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Cita con mi Ginecólogo

Hola papitos, me llamo Karina Ríos tengo 29 años y hoy quiero contarles algo que me ocurrió hace poco en mi visita al ginecólogo, como saben, estoy embarazada de 7 meses y asistía a mi control normal, hacia unos días y en vista de que mi marido no me follaba, tuve un contacto muy rico con un amante ocasional que conocí en el metro, desafortunadamente creía que me había pegado alguna enfermedad pues mi vagina me ardía bastante. Acudí a donde el Dr. González, me hizo pasar a su consultorio, él tiene alrededor de 40 años y es muy guapo, alto, muchas canas en el cabello y muy amable en el trato. Lo primero que hizo fue pedirme que me quitara la bombacha y me hizo sentar en una cama ginecológica. Es un sillón común, pero tiene dos brazos en los cuales las chicas quedamos con las piernas levantadas y muy abiertas para que el médico pueda examinarnos la vagina con comodidad.



El doctor se puso unos guantes, subió mi falda hasta que quedó arrollada en mi cintura y con mucha suavidad me abrió los labios de la vagina. Mientras me la examinaba me hizo algunas preguntas.



-¿Cuánto hace que te arde de esa manera?



-Desde hace tres o cuatro días, doctor.



-¿Cuándo tuviste sexo por última vez?



-Hace cinco o seis días.



-¿Fue con tu esposo o con algún chico que conociste?



-Con un amigo ocasional.



-¿Y fue normal, como siempre, o notaste algo extraño?



-Pues la verdad es que me dolió un poco -respondí- Pero otras veces también me ha pasado. Sucede que la tenía un poco grande, creo que es por eso.



Mientras hablábamos el doctor no dejaba de tocarme la vagina y yo sentí que empezaba a humedecerse. Estar abierta de esa manera, hablando de esos temas mientras él me tocaba con sus dedos expertos me estaba excitando.



-Creo que sé lo que te pasa, pero tengo que estar seguro. Karina tienes que dejar de ser tan puta, no podés acostarte con todo el mundo y menos en tu estado de embarazo.



-Lo se Doctor, pero es que usted sabe que la carne es débil y hace tiempo que mi marido no me coge.



- Karina voy a tocarte el clítoris y quiero que me digas lo que sentís.



Sus dedos se apoyaron sobre mi clítoris, lo acariciaron, y no pude evitar lanzar un suspiro.



-¿Esto te excita?



-Mucho -respondí entre jadeos.



-Bien, muy bien, es buena señal. Decime que sentís ahora.



Dijo eso y me hundió un dedo profundamente en la concha. Lancé un "ahhhh" prolongado y me aferré a los bordes de la camilla.



-Veo que también te excita -observó el doctor. Me estaba metiendo y sacando el dedo muy lentamente, y la verdad es que me volvía loca.



-Mucho, mucho de verdad -respondí pasándome la lengua por los labios. Miré al doctor y pude darme cuenta claramente que en su pantalón tenía un bulto. Él también estaba excitado.



-Bien, dejame ver una cosa más. Quiero mirar tus pechos.



Me abrió la blusa y se encontró con mis tetas. Mis pezones estaban durísimos. El doctor no se sorprendió dado que la leche me estaba bajando y abultaban mis senos de una manera descomunal.



El doctor miró muy de cerca mis pezones, los pellizcó un poco y pequeñas gotas de leche resbalaron por mis pezones aumentando mi excitación y pareció conforme con el examen.



-Bien, bien. Es tal cual lo pensaba. Para sacarme la última duda, ¿practicás sexo anal? ¿Lo hiciste con tu amante la última vez?



Respondí que sí. Entonces el doctor se cambió los guantes y lubricó su dedo mayor con un aceite que tenía sobre una mesita.



-Si esto te duele tenés que decírmelo.



