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En la corte del rey Don Abundio era toda abundancia y paz. Las guerras ya habían acabado y tanto los monarcas como sus súbditos gozaban de la paz lograda, la cual había traído bienestar al reino.
A dicha corte había llegado Juanillo como paje del duque de Calatrava merced a los favores que éste le debía al padre del joven, un rico comerciante de la región. El nombre del muchacho era Juan Bautista Corbalán y Casado, pero todos en su pueblo lo llamaban Juanillo, y con ese apelativo llegó a la corte del rey Don Abundio.
El tal Juanillo era un joven que no llegaba a los 20 años, rubio de ojos celestes y un cuerpo de un guerrero, medía 1,80 centímetros y era de peso normal. Inteligente y listo. Muy pronto se hizo famoso en la corte, aunque justo es reconocer que mucho de la fama lograda se debía a dos portentosos regalos de la madre naturaleza. Ésta lo había agraciado con una lengua de proporción desusada; larga y ancha tal que parecía una pala minúscula de zapa. Como si esto no hubiera sido suficiente el mozo llevaba en su entrepierna un cipote de 20 centímetros de largo y 6 de grosor. Según decían las muchachas de su pueblo Juanillo al palo era un espectáculo digno de admirar y gozar.
De a poco el mozalbete fue ganando fama bien ganada en los aposentos de las damas de la corte, que disputaban el privilegio de yacer con tan egregia persona. Como todo se sabe en una corte en donde nadie trabaja y el cotilleo es la gran ocupación, la fama del chaval llegó a oídos de la Doña Genoveva, la Reina.
Genoveva era una matrona que llevaba sus años, a la sazón 34 otoños. Si bien no era de mal parecer, tenía además de sus años, unos kilos de más fruto de haber parido tres herederos. No era una diosa, pero tampoco un esperpento.
La reina había oído de la fama viril de Juanillo a través de sus doncellas, algunas de las cuales habían gozado de los encantos del chaval. Como doña Genoveva padecía del olvido matrimonial de Don Abundio y ya se había cansado de sus amantes, picó de curiosidad malsana y quiso probar si las mentas de Juanillo eran ciertas. De serlo, sería una gran ocasión para sacarla de la abulia sexual en que se encontraba.
Haciéndose acompañar por su séquito decidió visitar las caballerizas en donde encontró al chaval empeñado en su labor de paje. Se acercó a él para hablarle.
… Buenos días joven paje, como os llamáis?
… Buenos días mi Señora, mi nombre es Juan Bautista, pero todo el mundo me reconoce como Juanillo.
… Veo que hacéis muy bien vuestra labor. Pregunto, estaríais dispuesto a hacerle un favor a vuestra reina.
… Por supuesto Majestad, a vuestras órdenes. Vuestros deseos son un mandato para mí.
… Pues os espero esta noche a las 10, en mi recámara…díjole la reina en voz baja
… Me permitirán llegar Majestad?... respondió con voz trémula el muchacho.
… Lucrecia, mi doncella a quien bien conocéis vendrá a buscaros.
… De acuerdo mi Señora. Allí estaré.
Muy poco antes de las 10 de la noche, Lucrecia se allegó donde Juanillo y después de besarle y masajeare el falo, lo tomó de la mano para guiarlo al tiempo que le decía.
… Hoy os podrán a prueba en los aposentos reales, mirad que yo he hablado a la reina de vuestros portentos y habilidades, espero que no me hagáis quedar mal.
… Claro que lo intentaré, aunque llevo un poco de miedo. No llegará esto a oídos del rey?
… Claro que no. Acaso creéis que eres el primero?
… Pues allá vamos.
Entró Juanillo a los aposentos reales en donde se encontraba la reina Genoveva. Como era costumbre, los monarcas dormían en lechos separados y lejos uno de otro para evitar encuentros desafortunados. Genoveva lucía como única prenda un camisón blanco con mucho vuelo que le llegaba hasta los pies. Estaba recostada en el lecho y desde allí lo invitaba a acompañarla con un gesto amistoso.
Puesto en ese lugar y en esa situación Juanillo se encomendó a su ángel protector y se zambulló en la cama. Ni lerda ni perezosa la reina comenzó a despojarle de sus ropas. Era evidente que la curiosidad real por ver los atributos del chaval llevaba prisa. Cuando Juanillo quedó en cueros la reina no pudo dejar de escapar un murmullo de admiración al ver el aparato que el joven llevaba entre sus piernas. Como le faltaba reconocer el otro mérito de Juanillo lo atrajo para sí y buscó su boca para abrirla con la lengua buscando la del muchacho. Nueva grata sorpresa. La noche pintaba de maravilla para la soberana.
