~~La historia que os voy a
contar me ocurrió el verano pasado, y la verdad es que creo que
es una de las más morbosas que me han ocurrido nunca, ya no tanto
por la historia en sí, sino por el hecho de haber sido con una
mujer a la que sigo viendo prácticamente a diario. Como todos
mis anteriores relatos, es absolutamente real. Vivo en una urbanización
de chalets en un pueblo cerca de Valencia. Somos 25 chalets y por el
hecho de tener zonas comunes se ha establecido una buena relación
entre todos los vecinos. Compartimos piscina y allí se suelen
celebrar tertulias improvisadas que en verano se prolongan hasta bien
entrada la noche. Aunque yo no soy habitual de esas reuniones, pues
por mi trabajo tengo que viajar con bastante frecuencia y estoy poco
en casa, alguna vez sí que intento forzarme a aparecer por ellas
porque tampoco quiero que piensen que soy el típico vecino huraño.
Resumiendo, que es la relación menos habitual entre una comunidad
de vecinos, donde tan habituales son las movidas por asuntos banales
que acaban en malas relaciones.Una vez al año, y coincidiendo
con el principio del verano, solemos hacer una fiesta nocturna en la
que cada uno aportamos algo de comer y algo de beber y en el borde de
la piscina comunitaria montamos unas mesas, manteles de papel, botellas
de refresco de dos litros, litronas de cerveza y platos y vasos de plástico
y nos pasamos una buena noche bebiendo y comiendo. Como veréis,
nada sofisticado y con la única intención de pasarlo bien.En
esta ocasión, la fiesta era una noche de sábado del mes
de junio que, tal y como había transcurrido el día, daba
la sensación que iba a ser una noche sumamente calurosa. A la
hora convenida, las ocho de la tarde, empezamos a acercarnos todos los
vecinos a la piscina y, en contra de lo que solía ser habitual,
nos juntamos ese día, entre adultos y niños, más
de 40 personas.
Entre ellas había una vecina que vino con su marido y que desde
el primer día que la vi cuando me mudé a vivir allí
me llamó la atención. Se llama Esther, tendrá en
torno a 35 años, casada y con dos hijos que estarán en
torno a los 8 y 10 años y son el terror de la urbanización
por sus travesuras. Es bastante seria, de hecho no es una de las personas
con las que resulta fácil establecer una conversación,
pues parece que siempre está pensando en cualquier otra cosa
que es, seguro, mucho más importante que tú y que lo que
tú le estás contando. Es una persona cambiante, de manera
que un día te puedes cruzar con ella en el supermercado y lanzarse
a hablar contigo y no dejarte en paz en tres cuartos de hora y al día
siguiente, en las mismas condiciones, ni siquiera te saluda. Vamos,
que no es alguien con quien me iría de vacaciones. Es bastante
atractiva sin llegar a ser una belleza, castaña, melena corta,
unas tetas no demasiado grandes pero unas caderas anchas y un culo que
es algo espectacular. Grande, firme y respingón. Algunas veces
hemos coincidido en la piscina y ver el culo que se le marca con el
bikini me pone a 100 por hora, tanto que más de una vez me ha
servido como inspiración en mis ejercicios autoamatorios
;o). Es la típica mujer que en invierno apenas te fijarías
en ella, pero que la poca ropa a la que nos obliga el calor del verano
le descubre formas realmente excitantes. Esa noche iba de lo más
recatada. Llevaba puesto un pantalón largo color verde y una
blusa a juego. No se adivinaba nada de su anatomía, pero cómo
yo la conocía ya de verla en la piscina, ni falta que me hacía
para que me siguiera pareciendo igual de atractiva que siempre.Pues
bueno, la cena estaba siendo bastante divertida. Cada uno habíamos
aportado las típicas tortillas de patata, empanadas, bocadillos,
etc. y mucho de beber. Las cervezas frías eran lo más
útil para combatir el calor que hacía esa noche y era
la situación clásica en la que empiezas a beber y a comer
y cuando te quieres dar cuenta llevas un puntillo alegre muy divertido.
Como éramos mucha gente, en estas situaciones siempre se da la
circunstancia de que se forman grupos más pequeños para
tener conversación más fácilmente, pues entre una
multitud nunca hay posibilidad de charlar.
