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Hola de nuevo! Sigo mi historia y espero que os agrade. Para cualquier cosa me enviáis un e-mail a evilofblood@hotmail.com.
Santi y yo nos seguimos viendo, en secreto por supuesto, nadie sabía lo nuestro. Era una extraña relación. No era amor, aunque yo empezara a sentirlo, era solo sexo, placer extremo. Solo eso. Yo quería algo sólido en lo que aferrarme, necesitaba sentir que estaba en el suelo y que no podía caerme. Pero no lo había y aunque Santi y yo nos compenetrábamos(nunca mejor dicho...) mucho, sentía la necesidad de ser algo más que su efebo. Muchas veces intenté hablar sobre eso, pero temía perder lo que tenía. Sí, tenía miedo. Me aterraba perderle, pero no podía creer el porqué. ¿Amor? ¿Yo? ¿Enamorado de un hombre? No podía ser. Pero lo era.
Estas raro, Efebo. ¿Qué pasa, no te gusta? – Preguntó mientras me masajeaba la espalda.
Estabamos en su casa, un apartamento de dos habitaciones en el centro. Como hacía algunos sábados, con la excusa de quedarme a casa de un amigo, me había quedado en su departamento para achucharnos un poco. Habíamos bebido un poco y estabamos encima de su cama tranquilamente.
No es eso. Claro que me gusta, eres el mejor masajista que he tenido, además ni me cobras!
Santi se rió a carcajadas. Qué risa tan bonita, era tan natural.
¿Entonces? ¿Si no son mis masajes que es?
Me quedé callado un momento, decidiendo qué decirle. Sí decirle realmente lo que sentía o fingir que no pasaba nada. Decidí dar el temido paso para mí.
¿Qué soy para ti? – Necesitaba saberlo.
Dejó el masaje y me dio la vuelta dejándome debajo de él. Me miró a los ojos y sonrió.
Eres mi efebo. – Y se acercó a mis labios. Me dejé besar, pero no le devolví el beso.
Estaba ocupado pensando en su respuesta. ¿Acaso tenía miedo? Tendría algo que esconder o quizás no me quería como yo. No lo sabía, pero necesitaba, exigía saberlo.
No quiero seguir siendo tu juguete, Santi. – Empecé en voz baja, mientras en mi cerebro resonaba un "soy idiota, soy idiota"- Necesito algo más que sexo. Estoy mal, no, mal no. Confuso y necesito agarrarme a algo que no sea solo sexo.
Santi se bajó de encima de mí y yo pensé "me deja", me levanté de golpe y le abracé por atrás.
Me agarré a él fuertemente. No quería que se fuera. Qué había hecho! Lo único bueno de mi vida y se me iba. No.
Suéltame. – Yo me negué – Venga... – Volvía negar – bueno, venga que me sueltes! – Me agarró de los brazos y me tiró a la cama.
Me quedé mirándole asustado. Una sensación repentina de frío me subió por la espalda, me estremecí y me eché hacia atrás. Mi mirada se tornó húmeda, confusa y sin saber qué hacer.
La vista se me fue hacia arriba, al techo. Me quedé un buen rato así, no pensaba, solo sentía. Sentía que había perdido a Santi por que... ¿quería algo más?
¿Te he hecho daño? – Sonó una voz sensual, algo avergonzada – Yo no quería hacerte daño...
Me senté en la cama y me froté os brazos. No era eso lo que me dolía.
Yo... Verás, bueno... No había pensado en nosotros como pareja. ¿Realmente quieres estropear esto tan perfecto? – Se acerco a mí, sus ojos ladinos, sus labios su torso desnudo se acercó al mío.
Me echó hacia atrás con más delicadeza que antes y me empezó a besar el cuello, mi punto débil. Sus manos recorrieron mi torso, que aunque no esta tan marcado como el suyo no esta mal. Una mano ascendió hasta encontrarse con mi nuca. Subió un poco más y deslizó sus dedos por mi pelo castaño claro. Sus labios ascendieron como sus manos y besaron mis mejillas, luego mi frente y bajó hasta mi barbilla a la que dio un mordisco. Sus dedos se entrelazaron con unos mechones de mi pelo. Sus labios ascendieron hasta los míos y mordió mi labio inferior. Pasó su lengua por él. Mordió el superior e hizo lo mismo. Alzó l a cara y me miró, yo fijé mi vista en él, excitado. De repente los dedos entrelazados con mi mechón agarraron con fuerza y tiraron de él. Haciéndome muchísimo dolor, pero en el fondo, una sensación libidinosa despertó en mí.
