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Bea: El inicio (Parte 2)

- Ya ves. La gente cambia, al menos temporalmente. Ya no soy el mismo de antes.



- Si, te lo voy a creer. Siempre serás un caradura.



- Así te gusto, caradura, no? ¿Y algo más que también te guste dura?



- No empieces chaval, jejeje



- Ni siquiera he empezado. ¿Con quién estás en México?



- Con una familia. Él es un viejo amigo de mi padre.



- Vaya con Bea. ¿Y qué tal están los hijos?



- No hijos. Sólo una chica de 18. La esposa y el amigo de mi padre.



- Ah ya veo, tengo la ligera sospecha de que te vas a divertir mucho



- ¿Qué quieres decir?



- No lo sé. Es una gran aventura la que te espera,



- No me puedo quejar hasta ahora.



- ¿El tipo te mira las tetas como yo?



- No, cómo crees? Eres un cerdo… él si es una persona respetable.



- Es que aún no te ha visto con esos escotes con los que yo te he visto, en eso llevo desventaja. Deja que te vea en los bikinis con los que yo te he visto y verás.



- Estás loco, ellos no son así.



- ¿Si estás consciente que el primer día que llegaste se folló a su esposa pensando que te follaba a ti?



- Eres un zafado, no puedes saber eso.



- Todos los tíos lo hacemos. Es algo instintivo. Por más buena que esté su esposa, tú eres la carne fresca, la fruta prohibida.



- Vaya con el sicólogo de mierda que me has salido…



- ¿Y tú como piensas quitarte las ganas estos seis meses?



- Ya se me ocurrirá algo, no hay nada que un buen consolador no pueda solucionar



- Ahora la zafada eres tú, no hay como lo real. ¿Te comerías una banana de plástico?



- No es lo mismo.



- Ese es mi punto, no es lo mismo un consolador que sentirte penetrada por un duro pedazo de carne caliente y palpitante



- ¿Y tú cómo sabes eso?



- Me han platicado mis amigas guarras.



- Jejeje, eres un loco de remate igual que tus guarras…



- Estoy seguro que mientras charlamos, ya se te pusieron duros tus pezones.



- No, no es así.



- No te creo. Demuéstramelo.



- No necesito que me creas.



- Entonces demuéstramelo.



- No puedo, aún no se duerme la chica.



- Joder. Qué fastidio.



- Además no tengo nada que demostrarte ni nada.



- Está bien, cachondéate mientras los oyes hacer el amor.



- Ayer los oí



- Y qué pasó?



- ¡Qué preguntas haces!



- ¿Te desahogaste?



- Sí. Dos veces



Esa era una mentira de parte de Bea. No habíamos hecho el amor la noche anterior ni mucho menos. Continué:



- ¿Imaginabas que el tipo te hacia el amor?



- No. No imaginaba eso.



- ¿Entonces?



- Imaginaba que no habían cerrado la puerta del todo y que les espiaba mientras follaban. Imaginaba a la mujer desnuda a cuatro patas mientras él le follaba el culo. Imaginaba a ella ahogando los gemidos para que su hija no se despertara mientras esa polla la abria y se le clavaba entera.



- Guau. Me impresionas chica.



- Para que veas que yo también puedo ser guarra.



- ¿Ya se durmieron?



- La chica ya se durmió al parecer. En la otra habitación ya no se escucha nada.



- Es que la señora se la está chupando al marido en silencio para que no te enteres.



- ¡Claro que no! Él estuvo enfermo durante el día y menciono que tomaría una pastilla para poder conciliar el sueño. Bien podría andar en pelotas por la casa y ellos ni se enteran.



- Ve y asómate para que te convenzas y me calles la boca.



- No voy a hacer eso.



- Pero dijiste que podrías andar en pelotas por la casa



- Dije que podría, no que lo haría. ¿Se te está olvidando el español, tío?



- ¿Hasta aquí te alcanzaron las guarradas? Sabía que no eras de las que se animan



- No es eso. Es que…



- Sólo te pedí que me mostraras las tetas o que te asomes a ver si ya están dormidos. No quieres hacer ni lo uno ni lo otro.