Habiéndose quitado el camisón, su única prenda, quedó la reina completamente desnuda. Con voz queda le susurró a Juanillo que tomara posición y se ocupara con su boca de la real vulva. Encomendándose a sus santos allá se desplazó nuestro héroe. Con toda la delicadeza que la situación imponía abrió las piernas de Genoveva para darse de frente con un chumino rodeado de abundante pilosidad que hubo de apartar para dejar a la vista el coño regio. Cuando se aproximaba a cumplir con su destino, su nariz le informó de un olorcillo que denotaba que el coño real llevaba algunos días sin recibir limpieza. Asumiendo valerosamente la situación hizo fuerza de voluntad para vencer ese inconveniente y comenzó a desplazar su lengua por toda la superficie vaginal. El ancho de su órgano le permitía abarcar toda la superficie. De norte a sur y de este a oeste, la lengua de Juanillo estaba recorriendo esa transitada vagina arrancando suspiros de Genoveva, cuando se oyeron golpes en la puerta del recinto.
Más rápido que corriendo Juanillo se dejó caer al suelo y se refugió debajo de la cama. Desde allí vio entrar al mismísimo rey Don Abundio casi en pelotas luciendo un empalme importante que masajeaba con sus manos.
… Permitidme pasar señora. Vengo a reclamar el débito conyugal
… Ay mi señor Don Abundio, mal día habéis escogido para ello.
… Por qué razón decís eso mi reina.
… Porque para mí desgracia mi Señor, estoy en esos días de la regla, y como bien sabéis en estos días el coito está prohibido por las leyes de la religión.
… Maldita sea mi suerte. Y qué hago yo con este empalme del demonio?
… Pues tendréis que recurrir a alguna de las damas de la corte como hacéis a menudo.
Retirose el rey bufando de rabia, y cuando Juanillo estimó que estaba lejos, reapareció en escena con su rostro blanco como la harina, fruto del tremendo pánico sufrido.
… No temáis Juanillo que el peligro ya pasó. Nadie nos molestará de acá en más… dijo la reina muy campante.
… Creí que ya era hombre muerto.
… Tranquilo, respirad profundo un par de veces y retomad tu labor que bien lo estabais haciendo.
No solo un par sino varias veces más hubo de respirar Juanillo para recuperar su lozanía. Miró para arriba agradeciendo al cielo haber salvado el pellejo y se dio a la labor.
Presuroso el mozalbete volvió a sumergirse en la entrepierna real. Esta vez dio por superado el tema aquel del tufillo y se dispuso realizar su trabajo. Nuevamente la pala bucal comenzó a recorrer los espacios recónditos de la vagina de Genoveva. Nuestro héroe lamia una y otra vez la untuosa cavidad y empezó a encontrarle gusto a la tarea. Recordando por un momento de que se trataba de una almeja real, Juanillo sacó a relucir lo mejor de su repertorio. Lamidas, chupones, mordiscos a los labios vaginales se repitieron incesantemente para delirio de Doña Genoveva que encontraba por fin alguien que la hacía vibrar con intensidad. La reina estaba en un éxtasis que pretendía fuera eterno, pero no pudo evitar estallar con un fuerte orgasmo cuando Juanillo se dedicó con esmero a chupar y morder su clítoris. Explotó la reina en un prolongado orgasmo vibrando todo su cuerpo mientras sus labios apretados dejaban escapar unos gemidos muy profundos y una abundante corrida que el mozo recogió en su boca saboreándolos.
Aquietose el chaval para permitir a la noble mujer volver a la normalidad, aunque tan pronto percibió que su cuerpo se relajaba reemprendió su faena. La poderosa lengua volvió a recorrer lamiendo repetidamente los rincones vaginales en medio de gemidos que salían de boca de su amante, como si ese juego no fuera suficiente, enroscó la lengua en forma de pene, buscó, encontró y acometió el conducto vaginal para darle a la señora una follada lingüística que Genoveva no esperaba y recibió de parabienes. El órgano bucal entraba y salía de la vagina real iniciando la penetración que luego se consumaría con la tremenda verga.
La reina complacida, que ya llevaba más de tres orgasmos silenciosamente entregados por la brillante tarea bucal de Juanillo, sintió la imperiosa necesidad de sentir en su interior la famosa verga del muchacho. Previamente le hizo tomar posición de forma tal que pudiera recibir en su boca ese tremendo falo pues lo deseaba probar y degustarlo antes de la penetración. Le costó un poco metérselo porque el grosor de la picha que a causa de la calentura del momento estaba como un leño de dura y gruesa como una porra, pero con un esfuerzo pudo introducirla en la boca para lamer la tremenda cabeza del monstruo y éste le regaló las gotas previas al semen. Saboreó Genoveva ese líquido que encontró gustoso y se dedicó a chupar hasta acabarlo. Luego, ayudándose con una mano y su viciosa lengua transitó todo el recorrido de ese cipote largo y grueso con unas venas a punto de estallar, dándose un placer inédito.
