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Categoría: Zoofilia

El nariz de botella.

Zarpamos de Kupang y nos dirigíamos a Darwin, en el norte de Australia, una navegación relativamente corta en aguas conocidas, el último boletín del tiempo decía que el ciclón tropical “Frank” se estaba debilitando y se esperaba que en las próximas 24 horas descendiera a una tormenta tropical más débil y pequeña, mi esposo, oficial retirado de la marina australiana, dijo que no habría sorpresas así que zarpamos con mar gruesa, esperando que amainara en las próximas 24-48 horas.

 

 

Tuvimos una noche horrible con mar tormentoso y olas gigantescas que llegaban de todas las direcciones, el océano parecía no darnos tregua, todo el día estuvimos luchando solo para avanzar solo pocas millas y más hacia el océano indico, es decir en la dirección opuesta, llegó la penumbra de la tarde y el tiempo no mejoraba, aun cuando los boletines decían lo contrario.

 

 

A un cierto momento el mar parecía hervir con espuma y enormes olas blancas, el cielo todavía oscuro, pero hacia el éste se veían estrellas y claros de cielo, pero nosotros estábamos en problemas, el mástil principal crujía desde hace un par de horas, un golpe de mar terrorífico lo hizo tremar y se partió en dos, el pesado pedazo que cayó sobre un costado de la embarcación, abrió un forado de medio metro en el costado del yate.

 

 

El navío comenzó a embarcar agua rápidamente y en una hora se hundió en el mar tormentoso, quedé sola a merced del oleaje, tenía mi chaleco salvavidas y eso me ayudaba a mantenerme a flote, escuché a mi esposo lanzar el MAYDAY, señal de socorro marítimo internacional, así que esperaba hubiera una búsqueda con medios marítimos y aéreos en las próximas horas.

 

 

El océano se había calmado y yo continuaba a flotar a la deriva, el sol estaba alto en el cielo y descubrí que me estaba deshidratando, mis labios se estaban partiendo, trataba de aguzar los sentidos por si veía alguna embarcación, sentí el rumor de un avión en la lejanía, pero jamás lo vi, quizás buscaban en un área equivocada, comencé a angustiarme y a pensar que para mí estaba todo terminado, no podría sobrevivir a otro día en el mar abierto, llegó la noche y gracias a dios pasaron unas nubes oscuras y dejaron caer agua sobre mí, traté de beber todo lo que pude en esa media hora de chubascos, al menos mis labios dejaron de arder y resquebrajarse, una noche con un cielo lleno de estrellas me sumió en una oscuridad menos tétrica.

 

 

Al alba, sentí algo bajo mis pies, una figura grisácea nadaba en las profundidades abajo de mí, se sentía que era un ejemplar grande, imaginé con terror de estar siendo rodeada por un tiburón gigante y famélico, esperaba de recibir un ataque en cualquier momento, en eso apareció un delfín enorme, un delfín nariz de botella que hacía sus ruidos característicos como para saludarme  y se alzaba nadando en su cola como para observarme mejor, me volvió el alma al cuerpo, no era un sanguinario tiburón, el delfín se mantuvo nadando entorno a mí por un rato, luego se metió como en medio de mis piernas y me sacó a flote, me llevaba sobre su lomo, nadó con fuerza y velocidad llevándome quizás donde.

 

 

Estaba exhausta y me adormecí sobre el lomo de este animal que continuaba a llevarme en su lomo como un corcel acuático, no sé cuánto tiempo resté aletargada sobre su espalda, pero una extraña sensación se estaba apoderando de mí y no lo podía creer, algo hurgueteaba en medio a mis piernas y trataba de colarse por mi bikini, abrí los ojos sorprendida, ya no estaba en su lomo estaba en su panza y eso que sentía debía ser su pene, no lo podía creer, pero si ese era el precio por su salvataje, estaba más que dispuesta a pagarlo, lo dejé que hiciera lo que quisiera, es más me acomodé dócilmente en su panza y acaricié sus flancos blanquecinos, el hizo ese sonido como una especie de risa y continuó fisgoneando mis intimidades a través del género de mi bikini, mi chochito se humedeció.

