imagine que me está follando o algo así, VAMOS SAQUE LA POLLA INMEDIATAMENTE PUTO! – ¿O se la tengo que sacar yo?
– No, no…yo
Eufemio se dio la vuelta avergonzado y empezó el meneo. Mientras, la Patro se reía tensa, por lo ridícula que era la situación.
-Que! Gorrino… ¿termina usted? ¿O hay que ayudarle?
-Calle doña Patro, que así no puedo leñe
De repente Eufemio noto la mano de doña Patro que desde atrás se apoderaba de sus testículos, y los manoseaba.
– A ver si así termina antes. Eufemio mas cortado que excitado, se la meneaba más deprisa y con los ojos cerrados y muy colorado, mientras decía insistentemente… ya…yaya….ya…ya…yayayaya
La Patro impacientándose le dio un sonoro manotazo en las nalgas y le dijo:
– Venga cacho puto, mire mis tetas, a ver si así…
La Patro extrajo los pechos de las dos grandes cazuelas del sostén, y juntándolas con ambas manos las movía como lo haría una estríper. Volvió a masajearle los huevos y se escupió en la mano extendiendo la saliva por las pelotas y el ano.
-¿Que hace?
– ¿Que pasa, que no está acostumbrado a que le hurguen el culo?
En ese momento, la Patro aprovecho para clavarle dos dedos en el culo, mientras le miraba con cara de asco y le decía:
Qué bien entran, se ve que no es tu primera vez…
En ese momento, Eufemio sobreexcitado por los inesperados acontecimientos, empezó a soltar manguerazos apuntando a la tetazas de la Patro, y los chorretes resbalaban desde la cara al cuello y desde las ubres a las manos y al traje.
– Como me ha puesto marrano!!!
– Límpieme y échelo en el café hijo de puta!!
– Si si si doña Patro, perdón.. ya voy ya voy
Rápidamente y con el rabo colgando, Eufemio cogió la cucharilla del café y con ella los restos de lefa de la cara y tetas de la Patro, que permanecía quieta para facilitar el trabajo, pero haciendo gestos de desaprobación por lo sucedido.
Cuando termino de recoger lo que pudo y de ponerlo en el café, la Patro tras poner el azúcar y darle unas vueltas con la misma cucharilla se lo tomo de un sorbo largo, y al terminar dijo:
– Me gusta… relamiéndose los labios
Eufemio no daba crédito a la reacción de ella, cuando creía que lo iba a matar, soltó eso, con una relajación inusual en doña Patro.
-Bueno… dijo la Patro. – Me tendré que cambiar la ropa. Y empezó a desnudarse.
Primero se quito lo de arriba, y seguidamente la falda, quedándose en tacones y medias, además de un diminuto tanga.
La Patro estaba cachonda, en el fondo el garrulo de Eufemio y su leche de toro la había excitado.
Eufe se subía tímidamente el pantalón para esconder sus vergüenzas, pero no le quitaba ojo a su patrona. Estaba alucinado de lo sexy que se veía. Nunca hubiese imaginado que la Patro usase tanga y ligueros, ni que con su edad tuviese la piel tan fina y prieta.
El culo era carnoso y excitante, solo hay uno así por millón. También tenía unas piernas preciosas, de grandes muslos y tobillos finos.
Pero lo que más le sorprendió, fue que tuviera tatuado en el pubis el nombre de un famoso y sórdido burdel que esta junto a la frontera con Francia, en la carretera de la junquera. Las 7 rosas.
Y Eufemio pregunto:
– ¿No es ese el nombre del club de la Junquera, doña Patro?
La Patro se dio cuenta del descuido pero ahora ya no tenía remedio, el garañón de Eufemio lo había visto y considero que lo mejor para zanjar el tema era explicarlo con total naturalidad.
– Todos tenemos secretos, le dijo, tras la pregunta, y al ver que no le quitaba ojo al tatuaje, continuo:
– El sexo nunca fue mi pasión al menos con un marido casi treinta años mayor que yo.