- Si lo hago ¿me dejas en paz?



- Te lo prometo, ¿Qué es lo que vas a hacer?



- Mostrarte las tetas ni de coña. Eres un salido. No quiero que le vayas a tomar foto a la pantalla y la andes presumiendo por ahí con nuestros amigos.



- ¿Entonces vas a ver si están dormidos?



- ¿Tengo otra opción?



- ¿Qué llevas puesto?



- Un pantalón de pijama y una blusa ligera. Hace calor.



- ¿Eres monja? Quítate ese pantalón mata pasiones y no te pido que te quites también las bragas solo porque estás recién llegada.



- Está bien, fuera pantalón, ¿vale? No cabe duda que eres el mismo salido de siempre.



- Vale, sorpréndeme chica.



Como un resorte me levanté de la cama y tomé nota de que yo solo traía mis calzoncillos sin camisa; guardé a toda prisa el laptop debajo de la almohada y prendí la lámpara, entrecerré los ojos y fingí que dormía no sin antes quitar las cobijas para que quedara mi entrepierna perfectamente visible hacia la puerta. Apenas había terminado de hacer esto cuando se abrió la puerta lentamente hasta que se asomó la silueta de Bea, iluminada suavemente por la luz de mi lámpara de buró. Ella se quedó quieta en el marco de la puerta vacilante y sin atreverse a avanzar un paso más. Mi verga se sentía palpitante y luchaba con la tela de mi ropa interior para ser libre. Tenía una erección mayúscula y seguramente Bea lo podía notar desde su posición a un par de metros de mí. Mi pene es grueso, no demasiado largo para considerarme un prospecto de actor de películas porno pero si lo suficientemente grueso para complacer a cualquier conito por más usado que se encuentre. Al inicio de nuestra relación, Susana tenía que comprar un lubricante vaginal porque si no se humedecía lo suficiente, la presión del tronco de mi pene en su pared vaginal le provocaba algo de incomodidad. Por eso cuando le propuse que tuviéramos sexo anal, me mando a volar con cajas destempladas y no se volvió a tocar el tema nunca más. Pero esta noche era Bea y era mi pene, conociéndose finalmente al menos de lejos, por ahora.



Podía ver su mirada fija en mi entrepierna y sus manos agitándose nerviosas. Sus lindas piernas delgadas eran endemoniadamente sexy y como un resorte, mi pene se levantó aún más.



Cuando pensé que finalmente se regresaría y cerraría la puerta en silencio se acercó a mi lado de la cama para tener una mejor visión de mi instrumento. A esta distancia no podía mantener los ojos entrecerrados ya que ella lo podría llegar a notar así que los cerré para que no se diera cuenta de que estaba despierto. Deseaba abrirlos para ver la expresión de su rostro pero a duras penas me contuve hasta que escuche de nueva cuenta la puerta cerrarse suavemente cuando finalmente se retiró de nuestro cuarto.



- Ya, gilipollas. ¿Estas contento?



- No lo sé. Tú dime que sucedió ahí.



- Nada, que he entrado muy callada y ya estaban ambos dormidos.



- ¿Y?



- Y que les he visto dormidos y ya.



- ¿No has visto nada que te haya interesado?



- Casi nada, ¿vale?



- El tipo tiene un capullito…



- No es eso, la verdad la tiene bastante grande.



- Aja, sabía que habías visto más. Anda, contadme. No seas aguafiestas. No tengo más nada que hacer acá y muero del aburrimiento.



- Está bien. El tipo tenia las sabanas a un lado, y cuando entre se podía ver el tamaño de su polla.



- ¿Estaba desnudo?



- No, tenía un calzoncillo pero si se alcanzaba a ver el tamaño. Es grande, o al menos eso a mí me pareció.



- ¿Y la esposa?



- Profundamente dormida también.



- ¿Te excitaste?



- Tal vez, un poco. Si



- ¿Solo un poco?