Después de decir eso, me hundió el dedo lubricado en el agujerito del culo. Lancé un grito mitad dolor mitad placer, mi espalda se arqueó en el sillón y quedé casi en el aire, sólo apoyada por mis manos y mis pies. El doctor hizo girar su dedo, con la otra mano me abría las nalgas todo lo posible, lo metió y sacó un par de veces y luego lo miró.



-Perfecto, está todo perfecto. Bueno Karina, necesito una muestra de tu jugo vaginal para hacer unas pruebas de laboratorio. Te pido que te relajes y me ayudes a obtenerla.



Entonces me metió un dedo en la vagina, luego otro, mientras me acariciaba el clítoris. El doctor me hizo una paja maravillosa mientras me alentaba "dámelo chiquita, dámelo, lo quiero todo, dámelo". Tuve un orgasmo increíble.



-Muy bien, muy bien, te agradezco por colaborar. Me diste mucho jugo -dijo él mientras juntaba mi orgasmo en un frasco.



Mientras yo ordenaba mi ropa, el doctor González me explicó:



-El ardor que sientes te lo provoca tu ropa interior. Algún producto que utilizas para lavarla, supongo. Las pruebas de laboratorio me lo van a confirmar. Por eso te arde la vagina, pero no los pechos. Por eso te pido que durante una semana no uses bombacha ni corpiño. No creo que sea mucho problema para vos, ¿verdad?



Le dije que estaría bien.



-Tampoco tengas sexo durante una semana, y vení a verme a mi consultorio para un segundo examen.



Estuve de acuerdo a regañadientes, aunque yo sabía "No voy a aguantar una semana sin coger", volví al consultorio del doctor González y lo encontré reunido con otro médico de su misma edad e igual de guapo.



-Pasá Kari, él es el doctor García. Estuvimos hablando de tu caso. Bien, está todo confirmado, solo deberás lavarte la ropa interior con otro producto.



Me quedé muy tranquila al saber eso. La verdad el ardor había desaparecido por completo.



El doctor González hizo que me sentara otra vez en la camilla ginecológica y junto con su colega me examinaron la vagina.



-Está perfecta -dijo González después de mirarla, e invitó a García a que me examinara.



Apenas García me metió un dedo empecé a gemir. Una semana sin coger, y ahora dos hombres maduros mirándome semi desnuda y tocándome la vagina fueron demasiado para mí.



No hizo falta que nadie dijera nada. El doctor González se puso de pie entre mis piernas abiertas, sacó su verga y me la metió en la concha de un solo golpe. Dí un grito de placer y de inmediato el doctor García me metió su pija en la boca.



Yo me sentía en el paraíso. González me metía y sacaba la pija con fuerza mientras yo mamaba al doctor García, que tenía un tronco más grueso que el de mi marido. Era la verga más grande que jamás había visto.



Me bajaron de la camilla y quedé de pie entre los dos hombres. "Sos una chica maravillosa", me dijo el doctor González y me metió la lengua en la oreja. Levantó mi pierna izquierda, la sostuvo con su mano debajo de la flexión de mi rodilla y me metió la verga en la concha otra vez. Mientras me chupaba las tetas, mordía mis pezones, los estiraba con los dientes.



García estaba detrás de mí. Yo podía sentir que guiaba su verga buscando la entrada de mi culito, cuando la encontró me hundió la cabeza enorme y lancé un grito.



-Qué ramera tan hermosa -dijo García entre jadeos- Mirá cómo se come dos pijas enormes a la vez.



Me tenían de pie, en medio de los dos, bombeándome verga sin parar por mis dos agujeros. Nunca me habían cogido mejor. Yo gemía, gritaba y tenía un orgasmo detrás del otro.



-Sos una nena hermosa -decían- Una putita de primera. Es una maravilla la manera que se te abre el culo.



Me pusieron en cuatro, de rodillas sobre una silla. Por turno, los médicos me metían y sacaban la verga del culo y se excitaban más cuando veían mi agujero completamente dilatado. Escupían dentro de él y me la volvían a meter.