… Realmente me habéis hecho gozar mucho Juanillo. Tenéis una lengua curiosa y ardiente. Jamás me habían comido el chumino de esa forma… dijo la reina satisfecha por el trabajo previo del joven.
… No sabéis cuanto me complace majestad que hayáis gozado con mis caricias…respondió el chaval.
… Bueno ahora espero que os comportéis bien cuando me vuelvas dichosa con vuestra poderosa verga en mi coño.
… Será un placer disfrutar de tan bella concha. Os pregunto mi señora cual posición será más placentera para vuestro goce?
… Me gustaría que te montéis sobre mi cuerpo y me penetres, al tiempo que podéis mamar mis tetas que están celosas porque han quedado fuera de la fiesta.
Se echó la reina y allí fue Juanillo con su verga enhiesta buscando el agujero real que pringoso por los juegos previos, recibió con agrado a tan poderoso huésped. Si bien el coño real había sido baqueteado con asiduidad por el mismísimo rey Don Abundio y otros cortesanos, le costó un poco recibir en su entrada el glande de la verga de Juanillo que lucía rojo e hinchado por la calentura del chaval. Encontrando esa inesperada resistencia debido al tamaño del intruso, Juanillo no tuvo más remedio que pujar suavemente lo que motivó algún quejido de la augusta señora. Vencido ese inconveniente la potente picha se deslizó lentamente hasta llegar al cuello uterino de la reina. Ésta recibió con beneplácito la acometida pues sintió que su vagina con alguna dificultad recibía prietamente al intruso produciéndole un gozo inmenso y desconocido hasta ese momento, pues el tremendo instrumento parecía adherido a sus paredes vaginales.
… Siento mi chumino como si tuviera dos pollas dentro, esto es realmente maravilloso. No me engañaron cuando me hablaron de vuestra verga.
… Os gusta mi señora? No os hago daño?
… Qué va Juanillo, esto es un regalo del cielo. Seguid por favor.
Haciendo gala de su experiencia, aguardó el chaval un par de minutos para permitir que el acople no le produjera molestias a su soberana, y comenzó luego a mover su verga lentamente hasta lograr un ritmo veloz que arrancó gritos desaforados de Genoveva que nunca había sentido tanto goce. Ese vaivén y los chupones que el paje le daba a sus tetas, enloquecieron de placer a la reina que se entregó en un nuevo orgasmo de similar características a los anteriores.
Juanillo temeroso de haber producido algún problema a su reina, cesó su acometida, pero debió reiniciar cuando la soberana lo animó.
… Seguid, seguid Juanillo que esto que me estáis dando es el mayor placer de mi vida. Enterrad tu verga hasta el fondo y dadme tu simiente, os lo ruego.
… Majestad, la tenéis toda adentro. Acaso no veis que mis pelotas rebotan en vuestras nalgas
… Si, si, si, lo siento, pues entonces muévete más y acabad conmigo. Esto es estar en el edén, seguid Juanillo, no paréis, no paréis.
… Mi señora, debo deciros que ya no puedo aguantar más y que derramaré mi leche. Quito mi verga?
… Ni de riesgos chaval, quiero que tu lefa me inunde el coño.
… Pues así será… dijo Juanillo y descargó todo el semen contenido en varias ráfagas que hicieron la dicha de la reina.
… La siento, la siento como me llega, y que caliente es… la cara sonriente de Genoveva marcaba su nivel de deleite pues ella también se corría al unísono con el mozalbete.
Después de tremendo polvo ambos quedaron acezantes despatarrados en el lecho. La reina, viciosa como pocas, llevó la mano a su coño y recogiendo parte del semen del chaval lo llevó a la boca para degustarlo. Su cara de satisfacción denotó su complacencia.
Sabedora de la necesidad masculina de contar con un espacio de tiempo para recuperar la virilidad, Genoveva se dio a acariciar al mozo en todo su cuerpo y no faltaron besos para volver a probar la lengua de su ocasional amante. Claro está que las mejores y repetidas caricias se las llevó el falo del muchacho buscando su pronta recuperación. Pasaron largos minutos pero al fin lo consiguió.
… Sabéis una cosa? Me muero de curiosidad por conocer cómo se siente una verga como la vuestra dentro de mi ano.
… Aclaro mi señora que no seréis la primera en recibirlo. Otras damas lo han hecho, pero debo haceros saber que fue con un poco de dolor. Aun así estáis dispuesta a esa labor?
