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Categoría: Confesiones

Un viaje entretenido.

Llevo un gran rato en la parada de Muntaner/Vía Augusta esperando el autobús y éste se demora. El primero que llega es el 64. Con gran dificultad, pues va lleno hasta los topes, logro introducirme en su interior. A base de paciencia y pericia voy avanzando hacia la plataforma del medio, en que se halla la salida. Por fin logro aposentarme en un rincón donde, aunque de pie, viajaré más resguardado de empujones y apretura.

Ya acomodado me entretengo mirando el entorno y doy cuenta que junto a mí, pegada al cristal, se halla una niña cuya edad no rebasará los quince o dieciséis años. Posee el encanto de su edad, realzado por una blusa descotada y sin mangas que evidencia la hermosa contextura de unos senos firmes y bien modelados y la exquisita luminosidad de una carne tierna y cálida que conforma la curva de los hombros y la sexual hechura de unos brazos gordezuelos y firmes.

Aunque en estado normal abomino de cualquier acción tendente a aprovecharme de la inocencia infantil, cuando estoy cerca a ellas no puedo vencer ese espíritu malsano y pernicioso que me mueve a descubrir sus reacciones sexuales, para lo que me valgo de ardides largamente estudiados y puestos en práctica, que procuro por mi parte revestirlos de la mayor ingenuidad e inocencia, pero que me consta que en ellas despierta reacciones difícilmente controlables. Y lo bueno del caso es que en estas escaramuzas para nada interviene la acción de mis órganos genitales, sino que mi goce, por cierto de gran intensidad, se centra en la reacción psicosexual de contemplar en vivo el placer que experimenta la neófita.

Puesta en acción mi calenturienta mente, inicio el desarrollo de esta nueva experiencia. Con un movimiento apenas perceptible hago que el bello de mi antebrazo pase una y otra vez sobre la carne desnuda del brazo de la niña. Con el semblante más inocente del mundo yo sigo prodigando esa caricia enervante que, según se metamorfosea el rostro de la niña, empieza a producir sus efectos.

Al llegar a la parada de Travesera, sube una gran cantidad de pasajeros, que obliga a que en el interior nos comprimamos más. Yo me giro, de forma que me sitúo encarado a la niña. Mi mano va directa a su pecho y sin apenas rozarlo inicia una caricia circular. La niña mira la calle a través de la ventana, de forma que ningún viajero se apercibe del juego a que ambos nos entregamos. Mi pierna se introduce entre las suyas, que se abren acogedoras sin oponer ninguna resistencia. La diferencia de altura hace que mi muslo roce insistente su pubis y a través de la liviana tela de mi veraniego pantalón perciba una humedad sintomática. En este estado de cosas, ya prescindo de disimulos. Entre el índice y el pulgar de cada mano pellizco los pezones que se endurecen como canicas. Y a medida que mis caricias se hacen más directas y efectivas, el rostro de la niña ya no puede disimular los efectos de esa sexualidad que despierta briosa y candente y que la obliga a que su cuerpo entero busque contacto directo con el mío, que siente la calidez de sus carnes jóvenes, prietas y lozanas.
Menos mal que el autobús en todo su recorrido ha ido lleno hasta los topes, y que mi estatura y anchas espaldas ha servido de parapeto para encubrir el erótico contubernio a que la niña y yo estamos entregados.

Hemos pasado la Gran Vía, y un profundo y contenido suspiro de la niña pone bien a las claras que el orgasmo más satisfactorio ha premiado este entretenido y suculento viaje, que de otra forma hubiese resultado para mí en un incomodo y desagradable trayecto..

En la parada frente al Goya, la mayor parte del pasaje, al igual que yo, descendemos del autobús. Al observar a la niña, veo que se dirige hacia un asiento, dando su semblante la sensación de haberse desprendido de una fuerte carga emocional y de recobrar la tranquilidad perdida al ver como yo, sin mediar con ella palabra ni gesto de complicidad, desciendo del autobús.
Datos del Relato
  • Autor: ANFETO
  • Código: 3089
  • Fecha: 18-06-2003
  • Categoría: Confesiones
  • Media: 5.99
  • Votos: 142
  • Envios: 1
  • Lecturas: 3442
  • Valoración:
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Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
ANFETO
invitado-ANFETO 13-07-2007 00:00:00

Ese bello no es el vello que a la niña acarició, que la 'b' se puso en medio y el vello para nada actuó.

anais56
invitado-anais56 20-03-2005 00:00:00

Buen cuento, donde el acto carnal queda limitado y sin embargo tiene una alta carga de erotismo. muy pero muy buena redacción...te felicito

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