– El muy hijo de puta me obligo a hacérmelo, para recordarme que me saco de un puticlub de carretera, el cual frecuentaba mucho. Yo era su favorita. Y una maquina sexual cuando me pagaban bien, así que si intentaba evitarle me lo recordaba y me obligaba también ha hacerlo con otros por dinero, eso le excitaba al muy cerdo. Así que ya lo sabe, he sido una vulgar prostituta al servicio de cualquiera que me pagase cinco mil pesetas. Por mi cuerpo han pasado más de diez mil tipos y he hecho todas las porquerías que usted ni podría llegar a imaginar.
Mientras hablaba, la Patro se iba acercando a Eufemio, quería dominar la situación pero lejos de eso a Eufemio se le fue cambiando la mirada, parecía un animal excitado y seguro, guiado por el instinto. Ya no era el perrito sumiso .Era un machirulo, orgulloso y cateto, que se creía con algún derecho al conocer el secreto mejor guardado de su jefa.
El imbécil creía que al decírselo se había debilitado. Que la cosa había cambiado entre ellos. Veía a Doña Patro vulnerable, como una presa fácil y acorralada por el que dirán y la vergüenza.
Pensaba que había cometido un gran error al confesarle esa parte de su vida, y se sentía mas como aquel viejo marido abusón, lo cual a un salido como él le estaba transformando por momentos en un depredador oportunista.
– Así que es usted una puta jjjjjj. Pues ahora tendrá que chupármela si no quiere que se entere todo el pueblo.
– ¡¡¡Váyase de aquí hijo de puta!!! – ¡¡ como he podido confiar en usted, loco salido!!
-Vamos Doña Patro, hágame porquerías. – Venga Doña ¡PUTA! – Se que lo desea. Al decirlo le temblaba la voz por el deseo.
– Guárdese su ridícula polla y salga de aquí si no quiere que le cuente lo que hace a la policía.
Eufemio, con la mirada fija y una desagradable mueca entre sonrisa y amenaza, mientras avanzaba lentamente con la picha en ristre, le dijo:
– Usted ahora es cómplice, jajajaja, y la responsable del establecimiento. Usted lo sabía y no hizo nada por evitarlo, y ahora dese la vuelta zorra, que se la voy a meter por el culo.
Doña Patro trato de salir corriendo pero Eufemio estaba ya demasiado cerca y la atrapo por el pelo, la empujo contra la mesa y le arranco el tanga. Apunto la polla con la mano que tenia libre y se la embutió en el recto en seco y de un solo empujón, sin piedad.
Doña Patro entre lágrimas gritaba de dolor, lo cual excitaba aun mas a Toribio que se movía de atrás hacia delante como un mandril en celo, mientras le decía a la Patro:
– Ve usted como en el culo las pollas aunque sean algo pequeñas van muy ajustás.
– Y ahora disfrute zorra culera, que se que lo estaba deseando tanto como yo; ¡guaaarra!
Eufemio Toribio sintió que estaba a punto de correrse y saliéndose del culo de doña Patro la obligo a arrodillarse mientras la asía del pelo, apunto la polla al rostro y le lleno la cara de leche mientras excitado observaba el tatuaje del pubis, además del culo, las tetas y la cara de la Patro, le excitaba verla tan desmadejada, con el rímel corrido por el lloriqueo.
– Venga puta, vístase que mañana más jjjjjj. Sera nuestro secreto tonta, no se apure.
Doña Patro se sintió humillada, y no podía decir palabra.
– A partir de ahora todo seguirá igual ante los demás, dijo Eufemio. Pero tendrá que satisfacerme al final del día y a puerta cerrada… ¿me ha entendido?
– Aaa… y por el negocio no se preocupe que se lo voy a volver a llenar
– ¡¡¡JAJAJAJAJAJAJAJA!!!
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