Tenía 12 años, dos primos de 15, otro de 11 y uno de 10. Jugábamos al futbol, cowboys, etc. en un parque. A la noche antes de volver a la casa jugábamos entre los arbustos del parque.
Nuestros juegos eran sexuales: Carlos, uno de los de 15, me daba su verga para que se la chupara y después me la metía hasta el fondo por el culo y me acababa adentro. Martín, el otro de 15 lo cojía a Jorge, el de 10 y yo lo cojía a Antonio, el de 11, que se consideraba mi mujer. Antonio tenía unas nalguitas con una pelusita que parecía terciopelo, bien redonditas y paraditas. Era insaciable me la mamaba y me pedia que lo cojiera continuamente. Una noche le vi la pija a Martín y me enloquecí. Larga. gruesa, bien recta, con un glande tremendo y muy bien formado. Adelante de mi macho Carlos me le fui y me la tragué en una mamada de película, me tiré al piso con las piernas en alto y abiertas y le rogué que me clavara. El dolor fue inenarrable, pero el placer que di y recibí todavía lo recuerdo. Desde entonces, y durante dos años que duraron nuestros juegos fui compartido por mis dos primos.
Después me enteré que la pija de Martín no solo la compartía con Jorge sino con una perra callejera que también se cojía el degenerado.
Desde entonces, la única acción con pijas ajenas es chupar las pijas que se terminan de cojer a Silvina. Demás está decir que también chupo su concha llena de leche ajena.
es muy rico cojerce entre los primos. tu relato esta lindo aunque el tema daba para mas..sigue escribiendo