 

 

Navegábamos sin pausa, la capacidad natatoria de este animal era formidable, se mantuvo nadando durante toda la noche, luego durante el amanecer, él se sumergió y me dejo flotando en la soledad del océano, no se sentían ruidos solo el rumor del océano, no había ni siquiera aves a indicar la proximidad de tierra, el delfín volvió al cabo de un par de horas, traía dos calamares en su hocico y me los ofreció, sin siquiera pensarlo los devore ávidamente, se ubicó entre mis piernas y miraba mi zona pélvica como si entendiera que yo era una hembra, luego me alzó sobre su lomo y proseguimos nuestro rumbo.

 

 

Al mediodía pasaron nuevamente unos chubascos y aproveché de beber, juntaba agua en mis cabellos y luego los estrujaba en mi boca, saciando mi sed y mejorando mi hidratación, la calma de las aguas me hacía adormecer, otra vez me desperté con este cachondo delfín hurgando con su pene prensil mi chocho, logrando esta vez mover mi bikini y entrar en contacto con mi vulva, no hubo penetración, pero lo sentí venirse y un líquido blanquecino se mezcló con el agua marina.

 

 

Al atardecer mi delfín me dejó caer en las aguas repentinamente y se alejó de mí, no me sentí preocupada porque pensé que buscaría alimentarse o algo así, pero no, con terror vi una aleta inconfundible de un tiburón enorme, quizás de unos cuatro metros, nadaba en torno a mí acercándose cautelosamente cada vez más, improvisamente vi a mi delfín saltar fuera del agua y caer sobre la aleta de tiburón, escuché el golpe seco cuando los dos animales se estrellaron, el tiburón desapareció y reapareció unos metros más allá, pero se alejaba, temí por mi delfín que no volvió a aparecer, sino como a la media hora nadando sobre su cola y chillando con su risa característica, como cantando victoria, me alzo en su lomo y continuamos nuestro viaje.

 

 

En la madrugada del cuarto día, vi al horizonte una pequeña isla, mi delfín se dirigió hacia allí, mientras nadaba se giró y me dejo en su panza, yo ya sabía que quería, me quité la braga bikini y abracé su cuerpo, sentí su pene y esta vez me penetró, era muy cálido, extremadamente largo y se movía dentro de mi vagina acariciando mi interior, como un gran dedo su pene escarbaba en mi interior, no sé en qué momento ubicó mi punto-G y comenzó a estimular esa zona lo que me hizo arquear mi espalda e iniciar un movimiento rotatorio de mis caderas, girando mi chuchita híper estimulada sobre su pene que me procuraba un sin número de orgasmos, me refregaba desesperadamente contra su zona genital y trataba de morder su carne, gocé como nunca había gozado y me corrí en modo salvaje, no podía parar de moverme con sus pene incrustado en mi estrecho chocho, hasta que sentí una violenta descarga de su semen acuoso y todo alrededor nuestro se tornó blanquecino, el continuó a darme su verga por otros cuantos minutos más, regalándome esplendidos orgasmos.

 

 

El delfín, me mantuvo en su panza por un larguísimo tiempo, yo sentía que su flexible pene acariciaba mis muslos y se refregaba entre mis glúteos, incluso se detuvo en el orificio cerrado y estrecho de mi ano, exploraba mi cuerpo haciéndome cosquillas con su pene y yo reía con lascivia, me estaba acostumbrando al roce y al toque de su pene, mientras él hacia todo eso, su cabeza fuera del agua y sus ojos clavados en los míos como buscando señas de que su estimulación era la correcta.

 

 

Él me dejó en esas arenas amarillas blanquizcas y desapareció mar adentro, mis piernas las sentía débiles después de esa maratón de sexo, pero me sentía satisfecha y un sentimiento humano de cariño, quizás amor, sentía dentro de mi ser, también agradecimiento a mi salvador, me encontraba viva solo porque él me rescato, eso para mí era lo principal, mi vida se la debía a él y haría todo lo posible para contentarlo en todo lo que él pidiese de mí.

 

 

Me encaminé por la orilla de la playa y me recosté a la sombra de una frondosa palmera, me saqué mi chaleco salvavidas y mi sujetador quedando completamente desnuda, mi cuerpo cansado me venció y caí en un sueño profundo y reparador.

