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Renace el harem (Capítulo 9)

Iban transcurriendo los días y las nuevas clientas gozaban de la ahora esclavitud total de sus hijas, habían dejado de ser las rebeldes que solo eran inútiles, ahora solo bastaba que se hicieran escuchar algún chasquido o alguna palmada y al instante, sus esclavas hijas se presentaban de rodillas y desnudas para decir “si Ama estamos a sus pies, solo ordene lo que desee”.



Las clientas de su Alteza estaban totalmente agradecidas de haberles convertido sus antiguas hijas en las perfectas perras que ahora gozaban, lo que hacía que ellas pudieran administrar su tiempo mientras las perras se encargaban de todo el que hacer. Se sentían como en un sueño que no terminaba, donde ellas levantaban un dedo y un esclavo aparecía a sus pies en todo momento.



De regreso en el reino, su Majestad se daba cuenta que su habilidad de convertir simples chicas con carácter terminaban siendo perras estaba creciendo, pero que ya tenía muchas esclavas personales a sus pies. A su Majestad se le ocurrió la gran idea de que en vez ganar cierta cantidad de dinero al mes, podría ganar hasta el triple, y todo gracias a su genial poder de persuasión.



Su Alteza hizo sonar una palmada, enseguida una perra del sequito de esclavas se presentó, el Ama ordeno que tomara el teléfono y que llamara a todas las clientas que tenía para convocarlas a una reunión ese mismo día; la esclava se retiró para cumplir la orden, pero no sin antes hacer la correspondiente reverencia a su dueña.



Minutos después regreso ante su Ama la esclava que había sido dispuesta por su Majestad para convocar a sus clientas y le participó que tal como había ordenado su Ama las clientas se presentarían esa misma tarde.



La esclava preguntó a su Majestad si se le ofrecía algo más, su dueña le ordeno besarle los pies, orden que al instante cumplió su esclava. Su Majestad dijo ahora retírate, y en la tarde cuando lleguen mis clientas las conducirás ante mí al salón principal. La esclava respondió diciendo “si Majestad, como usted mande, ordene o disponga” y enseguida de nueva cuenta se retiró haciendo la caravana obligatoria para después poderse retirar sin dar la espalda de manera humilde.



A las cinco de la tarde se escuchó el timbre del reino, esta vez la que abrió la puerta del reino fue la esclava designada por su Majestad para conducir a sus clientas al salón principal, ellas se preguntaban porque la urgencia de la reunión. A los pocos minutos hizo su entrada su Majestad y en automático todas las clientas se le postraron mirando al suelo y en silencio, esperando a que su Majestad hablara primero.



Su Alteza dijo, ya que mis ocupaciones son muchas voy a ser breve con ustedes, he pensado que lo que me pagaran ustedes por la renta de sus perras no me es suficiente, de tal manera que las hice venir para comunicarles que decidí que a partir de hoy sus perras así como ustedes pasan a ser de mi propiedad, esto con el motivo de incrementar mi margen de ganancias. Las clientas sorprendidas de lo que estaban escuchando empezaron o por lo menos intentaron reclamar esa actitud por parte de su Alteza.



Las clientas empezaron a refunfuñar pero su Alteza enseguida las hizo guardar silencio inmediato al decir “perras, cuando su Majestad habla, ustedes callan”, las clientas quedaron mudas instantáneamente. Su Alteza les recordó que ellas firmaron un contrato el cual tenía una cláusula que ellas o sus esclavas debían acudir ante su Majestad sin reparo en caso de ser requeridas, las clientas se mantuvieron mudas, ya que efectivamente el contrato dejaba claro ese punto.



El punto es que tanto sus propiedades así como sus cuentas bancarías pasan a ser mías, ustedes podrán seguir viviendo ahí, pero deberán acudir a mis llamados y postrarse a mis pies cada vez que sea necesario. ¿Está claro? Las nuevas perras respondieron con un “SI AMA” y enseguida se retiraron para realizar los cambios ordenados por su Majestad su nueva Ama, pero no sin antes mostrarle sus respetos.



De esa forma fue que el que era un simple negocio, empezó a convertirse todo un imperio donde todo el esfuerzo era de las perras y todo el dinero era para su Majestad. Poco antes de dar salida a sus nuevas perras, su Alteza ordenó a una de sus esclavas más leales que acompañaran a sus nuevas mascotas para evitar engaños o posibles denuncias por someterlas.



Las nuevas perras y la esclava doméstica partieron del reino y dos horas después la esclava doméstica regresaba al reino con todos los papeles legales en los que las nuevas perras dejaban a su Majestad como apoderada de todos y cada uno de sus bienes, dejando establecido que su Alteza podía disponer de ellos con plena autonomía, por lo que estaba nulificando el poder reclamar de las ahora perras de su Majestad.



A partir de ese momento la dueña absoluta posó a ser su Majestad, de tal forma que si las nuevas perras se llegaran a atrever a planear algo en contra de su Alteza bastaría con sacarlas de la casa que ahora ocupaban por benevolencia de su Majestad para dejarlas en la calle sin dinero. Prácticamente estaban perdidas si intentaban alguna traición, de tal manera que solo les quedó aceptar su derrota y someterse de por vida.


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