Yo estaba hablando con un grupo entre los que estaban Esther y su marido
y en el que éramos en total 11 personas entre hombres y mujeres.
La conversación se iba haciendo cada vez más animada y
todos habíamos cenado poco y bebido mucho, con el consiguiente
efecto que eso tiene. Yo me había sentado a su lado y estábamos
todos compartiendo chistes que con el paso del tiempo iban derivando
en chistes verdes. Esther no paraba de beber y cada vez se la notaba
más alegre, lanzándose a contar chistes que no pegaban
en el aura de antipatía que tenía. Pero se notaba que
iba un puntito borracha. Aunque el marido estaba cerca y nada indicaba
que ella podría ser presa para esa noche, no sé por qué
tenía yo una sensación de que algo podía pasar. .La
noche continuaba avanzando, y cuando nos dimos cuenta nos habíamos
quedado en el borde de la piscina sólo los 11 del grupo en el
que yo estaba. Eran casi las 3 de la mañana y el resto de vecinos
habían ido progresivamente abandonando la cena. Algunos nos habíamos
acercado a nuestra casa y habíamos traído botellas de
whisky, ron, ginebra. . y con la juerga que llevábamos todos
teníamos un nivel de alcohol importante. Es ese momento de toda
fiesta donde uno sería capaz de hacer lo que fuera por que no
terminara, e incluso de hacer cosas que en estado sereno nunca las harías.
De repente Marcos, uno del grupo, soltó:
¿Por qué no nos bañamos?Su propuesta fue recibida
con entusiasmo. Hacía calor y no era una mala idea.
Vale, dijo alguien. Vamos a casa a por los bañadores y en
cinco minutos todos aquí. ¿De acuerdo?
No, no!!!!! Todos en pelotas!!!!!! –dijo Marcos.Aquello era
lo típico que nadie iba a secundar. Mucho decir, pero a la hora
de la verdad, nadie iba a estar dispuesto a despelotarse delante de
un grupo de tus vecinos con los que te ves a diario.
Venga gallito, pues tú el primero!!!!! –sonó de
entre nosotros.Y sin pensárselo dos veces, aquél se quitó
la ropa en un santiamén, se quedó en pelotas y se lanzó
a la piscina. Marcos es un hombre de unos 50 años, muy simpático,
bastante gordo y con una mujer que se llama Amparo de la misma edad
aproximadamente y también entradita en carnes. Todos nos quedamos
un tanto cortados, pensando que nunca creímos que lo hiciera
y mirándonos los unos a los otros esperando a ver quién
era el siguiente en dar el paso, con esa mirada en la que ruegas que
sea el otro el que se atreva antes que tú.Marcos estaba ya en
el agua diciéndonos:
¡¡¡Venga, joder, no seáis cortados!!!!! –y
dirigiéndose a su mujer: ¡¡¡Amparooooo. Metete
conmigo, venga!!!!!!!!La tal Amparo llevaba un pedete que casi no se
tenía de pié. Reía a carcajadas sin darle importancia
a lo que su marido estaba haciendo. De repente dijo entre risas:
¡¡Espérame que voy, cariñooooooo!!!!!Y dicho
y hecho. Se despojó delante de todos del vestido que llevaba,
del sujetador y de unas bragas que podrían servir como funda
de un coche y se tiró al agua junto a su marido.Aquello fue la
chispa que encendió todo. Animados como estábamos por
el alcohol, todos empezamos a desvestirnos entre risas, tonterías,
empujones, etc. Yo no quitaba ojo de Esther, que no hacía nada
y que se mantenía separada de todos sin atreverse a desnudarse.