Soltó mi mechón y bajó sus manos a mi espalda. Me apretó con fuerza, casi clavándome las uñas. Me estremecí. A ver si iba a ser encima sádico...
Se sentó encima de mi pecho y apoyó sus manos en mis hombros fuertemente alzó una mano y me agarró la barbilla. Me hizo mirarle.
¿Estas excitado?
Sí... – Respondí yo con voz entrecortada.
¿Sí? – la mano que seguía en mi hombro bajó hasta mi entrepierna.
Agarró con firmeza mi bulto, que sobresalía bastante, y efectivamente estaba ardientemente duro.
Alzó un poco su cuerpo y mis ojos se posaron en la medio erección que tenía él. Mis manos que hasta ahora se habían quedado inmóviles, acariciaron su paquete por encima del slip que llevaba. Se levantó completamente y se bajó su ropa interior, la tiró por ahí. Se volvió a sentar y metió su mano por debajo del mí boxer y agarró de nuevo fuertemente mi mienbro. Volvió a agarrar mi barbilla y acercó su cuerpo a mi cara. Soltó mi verga y cogió la suya. La acercó a mi boca. Yo le miré un momento a los ojos y vi en ellos la encarnación de la lujuria. Le seguí el juego y forcejeé un poco hasta que una mano volvió al mechón de pelo y estiró. Lancé un gemido mezcla dolor y placer, que se vio interrumpido por un obús de carne. Su pene sabía incluso más delicioso que otras veces. Resultaba increíblemente irresistible. Su olor a carne, no a macho, era sexo, una increíble fragancia a sexo que me volvía loco.
Mi lengua empezó a saborear la puntita, luego fui bajando hasta la base. Él se movía con un delicioso meti-saca.
Estuvimos bastante rato así hasta que de golpe y porrazo sacó su miembro de mi boca. Le miré sorprendido con la lengua fuera. Santi se carcajeó con su melodiosa voz.
Espera, no seas impaciente. No quiero venirme tan pronto.
Se levantó y yo hice ademán de hacerlo, pero Santi puso un pie encima de mi torso y preguntó:
¿Se puede saber a donde vas?
Se puso cerca de mis pies y se arrodillo ahí. Cogió mi boxer y lo bajó hasta mis pies, lo sacó y se lo llevó a la nariz.
Huele a sexo y a un chiquito que va a ser follado ahora mismo.
Yo me estremecí de gusto y esperé sus caricias. Santi dobló mis rodillas y las separó un poco, mientras las alzaba. Se puso entre mis piernas y alzó mi trasero un poco, metió un cojín debajo de mí y apoyó sobre mi agujerito su vergota dura y fogosa. Yo me agité excitado. Empujó fuertemente y de un golpe me la metió entera yo grité de dolor, pero notaba que en mi grito una gran porción era de placer. Apretó con fuerza su miembro contra mi trasero y la sacó entera solo para metérmela con más fuerza. Esto me hacia gemir y jadear pidiendo más y más.
Sus envestidas se hicieron más fuertes, su respiración estaba agitada, decía mi nombre entre jadeos. Mientras yo gemía y suspiraba. Aceleró sus movimientos y se empezó a apretar contra mí con fuerza.
Aaahhh... Así, así – Yo apreté mi culito tal y como sabía que le gustaba.
Y me dio lo que tanto anhelaba, noté como su leché me inundaba por dentro y no aguanté más me corrí ensuciando toda la cama, mientras unía mi orgasmo al de Santi. Mi hombre se desplomó encima de mí sin energía, mientras se subía arrastrándose y se deslizaba a mi lado. Yo aparte el cojín como pude y aun con la respiración agitada giré la cabeza y le di un beso en los labios. Él me agarró de la cintura y me apretó contra él, me devolvió el beso dulcemente y mientras acariciaba mi rostro, suspiró. Nos dormimos así hasta el domingo.
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