Después me arrodillé entre los dos y les chupé la verga hasta sacarles toda la leche. Me la tiraron en la boca, la cara, el pelo y las tetas.



Fue una de las experiencias más maravillosas que he tenido. Luego me vestí y me dirigí a mi casa, nos volvimos a ver en otra ocasión.



Llegue a mi apartamento y encontré a mi marido muy bien vestido, perfumado, le di un gran beso y sin ningún preámbulo me dirigí a uno de los cuartos y salí provocativamente vestida, dándome un corto beso en la boca y me dijo lo linda y sexual que estaba, siguió con su mirada mi enorme culo que al caminar de un lado a otro contoneaba por toda la sala mientras me servía un trago, yo estaba vestida con unos enormes zapatos de plataforma transparentes que empinaban mi provocativo culo, unas braguitas seda dental nuevas y una blusa transparente anudada a mi pecho que dejaban ver mis tetas talla 36.



Me preguntó por la cita ginecológica y le dije que todo estaba perfecto, nuestra ramerita que estaba en camino estaba perfecta, yo sonriendo le comente que había programado para esta noche una pequeña fiesta para los dos y que para ponerle mucha excitación quería proponerle que fuera mi cómplice en mi fantasía a lo cual solo asintió con la cabeza y me anime para que me dijera cual era esa fantasía. Me paré y le mostré nuevamente mi cuerpo y tocándome le dije: papi, como hace más de un mes que no me la metes, pagué a tres hombres para que vinieran a satisfacerme y llegan en media hora, hice una pausa lo miré y sonreí lascivamente esperando su reacción, Miguel solo atinó a decirme: sabes que soy tu cómplice en tus aventuras sexuales y veremos cómo sale.



Tome el teléfono, confirme mi "pedido" a la agencia de acompañantes, me arrodille y sin cruzar palabra dirigí mis manos a su bragueta sacando su enorme miembro y chupándolo suavemente con mis labios y repasándolo con mi lengua, así lo hizo mientras le decía lo que quería que me hicieran para que el fuera quien dirigiera las acciones complacientes de los acompañantes contratados. Súbitamente me paro y le dije: No.… no quiero que te desgastes aun... espera para que participes en la fiesta.



Al poco rato llegaron tres negros de contextura normal, los hizo pasar y les presenté a mi marido y les dije que él era el que deseaba realizar esta fantasía, se sorprendió, pero como siempre me seguía la idea. Me animo y me dijo: ya sabes lo que quiero Kari, comienza.



Los tres negros me rodearon, me empezaron a tocar y yo dirigí a sus bultos tanteando la provocativa mercancía negra que tenían, sintiendo como sus enormes vergas se empezaban a desenroscar como culebras. Los mandé a sentar en la sala y mientras les servía unos tragos de coñac les pedí que se quedaran completamente desnudos, inclusive a mi marido. Así lo hicieron y mientras yo pasaba entregando las copas a cada uno aprovechaban para manosearme y yo les respondía con una sonrisa y me daba vuelta para manosearan mis nalgas.



Coloque música merengue y así desnudos saque a uno por uno de mis ilustres invitados que con el sensual roce del baile se les paraba a tope sus vergas y me apretaban contra sus cuerpos haciéndome sentir sus enormes miembros. Yo los besaba en sus orejas y su cuello y manoseaba sus nalgas y tocaba sus penes, pero inmediatamente sacaba a otro y a otro sucesivamente jugando con cada uno a mi placer.