A mí, el hecho de pensar que pudiera verla totalmente desnuda
me estaba excitando una barbaridad, y la polla notaba como se estaba
desperezando.En menos de un minuto estábamos todos en el agua,
desnudos, menos Esther, empezando un improvisado partido de voleibol
acuático con una pelota hinchable que había llevado yo
de las que regalan con un bronceador. Todos la jaleábamos desde
dentro del agua y su marido, Carlos, la animaba para que hiciera lo
mismo, pero ella de repente dijo:
Yo no. No me apetece bañarme. Me voy a casa.Y se dio media
vuelta y se fue a su casa. Aquello desbarataba cualquier esperanza de
verla desnuda. Mi gozo en un pozo. Quería salir de la piscina,
correr hacia ella, intentar convencerla de que era una fiesta divertida
y nada más, que sólo era buen rollo. . pero lógicamente
eso era algo que en todo caso tenía que hacer su marido, y no
un vecino en pelotas como yo. Si el marido no hacía nada, a mí
se me desvanecía cualquier esperanza de verla como Dios la trajo
al mundo.Carlos se encogió de hombros y, sin darle importancia,
volvió a buscar la pelota con todos. Yo me quedé un poco
decepcionado, pero al fin y al cabo me iba a quedar como estaba; es
decir, nada perdía. . así que lo mejor que podía
hacer era seguir pasándomelo bien.Allí estábamos
en el agua 10 personas, 6 hombres y 4 mujeres, en algo que suponía
un contexto un tanto pintoresco: vecinos y vecinas tan cercanos muchas
veces pero tan lejanos otras. . y todos como en una nube de irrealidad
que parecía que aquello no estaba pasando. Nadie sabía
cómo habíamos llegado hasta ahí ni sobre todo cómo
nos veríamos mañana.Pero mañana sería mañana
y en ese momento nos lo estábamos pasando bomba.
Hicimos dos equipos de 5 personas (de 3 hombres y dos mujeres cada uno)
para hacer un partidillo en el agua. Aunque el motivo era el juego,
todos y todas se notaba que estábamos empezando a mirarnos entre
nosotros sin ninguna inocencia. En mi equipo cayó Teresa, una
mujer de treinta y largos años, rubia, con el pelo largo rizado
y pasadita de kilos. No era una vecina con la que hubiera tenido mucho
trato nunca, sólo la típica relación de hola y
adiós. Tenía un cuerpo que resultaba sumamente excitante,
sin ser ni mucho menos un cuerpo 10. pero ni falta que le hacía.
Lo que más llamaba la atención eran sus tetas: algo realmente
gigantesco (no entiendo mucho de tallas de sujetadores, pero debería
gastar una 120 por lo menos). y llevaba una borrachera que la hacía
reír sin parar y ante cualquier tontería. Las improvisadas
reglas del partido de voley acuático sin red consistían
en que perdía el punto el equipo que no consiguiera devolver
la pelota, con todos situados en la zona de la piscina en la que hacíamos
pie, con lo que los esfuerzos que hacíamos para llegar a la bola
provocaban choques entre nosotros en más de una ocasión.
En uno de los lances del juego Teresa y yo fuimos a buscar una pelota
al mismo tiempo saltando, y yo salté más que ella de manera
que mi polla quedó prácticamente a la altura de sus tetas,
un poco por debajo. Al caer caí encima de ella de forma que no
pude evitar casi abrazarla, con lo que pude sentir sus tetas pegadas
a mi cuerpo y cómo ella se agarraba a mí cogiéndome
del culo con las dos manos. Cuando me separé, ella seguía
riendo y riendo de una forma casi histérica, con lo que deduje
que lo había hecho de forma inconsciente en medio del pedal que
llevaba encima. Además su marido estaba también dentro
del agua, lo que descartaba cualquier intento voluntario de toqueteo
por su parte.El partido continuaba, pero yo no dejaba de pensar en ese
momento. Mi polla se estaba empezando a poner alegre de recordar lo
que había pasado y cuál había sido mi sensación
al rozarme con aquél cuerpo de morbo y con aquellas tetas enormes.
Además, no sé si voluntaria o involuntariamente, me daba
la impresión que Teresa me echaba miradas con frecuencia, lo
que me provocaba una tremenda excitación. Mi polla se iba endureciendo
y yo no quería que se notara porque hubiera cantado mucho y además
era algo que por su gran tamaño era imposible disimular. Llegó
un momento en que ya estaba totalmente empalmado. Afortunadamente el
agua servía de ocultación, pero resultaba evidente lo
que pasaba si alguien se ponía cerca de mí.Ante la vergüenza
que me daba estar de esa manera dejé de saltar a por balones
y sólo le daba cuando me caía cerca. En un momento dado,
Teresa pasó delante de mí dándome la espalda y
con sus manos detrás me echó mano a la polla durante apenas
1 segundo, sin dejar de reír y gritar no sé si por disimulo
o porque seguía metida en la fiesta. Aquello casi me hizo reventar.