- Bueno un poco más que un poco. Es tarde ya y debo dormir. Tengo clases mañana temprano. Nos leemos.



- No quieres ir a terminar la obra? Dejaste tu aventura a la mitad.



- Creo que no te entiendo.



- El tipo se tomó una pastilla para dormir. No creo que vaya a despertar y la esposa duerme también. Es tu momento.



- ¿Mi momento para qué?



- Para chuparle la polla al tío.



- Estas definitivamente muy zafado. No soy tu actriz porno personal.



- No, pero estas caliente ahora y te vas a tener que dar dedo por una fantasía cuando bien puedes hacerlo por algo más concreto. Nadie lo notara y yo no pienso decirles.



- Es tarde ya…



- Razón de mas, lo que sucede en la noche se queda en la noche.



- Calla filosofo de esquina.



- Anda, no seas pesada, hazlo por mí.



- A ti no te van a echar de la casa si me descubren.



- Nadie te va a descubrir. Si el tipo se despierta, no dirá nada. ¿Quién le dice que no a una comida de polla gratuita y con una tipa que se cae de buena?



- ¿Tú crees?



- Claro. ¿Has notado la mirada del tipo viéndote las tetas, el culo o el coño?



- Creo que ha habido un par de veces que lo he notado.



- Anda. Estoy seguro que estás bien caliente ahora, rozándote el coñito con la mano mientras platicamos.



- Bueno, algo hay de eso.



- Ya no digas más y anda. Si no me vas a tener que mostrar las tetas y no quieres eso, ¿verdad?



- Estoy loca por hacerte caso.



- Anda, acá te espero para que me platiques como te fue.



Un poco temeroso de que se fuera a acobardar, puse de nuevo la laptop bajo la almohada y me volvía a acostar sin sabanas, alejándome lo más que pude de Susana y acercando mi entrepierna a la orilla de la cama. Cuando estaba empezando a sospechar que no lo haría, escuche el suave movimiento del pomo de la puerta de nuestra habitación y un par de segundos después, la figura de Bea, aun con su blusa ligera y su braga que alcanzaba a tapar su coñito pero que dejaba ver una mancha en su cadera derecha que la semi penumbra y mis ojos entrecerrados no me dejaron apreciar. Parecía un tatuaje pero no tenía la certeza. Ya habría oportunidad de comprobarlo, supuse y sonreí por dentro. La chica se acercó a mi cama y con delicadeza posó suavemente su mano en mi pene por encima del calzoncillo. Era un contacto leve, sin presión apenas pero sentí aguijones traspasar mi piel. Al ver que no me inmutaba, tomó un poco más de valor y deslizó su mano pequeña por debajo de la prenda. Sus dedos vagaron por mi pubis y siguieron explorando por la extensión del pene, que por supuesto estaba durísimo. A un lado de mí, mi esposa se movió ligeramente en su sueño y pensé que hasta ahí se había acabado mi buena suerte pero tras quedarse quieta un rato, Bea comprobó que seguía dormida y siguió acariciándomela hasta que sus caricias se hicieron más intensas.



