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Categoría: Dominación

Más que mi criada

Esta historia es ficticia y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.



Llegue a esta ciudad fronteriza hace dos años, me trajo aquí la oportunidad de negocio, es pequeño y solo tengo una secretaria pero poco a poco ha ido creciendo. Debido a que no soy de esta ciudad viajo cada semana a mi ciudad natal. Esto me condujo a buscar quien hiciera la limpieza de mi casa, que aunque no es muy grande si requería de limpieza constante.



—Daniela...



—Dígame ingeniero...



— Haz pasar a la última candidata para ya irnos por favor.



—Claro que sí... Me puedo retirar ya? Mi novio vino por mi e iremos a...



—No tiene caso que termines tu discurso Daniela, gracias por hoy y... si puedes retirarte.



—Gracias!



No tenía ni porque pedirme permiso, hace más de una hora había terminado su turno y decidió quedarse para ver si necesitaba algo. Daniela era blanca, con poco busto, ni flaca ni gorda, sin nada físicamente muy llamativo. Pero una mujer de 23 años muy trabajadora y eficiente.



Hizo pasar a la siguiente candidata de inmediato, la cual es poco decir me dejo con la boca abierta y no precisamente por su belleza. No era fea, tenía unos pechos grandes, piernas largas, abdomen plano, nariz respingona, de facciones finas, pelo lacio, piel canela y ojos color miel... Arreglada podría ser una mujer muy guapa... Pero decidió presentarse a la entrevista en chanclas, un pants azul y una playera blanca de tirantes rota por varios lados...



—Adelante señorita...



—Gracias.



—Dígame... Como se llama y porque quiere el empleo.



—Me llamo Hilda señor, y vengo migrando desde Guatemala para poder cruzar a Estados Unidos. Necesito trabajo para poder estar un mes y cruzar.



De verdad me apenaba la situación de la muchacha, pero no podía contratar a una migrante. Es cierto que el trabajo es de limpieza pero siempre hay que pensar a futuro. Mi intención era contratar a una mujer que limpiara mi casa y el local. Y así darme cuenta de si tenía madera para este negocio, hacerla secretaría y permitirle a Daniela ir de ventas y poder pagarle más... No vi más opción que serle franco y decirle que no podría darle el empleo.



—te seré franco Hilda, lamento tu situación pero no puedo darte el empleo. La vacante es para alguien que quiera crecer en la empresa... lamento hacerle perder su tiempo.



He de reconocer que fue todo un espectáculo ver cómo le rebotaban sus senos al pararse y su trasero era suculento. Me la imagine de rodillas con mi pene en su boca o a cuatro siendo penetrada fuertemente por mí... En fin. Tenía que seguir trabajando.



Una hora después salía del trabajo y me dirigí a comprar insumos para la semana. Era lunes y requería comprar comida. Al salir de la tienda con mi compra pude ver a Hilda pidiendo dinero, me sentí muy mal por ella así que fui para allá.



—Hola Hilda.



Claramente apenada agacho la cabeza y no me respondió.



—Escucha... El trabajo es tuyo. Preséntate mañana en mi casa a las 8 a.m. la calle y numero...



—No se llegar señor.



Vaya... No me agradaba tener que explicar muchas cosas, así que le pedí subiera a mi auto para enseñarle donde vivía. Durante el trayecto no hable con ella, me preguntaba si estaba haciendo lo correcto en contratarla.



Al llegar le presente la casa, los camiones que llegaban, cuáles serían sus funciones y que esperaba de ella. Y al terminar me ofrecí llevarla a su casa.



—No tengo casa señor, vivo en la calle…



Me lleva la jodida... Venia sola, no tenía casa, ni familia ni quién la ayudara. Eso era el colmo, pero al final yo era hombre y ella estaba de buen ver... Siempre me ha gustado el sexo duro y aunque gozaba de una que otra mujer en mi ciudad natal el tener una migrante a mis pies me excitaba. Además que había algo en su forma de ser que me decía que le iba la onda del masoquismo.



—Muy bien Hilda, puedes quedarte en mi casa esta semana, pero el fin de semana me voy y no podrás quedarte. Tendrás que rentar un cuarto para esos días.