Tenía ganas de cogerla allí mismo, sobarle las tetas y
follármela dentro del agua. pero como era algo imposible decidí
irme de la piscina porque sabía que me iba a poner enfermo si
no me hacía una buena paja de inmediato.Lo complicado entonces
era salir del agua con la polla a tope como la tenía. Mi erección
era tremenda. Con el tamaño de mi rabo (me mide casi 26 cm en
ese estado) no podía hacer nada para disimular, con lo que la
única opción era armarse de valor y salir de la piscina
para llegar cuanto antes a la ropa a taparme. Así que dije:
¡¡¡¡ Bueno, yo me marcho ya a casa !!!!Los
reproches en broma de cobarde, rajado. etc.. me los esperaba y aparecieron.
Pero a mí lo que más me preocupaba era tardar el menor
tiempo posible en hacer el tramo entre el borde de la piscina y mi ropa
tirada en el césped. Salí y corrí hacia la ropa
con mi erección a la vista de todos que provocó algún
comentario jocoso del estilo cuidado no tropieces, etc. .
Me moría de vergüenza, de verdad. En cuanto me pude poner
el boxer, mojado y todo como estaba, miré a la piscina y vi como
ya pasaban de mí todos y habían vuelto al partidillo excepto
Teresa que me miraba fijamente con una sonrisita en la cara.Llegué
hasta mi casa en menos de 30 segundos, y lo primero que hice fue tumbarme
en el sofá y hacerme una paja pensando en las tetas de Teresa
que me provocó chorros y chorros de semen que saltaron hasta
mi pecho y me lo inundaron como nunca lo había visto. Me quedé
un rato allí tumbado y me dormí para a la mañana
siguiente amanecer con bastante resaca y una sensación de calentura
todavía importante.Era domingo y me quedé en casa todo
el día. No se fue de mi cabeza lo que me había pasado
con Teresa, su insinuación cuando me cogió la polla, sus
tetas. aunque con el transcurso del día acabé convenciéndome
de que no había sido una insinuación como tal, sino una
consecuencia de la borrachera que ella llevaba y que seguramente hoy
ella habría defendido ante un juez y plenamente convencida que
nada de aquello había pasado.Dos días más tarde,
cuando volvía del trabajo a las ocho de la tarde, paré
en el pequeño supermercado que hay cerca de la urbanización
a hacer una compra de última hora. Entré, y en la cola
para pagar, a punto que la atendieran, estaba Teresa con una cesta llena
de productos. Iba vestida con un pantalón blanco holgado y una
camiseta ajustada que le marcaba enormemente sus tetas. A pesar de que
me moría de vergüenza sólo de pensar en lo del sábado,
no quería darle al asunto más importancia de la que tenía
sobre todo si ella seguramente, por lo que había bebido, ya no
se acordaba de nada, y por eso me acerqué a saludarla:
Hola vecina , le dije
Hola Javier , me contestó
¿Haciendo compras de última hora? , pregunta
evidente, pero de algo tenía que hablar.
Si , me dijo. Necesito algo para el desayuno
de los niños. Por cierto. el sábado te rajaste pronto
eh? Dios mío. . había sacado el tema. Pero ya que
lo había hecho, decidí no esconder la cabeza debajo del
ala. ¿Y si por casualidad sonaba la flauta?
Pues sí. Se estaba poniendo el agua muy caliente Ella
sonrió a medida que se sonrojaba un poco, y me dijo:
Al final nos quedamos con tu pelota. porque era tuya, no?
Si. Pero no te preocupes. No le tengo ningún cariño.
Bueno, voy a comprar 4 cositas y me voy a casa. Me alegro de verte.
Hasta luego
Hasta luego Compré lo que necesitaba y me marché
a casa. Apenas había llegado cuando sonó el timbre de
la puerta. Abrí y me encontré a Teresa con la pelota con
la que habíamos jugado el sábado en la mano.
Vengo a devolvértela El hecho de que hasta entonces
hubiera sido una vecina más o menos lejana y que desde el sábado
se atreviera incluso a venir a mi casa con una excusa bastante forzada
me hizo pensar en darle cuerda a ver qué pasaba.
¡Mujer, no hacía falta! Pero pasa, no te quedes
ahí. Ella entró y la invité a sentarse en
el sofá del salón.