No sabía cómo reaccionar, si aparentaba seguir dormido, no lograría que aquello pasara al siguiente nivel y si me despertaba corría el riesgo de que se asustara y huyera así que hice lo que haría cualquier caballero en mi situación. Nada. A estas alturas, el toqueteo había pasado a categoría paja en un santiamén. Su mano trabajaba vigorosamente en mi instrumento, y de pronto sentí un líquido espeso y caliente rodear mi pene. Seguramente era su saliva que diestramente había depositado en la extensión del grueso tronco. Tenía los ojos cerrados y la boca apretada para no gritar. Hubiera dado la mitad de uno de mis huevos por ver la cara de Bea mientras me pajeaba pero sabía que debía atenerme al plan. Sus diestras manos recorrían toda la extensión de m pene con un ritmo y una destreza que me impresionaron con su saliva actuando como un lubricante natural extraordinario. A medida que aquellas caricias se intensificaban, sentí que se avecinaba un orgasmo de grandes proporciones y ya consciente de que eso era a lo más que podía aspirar esa noche, dejé soltar mi carga con un ronco sonido gutural que no alcanzó a despertar a Susana y al menos pareció o hice el esfuerzo de que pareciera que yo continuaba dormido. Una parte de mi semen se quedó atrapado en su mano pero otra parte de él se derramó sobre mi abdomen. La saliva había ya escurrido hacia mi pubis mojado y cuando pensé que hasta ahí había llegado mi buena suerte esta noche, noté como Bea separaba la mano de mi polla y escuche el leve ruido que hizo al quitarse su blusa. Al tener la cabeza ladeada, entreabrí mínimamente el ojo pegado al colchón y pude ver que efectivamente se había quedado únicamente con sus braguitas blancas. Con la blusa se estaba limpiando la mano, sin embargo mi mirada no podía alejarse de sus tetas. Unas tetas naturales, jóvenes, firmes, de buen tamaño... Seguía absorto en sus pechos cuando Bea se acercó a la cama inclinándose sobre mí y recogiendo suavemente los restos de semen que se habían quedado en mi abdomen. Una vez limpio, se levantó en silencio y la vi alejarse hacia la puerta, cerrándola a continuación para entrar de nuevo en su cuarto.



Apenas había recuperado mi laptop cuando se volvió a conectar enviándome un nuevo mensaje



- Ya. Estás contento?



- ¿Por qué te tardaste tanto? Platícame como te fue.



- Te dejaré con la duda,



- No seas guarra, no me hagas eso.



- Está bien, sólo porque ya quiero que te vayas, te voy a decir que nunca había masturbado a un hombre dormido hasta hoy.



- Estas bromeando. No te animaste…



- Claro que me anime. Estuviste jodiendo con lo mismo.



- Sí, pero creo que solo fuiste a dar una vuelta por la cocina y ya.



- Jejeje, claro que no. El tío se vino como una bestia, fue un buen de lefa.



- No te creo. Pruébalo.



- Está bien, solo para que te vayas a pajear y me dejes dormir tranquila.



Y acto seguido recibí una foto a través de nuestro chat. En la foto aparecía Bea con una camiseta blanca y me mostró la blusa que llevaba hace uso minutos con los restos de mi corrida.



- Bea, putita, me impresionas…



- Pensaste que no me iba a animar.



- Pajéate conmigo, ya me calentaste.



- Buenas noches, tío. Pajéate tú. Yo me voy a dormir.



Y sin decir más, se desconectó. Me levanté de mi cama sin hacer ruido. Abrí la puerta y me acerque en silencio al cuarto de las chicas, sin abrir la puerta de su habitación. Quedamente se escuchaba un gemido ahogado, era demasiado tenue para percibirlo sin que lo estuvieras buscando pero con eso me bastó para imaginarla tendida sobre su colchón inflable, deslizando su mano sobre su coño mojado con las bragas enrolladas a la mitad de sus piernas y acariciando su clítoris. Me imagine sus piernas abiertas, las curvas delicadas de su cintura y ese enigmático tatuaje en su cadera que me intrigaba. Ya mi pene empezaba a recuperarse de su letargo cuando me pareció escuchar un pequeño gritito y con eso me basto para imaginarla arqueada sobre sí misma, recompensándose con un orgasmo bien merecido. Sus labios entreabiertos con su blusa que tenía los restos de mi semen cubriendo su barbilla, su mojada entrepierna, su mano empapada y sus dedos arqueados apresando febrilmente su sensible clítoris.



Sonreí mientras me alejaba del pasillo hacia mi habitación. Estaba en el paraíso. Del otro lado de la puerta, seguramente Bea descansaba con una sonrisa de satisfacción en su rostro.



Y quise pensar que en ese momento ambos compartíamos una ligera chispa de curiosidad y deseo por lo que pudiera ocurrir en los próximos días.



Dark Knight


Datos del Relato
  • Categoría: Dominación
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