Esa semana la lleve a buscar un lugar donde poder dormir los fines de semana ya que entre semana viviría conmigo. Ella debía comprar su comida y sus utensilios de limpieza.



He de decir que ni notaba que estaba en la casa, si no estaba limpiando se encerraba en su cuarto y no salía para nada. Me encantaba su forma sumisa de dirigirse a mí y su obediencia.



Un día llegue un poco tomado y vi a Hilda en el sillón de la sala sin brassier en una playera que dejaba poco a la imaginación. Yo venía de estar con una chavita de 18 años que me dejo por demás caliente y se me hizo buena presa mi bella criada.



Le ofrecí una cerveza, la cual aunque no acepto le traje y le pedí se sentara a mi lado a ver un poco de tele. Acepto con la cabeza gacha y se quedó a mi lado tomándose su cerveza.



Su timidez y sumisión me ponían a mil. Sus ojos de cordero me decían que se temía lo peor, pero que no haría nada para impedirlo. Le cruce el brazo por la espalda y empecé a acariciar su pelo lentamente. Le acariciaba el cuello, los hombros y bajaba por su brazo hasta su cintura. Notaba su incomodidad y como suplicaba con su mirada. Como se temía que algo pasaría pero no se atrevía a hacer nada. En un momento subí mi mano hasta su cabeza y la presione hacia abajo, se resistió y pronuncio un "no" apenas audible. Me rogaba con la mirada vidriosa piedad pero la batalla ya estaba perdida para ella. La conduje despacio pero firme con mi mano derecha mientras que con la izquierda me bajaba el pantalón. Al llegar a la altura de mi duro pene, volteo a verme con una lagrima en sus ojos, implorando una vez más que no la forzara, que la dejara libre. Yo no hice más que hacerle una seña indicándole que se callara mientras hundía mi pene en sus labios carnosos. La subí y la baje con mi mano derecha a mi antojo, le toque con mi glande su campanilla forzando arcadas a la pobre Hilda. Y disfrute cada uno de sus movimientos. Al borde de mi excitación apresure su cabeza con mi mano forzando que los movimientos fueran cada vez más rápidos lo sentía cerca y al parecer las palpitaciones de mi pene le dieron a entender que tendría un orgasmo en su boca por lo cual intento separarse pero no la deje. Con mi pene hasta su garganta sentí tres potentes chorros que salieron directo a su garganta, y la mantuve ahí hasta que sentí como se lo tragaba con un sonoro "glup".



Al tragárselo quiso separarse nuevamente pero yo no iba a dejar que me dejara el pene chorreando...



—Límpialo bien Hilda.



Como autómata empezó a lamer mi pene con su lengua mientras estaba inclinada en el sillón. Su pants estaba a media nalga por la fricción contra el sillón y su blusa estaba prácticamente en su cuello permitiendo que sus grandes senos rozaran mi pierna... Y fue inevitable, se los pellizque y presione su cabeza con mi mano izquierda. Y mientras obtenía otra mamada de mi criada le sobe los pechos a gusto, le estruje y pellizque los pezones a conciencia. Le acaricie la vagina la cual note levemente húmeda y me vine por segunda vez en esa boca de puta.



—Gracias Hilda, no requiero me hagas de cenar, y ya te puedes retirar a dormir



—Gracias señor...



Se retiraba arrastrando los pies con pequeñas lágrimas en sus ojos.



—Hilda...



Se volteó con esos ojos de cordero que me volvían loco.



—S… sii??



—se te olvidan las botellas... Tíralas por favor.



Se agacho a recogerlas regalándome una última vista de sus hermosos pechos color canela y estuve a punto de abalanzarme sobre ella para cogérmela... Pero me contuve, ya tendría tiempo de entrenarla. Me vio a los ojos y una vez más se retiró sumisa a hacer lo que le ordenaba...



Continuara...



Me encantan las mujeres sumisas que se entregan como fieles mascotas a su dueño. Es delicioso contar con dos bocas de putas para lamerte los huevos y poder hacer con las perras lo que uno desea.



El lugar que te corresponde como mujer es sirviéndome, adorándome y complaciéndome.


Datos del Relato
  • Categoría: Dominación
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