Tienes una casa muy bonita. Fíjate que todas las casas
de la urbanización son iguales por fuera pero tan diferentes
por dentro , me dijo.
Muchas gracias , contesté. ¿te
apetece tomar algo? Estaba sacando las cosas del supermercado de la
bolsa
Algo frío me vendría bien, gracias Me fui
a la cocina a preparar dos cervezas. Mientras estaba allí trajinando
con los botes y los vasos le daba conversación en voz alta sobre
lo innecesario de devolverme la pelota, que no hacía falta, que
se la podían haber quedado sus hijos, bla, bla, bla. .. Volví
al salón con dos cervezas y unas servilletas de papel.
Desde luego que el sábado lo pasamos bien eh? ,
dijo Teresa.Vale. Has vuelto a sacar el tema. Tú lo has querido.
Muy bien. Creo que todo lo que bebimos fue lo que nos ayudó
a no cortarnos.
Pues tú si que te cortaste. Te fuiste enseguida y nos
dejaste al equipo en minoría.
No podía estar más tiempo en el agua ,
dije.
Ya te vi. Hay que ver como te pusiste , contestó
sonriendo.El asunto se calentaba. Teresa bebía de la cerveza
sin dejar de mirarme a los ojos y me daba la impresión de que
aquello iba a terminar de una forma lógica.
Y por cierto, , añadió, no me
imaginaba que la tienes tan grande .Joder, sí que iba rápido
la vecina. La verdad es que me quedé sin palabras, sin saber
qué responder en ese momento. Al final sólo se me ocurrió
soltar:
¿Y por qué no te lo imaginabas? Era una
pregunta bastante estúpida, y lo que es peor, cuando la dije
pensé inmediatamente que podía provocar un corte de rollo
que yo de ninguna manera quería que se produjera.
No sé . contestó. Tienes carita
de buen chico Decidí compensar mi pregunta estúpida
de antes y cambiar el tono a uno más directo y rudo:
Puedo ser un buen chico y tener una polla enorme no? En
aquel momento ella dejó la cerveza encima de la mesa y acercó
su mano a mi pierna al tiempo que se lanzaba sobre mi boca y me plantaba
un beso metiéndome su lengua hasta las amígdalas.Empezamos
a morrearnos mientras ella gemía y empezó a deslizar su
mano hacia mi paquete, que ya estaba creciendo de forma considerable.
Me tocaba la polla por encima del pantalón y comenzó a
bajarme despacio la cremallera para meter su mano. Yo, mientras tanto,
le sobaba las grandísimas tetas por encima de la camiseta, notando
unos pezones rígidos como piedras. Cuando me hubo bajado la cremallera
del todo, metió la mano dentro del pantalón y me sacó
la polla que ya estaba dura y grande como una piedra. Sin decir nada,
se bajó del sofá y se puso de rodillas delante de mí.
Llevo pensando en esta polla desde el sábado, cabrón ,
me dijo.Aquella mezcla de sensualidad y rudeza, con esas palabras,
me terminó de poner a 1000 por hora. Teresa había comenzado
una lenta mamada que la concentraba en mi capullo, manteniendo los labios
quietos y jugaba con la lengua dentro de la boca, mientras que con las
dos manos me desabrochaba el cinturón y soltaba el botón
y se concentraba en desabrocharme la camisa.
Yo la cogía la cabeza, acariciándole el pelo rubio y rizado
y con la otra mano intentaba inútilmente alcanzar las tetas que
me moría de ganas de tocar.Sacó mi polla de la boca y
me dijo:
¿Quieres vérmelas, verdad, cabronazo?
Lo estoy deseando, zorra .Había decidido jugar
a su juego de brusquedad.En eso se levantó y apartó la
mesa que hay delante del sofá. Se plantó delante de mí,
que seguía sentado, y lentamente comenzó a soltarse el
sujetador por debajo de la camiseta, sin quitarse ésta. Con dificultad
pero con habilidad (las mujeres esto lo saben hacer muy bien) se sacó
el sujetador por el cuello y sus tetas llenaron la camiseta marcándose
claramente los pezones. Empezó a desabrocharse el pantalón
que dejó caer a sus pies, mostrándome unas bragas bastante
pequeñas para las carnes que Teresa tenía. Se le notaba
que la humedad de su coño había traspasado la tela de
sus bragas.