 

 

Sonidos estridentes y ya conocidos me despertaron, era él, me levante y corrí hacia él ansiosa, había sentido su ausencia, entré en el agua y lo abracé con afecto, pero entendí que él no quería eso, me mire alrededor y vi dos magníficos pescados, los tomé y los llevé a la playa, luego volví y él se giró y me mostro su panza con un pene blanco de unos 30-35 centímetros, quería su recompensa, salte sobre él y me empalé voluntariosa en su órgano que inmediatamente se puso a escarbar en mi vagina y hacía que mis muslos apretasen sus costados con lujuria, me entregaba a él conscientemente, buscaba ese placer diferente que él me procuraba y del cual ya no podía hacer a menos, me gustaba ese contacto, frotar mi sexo contra el suyo, embestir su pene con mi zona genital una y otra vez, me hacía enloquecer, copulamos por casi una media hora, él se corrió con violencia dentro mi chocho que anhelaba su semen tibio y abundante, un amante extraordinario que me causaba orgasmos extraordinarios.

 

 

Fred, opté por colocarle un nombre, para llamarlo por su nombre cuando me poseía y hacía que me corriera como una loca … porque gritar … ¡ooohhh! delfín, no me sonaba apropiado, él era un ser vivo, meritaba mi reconocimiento, así que lo bautice como Fred.

 

 

Lo besé y acaricié, también le hablé, él movía su cabeza y hacía sus sonidos estridentes, se sumergía y siempre terminaba con su hocico presionando mi vagina o incrustado en medio de mis muslos, movía su cola y me empujaba y me levantaba en aire pegado a mi chocho, frotaba mi zona pélvica haciéndome estremecer, deseándolo, a veces buscándolo y tratando de montar su panza para que me penetrara, Fred se había convertido en mi amante y proveedor.

 

 

Fred venía casi a diario y me traía pescados de buen tamaño que aprendí a comer crudos y también puse a secar al sol alguno de ellos, infaltablemente terminaba sobre su panza con su miembro en lo profundo de mi chochito, sus acometidas hacían temblar todo mi ser, él comenzaba directamente con mi punto-G y me estimulaba a continuos orgasmos, era tan intensa su estimulación, que después que se iba tenía que masturbarme dos o tres veces más para aplacar el fuego ardiente que él dejaba en mi chuchita.

 

 

Me dediqué a explorar la isla y encontré una fuente de agua dulce, encontré unos bidones abandonados en la playa, también había resto de redes de pescadores y bastante material que me permitió construir una especie de casucha donde guarecerme de los chubascos y de las tardes más frías, con conchitas de moluscos me hice una especie de calendario, para no perder la noción del tiempo transcurrido, generalmente Fred venía dos veces al día, temprano en la mañana y poco antes del ocaso.

 

 

Siempre él me traía un regalo en forma de alimento como pescados, crustáceos y moluscos, luego de depositar sus obsequios en la playa, yo volvía meneando mis caderas para él, me sentía cachonda y cuando él se giraba y me ofrecía su pene, inmediatamente lo cabalgaba y me enterraba en su verga enorme, era una copulación sin estimulación previa, pero tremendamente calentona, yo lo deseaba y él me quería, con la magia de su flexible miembro prensil, me hacía trastornar y gritar … ¡ooohhh! Fred … soy tuya … más, dame más … y lo cabalgaba hasta el paroxismo de mis orgasmos que no terminaban jamás, porque su pene hasta después de rociar mis paredes vaginales, continuaba a hurgar en mis profundidades, llegando hasta tocar mi matriz y haciéndome gritar su nombre una y otra vez, tantas veces como orgasmos me procuraba.

 

 

Mis pensamientos se centraban en Fred la mayor parte del día, pero también pensaba que llegaría el día en que pudiese ser rescatada, así que recolecté todo el material combustible que pude recoger, todos los días apilaba más y más material, perdí casi tres días tratando de encender una llama y lo logré, me hice experta y en diez minutos lograba encender una llama para iniciar una fogata, estaba orgullosa de mis logros pues había reunido herramientas que me permitían abrir las nueces de coco para beber su agua y comer su fruto blanco, encendiendo un fuego cocinaba dos o tres pescados a la vez y me alimentaba bastante bien, en las rocas de la playa encontré moluscos, así que ocupaba mis días haciendo tareas que ayudaran a mi sobrevivencia, conté 45 conchitas en mi calendario, pero no me dejaba abatir, siempre estaba Fred que me daba afecto, compañía y mucho sexo.

 

 

Me hice prendas de vestir, pero cada vez que Fred aparecía cerca de la playa, me despojaba de todo y corría totalmente desnuda como una adolescente a su encuentro, lo había masturbado, se la había mamado, lo había hecho correrse en mis tetas, había puesto mis pechos gordotes y firmes en su hocico, frotaba mis tetas a lo largo de su cuerpo mientras me insertaba dos o tres dedos en mi chocho, Fred parecía deleitarse de todas mis muestras de lujuria cuando estaba junto a él, pero sentir su pene en mi chochito era lo que más deseaba, esa sensación era incomparable y la estimulación duradera.