… Mi curiosidad y mi libido me lo reclaman, y estoy dispuesta a probar.
… Sea pues. Creo que lo mejor será que os pongáis en cuatro y me ayudéis abriendo vuestros cachetes, vale?
… Vale… dijo la soberana tomando la posición sugerida por Juanillo.
Antes de acometer la faena, el mancebo untó un par de dedos en el coño real para empaparlos de su lefa y los llevó al agujero real para sobarlo intentando su distensión. Superado ese trance, tomó con su diestra su potente verga y la acomodó en la puerta del esfínter de Genoveva. Pujó suave y encontró una natural resistencia. Si bien el ojete real también había sido profanado en varias oportunidades, nunca había recibido un portento como el que ahora pretendía abrirse camino. Supo entonces Juanillo que la tarea no había de ser sencilla. Posó ambas manos en la cadera de la reina y forzó el esfínter.
… Ay, Ay, que me partes hijoputa, que me partes.
… Majestad, solo ha entrado la cabeza. Por favor resistid un par de minutos que ya pasará el dolor.
… Joder, es que me duele mucho. Siento como si me taladraran el culo.
… Ya, ya, señora. Aguantad que ya pasa…Juanillo daba ánimo a la reina esperando que el transcurso del tiempo permitiera la aceptación del intruso.
…Ah, ah, ah… repetía Genoveva tratando de recuperar el aliento que le había abandonado cuando Juanillo la penetró.
Pasaron los minutos que parecieron horas para la ansiedad de la reina y el cansancio de Juanillo, pero como suele acontecer en estos menesteres finalmente los músculos que rodean al conducto anal real se adaptaron al tamaño del intruso y comenzaron las sensaciones placenteras.
… Ya se me está pasando Juanillo, empezad a moveros un poco.
… Ahí voy señora, Vuestra Majestad me dirá si debo detenerme.
… Si, si, empieza ya.
Y Juanillo comenzó. Genoveva tenía el rostro rojo por la tensión del momento pero lucia feliz y satisfecha. Juanillo inició el vaivén muy lentamente, su pene buscaba llegar al fondo de sus posibilidades. Cuando sus testículos se toparon con las nalgas se dio por satisfecho y dio velocidad a la tarea. El cuerpo de la reina se movía al vaivén de las embestidas del chaval, y las tetas de Genoveva se sacudían como el badajo de una campana. Todo un espectáculo que un espejo cercano reflejaba para regocijo de ambos amantes.
Liberado de los nervios que lo habían acosado al principio, comenzó a darle fuerte al culo real entrando y saliendo de él durante largo rato. Tanto empeño puso Juanillo a su compromiso que la augusta dama volvió a descargarse con otro de sus violentos orgasmos, a pesar de ello, nuestro muchacho siguió dando caña en el real conducto, hasta que como es de imaginar, sus huevos se tensaron anunciando la corrida que tanto anhelaba la reina. Acudiendo a sus reservas lácteas el chaval regó el ano de su reina con abundante semen, que bien recibido por Genoveva motivó su enésima corrida.
Acabada su faena, Genoveva se dejó caer en el lecho y Juanillo abrazado encima de ella apretando sus tetas y pellizcando sus pezones. Por el ojete de la reina caía el semen del muchacho mezclado con poquito de sangre, evidenciando que el ataque por retaguardia había tenido consecuencias causado una ligera lesión al soberano conducto anal.
Tanta había sido la fatiga de ese encuentro sexual que ambos amantes rendidos físicamente se quedaron profundamente dormidos pues ya era muy avanzada la noche. Y así estaban dormidos y abrazados cuando Lucrecia los despertó.
… Mi señora, despertad por favor. El rey reclama vuestra presencia para desayunar. Ya son las 9 de la mañana.
… Por todos los cielos, ya es esa hora? Que rápido pasan cuando una se siente dichosa. Ven Juanillo, dadme esa verga que le hago una mamada antes de os marchéis. Será mi desayuno.
Dicho esto, tomó el falo del paje y se lo llevó a la boca. Puso tanta tenacidad en su tarea que no tardó Juanillo en correrse en la boca de la reina que dichosa y feliz bebió toda su entrega.
… Vaya Juanillo, que gusto me da vuestra leche. Gracias muchacho. Ahora marcharos. Lucrecia os acompañará para que vuestra salida sea muy discreta. Ya volveremos vernos, ya veréis.
Tomado de la mano de Lucrecia abandonó Juanillo los aposentos reales. Él también había hecho cornudo a Don Abundio.
Lucrecia lo acompaño hasta la caballeriza, pero antes de marcharse le disparó.
… La próxima vez me toca a mí.
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