Era mi noche. Mientras bailábamos cogía sus penes con mi mano y los sobaba en la entrada de mi raja y entre mis nalgas. Sentía sus miembros calientes y duros en mi clítoris y en mi ano, cuando trataban de penetrarme los alejaba y sobaba a bailar a otro quedándose parados en la mitad de la sala con su mirada vidriosa y muy arrecha. Me los goce hasta que me dieron ganas ya de sentir sus miembros. Me arrodille en la mitad de la sala con 3 penes negros y uno blanco a mi disposición cogí en cada mano uno e inicie a mamar los dos restantes, trataba de tragarlos hasta mi garganta, saboreaba sus cabezas, lamía sus testículos y los dejaba brillantes de mi saliva uno a uno, intercalaba mi boca y mis manos en cada uno mientras ellos como arañas trataban de tocar mis senos, mi espalda y cogían mi cabeza hacia cada uno de sus penes, cada uno quería que me quedara solo en sus testículos y en su penes, estaban exactamente en el grado de excitación que yo necesitaba.



Me pare y les grite: golfos… esclavos... están para complacerme a mí, me coloque en cuatro encima de la mesa de centro y les dije: ahora metan sus lenguas donde mejor les parezca, inmediatamente todos ocuparon posiciones, uno lamía mi clítoris otro lamía mi ano y mis nalgas, otros mis tetas y el ultimo se pegó a mi boca intercambiando nuestras lenguas y saliva, cambiaban de sitio a mi orden y llenaron de saliva mi culo que se dilato lo suficiente para mi siguiente deseo. Los forme de mayor a menos en tamaño y por supuesto mi marido quedo de ultimo a pesar de su no despreciable pene y en ese orden empezaron a sodomizarme, abriendo mis nalgas y colocando en primera instancia Miguel su pene en mi ano y de un solo golpe entro hasta sus huevos, que placer, que grito de alegría que di solo interrumpido por la enorme verga del negro que tapo mi boca y me grito: Guarra... puta, mama mi verga y lame mis huevos, yo lo miraba extasiada y metía si miembro hasta donde podía, lo sacaba y lamía sus descomunales huevas dejándolas brillantes y saboreando su fuerte sabor a negro, los otros dos se halaban sus vergas como posesos pidiendo un espacio en mi culo o mi boca, sin que los privilegiados les prestaran atención. Saqué este enorme pene de mi boca y le grite: Quiero este pene que perfore mi culo y con un movimiento brusco desconecte a mi marido de mi ano.



El negro poso mis manos sobre mis nalgas mientras me encargaba con mi boca de las tres vergas restantes para que no lo perturbaran, inmediatamente acerco su glande a mí lubricado ano y lo introdujo y con su mano movía su pene arriba, abajo y a los lados generándome una sensación indescriptible y sin previo aviso introdujo hasta la empuñadura esta negra espada de carne dejándome sin aliento, solo atine a gritar: negro…. sigue. perfórame el culo... llena mis intestinos de tu leche, Miguel al oírme gritar se empezó a derramar en mi boca subiendo más aun mi estado de éxtasis, saboreé su leche mientras el negro con bruscos empujones rebotaba en mis grandes nalgas, me golpeaba con su mano abierta y me decía: que ano tan apretado tienes... que nalgas enormes de guarra..., sentí como con movimientos convulsivos clavaba su pene en mi ano hasta sus guevas y llenaba mi agradecido culo de leche.



Los negros que faltaban por disfrutar me alzaron como un trofeo de la mesa de centro y uno de ellos se acostó mientras el otro me colocaba encima de su pene, abrió mi vagina de un solo golpe haciéndome reaccionar con un suspiro y le di un beso en su pecho mientras el otro introducía su miembro en mi muy dilatado ano. Sus movimientos eran rítmicos y yo solo sentía el pene que entraba en mi vagina porque mi ano estaba tan lubricado que el miembro del negro de turno resbalaba hacia a dentro y hacia fuera sintiendo una sensación muy leve que solo era suplida por el pene que abría con maestría mi vagina mientras lamía mis tetas. Los dos no demoraron mucho en venirse y en convulsiones acompasadas llegamos y caímos tendidos uno encima del otro, bajo los aplausos de mi marido y el negro vergón quienes ya estaban recuperados, gritaban: vamos guarra... no querías sexo a tope…. pues lo tienes de verdad.


Datos del Relato
  • Categoría: Hetero
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