 

 

Fred llegó esa tarde y sus llamados eran diferentes, me acerque a él y pude ver que el agua alrededor estaba rojiza, Fred estaba herido, le faltaba un pequeño trozo de su aleta, lo revise por completo y su herida radicaba en su aleta dorsal, corrí a la playa y recogí muchas hojas de palma y volví donde él apesadumbrada y preocupada, envolví su herida en hojas de palma y me quedé con él toda la noche, me acuclille a su lado y termine arrodillada y adormecida cerca de su cabeza, él se mantenía tranquilo y aceptaba mis cuidados, su nariz de botella tocaba mis senos y lanzaba esos sonidos estridentes, al amanecer pude comprobar que había comenzado un proceso de sanación y me alegré mucho, me levanté y fui a buscar algunos pescados secos y lo alimenté con su cabeza en mi regazo, comió con avidez, luego hizo sus sonidos estridentes y se adentró un poco en las aguas, después de nadar un par de minutos, vino hacia mí y enterró su nariz en mi ingle.

 

 

Él me levanto en el aire y me puso de pie, lo monté y él se giró, ya no sangraba ni parecía que se sintiese débil o adolorido, como todo macho, lo que más quería era una sola cosa y yo estaba dispuesta a dársela todas las veces que me lo pidiese, sobre su panza abrí mis piernas y me deslice hacia su pene que se movía y buscaba mi chocho, su verga entro de a poco y mi chuchita lo fue envolviendo con la misma rapidez, me detuve cuando sentí que Fred movía su pene en mi pequeña abertura de la cérvix, violentando el diminuto orificio a mi matriz, sentía un dolor acompañado de un placer inmenso, mi ano se contraía, mi chocho se contraía, mi cuerpo una vez más convulsionó al sentir una ola de semen siendo depositada directamente dentro de mi útero, me aferré a su cuerpo cilíndrico y grite … ¡ooohhh! Fred … ¡aaahhh! amorcito … vibrando con pasón y locura con su pene hurgando y excitándome sin fin.

 

 

Fred me descargo de su panza y se alejó, yo me fui a la playa a masturbarme con la humedad de su esperma en mi chuchita famélica de polla, estaba como desesperada y no me detuve hasta que pude insertar toda mi mano dentro mi chocho, me hizo convulsionar esta penetración extrema y me sentí apagada y pude recostarme y dormir.

 

 

Parece que recién había cerrado mis ojos, cuando sentí los chillidos de Fred, pensé … pero que cachondo mi macho … si me quiere tener, allá voy amor mío … me levanté y me preparé para correr a él … pero él no estaba cerca … estaba más lejos y detrás del lugar donde estaba saltando … una embarcación.

 

Corrí a toda prisa a encender mi fogata, pero estaba tan nerviosa que no lograba encenderla, la brisa moderada la apagaba, miré la barca que estaba más o menos en el mismo lugar, lo intenté de nuevo y prendió fuego, corrí hacia donde tenía preparada una pira para hacer una gran fogata y logré darle fuego, un denso humo negro y blanco se empezó a elevar, pero la barca comenzaba a alejarse … ¡oh! dios … ¡no! mi dios … puse más ramas y deshechos en la fogata incrementado la humareda … y … ¡sí! ,,, la barca dio la vuelta en redondo y puso proa hacia la isla, Fred vino a la playa y me arrastró en su aleta hacia la embarcación, me recogieron, me rescataron.

 

 

Había estado desaparecida por casi tres meses, nunca más volví a ver a Fred, aunque el recuerdo es imborrable, mis hijos ni nadie se explica cómo pude sobrevivir en un islote desierto por 82 días, tampoco yo pude contar toda la historia, nadie la creería, soy la única sobreviviente del naufragio aquel, quedé viuda, pero no siento la falta de mi marido, siento la falta de él, Fred y su magnífico pene, después de todas las vicisitudes no me la siento de formar pareja, pero mi hija que es bióloga marina del acuario local, me dijo que la habían asignado a los delfines e iba a necesitar ayuda, imagínense que le paso a mi chochito.

Datos del Relato
  • Categoría: Zoofilia
  • Media: 9.5
  • Votos: 2
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1972
  • Valoración:
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