¿Has visto como me pone tu pollón? , me
dijoMe levanté del sofá y me quité lo que me quedaba
de ropa tan rápido como me fue posible, mientras ella se despojaba
de las bragas y se quedaba sólo con la camiseta y sin sujetador.
Quítate la camiseta , le dije. Quiero
ver tus tetas
Si las quieres te las tendrás que ganar , me
dijo sonriendo maliciosamente.En eso la cogí y la lancé
al sofá. La abrí las piernas y acerqué mi boca
a su coño, con el vello corto aunque sin recortar. Olía
a flujo muchísimo y se notaba que estaba caliente como una perra.
Lentamente le abrí los labios y comencé a lamerle el clítoris.
Teresa gemía mordiéndose los dedos de la mano izquierda.
Como me di cuenta que le gustaba bajé hasta la parte de abajo
de su vagina y empecé a subir muy lentamente la lengua lamiendo
todo el coño y terminando en el clítoris al que le dedicaba
un ratito. Esto lo repetí varias veces hasta que de repente Teresa
soltó un grito largo y mantenido y mi boca se inundó de
flujo. Se acababa de correr.
Joder que comida de coño me has dado!!!! , me
dijoYo estaba ardiendo todavía y el lenguaje que utilizaba Teresa
me ponía más aún.Se levantó y me hizo sentarme
en el sofá a la vez que me decía:
Ahora quiero que me la metas toda. Hasta los huevos. No dejes
ni un centímetro fuera, cabrón Y se puso encima
de mí y empezó a meterse mi polla despacio, muy despacio,
pero sin parar. Parecía que no iba a entrar toda, pero un golpe
de caderas gordo acabó por enterrarla toda dentro de su coño
empapado.Seguía con la camiseta puesta y empezó a moverse
muy despacio arriba y abajo mientras yo con una mano le sobaba las tetas
y con la otra le acariciaba el enorme culo que estaba cabalgando encima
de mí. De repente empezó a quitarse la camiseta diciéndome:
Ahora sí te las has ganado Y se quedó totalmente
desnuda. Las tetas eran evidentemente las mismas que el día de
la piscina pero a mí me parecían aún más
grandes. Con el movimiento saltaban y yo era incapaz de abarcar una
con una mano. Pero eran absolutamente excitantes. Su cuerpo se movía
ensartado en mi polla, cada vez más rápido, y sus tetas
saltaban desafiando a la gravedad. Mi polla estaba cada vez más
larga y mas dura y notaba como chocaba la punta con el interior de su
cuerpo, lo que le hacía gemir de placer a Teresa.Yo estaba a
punto de correrme, y por si acaso lo que pudiera pasar, preferí
advertirla:
Teresa. . me voy a correrrrrrrrrrrrrrrrrr!!!!!
Siiiiiiiiiiiiiiiii. Hazlo dentro de mí. Dame toda tu
leche, cabrón!!!!!! Y dicho y hecho. Empecé a soltar
chorros de lefa mientras ella entró en otro orgasmo que la hizo
chillar aún más fuerte que en su primera corrida. Mi semen
caía a través de mi polla al exterior mojándole
la cara interna de los muslos, y ella quedó como en éxtasis
con su cabeza apoyada en mi hombro.
Cuando nos recobramos un poco, me miró a la cara y me dio un
beso en los labios diciéndome:
Me ha encantado. Me tenías enferma desde el sábado Se
levantó, sacó mi polla de su coño y cogió
una de las servilletas de papel para limpiarse la leche que le chorreaba
por los muslos y empezó a vestirse con prisas.
¿Ya te vas?
Sí. No me puedo quedar. Tengo que preparar la cena a
mis hijos. Es tarde
¿Lo repetiremos?, le pregunté yo
Ya veremos. Me ha gustado mucho pero no te prometo nada. Soy
una respetable señora casada. , contestó sonriendo.
Antes de abrir la puerta para irse me volvió a dar un beso en
la boca, aún más ardiente, a modo de despedida, y se fue
dejándome con una agradable sensación.No hemos repetido
lo de aquella tarde. Desde entonces nos hemos cruzado infinidad de veces
por la urbanización o en el súper pero sólo nos
saludamos discretamente como si nada hubiera pasado entre los dos. Espero
alguna vez volver a repetirlo y si no, pues nada. Aquel polvo no se
me ha olvidado.